La Última Cena de Leonardo da Vinci
La Última Cena es una pintura de Leonardo da Vinci que pertenece al Renacimiento, concretamente al Quattrocento. La técnica que utiliza es la de temple y óleo sobre yeso, ya que el autor no tenía mucho tiempo para trabajarla. Esto es relevante debido a los grandes problemas de restauración que esta técnica conlleva, por eso ha sido recientemente restaurada.
Leonardo crea una escena con la perspectiva muy lineal, y enmarcando a los personajes y a la propia escena consigue crear la sensación de estar viendo una cena de monjes en un monasterio. Todas las luces y las líneas hacen que el punto de fuga acabe en la cabeza de Cristo, lo que le da más importancia a su figura y más equilibrio al cuadro, ya que este está en medio.
En la clara composición horizontal se representan proporcionalmente a los 12 apóstoles, 6 en cada lado de la mesa, y a su vez cada grupo de 6 está dividido en dos tríos, que en la época era la forma perfecta de representar a los grupos. Dividiendo a los dos grupos de seis (y a su vez a los de tres) está Cristo, representado en forma de triángulo (otra vez dejando ver la fijación del pintor por el número tres y los triángulos), y que parece formar una W con los dos apóstoles que tiene a su lado. Todos los asistentes a la cena están interactuando entre ellos menos Cristo, quien está con un semblante serio queriendo representar la diferencia entre los hombres y Jesús.
Todo el cuadro está lleno de simetría y matemáticas (la luz, los triángulos etc.), además de que la composición está totalmente cerrada, tanto por los laterales de la mesa como por los personajes. Hay zonas más iluminadas que otras, para dar más sensación de amplitud y profundidad, aunque las más iluminadas lo estén para resaltar esa parte del cuadro.
Simbología y características renacentistas
Con respecto a la simbología del cuadro, lo que está representado como el propio nombre indica es la última cena que tuvo Jesucristo con sus apóstoles. Más concretamente el momento en el que se enteran de que uno de los presentes va a traicionar al hijo de Dios. Este es Judas, el tercer personaje a la izquierda del cuadro, quien está pintado con una bolsa de dinero por el cual le ha traicionado. Todos los personajes son pintados con unas expresiones y movimientos corporales de agitación, parece ser que están intentando descubrir quién será el que traicionará a Cristo. Hay un montón de detalles o secretos que son muy comentados y que realmente solo el propio Da Vinci puede confirmar su por qué. Como el cuchillo que aparece por detrás de Judas sin aparente dueño o la belleza “femenina” de San Juan lo cual hace sospechar que no es él si no María Magdalena. De hecho, se han hecho hasta películas sobre estos mensajes subliminales y muchos otros.
El cuadro es claramente renacentista por varios motivos:
- Por su equilibrio y simetría.
- El uso maestro de las luces y sombras.
- La atención al detalle tanto en las emociones de los rostros como en la composición completa etc…
Pero sobre todo por la naturalidad con la que se trata esta escena del Antiguo Testamento. Y es que es una de las características principales de este periodo, la humanización de la religión. Y esto se ve también en que apenas hay símbolos de santidad o que ni siquiera podemos ver el vino, que para la religión representa la sangre de Cristo.
Leonardo fue uno de los pintores más importantes de la época, y además de pintor fue escultor, científico etc. Tardó 7 años en pintar el cuadro, debido a su complejidad con la simetría, luces y los detalles de los personajes. Y pese a su deterioro a lo largo de los años, es aún uno de los cuadros más importantes del Renacimiento y del propio autor considerado ya un clásico de este.
El Escorial
El Escorial, en San Lorenzo de El Escorial, es un monumento imponente que fusiona la espiritualidad, el poder real y la excelencia arquitectónica del Renacimiento español. Fue construido bajo el reinado de Felipe II en el siglo XVI.
