Conciencia, Libertad y Responsabilidad: La Ética en la Acción Humana

1. Delimitación del Acto Moral

A lo largo del día, cualquiera de nosotros realiza diversas acciones que son valoradas como buenas o como malas por otras personas y por nosotros mismos. Es frecuente oír o emplear expresiones del tipo “eso que haces no es moral”, “su conducta es intachable desde el punto de vista moral”…etc.

Acto moral: Cabe dejar señalado que los elementos que intervienen en la definición de acto moral son dos:

  1. Una acción voluntaria.
  2. Una acción sometida a valoración ética.

1.1. Movimientos y Acciones

Dentro del amplísimo abanico de movimientos que observamos en los seres vivos, solo algunos, muy pocos, de los que desarrollamos los seres humanos se pueden calificar como acciones.

  • Tropismos: Se trata de movimientos de respuesta de organismos vegetales o animales enraizados. Ej: movimiento de los girasoles hacia el sol.
  • Taxias: Son movimientos de orientación de organismos con plena movilidad motora. Las zoosporas y los espermatozoides, por ejemplo, realizan este movimiento.
  • Reflejos: Se trata de una respuesta involuntaria de un organismo animal ante un estímulo. Ej: bostezo.
  • Comportamientos innatos: Es el conjunto de conductas relativamente complejas y no aprendidas para responder a diversas situaciones de la naturaleza. Son patrones característicos de alimentación, apareamiento, relaciones y expresión de agresividad.
  • Hábitos: Es un esquema de conducta fijada en el individuo a través del desarrollo de distintos mecanismos de aprendizaje. En los seres humanos, los hábitos pueden nacer a partir de una acción voluntaria; pero su repetición puede llevar a causar un hábito.
  • Acción voluntaria: Son las conductas que se realizan de modo consciente y libre. En los seres humanos sin duda observamos ese tipo de movimientos.

1.2. Acciones, Normas y Valores Morales

Para que un acto sea definido se precisa que sea, en primer lugar, un acto voluntario. Pero además debe contar con una segunda característica: ser objeto de valoración y juicio social bajo los calificativos de “bueno” o “malo”. Estos juicios están marcados bajo principios o valores morales y se constituyen en normas morales, establecidas en algunas ocasiones en códigos escritos.

Estos derivan de la influencia educativa de la familia, de los amigos, de la escuela, del lenguaje, de los juegos, de los prototipos o modelos en los cuentos infantiles, de los “mitos sociales”, de los medios de comunicación… De igual modo que existen diferencias culturales, existe una manifiesta diversidad en el ámbito moral.

Los modos básicos de legitimación de las normas y valores morales han sido tres:

  • Religioso: según el cual las pautas morales emanan de los dictados divinos.
  • Naturalista: por el cual el orden moral existe como continuación o correspondencia del orden natural.
  • Convencionalista: para el cual el edificio moral se sustentaría gracias al acuerdo y asentimiento de los seres humanos, libres y racionales, que conforman la sociedad.

En definitiva, ¿han existido o pueden existir normas y valores universales y absolutos en todo tiempo y lugar, o son y serán siempre particulares y relativos a un tiempo histórico y a una sociedad determinados?

Sin duda, la relatividad histórica y cultural de los usos y costumbres de las distintas sociedades, puesta de manifiesto por los antropólogos modernos, ha contribuido a favorecer actitudes de tolerancia y respeto ante esa diversidad cultural. Pero también es cierto que sus formas más extremas, expresadas en un relativismo ético, presentan dos defectos.

Algunos valores como la lealtad o el amor filial son principios que, pese a las incluso antagónicas formas de presentarse, se manifiestan en todas las culturas humanas.

Existen sin duda pautas culturales, pero todas ellas nacen de una constitución biológica común. En ese empeño por encontrar las claves originarias y comunes de la acción moral nos damos de bruces con tres elementos constitutivos de nuestra estructura antropológica: la conciencia, la libertad y la responsabilidad.

2. Origen y Desarrollo de la Conciencia Moral

La primera raíz antropológica que encontramos en nuestro análisis de las acciones morales es, sin duda, la conciencia.

2.1. Delimitación del Concepto “Conciencia”

Los términos conciencia y consciencia proceden del latín conscientia, palabra derivada de cum scientia; es decir, “con conocimiento”. El término consciencia se reserva para nombrar:

  • Los estados mentales opuestos al estado de “inconsciencia”, entendido como “pérdida total de sentido” acerca de la realidad.
  • Lo opuesto, desde la perspectiva psicoanalítica, a lo inconsciente o subconsciente.
  • Las funciones mentales relativas al raciocinio y al entendimiento.

Psicólogo: como percepción (también llamada, en este contexto, apercepción) de un objeto, de una situación o de uno mismo en el momento en el que el sujeto se percata de esa percepción, confundiéndose así ese acto de conciencia con el de la autoconciencia.

