España era una potencia de segundo orden, por lo que no pudo participar en la Conferencia de Berlín de 1885. Su aventura en Marruecos fue una fuente continua de problemas en el futuro. Además, perdió los restos de su imperio en América y Asia. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas provocó una crisis que se le denominó crisis del 98. Martínez Campos consiguió firmar la paz con los insurrectos cubanos en la guerra de los Diez Años (1868-1878). Los cubanos siguieron pidiendo mayores cuotas de autogobierno e independencia. Maura presentó un proyecto autonomista para la isla, pero fracasó. El resultado fue que estalló una insurrección separatista en Cuba, liderada por José Martí, y Filipinas. Muerto Cánovas, Sagasta consiguió que las Cortes aprobaran un proyecto de autonomía para la isla. El desencadenante de la independencia fue la guerra de España y EE. UU., que apoyó a los cubanos. En lo que a Cuba se refiere, los intereses de su oligarquía por liberarse de su independencia de España y acceder al autogobierno sin la tutela de la metrópoli. La guerra estalló en 1895 cuando José Martí consiguió sublevar la parte oriental de la isla. Cánovas envió al general Martínez Campos con la misión de compaginar la negociación con la guerra. Al no conseguirlo, fue sustituido por el general Weyler, que dividió en tres el territorio isleño por medio de trochas que impedían el paso de los insurrectos, con lo que se facilitaba su eliminación. El presidente McKinley protestó duramente por la táctica seguida por Weyler ante el gobierno de España. Los americanos aprovecharon el incidente del Maine para declararle la guerra a España en la que estalló una ola de patriotismo. La guerra se desarrolló en dos frentes: en el Pacífico y en el Caribe. La victoria norteamericana fue fácil. Las tropas americanas se apoderaron fácilmente de las islas. Por el Tratado de París (1899) España perdía los últimos jalones de su imperio ultramarino. Posteriormente intentaría compensar este fracaso con su protectorado sobre Marruecos. Económicamente, las pérdidas fueron importantes: afectó a las exportaciones y a las importaciones, agudizando el déficit de la balanza de pagos e incrementando el proteccionismo comercial. España perdió sus últimas colonias. La crisis del 98 puso en la escena política el debate sobre los problemas de España:
- Socioeconómico: ligado a la estructura de la propiedad de la tierra y a su subdesarrollo industrial
- Político: derivado del divorcio entre la España oficial y una España real que no tenía cabida en él
- Regional: tras el surgimiento de los nacionalismos y regionalismos
- Religioso-cultural: una parte de la sociedad se refugiaba en la tradición católica, y otra pretendía un estado laico
- Militar: descrédito del ejército por la derrota frente a EE. UU.
La derrota de la escuadra española causó una honda impresión en todos los sectores sociales de España. La crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica que hizo tambalearse al sistema de la Restauración. Los nacionalistas comenzaron a expandirse y las críticas al sistema canovista se generalizaron, nació el regeneracionismo: un movimiento ideológico que culpaba a la Restauración de los males de España.
Regeneracionismo en España
El regeneracionismo intelectual fue liderado por Lucas Mallada, Macías Picavea, la Generación del 98 y, sobre todo, Joaquín Costa. Este propugnaba la necesidad de modernizar España. ‘Escuela, despensa y cien llaves al sepulcro del Cid’, es una de sus frases más significativas. Pretendía sustituir la política del régimen de la Restauración, que favorecía a la oligarquía, por otra que lo hiciera a las clases medias. El desastre del 98 y el necesario regeneracionismo despertaron la preocupación de un grupo de literarios y pensadores que forman la llamada Generación del 98. Su preocupación giró en torno al problema de España, esta se encontraba en una profunda crisis lo que no fue obstáculo para la eclosión de grandes artistas. El regeneracionismo político presentó variantes en su crítica al sistema de la Restauración y al caciquismo:
- Partidos dinásticos: Maura y Canalejas intentaron acabar con el caciquismo y con los problemas sociales
- Los nacionalistas: los catalanes y los vascos, empezaron a contemplar la autonomía como elemento fundamental para su regeneración y para la consecución de sus reivindicaciones
- Los republicanos: achacaban los males a la monarquía y defendían una república como sistema de gobierno
- El movimiento obrero: reclamaban un sistema de gobierno más acorde con sus intereses de clase trabajadora
- Los militares: empezaron a considerar las reivindicaciones de los movimientos obreros como una amenaza para el orden social
Todos estos regeneracionismos, salvo el de los partidos dinásticos, confluirán en la crisis de 1917. La inestabilidad se intensificó con la llegada al trono de Alfonso XIII (1902-1931) que intervino intensamente en las decisiones políticas. La fuerte presión ideológica se va a plasmar en intentos por cambiar el sistema, y por llevar a cabo el intento de cambiar el sistema caciquil desde el poder. El regeneracionismo político intentó evitar las propuestas de reformas que provenían desde los partidos de fuera del sistema. Por tanto, el regeneracionismo intelectual dio lugar a un regeneracionismo político. Los gobiernos conservadores tuvieron una gran iniciativa reformista. La mayor parte se dio lugar durante el gobierno del conservador Antonio Maura (1907-1909) que pretendía reformar el sistema para poder mantenerlo. El maurismo intentó atraer a las clases medias, para conseguir un apoyo para el sistema. Para ello intentó ampliar la autonomía de la administración local y aprobó la reforma de la ley electoral (1907), que introdujo el voto masculino obligatorio. El mayor empeño de Maura era la ley de administración local. El proyecto de Maura consistía en dar una mayor autenticidad y autonomía a la vida local. La idea de Maura era demasiado optimista. Por ello, estas medidas no eliminaron el caciquismo, sino que reforzaron más el fraude electoral. En la ley local se incluyó la posibilidad de que las diputaciones colaboraran entre sí mediante mancomunidades, una medida que dio satisfacción parcial a los catalanistas y sus reivindicaciones políticas, motivo que motivará el golpe de estado de Primo de Rivera. Los liberales tuvieron que esperar para que José Canalejas intentara llevar a cabo un programa regeneracionista. Las cuestiones del gobierno de Canalejas fueron las de las mancomunidades provinciales y la religiosa. Canalejas pensaba que el atraso cultural se debía al concordato a través del cual se financiaba la iglesia, pesaba que la mejor solución era la separación entre la iglesia y el estado. Así, aprobó la ley del candado, por la que no se podían establecer órdenes religiosas en España sin previa autorización.