1. La crisis de 1808. La Guerra de la Independencia y los comienzos de la revolución liberal En 1808 una serie de circunstancias crearon una coyuntura favorable para que un amplio sector del país se comprometiera en la lucha por el poder. Tras ello se encontraba una monarquía desprestigiada, el agotamiento del reformismo canalizado por el despotismo ilustrado, la quiebra financiera del Estado y el impacto de la invasión napoleónica, último episodio del efecto sobre España del proceso revolucionario francés. Napoleón, interesado en la alianza española, especialmente por su Armada, empujó a la monarquía a la guerra contra Inglaterra. El trágico resultado sería la derrota de Trafalgar principio del fin del imperio napoleónico pero también del español en América, así como de su Armada. La derrota supuso el definitivo desprestigio de Godoy. Debilitado políticamente, se convirtió en rehén de Napoleón así como en víctima de la creciente oposición interna, esbozada en torno al llamado “partido fernandino”. Resultado de lo primero fue la conclusión del Tratado de Fontainebleau (octubre de 1807) que permitía a Francia introducir tropas en territorio español con la intención de forzar a Portugal a adherirse al Bloqueo Continental. Fruto de lo segundo fue la puesta en marcha de la Conspiración de El Escorial por los fernandinos con la intención de lograr la caída de Godoy y que éste, a través de su servicio de inteligencia, pudo desbaratar. No obstante, la debilidad mostrada por Carlos IV con los conspiradores vino a aumentar la debilidad política de Godoy a la vez que aumentar la popularidad del Príncipe de Asturias, D. Fernando. Iniciado 1808, la inestabilidad política fue creciendo al ritmo que la presencia militar francesa en la península. En estas circunstancias, la familia real se retiró a Aranjuez (lo que facilitaría, si fuera necesario, su huida a América). Este hecho fue aprovechado por los fernandinos para orquestar, con éxito esta vez, su golpe. Como consecuencia del Motín de Aranjuez (17-19 de marzo de 1808) Godoy fue exonerado y Carlos IV abdicó en la persona de su hijo, ahora ya Fernando VII. Todo ello resulta insólito. El rey cesante escribió de inmediato a Napoleón explicando la abdicación como fruto de la coacción y poniéndose bajo su amparo. Con ello, otorgaba al emperador francés una razón más para intervenir en España. Napoleón, muy ambiguo, empezó a esgrimir la baza que tanto necesitaba el nuevo rey, su reconocimiento como tal por Francia. Mientras acariciaba ya una nueva fórmula política para los españoles: al creer inviable el restablecimiento de Carlos IV y no desear reconocer a Fernando, decidió el reemplazo de los Borbones por su propia familia. Fernando VII llegó a Madrid, bajo el entusiasmo popular, el 24 de marzo. Se iniciaba su efímero “primer reinado”. De inmediato, Napoleón puso en marcha la intriga política que, con el señuelo del reconocimiento, terminaría llevando a Fernando a Francia. Allí, en Bayona, el emperador galo reunió a la familia real española y a Godoy poniendo en marcha las abdicaciones de Bayona; coaccionado, Fernando, lejos de ser reconocido, hubo de abdicar en su padre quien, a su vez, lo hizo en Napoleón. Por último, éste cedió los derechos a su hermano mayor, José.2 Entretanto, en España, la tensión entre la población y el ejército invasor iba en aumento. La salida del palacio real de los últimos miembros de la familia real desencadenó el alzamiento del 2 de mayo. Elementos populares se enfrentaron con los soldados franceses. La Junta de Gobierno, depositaria de la soberanía en ausencia del rey, emitió un bando exhortando a la población al cese de toda acción violenta. No obstante, la población alzada buscó armas y el apoyo en los cuarteles. En el Parque de Monteleón algunos oficiales (Daoiz, Velarde) suministraron armas y se unieron a los sublevados, acto de insumisión del que nace la dimensión de revolución política del proceso. A pesar de ello, el ejército francés ahogó la protesta, a la que siguió una brutal represión inmortalizada por la pintura de Goya. El 2 de mayo marcó un auténtico desgarro nacional, obligando a posicionamientos incómodos, donde la sociedad española se fragmenta. La inmediata Guerra de la Independencia fue también, tristemente, una guerra civil no declarada. Tras el 2 de mayo, el país se encuentra ante una curiosa situación: la legalidad (en virtud de las abdicaciones) ha recaído en el invasor; las instituciones así lo acatan. Por otro lado, después del alzamiento madrileño, los sublevados patriotas en otras ciudades necesitan irse configurando. Nacen así, paralelamente, la España afrancesada y la España patriota. Para cimentar la España afrancesada, Napoleón convocó una reunión de notables españoles en Bayona que terminaron por aceptar un documento, el Estatuto de Bayona, punto de partida de la España bonapartista al que la guerra no permitiría su aplicación. Con José, al llegar a España, colaborarían un grupo de españoles, los denominados “afrancesados”, largo tiempo tildados como traidores pero que en realidad no son sino patriotas que vieron en esta opción la mejor solución para el futuro del país. Sobre esta base, el reinado de José I pretendió ser nacional. Al propio monarca no le faltaban virtudes pero dos cuestiones reducirían sus buenas intenciones a la nada: el permanente estado de guerra y la imposibilidad de sustraerse a los dictados de su hermano. Tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid llegaron las noticias a la cercana localidad de Móstoles. De la reunión de su ayuntamiento surgió una declaración de guerra insólita, que mediante una circular, se dio a conocer al resto