Crisis Demográfica, Económica y Social en la Baja Edad Media
El siglo XIV, lejos de ser una época de prosperidad, estuvo marcado por una profunda crisis que afectó a Europa en múltiples niveles. A principios de siglo, los reinos cristianos sufrieron los efectos de malas cosechas y enfermedades. En este contexto, la llegada de la peste negra en 1348 a través de barcos provenientes de Asia asoló la península Ibérica. Esta pandemia diezmó aproximadamente el 30% de la población y sus rebrotes continuaron durante las décadas siguientes, debilitando aún más la estructura social y económica.
A la crisis sanitaria se sumaron los conflictos bélicos, que agravaron la situación y provocaron un declive demográfico, especialmente en la Corona de Aragón. La economía también se vio afectada por un retroceso agrario y un éxodo rural hacia las ciudades. La despoblación del campo generó una disminución de las rentas señoriales, lo que llevó a la nobleza a tomar medidas desesperadas. Mientras algunos intentaron mejorar las condiciones de los campesinos para evitar su huida, otros optaron por aumentar la presión sobre ellos, agudizando el conflicto social.
Primeros Síntomas de Recuperación en el Siglo XV
A pesar del panorama sombrío, el siglo XV trajo consigo los primeros signos de recuperación. Se empezaron a trabajar nuevas tierras y la ganadería trashumante experimentó un auge significativo. La Mesta, organización que agrupaba a los ganaderos trashumantes, adquirió poder e influencia, obteniendo privilegios a cambio de impuestos para el Estado y riqueza para sus miembros. La artesanía textil también se recuperó, impulsando el comercio y la economía urbana.
Implicaciones Sociales de la Crisis
La crisis social impactó a todos los estamentos. La nobleza, aunque mantuvo su posición privilegiada, vio mermada su influencia y poder. Para contrarrestar esta situación, buscó consolidar su patrimonio a través del mayorazgo, una figura jurídica que permitía mantener las propiedades dentro de la familia. Además, intentó imponer nuevos impuestos y cargas a la población campesina, lo que provocó revueltas y levantamientos en diferentes territorios.
Uno de los ejemplos más destacados fue el levantamiento de las Irmandiñas en Galicia, un movimiento popular que unió a campesinos, burgueses e incluso algunos miembros de la baja nobleza en contra de los abusos señoriales. En Cataluña, los payeses de remensa, sometidos a duras condiciones, protagonizaron revueltas similares. Estos conflictos sociales evidenciaron la profunda crisis que atravesaba la sociedad bajomedieval y sentaron las bases para la transformación del sistema feudal.
Aspectos Políticos: Organización e Instituciones en la Baja Edad Media
El sistema feudal, que había caracterizado la Alta Edad Media, experimentó una profunda transformación durante los siglos XIV y XV. La monarquía, debilitada por la fragmentación del poder, buscó fortalecer su posición y centralizar la autoridad. Este proceso dio lugar a un nuevo modelo de Estado, caracterizado por la figura del rey como cabeza visible y la creación de instituciones que permitieran una gestión más eficiente del territorio.
La evolución hacia este nuevo modelo estuvo marcada por la tensión entre dos concepciones del poder: el autoritarismo, que pretendía situar al rey por encima de todos los estamentos, y el pactismo, que buscaba el consenso con la nobleza y las ciudades a través de instituciones representativas. Esta tensión se manifestó en conflictos y negociaciones que marcaron el camino hacia la formación de las monarquías autoritarias modernas.
Fortalecimiento del Poder Real: Instituciones y Figuras Clave
Para fortalecer su posición, los reyes se apoyaron en diferentes instituciones y mecanismos:
- Consejo Real: Evolución del Aula Regia, este órgano asesor estaba formado por personas de confianza del rey, incluyendo expertos en leyes. Con el tiempo, se dividió en órganos específicos para diferentes áreas de gobierno.
- Cortes: Asambleas representativas de la nobleza, el clero y las ciudades, que surgieron a finales del siglo XII. Aunque su función principal era aprobar impuestos, en la Corona de Aragón adquirieron un papel político más relevante.
