1CYT.Este texto es de carácter político militar. Es una fuente primaria y objetiva y histórico-circunstancial. Como su nombre indica es un convenio, es decir, un pacto o acuerdo entre las partes beligerantes, ratificado por los dos generales de los ejércitos isabelinos y carlistas, don
Baldomero Espartero, titulado Duque de la Victoria, y don Rafael Maroto. La fecha y el lugar de la firma del documento vienen expresados al pie del mismo: 31 de Agosto de 1839 en Vergara (Guipúzcoa). Va dirigido en concreto a los militares y soldados de los dos ejércitos combatientes, y, en general a todo el pueblo español. Los autores son el general Espartero, uno de los protagonistas del reinado de Isabel II, llegando a ser regente durante la minoría de la reina, tras la renuncia de María Cristina, entre 1841 y 1843. Posteriormente, dirigíó los destinos del país durante el bienio progresista (1854-1856), aunque su fama se la debe al triunfo obtenido sobre el general Maroto en la Guerra Carlista. Rafael Maroto, de ascendencia nobiliaria, será el general encargado de llevar a cabo la guerra final contra Espartero. Una vez firmado el Convenio de Vergara, se incorporó al ejército isabelino con el grado de capitán general. 2CH. Las circunstancias históricas que dan lugar a este documento se remontan a la
década absolutista (1823-33) del reinado de Fernando VII, cuando se había ido formando en torno al príncipe Carlos Mª Isidro un partido que agrupaba a los representantes del absolutismo. El problema se agravó cuando en 1830, Fernando VII, publicó la Pragmática Sanción, por la cual se abolía la Ley Sálica, impuesta en España por Felipe V y que prohibía reinar a las mujeres, a no ser que hubiera desaparecido totalmente la línea sucesoria masculina. Durante los primeros años del reinado de Fernando VII, al no tener descendencia en ninguno de sus tres primeros matrimonios, el heredero al trono y Príncipe de Asturias era su hermano Carlos. Los nacimientos de dos infantas, alejaron cada vez más las posibilidades de reinar de Carlos, el cual conspiró en contra de su hermano, aprovechando su enfermedad, lo que le valíó su destierro a Portugal. Desde allí se apresuró a enviar a la nacíón el manifiesto de Abrantes en el que se reclamaba sus derechos al trono 3ADT.
El texto consta de un breve preámbulo en el que se presentan a los dos personajes principales el Capitán General don Baldomero Espartero, por parte del bando isabelino y el Teniente General don Rafael Maroto, por parte del bando carlista.
El carácter militar del documento es evidente y las referencias
a instituciones o personajes incluyen la Constitución de 1837 y a la Reina-niña Isabel II, así como a su madre, la Reina Regente, doña María Cristina. Mª Cristina, reina regente, no era en absoluto liberal ni tampoco sus colaboradores, pero el estallido de la Guerra Civil, que ponía en peligro el trono de su hija, le hizo derivar hacia un liberalismo moderado en primer lugar y luego a aceptar un liberalismo pleno. Tuvo que consentir la entrada en vigor de la Constitución de 1837 de carácter liberal progresista y difícil aceptación para los seguidores del carlismo. La idea fundamental está recogida en el artículo 1º, y se refiere al compromiso del Gobierno de conceder y modificar los fueros* de los territorios carlistas. La idea de la defensa de los fueros es fundamental para entender la ideología del carlismo. De hecho, el origen de la firma de este tratado se puede detectar en la aparición de una corriente que bajo la consigna de Paz y Fueros busca separar la causa foral de la del pretendiente y a aceptar a las nuevas autoridades isabelinas mediante la conservación de las instituciones forales. Las ideas secundarias aparecen en los otros dos artículos y se refieren a la oferta del bando isabelino de respetar los empleos, grados y condecoraciones de los mandos del ejército carlista,
siempre que juren respeto a la Constitución y al trono, o bien la posibilidad de retirarse con el sueldo que les corresponda. La primera Guerra Carlista se lleva a cabo desde 1833 hasta 1839, con desigual desarrollo. Podemos destacar una primera fase en la que el General carlista Zumalacárregui obtiene importantes éxitos, pero su muerte en el sitio de Bilbao, hace cambiar el signo de la contienda, por lo que la situación se hace insostenible, llegándose a la firma del pacto que nos ocupa entre ambos bandos.
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El contenido del texto es sumamente conciliador. Más que un acuerdo de paz, en el que los vencedores aplastan a los vencidos y los someten al pago de impuestos de guerra o los hacen prisioneros, este Convenio, conocido también como Abrazo de Vergara, es un acuerdo para la satisfacción de ambas partes, ya que el vencedor, Espartero, promete hacer lo posible para que los fueros de los territorios carlistas sean restablecidos, así como el mantenimiento de los cargos militares con sus emolumentos a todos los que han luchado en el bando carlista, como así lo hicieron muchos, entre otros, el propio Maroto. No satisfizo al aspirante al trono, don Carlos María Isidro que huyó a Francia. El acuerdo dio una gran popularidad y protagonismo político al general Espartero durante todo el reinado de Isabel II, iniciándose una de las carácterísticas de este reinado: el protagonismo del ejército. Sin embargo, el Convenio de Vergara fue sólo un paréntesis en el problema carlista. La derrota del carlismo representó una lenta pero imparable implantación en España de un régimen liberal.