En época de la catástrofe de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) surge un nuevo arte renovador que pretende hacer tabla rasa con las normas morales y estéticas anteriores. Aparecen defensores de la autonomía del arte, del valor de lo ilógico y del mundo de los sueños. Los vanguardistas plantean decálogos en manifiestos que surgen como moda con vigencia limitada. Las vanguardias son los movimientos artísticos que suceden en Europa entre las dos guerras mundiales. Proponen una visión nueva y moderna del arte y de la literatura. Finaliza en España con la Guerra Civil y en el resto de Europa con la Segunda Guerra Mundial. Los diferentes movimientos presentan carácterísticas comunes: desprecio del arte anterior, incorporación de temas modernos, integración de diferentes formas de arte y voluntad de escandalizar al público. Los principales ismos europeos son: el Cubismo (aportando caligramas o poemas donde la distribución de los versos forma imágenes), el Futurismo (que pretende alejar el sentimentalismo y el Romanticismo y alaba las máquinas, la velocidad y la técnica), el dadaísmo (radical contra el arte antiguo, con literatura humorística y donde la lógica y la razón no interviene en la creación), el expresionismo (con visión pesimista de la realidad y el ser humano y que presenta una ideología pacifista) y el Surrealismo (que fue el más revolucionario, que pretende cambiar la vida y explorar el mundo del subconsciente mediante la “escritura automática”). El Surrealismo en España supone un cambio radical en la concepción del papel del arte y del trabajo del artista. No se presenta solo como una renovación estética sino que pretende ser una revolución integral. Su lema será la frase “Changer la vie” de Rimbaud (transformar la vida). Para los surrealistas lo que llamamos vida es solo la cara más gris de la realidad. Hay que conquistar una verdadera vida, acceder a una realidad más alta, a una superrealidad. Esto equivale a liberar el poder creador de la mente del hombre y la poesía ocupa un lugar privilegiado como instrumento para iluminar la vida auténtica. Así se intenta la “escritura automática” (se escribe todo lo que pasa por la mente sin control racional, realizada sin reflexión) o se acude a la uníón fortuïta de palabras (collage de frases recortadas de revistas o periódicos), reséñas de sueños o mediante drogas se provocan alucinaciones y delirios para transcribir experiencias extrarracionales, lo cual conlleva a una liberación del lenguaje con respecto a los límites de la expresión lógica lo cual se traduce en metáforas insólitas, imágenes oníricas e incluso delirantes. Los representantes fueron André Bretón y Émil Aragón. Pueden distinguirse cuatro etapas en la evolución del Vanguardismo español. La primera etapa (1908-1918): corresponde a las primeras manifestaciones de literatura vanguardistas protagonizada por Ramón Gómez de la Serna y sus “greguerías”. (las cuales consiguen que se conozca el movimiento rupturista y tenga influencia con los NO SÉ del país con su revista
Prometeo y también hay que destacar las tertulias del café Pombo y el café Colonial. Aparecen las revistas “Ultra”, “Cervantes, “GréCía” y “Cosmopolis”. La segunda etapa (1918- 1925/27): abarca desde la llegada a nuestro país del poeta
Vicente Huidobro, líder junto a Gerardo
Diego (uno de los poetas del 27) hasta los primeros contactos con el Surrealismo. Son años presididos por el ultraísmo y el creacionismo en los que predomina el optimismo vital, el juego, la exaltación de la modernidad y la deshumanización. El creacionismo llega a España el 1918 gracias al escritor chileno Vicente Huidobro; los poetas más destacados fueron Juan Larrea y Gerardo Diego. Como carácterísticas, se puede resaltar que el arte no debe imitar la realidad, sino crear. La poesía creacionista prescinde de signos de puntuación y yuxtapone imágenes al azar, a veces, inspirándose en caligramas. Por otra parte, destacar también el ultraísmo infundido por revistas como Ultra o Grecia. Y entre los poetas destacan Rafael Cansinos-Asséns y Guillermo de la Torre. Y el grupo se disolverá en 1923 tras novedoso usos de la metáfora y la imagen. Sus carácterísticas principales hicieron desaparecer el tema y se ve el poema como creación libre sin ajustarse a la realidad ni a la lógica; consistiendo únicamente como una sucesión de imágenes. Con un verso libre y disposición tipográfica representa una imagen determinada y se introducen también los avances de la vida moderna como el cine o la electricidad como símbolos del mundo nuevo. La tercera etapa (1925/27-1930): destaca el influjo del Surrealismo y con él se reinicia un proceso de rehumanización. Comienza a observarse cierto pesimismo y angustia ante los efectos deshumanizantes de la civilización moderna. En España la huella del Surrealismo fue mayor que en otros países europeos y también más fecunda y fuerte que la de otras vanguardias. Fue conocido tempranamente: a la traducción del manifiesto en 1925 en la Revista de Occidente de Ortega y Gasset. Visitas de Bretón a Barcelona en 1922 y de Aragón a la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1925 (donde residían Dalí, Buñuel y Lorca). La difusión del Surrealismo en España debe mucho al poeta Juan Larrea quién se inició en el creacionismo y el ultraísmo pero ya en 1924 conoce a los surrealistas franceses en París con los que se traslada a vivir en 1926 y desde entonces escribe en francés. Pero sus versos son traducidos por Gerardo Diego en España. Según Luis Cernuda a Larrea se le debe la orientación surrealista de varios de los poetas del grupo del 27. Muestra de ello son los siguientes títulos: ¨Sobre los Ángeles” de Rafael Alberti, “Poeta en Nueva York” de Lorca y “Casi toda la obra” de Vicente Aleixandre. Sin embargo el Surrealismo español no es ortodoxo. Los poetas españoles no llegaron al extremo de creación inconsciente ni practicaron la “escritura automática” o procedimientos análogos. Lo que sí hubo es una liberación de la imagen desatada de bases lógicas y con ello un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético. La cuarta y última etapa (1930-1936, Guerra Civil): las inquietudes del momento llevan hacia un nuevo “Romanticismo” y tras algunos intentos de conciliar vanguardia estética y vanguardia política. Las urgencias de este último tipo llevan al ocaso del Vanguardismo español. Estos movimientos vanguardistas los encontraremos materializados por autores del grupo del 27.