Introducción
El desastre del 98 produjo una conmoción en el país. Como consecuencia, la Restauración entró en una nueva fase, marcada por el trono de Alfonso XIII (1902) y que finalizó en 1931 con la caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República. Una nueva generación de políticos y nuevos movimientos (republicanos, obreros, nacionalistas) irrumpieron en la vida española. El régimen fue incapaz de aunar estas fuerzas, que se mantuvieron al margen del sistema y dieron lugar a conflictos sociopolíticos. Entre 1898 y 1912, los partidos dinásticos (Conservador y Liberal), con sus dirigentes Maura y Canalejas, intentaron modernizar el país. Sin embargo, a partir de 1912, la decadencia del régimen dio lugar al fortalecimiento de la oposición republicana, obrera y nacionalista. El problema de Marruecos y el impacto de la Primera Guerra Mundial incrementaron los conflictos, que estallaron en revoluciones en 1917. La incapacidad del sistema para solucionar estos problemas acabó proporcionando la solución militar: en 1923, el golpe de Estado de Primo de Rivera dio origen a una dictadura que duró hasta 1930.
Reformismo Dinástico
Introducción
El desastre del 98 mostró la incapacidad de la Restauración y dio lugar a un reformismo basado en el regeneracionismo. La mayoría de edad de Alfonso XIII en 1902 marcó el inicio de la Segunda Restauración.
Fracaso del Primer Gobierno Regeneracionista
En 1899, la regente María Cristina otorgó su confianza para formar gobierno al nuevo líder conservador, Silvela, quien convocó elecciones. Mostraron voluntad de renovación, dando entrada a figuras ajenas a la política anterior (Polavieja, Durán y Bas). Se inició así una política reformista, con descentralización administrativa y una política presupuestaria que aumentaba los tributos de productos de primera necesidad y establecía nuevos impuestos para pagar las deudas de la guerra de Cuba. Las cargas fiscales impulsaron en Cataluña un boicot de los contribuyentes a la recaudación de tributos (cierre de cajas). Los ministros renovadores dimitieron y, en 1901, la regente otorgó de nuevo el gobierno a los liberales. El regeneracionismo duró un año y el turno de partidos reapareció. El sistema de la Restauración sobrevivió tras el desastre del 98.
Reformas de Maura y Canalejas
En 1902, Alfonso XIII subió al trono. Coincidió con la renovación del turno. En 1903, murió Sagasta y Maura alcanzó la jefatura del partido Conservador, mientras que el partido Liberal estaba liderado por Canalejas. Esta nueva generación de políticos, influida por el regeneracionismo, impulsó nuevos e importantes proyectos. Sin embargo, el miedo a una participación democrática real mantuvo el turno dinástico y el falseamiento electoral, imposibilitando la democratización real del régimen.
En 1904, Maura se convirtió en jefe de gobierno. Tenía un espíritu renovador y reformista, pero siempre dentro del conservadurismo. Su proyecto político era “desde arriba”, basado en la necesidad de que el régimen debía reformarse para impedir una revolución popular. Así, intentó la regeneración a partir de una nueva base social: las “masas neutras”, para configurar un Estado fuerte. Se llevó a cabo una reforma electoral (Ley Electoral de 1907) que no acabó con la corrupción ni democratizó el sistema político, pero hizo más difícil el fraude. Maura intentó atraer al nacionalismo moderado no republicano (Lliga Regionalista), intentando llegar a acuerdos con el catalanismo, dando más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones, y reconociendo las regiones. También, el gobierno de Maura adoptó medidas económicas para la industria y creó la Ley de Colonización Interior para la agricultura. En lo social, aprobó la Ley del Descanso Dominical y el Instituto Nacional de Previsión (1908) para los seguros obreros. Pero la defensa del orden público llevó a intransigencias, como los sucesos de la Semana Trágica de 1909. La brutal represión que siguió a la revuelta fue la causa de la caída del gobierno conservador.
En 1910, Canalejas formó gobierno liberal. Su programa proponía la modernización de la política e intentaba atraer a sectores populares a partir de un reformismo social y limitar el poder de la Iglesia. Abordó una importante labor legislativa: la reforma del procedimiento de financiación de la Iglesia y profundizó en la separación Iglesia-Estado. La negativa de la Santa Sede comportó la promulgación de la Ley del Candado (1910), que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas. Uno de los elementos básicos de su política social fue la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto de renta, que provocó la negativa de los sectores acomodados. Se reformó la ley de reclutamiento, que pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra, y se suprimió la redención en metálico. Se promulgaron leyes para la mejora de las condiciones laborales, como la regulación del trabajo de la mujer. Canalejas fue sensible al problema de las autonomías regionales. Así, el gobierno liberal elaboró la Ley de Mancomunidades, que aceptaba la posibilidad de la unión de las diputaciones provinciales para hacerse cargo de la gestión de algunos servicios públicos. Pero las reformas se interrumpieron con la muerte de Canalejas, asesinado en 1912. La Ley de Mancomunidades fue aprobada por el conservador Eduardo Dato en 1914 y solo se aplicó en Cataluña.
