Arquitectura del siglo XIX: Historicismo, Hierro y la Escuela de Chicago

Arquitectura del Siglo XIX

El Historicismo Arquitectónico

Los historicismos arquitectónicos son retornos a los estilos del pasado. La arquitectura, tanto en lo constructivo como en lo decorativo, presenta caracteres nacionales, pocas novedades y nula inventiva. El interés es exterior, como medio de encauzar el desastre urbanístico producto del crecimiento urbano por la revolución industrial. De ahí que las remodelaciones de la segunda mitad del siglo XIX, en especial la de Haussmann en París, intenten dar soluciones al caos urbanístico.

El primero de los historicismos será el neogótico, surgido en Inglaterra a mediados del siglo XVIII y puesto de moda por el Romanticismo del siglo XIX. Este estilo disminuye su ímpetu, aunque no desaparece totalmente. Un ejemplo sería el edificio del Parlamento de Londres.

El eclecticismo tuvo interés a lo largo del siglo y se inspira en la antigüedad clásica, renacimiento y barroco, y crea un estilo pomposo y superficial que tiene su máximo exponente en el edificio de la Ópera de París de Garnier. Este estilo adquiere enorme prestigio en toda Europa y se copia en Viena, Budapest y fue el estilo elegido para construir los grandes hoteles de lujo a finales del siglo XIX en todo el mundo.

Las excelencias estéticas del medievalismo y del orientalismo fueron divulgadas entre la sociedad burguesa por dos grandes ensayistas: el restaurador francés Viollet-le-Duc y el crítico británico John Ruskin.

El imperio colonial inglés proporciona el exotismo, que transmiten al Pabellón del Príncipe de Gales, obra de John Nash, construido bajo las pautas del arte islámico de la India.

Franceses y alemanes prestigian también el gótico en sus edificios religiosos. En cambio, prefieren el neorrenacimiento y el neobarroco para las obras civiles. Así lo acreditan los franceses en la homogénea red de viviendas que surcan las avenidas radiales y bulevares de París que, partiendo del Arco del Triunfo, en la Plaza de la Estrella, conectan con el museo del Louvre a través de los Campos Elíseos.

La Arquitectura del Hierro: Arquitectos e Ingenieros

A finales del siglo XIX la revolución industrial ofrece posibilidades técnicas y plantea unas nuevas necesidades que posibilitarán la aparición de una arquitectura muy diferente a la tradicional, y que sentará las bases de la arquitectura del siglo XX. Las vigas de hierro y los grandes paneles de cristal darán estructuras articuladas y un concepto nuevo de espacio que se pueden considerar una revolución frente a la arquitectura tradicional.

Los ingenieros cursaban su carrera en escuelas o universidades técnicas; los estudiantes de arquitectura acudían a una Academia, o aprendían en el taller de un maestro arquitecto. La mayoría de estos artistas-arquitectos detestaba el desarrollo industrial, marginándose de los nuevos materiales y de las nuevas técnicas. No fue fácil, por tanto, la adopción de los nuevos materiales que producían terror en hombres tan notables y de tanta influencia como Goethe, Blake, Dickens…

Hacia mediados del siglo XIX en la Inglaterra victoriana se iniciaba una arquitectura basada en la ingeniería, para dar soluciones a las necesidades edilicias que planteaba la revolución industrial: estaciones de tren, puentes, grandes salas de exposiciones… El hierro permitía también una construcción rápida debido a su fácil ensamblamiento, consiguiendo, además, estructuras de enormes proporciones impensables para materiales tradicionales.

En los primeros treinta años del siglo, en Gran Bretaña, se construyeron numerosos puentes de hierro. En cuanto a Francia, la utilización del hierro se acrecentó sobre todo a partir de la Restauración (El pont des Arts), el estilo gótico de las iglesias de Sainte-Clotilde y de Sainte Eugéne revisten unas armaduras de hierro. En esta última iglesia, sólo la fachada es de albañilería.

Labrouste fue uno de los primeros arquitectos en mostrar las posibilidades estéticas de la fundición, ya que si bien utiliza el hierro con fines estructurales, no desdeña por ello sus aspectos decorativos. Se abrirían nuevas perspectivas en este campo, que sólo se aplicarían a la construcción de edificios públicos, como estaciones de ferrocarril, grandes almacenes y mercados.

La llamada Gran Exposición del Trabajo y la Industria de todas las Naciones, conocida como la Primera Exposición Universal, se celebró en Londres. Para albergarla, se construyó un edificio que iba a constituir un verdadero hito en la historia de la moderna arquitectura: el Palacio de Cristal. Su creador, Joseph Paxton, un ingeniero experto en la construcción de invernaderos, se basó precisamente en este tipo de instalaciones para el proyecto del grandioso pabellón que iba a cubrir ocho hectáreas. Para su realización se centró en la utilización del hierro, del vidrio y de elementos prefabricados construidos en serie.

El éxito del recinto fue tal que todos los pabellones que habían de albergar las sucesivas Exposiciones Universales celebradas a partir de entonces se inspirarían en él.

Respecto a la Torre Eiffel, nombre del famoso arquitecto que la proyectó, Gustave Eiffel, célebre por sus puentes y creador de la estructura metálica que sostiene la Estatua de la Libertad de Nueva York; se trata de una obra no utilitaria, de trescientos metros de altura, concebida sólo como una imponente presencia de las nuevas estructuras de hierro. Se eleva como un rascacielos, carente de espacio interior, y fue desde entonces el símbolo de París.

Estos avances técnicos europeos, unidos al invento del ascensor, favorecieron la aparición en América del rascacielos.

La Escuela de Chicago

La relevancia de la Escuela de Chicago tuvo como causa desencadenante el desastroso incendio de 1871 que cruzó el río y destruyó gran parte del centro de la ciudad, incluyendo un grupo de edificios de hierro colado que no habían sido construidos a prueba de fuego. La reconstrucción de la ciudad iba a permitir erradicar los materiales de construcción inflamables y desarrollar la edificación en altura para resolver la masiva inmigración.

El elemento crucial de ese momento fue el rascacielos. Se establecieron las directrices esenciales de la arquitectura comercial del siglo XX. Surgió un nuevo tipo de edificio, y con él, un nuevo tipo de ciudad. Resumiendo, la escuela de Chicago tiene especial relieve debido a dos razones:

  • La creación del rascacielos como alternativa funcional.
  • Por primera vez fueron los arquitectos quienes emprendieron la renovación y no los ingenieros.

Los forjadores de la escuela arquitectónica de Chicago van a ser William Le Baron Jenney y Louis Henry Sullivan, estrechamente vinculados a las sociedades inmobiliarias. Sus edificios se reducen a un armazón metálico, que permite abrir grandes ventanas apaisadas en el exterior. La distribución es siempre idéntica: locales comerciales en los bajos, oficinas en los pisos y servicios en la planta alta.