del país con rapidez y eficacia. Ello derivaría en la rápida aparición de las juntas locales. Unas tres semanas después del 2 de mayo se produjeron los primeros levantamientos en las provincias. Salvo en Cataluña, la mayoría fueron urbanos y en la periferia. Ninguna de las ciudades insurgentes estaba ocupada (a diferencia de lo que había ocurrido en Madrid). Cataluña sería la primera en constituir una junta regional (18 de junio). A finales de mes se habían formado trece juntas con dirección colegiada. De la antigua administración ya no quedaba rastro. Iniciada la guerra y tras el éxito militar en Bailén, se constituyó en Aranjuez la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, bajo la presidencia del conde de Floridablanca. Ella habría de hacer frente a las necesidades del bando patriota para afrontar la guerra. En enero de 1809 se integraron en ella las juntas constituidas en Sudamérica. Tras la llegada de Napoleón a la península, la Junta hubo de replegarse a Sevilla. Finalmente, ya en tierras gaditanas, sus integrantes dimitirían, nombrando una Regencia, compuesta por cinco miembros (24 de enero de 1810). Ellos tendrían que organizar las Cortes, que la Junta había convocado. Al iniciarse la guerra, los franceses disponían de unos ciento diez mil hombres en España, al mando de Murat, a los que se sumarían otros cincuenta mil en agosto. Los españoles disponían de unos cien mil. Napoleón aspiraba a ocupar el territorio peninsular aun a costa de dividir sus fuerzas. Esta plan tendría consecuencias nefastas para sus promotores. 3 La Guerra de la Independencia suele dividirse en tres etapas: una primera, de mayo a noviembre de 1808; la segunda, de neto predominio francés, entre finales de 1808 y la primavera de 1812 y, por último, una tercera presidida por el paulatino repliegue francés, desde 1812 hasta finales de 1813-comienzos de 1814. a) Sorprendido por los levantamientos en España y con su plan a medio aplicar, el principal afán de Napoleón al comienzo del conflicto sería asegurar la comunicación entre Madrid y la frontera francesa, lo que aseguro Bessieres con su triunfo sobre Cuesta y Blake en Medina de Rioseco (14 de julio). No obstante, los franceses fracasaron en su intento de ocupar Zaragoza y Valencia. Ante estos contratiempos, un cuerpo de ejército francés avanzó desde Madrid con la intención de ocupar Andalucía. Allí, Dupont, tras saquear Córdoba, fue vencido por el ejército de Castaños en Bailén (19 de julio), victoria de notable resonancia tanto interior como exterior. En la península, obligó a los franceses a evacuar Madrid (lo que permitiría, como hemos señalado, la constitución de la Junta Suprema, dando, además, un tiempo preciso para la conformación del bando patriota). En el exterior, espoleó a otros pueblos a volver a la lucha contra Napoleón (en lo que sería la V Coalición antifrancesa). En resumen, convenció al emperador galo del absoluto fracaso de su plan inicial. b) En noviembre de 1808 Napoleón se presentó en España con otros doscientos cincuenta mil hombres. En consecuencia, el manifiesto desequilibrio de fuerzas conformaría a esta etapa del conflicto como la de neto predominio francés. Napoleón se adentró en dirección a Madrid derrotando al general San Juan en Somosierra El 4 de diciembre Madrid capituló. Se produjo una fuerte decepción tras las ilusiones, algo ingenuas, producidas por el sorprendente éxito de Bailén. Ese mismo mes capitulaba también, tras su heroica resistencia, Zaragoza. Entretanto, Napoleón marchó hacia el Noroeste tratando de expulsar a los británicos que, al mando de Moore, habían entrado en la meseta. El emperador hubo de abandonar la persecución y regresar rápidamente a París. Al final, Soult, al mando del ejército galo, obligó a los ingleses a evacuar Galicia. El bando patriota empezó a acumular reveses uno tras otro: la batalla de Medellín (marzo de 1809), la rendición de Gerona (diciembre de 1809) y, sobre todo, el descalabro de Ocaña .En pocos meses, Andalucía fue ocupada quedando como único reducto patriota Cádiz, abastecida por la Armada británica. Más tarde, Suchet ocupó el Levante y entró en Valencia. Ante los fracasos se fue extendiendo la “guerra revolucionaria” encarnada en la acción guerrillera. No cabía ya otra forma de resistencia. Las autoridades alentaban el procedimiento a la vez que lo temían. Se habla de hasta unos cincuenta o cincuenta y cinco mil guerrilleros. En ocasiones su conducta resulta extremadamente cruel pero no había alternativa. A la postre, Napoleón reconocería su importancia al aludir a la “úlcera” española que fue desgastando la capacidad del ejército invasor. c) 1812 sería el año de la hambruna en la península. En medio de la guerra,la lucha por los víveres se hizo desesperada. También sería el año de la campaña napoleónica sobre Rusia. Napoleón hubo de detraer tropas de la península para preparar su ofensiva en el Este. Ello fue aprovechado por los anglohispanos: el 22 de julio de 1812, Wellintong venció a Marmont en Los Arapiles A partir de entonces, el ejército francés inicia un lento pero inexorable repliegue, agravado con el desastre de la campaña de Rusia, que aceleraría el proceso. La victoria definitiva se produciría en Vitoria En diciembre, Napoleón liberó a Fernando y firmó con él el Tratado de Valençay las tropas galas se retiraban de la península y Fernando era reconocido como rey de España. A pesar de que algunas partidas penetraron en territorio francés, no llevaron la guerra al Sur de Francia. La Guerra de la Independencia había terminado. El conflicto le costó a España unas trescientas mil vidas a la vez que una extraordinaria destrucción material.