AGUSTÍN DE HIPONA VS ESTOICOS
Agustín de Hipona fue un filósofo y teólogo cristiano del siglo IV, y los estoicos, una escuela de pensamiento filosófico de la Antigua Grecia y Roma, tienen diferencias significativas en sus enfoques filosóficos y creencias.
Agustín de Hipona se enfocaba en la teología cristiana y la filosofía neoplatónica, fusionando la fe cristiana con la filosofía. Promovía la idea de la voluntad divina y la gracia de Dios como fundamentos para alcanzar la verdad y la salvación. Por otro lado, los estoicos, como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, se centraban en la ética, la virtud y la autodisciplina como medios para alcanzar la felicidad. Enseñaban la aceptación del destino, el control de las emociones y el vivir de acuerdo con la naturaleza.
EPICUREÍSMO
ATARAXIA
Para Epicuro, la ataraxia era un estado de tranquilidad y serenidad mental, caracterizado por la ausencia de perturbaciones y angustias. Era un estado de imperturbabilidad del alma que permitía disfrutar plenamente de la vida. La ataraxia era considerada como el objetivo final de la filosofía epicúrea, ya que se creía que alcanzarla era esencial para lograr la felicidad. Epicuro creía que la ataraxia se alcanzaba al liberarse de los temores irracionales y las ansiedades, así como al cultivar una actitud de aceptación ante los placeres y dolores inevitables de la vida. Se pensaba que al vivir en armonía con uno mismo y con la naturaleza, se podía alcanzar un estado de paz interior que permitía vivir una vida feliz y plena.
FELICIDAD
Para Epicuro, la felicidad era el objetivo supremo de la vida. Creía que el propósito de la filosofía era proporcionar las herramientas necesarias para alcanzarla. Según Epicuro, la felicidad consistía en la ausencia de dolor y la presencia de placer. Sin embargo, este placer no se refería a la indulgencia desenfrenada en los placeres sensoriales, sino más bien a la búsqueda de una vida tranquila y serena, donde se experimentaran placeres simples pero duraderos, como la amistad, la contemplación y la satisfacción de las necesidades básicas. Epicuro destacaba la importancia de la amistad, la autarquía (autosuficiencia) y el desarrollo de la virtud como elementos fundamentales para alcanzar la felicidad. Además, enfatizaba la necesidad de cultivar una actitud de aceptación ante los placeres y dolores inevitables de la vida, y de vivir en armonía con la naturaleza y las leyes de la razón.
ESTOICISMO
VIRTUDES
Zenón de Citio fue el fundador del estoicismo, una de las principales escuelas filosóficas de la antigua Grecia. Para Zenón, las virtudes eran fundamentales en la búsqueda de la sabiduría y la felicidad. Consideraba que la virtud era el único bien verdadero y que todas las demás cosas, como la riqueza, la salud o el placer, eran indiferentes en comparación. Zenón enseñaba que las virtudes se dividían en cuatro categorías principales: la sabiduría (sophia), la justicia (dikaiosyne), la valentía (andreia) y la templanza (sophrosyne). Estas virtudes eran consideradas como los pilares de una vida ética y racional. Para Zenón, vivir de acuerdo con la naturaleza y cultivar estas virtudes era esencial para alcanzar la eudaimonía, o felicidad duradera. Creía que al desarrollar un carácter virtuoso y actuar en consonancia con la razón universal, se podía vivir una vida plena y en armonía con el orden cósmico.
ESCEPTICISMO
EPOJÉ
Pirrón de Elis fue el fundador de la escuela pirrónica de escepticismo en la antigua Grecia. Para Pirrón, el “épochē” (en griego antiguo: ἐποχή) era un principio fundamental de su filosofía. Esta palabra griega significa “suspensión del juicio” o “abstención de opinión”. Pirrón argumentaba que la certeza absoluta era imposible de alcanzar, por lo que defendía la postura de no afirmar ni negar nada sobre la verdad de las cosas. Para los pirrónicos, la épochē era una actitud mental de suspender el juicio ante todas las afirmaciones y creencias, ya que consideraban que no se podía llegar a conocer la verdad de manera absoluta. En lugar de aceptar o rechazar ideas, promovían un estado de equilibrio mental y tranquilidad, conocido como “ataraxia“, que se alcanzaba al suspender el juicio y mantener una mente abierta a la duda y la incertidumbre.
NEOPLATONISMO
LOGOS
Para Plotino, el Logos desempeña un papel fundamental en su sistema filosófico neoplatónico. Consideraba al Logos como una de las emanaciones del Uno, la fuente suprema de todas las cosas. Según Plotino, el Uno es completamente trascendente e incomprensible para la mente humana, y emana del Uno una serie de principios que dan origen al mundo material y a las diversas formas de realidad. El Logos, para Plotino, era el principio inteligible que media entre el Uno y el mundo material. Es la razón divina que ordena y estructura el universo, permitiendo que las ideas se manifiesten en la realidad material. El Logos es, por lo tanto, un principio de racionalidad y orden que impregna toda la realidad y actúa como un puente entre lo divino y lo creado.
