Las Soledades de Luis de Góngora
Se trata de una composición creada a partir de silvas, es decir, estrofas de cinco versos heptasílabos y endecasílabos. Haciendo referencia al estilo, las metáforas simbolizan la realidad de la época. Las alusiones y la perífrasis, muy comunes en Góngora, enriquecen musicalmente creando un mundo lleno de artificio sensorial. Góngora da una forma en la que es común el uso de los elementos distintivos del barroco, en su dinamismo, su decorado, sus antítesis, su distensión, lo hiperbólico… con el manejo increíble de una lengua poética preparada para el salto metafórico asombroso. El poeta parte de una plataforma construida, es decir, el uso metafórico establecido por una tradición culta que nació con Petrarca y que en Góngora llega a lo más alto. Así pues, son importantes en su poesía la reelaboración (la desmitificación, incluye temas clásicos), la intensificación y la apertura genérica. Las Soledades supone una maravillosa y novísima utilización de la intensificación de los elementos.
La división de Las Soledades se realiza sobre una consideración espacial a raíz de los comentarios de Díaz de Rivas, amigo íntimo de Góngora, quien alude al plan propuesto: la Soledad de los campos, de las riberas, de las selvas y del yermo, un lugar inhabitado con un terreno sin cultivar. Según Pellicer, explica que Góngora quiso marcar las cuatro edades del hombre: la juventud, la adolescencia, la virilidad y la senectud. Esta división es puramente barroca y sitúa a las soledades, acorde con el título, en un ámbito simbólico.
Las Soledades está dedicado a un público de minoría elitista. Asimismo, adquirió un amplio eco entre la nobleza, la cual vio en el cultismo gongorino una nueva faceta de exquisitez y de ornato preciosista. Con esto, destacamos la lucha personal de Lope contra la escuela del cordobés (aunque en el fondo lo admiraba mucho) por esa amargura y resquemor ante el triunfo de un rival de superior cuna y reconocida cultura. Esa rabia de Lope se producía sobre todo por el triunfo de esta obra y la del Polifemo porque fue en el ámbito donde quería triunfar y no lo consiguió. En cambio, la lucha con Quevedo se debe a otras cuestiones que provocan enfrentamientos constantes. Quevedo, con 20 años menos que Góngora, le reprochaba las presentes innovaciones lingüísticas. En cambio, Góngora le acusaba de traducir mal las obras griegas. Esta polémica literaria llevó a ambos poetas a un odio personal. A partir de ese momento, se burlan de sus aspectos físicos: Góngora se burlaba de la cojera de Quevedo y que bebía mucho. En cambio, Quevedo le acusaba de una naturaleza judía, una actitud antisemita por su enorme nariz, de ser un poeta empedernido, de ser un nefasto sacerdote y de emplear versos sucios. Con la muerte del poeta y vencido por sus enemigos literarios, la escuela se consumó. Así surgen poetas como Soto de Rojas y Villamediana que se mencionan como “discípulos del cordobés” que apenas tuvieron importancia en la literatura española. Por tanto, según Valbuena, Las Soledades son una lección de poesía, más que un poema.
La poesía de Francisco de Quevedo
Quevedo: La agudeza y la agresividad que adopta Francisco de Quevedo en su poesía se pueden dar debido a una insatisfacción social y psicológica. El poeta tiene que arrastrar una posición, dentro de su hidalguía, inferior y un físico desgraciado, en un siglo donde la crítica es muy común ante los defectos ajenos. Aún así, Quevedo nunca consiguió ni gran fortuna ni posición social consolidada sujeta a los vaivenes de la política que suministraba a su vocación de cortesano. En sus poemas y en su vida general, aisla su intimidad aunque son frecuentes los ataques satíricos de los demás. El egocentrismo está frecuente en sí mismo sin adornos sensoriales. Según Dámaso Alonso califica a Quevedo como desgarrón afectivo. En Quevedo eleva su producción poética hasta el sobriedad, filosofía moral y profundidad metafísica. La distinción anímica puede explicar la diversidad de temas y motivaciones tan barrocos. El poeta en su poesía juega con los juegos verbales que el conceptismo ofrece. En su poesía vemos una profunda cultura humanística y estoica. En un momento de su vida, tiene una crisis espiritual cristiana donde el tiempo y Dios llenan el alma del poeta. Se trata de un poeta que, como Garcilaso, de forma petrarquista reflexiona sobre sus errores y verifica angustiado la fugacidad de existir. Además de su pesimismo vital, están presentes la sátira, la crueldad, el humor, muy cerca del desengaño sobrio del negativismo, desencanto y frustración.