- Unificación Legislativa: Inspirada en el Derecho Romano, la monarquía buscó unificar la legislación y concentrar en el rey la capacidad de crear, interpretar y aplicar las leyes. Un ejemplo de ello es el Ordenamiento de Alcalá, promulgado por Alfonso XI de Castilla en el siglo XIV.
- Burocratización del Estado: Se crearon organismos para gestionar de manera más eficiente la administración y la justicia. En la Corona de Aragón surgieron las Audiencias como órganos supremos de justicia, mientras que la Hacienda Real se encargaba de los asuntos económicos. La Cancillería, por su parte, se ocupaba de la administración general.
Gobierno Local: Corona de Aragón vs. Corona de Castilla
En el ámbito local, también se aprecian diferencias entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla:
- Corona de Aragón: El gobierno municipal estaba a cargo de un conjunto de jurados presididos por un alcalde.
- Corona de Castilla: El órgano municipal era el Concejo, con los regidores como principales responsables. En el siglo XIV, surgieron los corregidores, delegados reales que representaban la autoridad del rey en las ciudades.
La Corona de Aragón: Expansión Mediterránea y Conflictos Internos
La Corona de Aragón, impulsada por el dinamismo comercial de las ciudades catalanas, orientó su expansión hacia el Mediterráneo. Esta expansión, que buscaba asegurar rutas comerciales y obtener nuevas fuentes de riqueza, llevó a la conquista de Sicilia, Cerdeña y el sur de Italia, incluyendo la ciudad de Nápoles en el siglo XV.
La oposición de la nobleza aragonesa a esta política expansiva llevó a los reyes a buscar el apoyo de las ciudades. En este contexto, surge la Generalitat como órgano representativo de Cataluña, marcando un punto de inflexión en la relación entre la monarquía y los poderes locales.
A principios del siglo XV, la muerte del rey Martín I sin descendencia desencadenó una crisis sucesoria. La solución se encontró en el Compromiso de Caspe (1412), donde representantes de los diferentes reinos de la Corona se reunieron para elegir un nuevo monarca. La elección recayó en Fernando de Antequera, dando inicio a la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón.
La Corona de Castilla y Portugal: Conflictos Internos y Expansión Atlántica
Al igual que en la Corona de Aragón, la Corona de Castilla experimentó un proceso de centralización del poder y un enfrentamiento entre las tendencias autoritarias y pactistas. Este conflicto se manifestó en rebeliones nobiliarias y en la búsqueda de alianzas por parte de la monarquía con otros sectores sociales, como la burguesía urbana.
Alfonso XI, buscando consolidar su poder, se apoyó en la burguesía urbana para contrarrestar la influencia de la nobleza. Su hijo, Pedro I, intentó continuar esta política, pero fue asesinado por su hermanastro Enrique II, quien inició la dinastía Trastámara en Castilla.
En el ámbito exterior, Castilla se vio envuelta en conflictos con Portugal, que culminaron con la derrota castellana en la batalla de Aljubarrota en 1385. Esta derrota permitió la consolidación de la dinastía de Avis en Portugal y marcó el inicio de la expansión portuguesa por el Atlántico.
Expansión Atlántica: Castilla y Portugal
Castilla, por su parte, también buscó abrirse paso hacia el Atlántico, tanto por la ruta cantábrica como por el sur peninsular. El control del Estrecho de Gibraltar se convirtió en un objetivo estratégico para asegurar la navegación cristiana en la zona. En este contexto, se produjeron enfrentamientos con Portugal por el control de las islas atlánticas. Mientras Portugal se expandía por las costas africanas y tomaba posesión de Madeira, Tánger y otras plazas, Castilla incorporó las Islas Canarias a su territorio.
En definitiva, la Baja Edad Media fue un periodo de profundas transformaciones en los reinos cristianos de la península Ibérica. La crisis del siglo XIV, marcada por la peste negra, las guerras y la crisis económica, sentó las bases para la construcción de un nuevo modelo de Estado. La monarquía, buscando fortalecer su posición, se enfrentó a la nobleza y buscó el apoyo de las ciudades. Este proceso, que culminó con la formación de las monarquías autoritarias modernas, estuvo marcado por la tensión entre el autoritarismo y el pactismo, así como por la expansión territorial hacia el Mediterráneo y el Atlántico.