La industria, motor del desarrollo
El crecimiento económico se produjo principalmente en los nuevos sectores industriales, que se convirtieron en el motor de la expansión. El dinamismo más espectacular se dio en la
industria del automóvil, en especial en la estadounidense. El
sector automóvilístico arrastraba a otros sectores, como la siderurgia, la extracción del petróleo, la petroquímica, o la fabricación de vidrio y de neumáticos. Otros sectores industriales destacados fueron la industria
eléctrica, la espectacular expansión de la radio, del teléfono y del motor eléctrico; la producción química, y la industria aeronáÚtica. Aunque el carbón seguía siendo la primera fuente de energía, su producción crecíó muy poco debido a la utilización de las nuevas fuentes de energía: la producción de petróleo se cuadruplicó y la de electricidad se triplicó.
La intensificación de la producción
Las formas de producción industrial, experimentaron cambios destacados en esos años. Quizá la transformación más importante fue el aumento de la productividad industrial, como consecuencia de la aplicación de nuevas formas de organización del trabajo en las fábricas. En los países occidentales, este fenómeno se conocíó como taylorismo. El taylorismo se basaba en la eliminación de los tiempos muertos en las cadenas de producción y en su automatización máxima. Estos procesos introdujeron en las fábricas conceptos nuevos, como trabajo en cadena, cronometraje y especialización del trabajador en una tarea. Inicialmente, los métodos tayloristas se generalizaron en la industria del automóvil. El taylorismo cambió la función del trabajador. Este
nuevo sistema de trabajo provocó inmediatamente un gran incremento de la productividad, que se dobló en E.U. Los empresarios aumentaron sus beneficios y los consumidores pudieron acceder a bienes más baratos. Como consecuencia, el consumo aumentó gracias a la reducción de precios, a la publicidad y a la aparición de la venta a crédito. Las nuevas formas de producción acentuaron la concentración empresarial.
Un crecimiento económico desequilibriado
En medio de la prosperidad de los años veinte surgieron algunos signos de debilidad y, desde la perspectiva histórica se ha comprobado que fueron decisivos en el desencadenamiento y en la profundización de la crisis de 1929. La 1era Guerra Mundial provocó el alza de los precios de los productos agrarios. Pero la crisis de 1920-1921 marcó el comienzo de un período de descenso de los precios y de las rentas agrarias. Este fenómeno mundial fue más grave en E.U, donde los granjeros, se encontraron con que no podía pagar sus deudas. Para intentar frenar la caída de sus rentas, aumentaron la producción y los rendimientos. Esto supuso una mayor oferta de productos en el mercado y, como consecuencia, una continua disminución de los precios. Este proceso de reducción de los precios afectó también a la mayor parte de las materias primas. Otro desencadenante de las crisis fue la clara diferencia del rendimiento entre los sectores industriales clásicos y los nuevos. Mientras que las nuevas industrias se desarrollaban de forma espectacular, la más antiguas se estancaron. Una de las industrias más afectadas fue la industria textil europea. Problemas parecidos surgieron también en la industria siderúrgica.
Las dificultades del sistema monetario internacional
Los problemas monetarios y financieros se pusieron de manifiesto, en primer lugar, por un fenómeno nuevo en la historia del capitalismo: la inflación. Durante la guerra, la penuria y las dificultades en el abastecimiento, junto con el aumento de la fabricación de moneda para atender los gastos de la contienda, fueron los principales causantes de la inflación. Acabada la guerra, el proceso inflacionario continuó a causa de la necesidad de reconstruir los países y de atender los gastos sociales que precisaban las numerosas víctimas. Los países europeos pidieron créditos a E.U. Se convirtió en pocos años en el acreedor internacional más importante. Solo el dólar permanecíó como moneda convertible en oro, convirtiéndose en la divisa internacional por excelencia. Las restantes monedas entraron en un proceso de depreciación que provocó grandes inquietudes en los mercados de divisas. La inseguridad monetaria se instaló en todo el mundo en medio de un ambiente especulativo general.El máximo exponente del hundimiento del sistema monetario fue la gran inflación de los países de la Europa Central, en especial Alemania.El marco alemán perdíó todo su valor. El ahorro privado desaparecíó, lo que supuso una falta casi total del capital para financiar las empresas. Esto explica que la economía alemana tuviera una enorme dependencia de los créditos provenientes de otros países, especialmente de E.U.