DIOS
San Agustín de Hipona tuvo una profunda y compleja comprensión de Dios, influenciada por sus experiencias personales, su formación filosófica y teológica, así como por su interpretación de las escrituras cristianas. En su obra más conocida, “Confesiones”, San Agustín describe a Dios como el ser supremo y perfecto, la fuente de toda existencia y el principio último de todo lo que existe. Lo ve como el creador del universo, eterno, omnipotente, omnisciente y omnipresente. Dios es considerado como la fuente de toda bondad y perfección, y como el objeto último de amor y devoción del ser humano. San Agustín también enfatiza la idea de que Dios es amor, y que su amor es la fuerza motriz detrás de la creación y la redención del mundo. Cree que el ser humano puede experimentar la presencia de Dios a través del amor y la devoción, y que la relación con Dios es esencial para la realización personal y la felicidad última.
EJEMPLARISMO
San Agustín de Hipona tuvo una postura particular sobre el ejemplarismo, que se relaciona con su comprensión de la creación divina y la naturaleza de la realidad. El ejemplarismo es una teoría que sostiene que las ideas perfectas o formas existen en la mente divina como ejemplos o modelos de todas las cosas que existen en el mundo material. San Agustín adoptó una perspectiva ejemplarista, influenciado por el platonismo, aunque con algunas diferencias importantes. Él creía que Dios, como ser perfecto y eterno, tenía en su mente divina todas las formas e ideas perfectas, incluidos los arquetipos de todas las cosas que existen en el mundo material. Sin embargo, a diferencia de Platón, quien pensaba que las formas eran entidades separadas y autónomas, San Agustín las entendía como emanaciones de la mente divina. Para él, las ideas perfectas existían en la mente de Dios y eran la base de la realidad creada. Dios creó el universo según estos modelos divinos, y la naturaleza refleja la perfección y el orden de la mente divina.
MEMORIA
San Agustín de Hipona tenía una visión interesante y compleja sobre la memoria, que exploró en profundidad en su obra “Confesiones” y en otros escritos. Para San Agustín, la memoria era una facultad del alma que permitía recordar experiencias pasadas, pero también tenía una dimensión espiritual y teológica más profunda. En “Confesiones”, San Agustín reflexiona sobre la naturaleza de la memoria y su relación con Dios. Considera que la memoria es una parte fundamental de la experiencia humana, ya que nos permite recordar eventos pasados, aprender de ellos y construir nuestra identidad personal. Sin embargo, también ve la memoria como un reflejo imperfecto de la eternidad divina. San Agustín sugiere que Dios es el principio eterno en el que reside la verdadera memoria. Para él, la memoria humana es solo un reflejo imperfecto de la memoria divina, que trasciende el tiempo y contiene todas las cosas en un presente eterno. En este sentido, la memoria humana es un indicio de la naturaleza divina del alma y su conexión con lo eterno. Además, San Agustín explora la relación entre la memoria y el pecado, argumentando que el pecado original afecta la memoria y distorsiona nuestra percepción de la realidad. Sin embargo, también ve la memoria como un medio para buscar la redención y la reconciliación con Dios, ya que a través del recuerdo de nuestras faltas podemos arrepentirnos y buscar el perdón divino.
RENACIMIENTO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
La “nueva ciencia” es un término amplio que puede referirse a varios aspectos del desarrollo científico en diferentes épocas y contextos. Sin embargo, si nos referimos a la creación de un enfoque científico moderno basado en la experimentación, la observación y el método científico, este movimiento puede atribuirse en gran medida a varios pensadores y científicos que contribuyeron a la revolución científica en los siglos XVI y XVII. Nicolás Copérnico fue un pionero con su teoría heliocéntrica, que propuso un modelo del sistema solar con el sol en el centro y los planetas orbitando a su alrededor, lo que desafiaba las concepciones geocéntricas previas. Galileo Galilei fue fundamental con sus observaciones telescópicas y sus experimentos sobre el movimiento, que respaldaron la teoría heliocéntrica y sentaron las bases para el método científico moderno. Johannes Kepler formuló las leyes del movimiento planetario, utilizando datos precisos y matemáticas rigurosas para describir los movimientos de los planetas en órbita alrededor del sol. Isaac Newton desarrolló su famosa ley de la gravitación universal y sentó las bases de la física clásica con sus leyes del movimiento, lo que llevó a una comprensión más profunda de los principios fundamentales del universo.
ESCOLÁSTICA
Santo Tomás de Aquino fue uno de los principales exponentes de la Escolástica y contribuyó significativamente al desarrollo y la consolidación de esta corriente filosófica y teológica de la Edad Media. Para Santo Tomás, la Escolástica representaba un enfoque riguroso y sistemático para abordar cuestiones teológicas y filosóficas mediante el uso de la razón y la reflexión crítica. Santo Tomás valoraba profundamente el diálogo entre la fe y la razón, y consideraba que la Escolástica proporcionaba un marco adecuado para este diálogo. Creía que la filosofía y la teología podían complementarse mutuamente, y que la razón podía ser un medio para profundizar la comprensión de la fe cristiana. En su monumental obra “Summa Theologica”, Santo Tomás aplicó los principios de la Escolástica para abordar una amplia gama de temas teológicos y filosóficos, utilizando un enfoque sistemático y argumentativo para analizar cuestiones como la existencia de Dios, la naturaleza del alma, la ética y la relación entre la gracia y el libre albedrío.