El Escorial refleja la estética sobria y simétrica característica del Renacimiento. Su diseño, fue llevado por el arquitecto Juan Bautista de Toledo y continuado por Juan de Herrera, presenta una planta cuadrada con cuatro patios interiores, albergando así una gran cantidad funciones que incluyen un monasterio, una basílica, un palacio real, una biblioteca y un panteón real. La severidad de su fachada contrasta con la riqueza de sus interiores, donde destacan obras de arte de grandes figuras como El Bosco. Tiene muchas cosas características del periodo en el que fue construido, como es la gran cúpula de la basílica, su estilo herreriano donde predominan las líneas rectas y las paredes macizas o los frescos de la sala de batallas.
Este monumento se asocia con la monarquía española, ya que fue concebido como un lugar de retiro espiritual y panteón para la familia real. La Biblioteca Real, con su vasta colección de manuscritos, es un testimonio del interés intelectual y cultural de la época. El Panteón de los Reyes, donde descansan los restos de varios monarcas españoles, añade una dimensión histórica y simbólica única al conjunto.
Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, trasciende su función original como monasterio y palacio, convirtiéndose en un emblema duradero de la grandeza del imperio español en su apogeo. Tuvo y tiene un gran impacto cultural, y aún hoy día es muy visitado tanto por Españoles como por extranjeros, que vienen a vislumbrar la complejidad de los interiores del monasterio y del maravilloso paisaje que lo rodea.
David de Miguel Ángel
El escultor renombrado Miguel Ángel creó la monumental obra “David” a principios del siglo XVI, siendo una de las piezas más emblemáticas del Renacimiento italiano y, más específicamente, del Cinquecento. La escultura, esculpida en mármol, tiene una altura impresionante de 5.17 metros y un peso imponente de 5.5 toneladas. Inicialmente destinada para adornar los estribos de la catedral, su excepcional calidad y dimensiones llevaron a su ubicación actual en la Piazza della Signoria de Florencia, Italia, y posteriormente a la Galleria dell’Academia.
La escultura representa el triunfo bíblico de David sobre Goliat. En la obra, David apoya su mano izquierda en el hombro, sosteniendo en ella el saco de su honda, mientras que la mano derecha oculta posiblemente un fustíbalo, una honda de fuste utilizada por los romanos. La perfección de la escultura la consagra como un estándar estético de anatomía y un modelo de belleza.
“David” es una escultura de bulto redondo, diseñada para ser apreciada desde todos los ángulos, y adopta la posición “contrapposto“, distribuyendo su peso sobre una pierna y curvándose en una elegante forma de S. Esta postura, junto con la expresión desafiante en el rostro de David, sugiere autoconfianza, una cualidad apreciada en la filosofía del hombre renacentista.
Aunque inicialmente parece una estatua de proporciones perfectas, Miguel Ángel deliberadamente aumentó el tamaño de la mano derecha y la cabeza, un toque artístico que aporta expresividad a la obra. La escultura fue esculpida a partir de un solo bloque de mármol que había permanecido abandonado durante años en el patio de obras de la Catedral de Florencia.
Miguel Ángel, un artista multifacético que concebía todas las artes desde la perspectiva de la escultura, centraba su atención en la representación de la humanidad y sus cualidades. Su búsqueda de la belleza ideal, destinada a elevar el espíritu hacia la perfección, refleja la esencia del Renacimiento, que no se limitaba a imitar, sino a recuperar los modelos del arte clásico romano para reinterpretarlos de manera innovadora.
El Entierro del Conde de Orgaz de El Greco
La pintura “El entierro del Conde de Orgaz” de El Greco es una de sus obras más reconocidas y actualmente se resguarda en la Iglesia de Santo Tomé en Toledo. Esta obra, esencialmente manierista, sigue las características distintivas de este estilo artístico y fue concebida para narrar una tradición milagrosa local relacionada con el entierro del noble don Gonzalo Ruíz de Toledo, quien vivió durante la época de Alfonso X, el Sabio, y la Escuela de Traductores.
La pintura, ejecutada al óleo y de dimensiones notables, relata el momento milagroso en el que, según la leyenda, los santos San Esteban y San Agustín descendieron del cielo para depositar al piadoso don Gonzalo en su sepulcro en la Iglesia de Santo Tomé. La obra se divide visualmente en tres secciones:
- La parte superior representa el día del juicio, con don Gonzalo presentándose ante Cristo en majestad.
- La línea intermedia muestra una fila de hombres vestidos según la moda de la corte de Felipe II, simbolizando lo terrenal.