De la Semana Trágica a la Huelga Revolucionaria (1909-1917)
Introducción
La Restauración fue incapaz de solucionar los conflictos sociales. En 1909, la tensión, agravada por el problema de Marruecos, estalló en la Semana Trágica. En 1917, la situación de crisis económica provocó una huelga general.
El Conflicto de Marruecos
En 1900, España se introdujo en el norte de África. La Conferencia de Algeciras (1906) y el Tratado Hispano-Francés (1912) establecieron un protectorado franco-español en Marruecos. A España le correspondió el Rif, con el objetivo de pacificarlo y organizarlo. El interés español venía estimulado por los beneficios económicos que se esperaban. La presencia española estuvo contestada por los ataques rifeños de las cabilas. En 1909, infligieron una derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo. Así, se decidió aumentar el número de soldados con reservistas que partieron desde Barcelona, lo cual provocó una protesta popular.
Semana Trágica de Barcelona
La movilización contra la guerra surgió en el puerto de Barcelona durante el embarque de tropas hacia el Rif. El día 24 de julio se constituyó un comité de huelga, con republicanos, socialistas y anarquistas, convocando una huelga general el día 26. Pero esa huelga derivó en una revuelta contra la guerra de Marruecos y acabó en un estallido de las tensiones sociales acumuladas. Se multiplicaron los incidentes en las calles (barricadas) y se manifestó un fuerte sentimiento anticlerical (más de 80 iglesias quemadas). Las autoridades declararon el estado de guerra, pero la falta de dirección y coordinación políticas provocó la acción incontrolada de diversos grupos. La represión posterior fue muy dura: el gobierno de Maura ordenó 17 ejecuciones (solo 5 habían participado en la revuelta), una de ellas la de Ferrer Guardia, que no participó en la revuelta pero era un símbolo anticlerical. La represión de la Semana Trágica levantó una oleada de protestas por su virulencia y arbitrariedad. Liberales y republicanos se unieron para pedir la dimisión de Maura. La oposición a Maura consiguió que Alfonso XIII disolviera las Cortes y traspasara el gobierno a los liberales.
Impacto de la Gran Guerra
En 1914, con Eduardo Dato al frente del gobierno conservador, se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a Austria y Alemania con Gran Bretaña, Francia y Rusia. Dato declaró la neutralidad, manteniendo al país al margen del conflicto. Esta situación supuso una oportunidad para la economía del país. La guerra permitió exportar productos industriales y agrarios a precios elevados. Pero al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios interiores experimentaron alzas desorbitadas, sin que subieran los salarios. Se encarecieron los productos básicos, como el pan o el arroz, y las organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor, que desembocó en el movimiento huelguístico de 1917.
Crisis de 1917
Se produjeron conflictos sociales y políticos en Europa (Revolución bolchevique). En España, la conciencia de las graves dificultades del sistema de la Restauración, el descontento militar y el conflicto social provocaron una protesta generalizada de carácter antigubernamental.
Protesta Militar
El ejército español presentaba un número excesivo de oficiales en relación con los soldados. El descontento entre los oficiales de baja y media graduación desembocó en la formación de Juntas de Defensa. Estas reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos, reivindicando la antigüedad como único criterio. El Manifiesto de junio de 1917 culpaba al gobierno de los males del ejército, pero el gobierno no cedió a sus demandas. El manifiesto hizo crecer las esperanzas de que el ejército pudiera sumarse a un movimiento que exigiera la renovación de la política nacional.
Crisis Política
El gobierno conservador de Dato había sido sustituido en 1916 por un gabinete liberal presidido por el conde de Romanones, que continuó las viejas prácticas de corrupción política y, ante las quejas, cerró las Cortes en 1917. Volvió Dato al gobierno y una representación de diputados de la oposición reclamó al gobierno la reapertura de las Cortes. El gobierno se negó y declaró el estado de excepción, aumentando la censura de prensa. Como reacción, se organizó en Barcelona una asamblea de parlamentarios catalanes que exigió la formación de un gobierno provisional que convocase Cortes Constituyentes para reformar el sistema y descentralizar el Estado. Desde la asamblea se convocó una reunión. El gobierno prohibió la convocatoria, pero la reunión se celebró y fue disuelta por la Guardia Civil.
Huelga General Revolucionaria
En 1916 ya se había producido un importante proceso huelguístico. En 1917, la CNT y la UGT acordaron firmar un manifiesto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios, bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia. La UGT y el PSOE llamaron a la huelga general. La protesta adquirió un carácter político revolucionario porque las fuerzas obreras reclamaban el fin de la monarquía y el paso a un sistema republicano. La huelga tuvo una incidencia muy desigual, al no contar con el apoyo del campesinado. La reacción del gobierno fue represiva: declaró la ley marcial y envió al ejército a acabar con el movimiento. La huelga general fracasó y no consiguió el apoyo de amplios sectores sociales, pero tuvo enormes consecuencias: debilitó al régimen, que mostró su brutalidad, y radicalizó a la oposición.