Causas de los Conflictos Religiosos
La raíz de las guerras y los conflictos religiosos no está en la coexistencia de distintas creencias en un mismo país. Solo la intolerancia genera violencia, tanto por parte de quien, desde el poder, quiere imponer una religión como por parte de quien se resiste a esa imposición.
Así, por ejemplo, en la guerra de la antigua Yugoslavia, al margen de importantes tensiones políticas, la intolerancia desempeñó un papel determinante a la hora de desencadenarse el conflicto y los acontecimientos que generó.
A menudo, los conflictos religiosos encubren enfrentamientos económicos, políticos, culturales, etc. En todo caso, la tolerancia y el diálogo son los medios más adecuados para promover la convivencia pacífica entre diferentes religiones, grupos étnicos e ideologías políticas, etc.
Relaciones Iglesia-Estado
Por lo que respecta a las relaciones Iglesia-Estado, las democracias actuales, herederas de los principios que triunfaron con la Ilustración y que Locke expone en el texto, se basan en la separación entre ambos ámbitos. La mayoría de los Estados de nuestro entorno, y nuestro propio país, son aconfesionales; es decir, admiten las más diversas creencias y consideran que los asuntos de religión son propios de la conciencia individual, en la que solo ha de intervenir el propio sujeto, a menos que suponga un riesgo para el resto de la sociedad.
No obstante, en nuestra sociedad, la influencia de la religión cristiana -y en nuestro país de la Iglesia católica en particular- es muy superior a la de otras religiones, y sus opiniones tienen un importante peso en la opinión pública.
Rousseau y la Construcción de una Sociedad Legítima
La crítica a la sociedad contemporánea que realizó Rousseau no le llevó a la vuelta del estado originario, sino a cuestionarse las bases sobre las que se debe asentar una sociedad legítima. El objetivo así de su obra, “El contrato social”, es la felicidad de todos los ciudadanos. Critica el origen divino de las instituciones políticas, que solo pueden proceder de un pacto entre los hombres. También critica el concepto de pacto legítimo, pues Rousseau reivindica la asociación voluntaria del individuo, formando un único cuerpo social. Divide el auténtico soberano, que es el pueblo constituido en comunidad. Así explica que todo hombre se convierte en ciudadano, miembro de un cuerpo social y moral cuya virtud reside en la defensa del bien común por encima de los intereses egoístas; pues el hombre transforma su libertad en libertad civil o social, que va destinada a él mismo, pero como miembro de una colectividad.
La Voluntad General y la Soberanía Popular
La expresión colectiva de esta libertad es lo que Rousseau llama la voluntad general. Este es uno de los lemas más controvertidos de la teoría de Rousseau. Más que una realidad empírica, la voluntad general aparece como un principio normativo de la vida común. La fuerza de esta voluntad general reside en que es el pueblo mismo el que otorga la existencia de obedecer a esta voluntad a través de la ley.
Por primera vez en la historia moderna se ponen los principios morales y políticos que legitiman la soberanía popular frente a la soberanía de derecho divino. Esta autoimposición libre de la ley puede entenderse como un anticipo de la lección moral de Kant.
La afirmación de la supremacía de la soberanía popular lleva implícito el rechazo de la democracia representativa; y por lo consecuente, las leyes no tendrán ningún valor si no son aprobadas directamente por el pueblo. También supone la separación entre soberano y gobierno.
Formas de Gobierno
El Estado así constituido es el único legítimo, pero este puede adoptar distintas formas de gobierno:
- Monarquía (uno)
- Aristocracia (varios)
- Democracia (la mayoría)
Esta última sin duda es la mejor, pero en las sociedades modernas no se pueden cumplir. Así, Rousseau piensa que el modelo democrático debe seguirse en las democracias reales, un ideal al que la realidad debe acercar cada vez más.