- La sección inferior representa el entierro del Conde de Orgaz, donde los santos depositan al noble en su tumba.
La composición visual se destaca por el contraste entre el dorado de los ropajes de los santos y la oscuridad circundante, dirigiendo la mirada del espectador hacia el punto central de la obra. Este enfoque visual refleja tanto el tema central de la pintura como la conexión entre lo terrenal y lo celestial.
“El entierro del Conde de Orgaz” exhibe claramente las características manieristas, (como son la exageración de las figuras, los colores fuertes y contrastados o la gran cantidad de simbolismo) pero con una espiritualidad distintiva. La obra refleja la evolución estilística de El Greco hacia una estética más personal y profundamente espiritual.
David de Bernini
David, esculpida por Bernini en mármol blanco con variadas texturas para lograr un efecto de claroscuro y juego de luces, exhibe una composición dinámica caracterizada por diagonales pronunciadas y un cuerpo girado de manera notable. Se aprecia una contraposición entre la dirección de la mirada facial y la posición opuesta de los brazos, los cuales sostienen la honda. Esta disposición no solo contribuye a la ocupación efectiva del espacio, sino que también incita a los espectadores a circunvalar la figura para contemplar sus múltiples perspectivas.
La representación de la figura se destaca por su realismo y la tensión palpable del cuerpo. Asimismo, la obra se distingue por su marcada expresividad, evidenciada en el ceño fruncido, el mordisqueo del labio inferior y la torsión ferocidad del rostro. Desde una perspectiva simbólica, la escultura podría interpretarse como una representación de la lucha de la Iglesia contra la Reforma protestante. Este trabajo artístico encapsula la estética barroca, donde los recursos artísticos están orientados a los sentidos con el objetivo de generar un impacto emocional.
En contraste con la armonía y orden del Renacimiento, el Barroco busca el movimiento, dramatismo y expresión en la escultura. Además, la escultura cumple una función conservadora al conmover y emocionar al público, manteniéndolo en la obediencia al orden establecido. La intención de provocar sorpresa visual también se manifiesta claramente.
La obra, en particular, sirve como un ejemplar representativo de la estética barroca debido a su dinamismo, la representación del movimiento en acción y su fuerte expresividad. Bernini, reconocido como el destacado escultor del Barroco, imprime sus características distintivas en esta obra mediante el uso de materiales ricos, contrastes superficiales, la importancia estratégica de la luz, el énfasis en el movimiento y una expresividad notable.
La Magdalena Penitente de Pedro de Mena
La escultura conocida como “La Magdalena Penitente” de Pedro de Mena, creada en 1664 y perteneciente al periodo del Barroco español, revela una profunda temática religiosa. El autor, Pedro de Mena, aborda el relato de María Magdalena en el contexto de su penitencia, abandonando su vida anterior como prostituta tras encontrarse con Cristo. Este cambio de vida la lleva al arrepentimiento por su pasado, convirtiéndose en ermitaña después de la muerte de Jesús.
La obra destaca por su empleo de materiales típicamente españoles, siendo una talla en madera policromada. La superficie lisa en el rostro y las manos contrasta con la rugosidad y aspereza del vestido y el cabello. La escultura adopta una disposición asimétrica y dinámica, transmitiendo movimiento a través de los escorzos y diagonales presentes en el cuerpo y el largo crucifijo, así como en los movimientos del pelo.
La figura, aunque idealizada, revela una intensa expresividad mediante gestos y elementos añadidos como el vestido, la cruz y la cuerda que lleva atada. La escultura logra transmitir dolor y pesar con un marcado contraste de luz en el rostro, especialmente en los párpados y las arrugas de la frente.
“La Magdalena Penitente” se encuentra arraigada en el periodo Barroco (siglos XVII-XVIII), un movimiento artístico predominantemente religioso que sigue la influencia del Concilio de Trento. Este movimiento fomenta la representación artística de santos, la Virgen y los Sacramentos, dando especial énfasis a temas como la Penitencia y la Eucaristía. La escultura de Pedro de Mena se inscribe perfectamente en esta corriente, capturando la emotividad y la espiritualidad característica del Barroco.