Gnoseológico-metafísico: como el propio sujeto del conocimiento o como el mismo Yo.

Una significación básicamente de reconocimiento de lo que está bien y de lo que está mal (conciencia en sentido moral).

2.2. Origen de la Conciencia Moral

La conciencia moral se puede definir en términos generales como la facultad que nos ayuda a valorar concienzudamente la validez de las distintas posibilidades de acción moral. Es decir, nos indica cuál es nuestro deber de actuación moral y, al mismo tiempo, premia con el agradable sentimiento del deber cumplido o castiga con el incómodo sentimiento del remordimiento.

  • Origen divino o trascendental: Se atribuye a alguna entidad divina el hecho de la existencia de esa conciencia moral, suponiéndose que Dios deposita o insufla en el ser humano la scintilla conscientiae o “chispa de conciencia”. Desde esta postura se estaría defendiendo además el carácter innato de la conciencia moral.
  • Origen humano o inmanente: En este caso no intervendría ningún agente exterior al propio ser humano. Este sería el único origen de la conciencia moral.
  • Origen innato: Salvo los sofistas, podríamos decir que todos los pensadores hasta el siglo XIX defenderían este posicionamiento. Harían hincapié además en su carácter educable a través de la formación de la voluntad (Aristóteles o los estoicos) o de la sensibilidad (Hume). Se indicaría así el doble posible fondo de la aparición de la conciencia moral: de raíz racional o de raíz irracional.
  • Origen adquirido: La conciencia moral se adquiriría gracias a la evolución natural o histórica, o al desarrollo de las relaciones sociales.

2.3. Desarrollo de la Conciencia Moral: De la Heteronomía a la Autonomía

Tanto el psicoanálisis como el conductismo han insistido en indicar que la conciencia moral se origina y se forma a través de procesos de aprendizaje e introyección de los patrones de conducta vividos en la infancia. Diríamos, pues, que nuestro proceder moral sería predominante, si no exclusivamente, heterónomo. Sin embargo, a partir de los análisis de psicología evolutiva de Jean Piaget se demuestra que las estructuras morales de los niños sufren unos determinados procesos de evolución. En la primera infancia, las conductas se derivan y justifican por la presión externa ejercida por los adultos. Piaget defiende que existe una efectiva evolución hacia una progresiva autonomía moral. Siguiendo esta línea de pensamiento, el filósofo Lawrence Kohlberg ha sabido integrar los resultados de la investigación empírica procedentes de la psicología evolutiva y los desarrollos de la tradición filosófica de Rousseau, Kant, Dewey o Rawls. Para Kohlberg, existe una evolución de la conciencia moral de todos los seres humanos desde la primera infancia a estados más adultos, indicándose así que la plena autonomía moral es un logro que se alcanza tras superar estadios anteriores de heteronomía. Kohlberg distingue 3 niveles y, dentro de cada uno de ellos, 2 estadios:

  • Nivel 1 o pre-convencional: La conducta moral está centrada en los intereses particulares y concretos del individuo. Está regida por criterios exclusivamente pragmáticos. No existe atisbo de conciencia de colectividad.
  • Nivel 2 o convencional: Se toma como criterio para la acción moral la pertenencia y vinculación a un determinado grupo, cada vez más extenso (desde la familia y los amigos al Estado). Se asume el grupo como una realidad natural y sus normas como indiscutibles.
  • Nivel 3 o post-convencional: La conducta moral se rige por criterios racionales, derivados de una reflexión consciente acerca del reconocimiento del valor del individuo dentro de una sociedad, convencionalmente establecida. Su base está en el respeto a la conciencia autónoma del individuo.

A partir de la perspectiva de Durkheim, se podría afirmar que una sociedad de individuos plenamente autónomos no significaría que tuviésemos ni una mejor sociedad ni mejores o más saludables individuos. Tendríamos una sociedad en la cual prevalecería un peligroso estado de anomia. La escala de Kohlberg pecaría de androcentrismo. Siguiendo las pautas filosóficas de Hume y del psicoanálisis de Freud, Heidt defiende que nuestras acciones no se rigen por la razón plenamente consciente de sí misma y de sus actos, sino por emociones y sentimientos, de los que somos en gran medida inconscientes. Los razonamientos morales serían más bien racionalizaciones de nuestras conductas.

3. La Necesaria Libertad y la Exigible Responsabilidad

El lema de la Revolución Francesa (1789) fue “libertad, igualdad y fraternidad”. Desde entonces, el término que ha sobrevivido con más fuerza e intensidad ha sido el de libertad. A partir de esa libertad, se manifiesta expresamente nuestra propia individualidad, nuestro más íntimo y más personal modo de ser. A esta búsqueda de libertad también se le ha asociado desde siempre la idea de responsabilidad. La plena autorrealización humana será el fruto de la interrelación entre conciencia, libertad y compromiso de responsabilidad con nuestras acciones.

