DOÑA DOLORES:
Pues a mí me tiene muy preocupada, de verdad. Una incautación, al fin y al cabo, es una incautación. Es quedarse con lo que es de otros.
DOÑA MARCELA:
Pero, mujer, si eso ahora es el pan de cada día.
DOÑA ANTONIA:
Además, lo hicieron con buen fin: para que la gente tuviera trabajo.
Sí, y para que a Madrid llegaran los suministros. Eso sí es verdad. Porque las Bodegas estaban empantanadas… Pero a mí, cuando me lo dijo, me dio mucho miedo. Le dije que por qué no esperaban a que esto pasase.
Pues cuando esto pase, de poco se van a poder incautar.
Mujer, depende de quién gane. Aún está la pelota en el tejado. Al fin y al cabo, lo que dice Luis de que los beneficios se los deben repartir los que trabajan, me parece razonable.
DOÑA MARCELA:
Esa monserga se la vengo oyendo a mi marido desde hace cuarenta años.
Cháchara, ¿sabe usted, doña Dolores?, cháchara nada más.
DOÑA ANTONIA:
Yo creo que las cosas estaban bien como estaban. Y que lo que tienen que hacer los hombres es trabajar, procurar relacionarse lo mejor posible, y nosotras pedir a Dios que les ayude.
Pero es que no todos trabajan, doña Antonia. Y ahí ha estado el mal.
DOÑA MARCELA:
Cháchara, doña Dolores, cháchara.
(Una chica joven pasa por el fondo, hacia la puerta de la casa).
ROSA: Adiós, doña Antonia.
DOÑA ANTONIA: Adiós, Rosa.
(Suena el golpe de la puerta al cerrarse).
DOÑA ANTONIA: ¿Otra copita? Ah, y muchas gracias por la botella, doña Dolores.
Tenemos que aprovechar. Porque las que teníamos ya se nos han acabado. Y ahora van a llegar con cuentagotas.
¿Ahora que su marido es mandamás?
¿Qué dice usted? Ahora habrá mucho más control. (Para hablar de otra cosa). ¿Tienen ustedes criada?
¿Nosotros? ¿Criada?
Como he visto a esa chica…
Pero ¿no se lo dije a usted, doña Dolores?
A mí no me ha dicho usted nada. O, a lo mejor, sí, porque es que no sé dónde tengo la cabeza.
Ni yo, ni yo; no me extrañaría que, sin habérselo dicho, creyera que se lo había dicho. No saben ustedes, no saben ustedes cómo me tiene esto… Es la novia de Pedrito.
¡Ah!
DOÑA MARCELA:
¿Su prometida?
No sé, no sé… A mí no me parece mal que tenga novia. El otro, no; pero éste siempre ha sido un díscolo… Pero que la traiga aquí… Pero, ya ven, dice que la pobre se ha quedado sin casa…, sola en Madrid… y ¿qué va a hacer una?
DOÑA MARCELA:
¿Y qué tal chica es?
Pues ¿qué quiere usted que le diga, si apenas la conozco?
DOÑA MARCELA:
No, que si trabaja.
Eso, sí. Dispuesta sí parece. Se levanta temprano y lo limpia todo. Ahora se iba a la cola, que dicen que van a dar patatas.
Pues menos mal.
Y cuando esto pase, ya veremos. Ya veremos si la largamos.
O si se casan.
Por Dios, qué se van a casar. Si él es un crío y ella es una chica de no sé qué pueblo, sin casa, sin familia…
DOÑA MARCELA:
Familia sí tendrá. No va a haber nacido de una col.
Pues si la tiene, ha desaparecido, o la han matado, o vaya usted a saber.
(El tiroteo se generaliza. Explosiones).
Hay combate.
Sí.
DOÑA MARCELA:
(A DOÑA ANTONIA). ¿Ha terminado usted con lo suyo?
¿Qué?
DOÑA MARCELA:
Que si ha acabado usted de contar sus desgracias.
Sí, doña Marcela, sí.
DOÑA MARCELA:
Pues ahora voy a contar yo mis alegrías.
No me diga. ¿Alegrías en estos tiempos?
DOÑA MARCELA:
Me divorcio, doña Dolores.
¿Qué dice usted?
Que me divorcio, doña Antonia.
Pero…, perdóneme doña Marcela, ¿a estas alturas?
¿Y a qué alturas quiere usted que lo hubiera hecho, si antes no había divorcio?
Miren ustedes, en cuanto lo implantaron, al llegar la República, pensé pedirlo…, y ya me dirán lo que hubieran hecho ustedes casadas con ese cafre… Pero no lo hice, por mi hijo… Estaban a punto de nombrarle director del banco, de la sucursal de Teruel, y yo no iba a dar la campanada. Pero ahora, en esta situación, que cada uno hace lo que le sale de las narices.
Pero, su marido, ¿está de acuerdo?
¿Y qué va a decir él? Sí toda la vida ha sido partidario de la libertad, del progreso, del librepensamiento… ¡Si hasta creo que un día vio de lejos a Pablo Iglesias! Ese mastuerzo no puede decir nada
Pero ¿le parece bien?
Él tiene más ganas de perderme de vista que yo a él.
Pero para divorciarse creo que hacen falta unas causas.
Incompatibilidad de caracteres.
Si llevaban ustedes casados… ¿cuántos años?
somos incompatibles.
Cuarenta y ocho. A ver si al cabo del tiempo no vamos a saber si somos o no somos compatibles
Cómo me gustaría tener el humor que usted tiene, doña Marcela.