Arquitectura Barroca Italiana: Bernini y Borromini
El estilo **Barroco** nace en Italia, donde los Papas se erigen como principales mecenas. El arte barroco italiano, aunque mantiene esquemas clásicos, se caracteriza por una predominante **iconografía religiosa**. Entre los antecedentes más claros encontramos a **Vignola** y **Carlo Maderno**.
De **Vignola** ya vimos su iglesia de **Il Gesù** en Roma, modelo de iglesia para la Compañía de Jesús. Además de la sobriedad y austeridad de su planta, en su fachada incorpora ménsulas invertidas para unir el cuerpo ático con el resto, siendo esta solución tema de inspiración de numerosas obras barrocas.
**Carlo Maderno** es el arquitecto encargado de terminar la basílica de San Pedro del Vaticano. Deshace la primitiva idea de Bramante, de la planta de cruz griega, y alarga la nave mayor.
Pero el mejor arquitecto de este estilo es **Gian Lorenzo Bernini**, hombre de amplia formación: escultor, pintor, decorador, urbanista y, por supuesto, arquitecto. En 1624 construye el **baldaquino de San Pedro**, que cubre el altar mayor situado bajo el cimborrio de la basílica. Esta inmensa construcción de bronce apenas tiene una línea recta, gira y se retuerce como una gran llamarada. Pero su obra más trascendental como arquitecto es la **columnata de la plaza de San Pedro** en Roma (1556-1557). De planta elíptica, las columnas nacen de la fachada de la basílica como dos grandes brazos que acogen a la humanidad.
**Francesco Castelli Borromini** comienza su actividad colaborando con Maderno y con Bernini. Entre sus primeras obras señalamos la iglesia de **Santa Inés** (Roma), situada en Piazza Navona, plaza edificada sobre la planta del antiguo circo romano. La iglesia es toda una declaración de intenciones de la nueva estética barroca, con una fachada que se adelanta y se retrasa dentro de la propia plaza.
Mucho más audaz es la iglesia de **San Carlos de las Cuatro Fuentes**, también en Roma, de planta elíptica y pared ondulante, resuelta mediante líneas cóncavo-convexas que envuelven al espectador.
Arquitectura Barroca en España
La época del barroco español queda configurada, desde el punto de vista cultural, por el denominado **“Siglo de Oro”**, que, iniciado en las últimas décadas del siglo XVI, continúa hasta el último tercio del XVII. Se produce en esta época un período de máximo desarrollo en las letras y en las artes, en contraste evidente con la profunda y compleja crisis política, social y económica que vive España.
En lo esencial, las características del Barroco español del siglo XVII no se apartaron de las señaladas en el tema anterior para los territorios europeos que permanecieron bajo la religión católica: fue un arte propagandístico al servicio de la monarquía y de la Iglesia, dirigido a las masas, y con un lenguaje aparatoso y de fácil comprensión. Sin embargo, dentro de este marco general, el arte español presenta algunas peculiaridades derivadas de las circunstancias por las que atravesaba la monarquía:
- La crisis económica repercutió en la ausencia de grandes proyectos arquitectónicos o urbanísticos.
- El protagonismo de la Iglesia, unido al fervor cristiano que impregnó a toda la sociedad española en esta época de crisis, se reflejó en un predominio absoluto de los temas religiosos en pintura y escultura, tratados con acentuado realismo para fomentar la devoción popular.
Características
En España, la arquitectura evoluciona desde los sobrios modelos herrerianos, que perviven en la primera mitad del siglo XVII, en contraste con la riqueza decorativa del barroco italiano. El esquema de las iglesias es simple: una sola nave y capillas entre los contrafuertes, siguiendo el modelo jesuita. Las iglesias carmelitas son igualmente austeras: la fachada consiste en un gran rectángulo vertical coronado por un frontón triangular. La capilla central se cubre con cúpula semiesférica sobre pechinas. Los interiores se decoran con grandes retablos dorados que resaltan sobre el blanco de las paredes encaladas.
A medida que avanza el siglo XVII, las fachadas se van recargando de decoración, que lo invade todo, a base de hornacinas, frontones partidos, columnas salomónicas. Este estilo se prolonga en las primeras décadas del XVIII, cuando se introduce el estilo clásico, basado en modelos franceses.
El Barroco en la primera mitad del siglo XVII
**Juan Gómez de Mora**, que es la gran figura del barroco contrarreformista, prolonga la herencia herreriana del Escorial. Trabaja en Madrid, donde se le atribuye la iglesia de la Encarnación, en el más puro estilo carmelita. Es autor del Colegio de los Jesuitas y de parte de la fachada de la iglesia de la Clerecía de Salamanca, que responde al modelo del Jesús de Roma. Realizó la **Plaza Mayor de Madrid** con su estructura cerrada, su estilo sobrio y geométrico.