3.1. Delimitación del Concepto “Libertad”

El término libertad procede etimológicamente del latín libertatem. Su significado básico es el de emancipación.

  • “Libertad de”: Desde este punto de vista, tiene un sentido negativo, como libertad de, como posibilidad de separarse de algo o de sacudirse un peso o un yugo. Se identifica con la posibilidad de eliminar cualquier atadura o traba que impida el pleno desarrollo de una persona, grupo o sociedad.
  • “Libertad para”: Desde esta perspectiva se entiende la libertad como posibilidad de autodeterminación, de autodominio, para realizar un objetivo, alcanzar una meta, cumplir un fin.
  • En un sentido más práctico y como confluencia de esos dos tipos de significaciones, entendemos “libertad” como el conjunto de las llamadas libertades civiles. Serían en definitiva las que se recogen como derechos humanos: libertad de expresión, de reunión, de manifestación, de movimientos, de no discriminación por razón de sexo, raza, religión…

3.2. Repaso del Concepto “Libertad”

En Grecia, era libre quien no era esclavo, por lo cual tenía una serie de derechos y deberes. En Grecia se creía en el destino, ya fuese derivado del capricho de los dioses, ya fuese cósmico. Sócrates, al igual que Platón, tiene una consideración negativa de la libertad individual absoluta, pues destruye los cimientos de la sociedad al arrastrarla a la anarquía. En los primeros tiempos del cristianismo, la idea de libertad servía como base y justificación de las creencias y modos de vida irracionales, frente a los criterios racionales griegos. Durante la Edad Media acabó confundiéndose la definición de libertad con la de libre albedrío. La antigua concepción griega, social y política, de la libertad había desaparecido. A partir del Renacimiento y durante la Edad Moderna surgen una serie de circunstancias que significarán la reformulación de la idea de libertad e incluso el cuestionamiento de su propia existencia:

  • Exaltación de la libertad intelectual de interpretación de la Biblia.
  • La crítica al esencialismo metafísico.
  • La nueva forma de entender el ser humano, como parte de la naturaleza.
  • La nueva ciencia crea un nuevo marco conceptual de las relaciones entre lo humano y el resto de la naturaleza.
  • Kant reconoce el carácter regulativo, moral, de la idea de libertad.
  • En el desarrollo filosófico de la época, hay que decir que el mecanicismo de Descartes culminó.

Como resultado de la definición de la libertad como posibilidad de elegir se deriva la perspectiva política de Sobre la libertad de John Stuart Mill. En este último siglo XX, se ha reconducido el debate respecto a la necesidad o libertad de los humanos. A partir de los desarrollos de la mecánica cuántica, del “principio de indeterminación” de Werner Heisenberg y de la introducción de análisis de probabilidades, introduciendo márgenes de error en la predicción científica, se han venido abajo los ideales de causalidad absolutamente necesaria y de previsión infalible. A partir de este contexto, se presenta en el panorama intelectual europeo una clara tendencia hacia la filosofía existencialista, de la cual Jean-Paul Sartre será uno de sus máximos exponentes. El Ser-en-sí está referido a la persona en lo que tiene de ser humano y no de realidad “cosificada”. Sin embargo, en el ser humano no solo encontramos ese aspecto único y diferenciador con respecto a los otros objetos. El ser humano es “cosa” por su cuerpo, por su pasado, por su situación y por su muerte. Sartre concluye que la dimensión fundamental del “para sí” es la libertad. Dado que el para-sí “no es”, tiene que hacerse. Por su libertad, el ser humano es su propio fundamento. De aquí deriva el principio característico del existencialismo: “la existencia precede a la esencia”. Inventándose a sí mismo a cada instante y creando sus propios valores, el hombre existe y tiene conciencia de su existir.

3.3. La Exigible Responsabilidad

La idea de responsabilidad como consecuencia ética de la libertad, como imputabilidad por las acciones humanas, es muy antigua. Imputar significa atribuir una acción a un agente como causa. Esta idea aparece ya en Platón cuando declara en La República: “cada uno es la causa de su propia elección, de ello no debe imputarse a la divinidad”. Podemos, pues, encaminar nuestras acciones a partir de los objetivos que marquemos y ser así dueños de nosotros mismos. Esto es, ser autónomos. Esta situación nos obliga a considerar la responsabilidad como una “nueva ética”, nacida a partir de la distinción de Weber entre ética de convicción y ética de responsabilidad. Según la primera, los principios morales son absolutos e incondicionados, independientes de los contextos en los que se desarrollan las acciones y de las posibles consecuencias. Sería una ética kantiana en estado puro. Para la segunda, los principios morales deben tener en cuenta los contextos y las consecuencias de su aplicación. Estaría representada por la ética de Hume en su aspecto utilitarista.