La Razón
Parménides
Parménides habla de la razón como una facultad opuesta a los sentidos. Para este autor presocrático, la vía de la verdad es el resultado de hacer uso de la razón, que nos muestra que el ser es único, inmóvil y eterno, mientras que los sentidos nos engañan y nos muestran una pluralidad de seres, que se mueven y cambian, y que nacen y perecen. Parménides cree que el único conocimiento que puede considerarse cierto es el que nos proporciona la razón, y que solo el conocimiento que nos proporciona la razón es el que podemos llamar “episteme” o “ciencia”. Por otro lado, cree que el conocimiento que nos proporcionan los sentidos es simplemente una opinión.
Platón
Platón elaboró una teoría del hombre en la que distinguía entre el cuerpo, de naturaleza material y mortal, y el alma, de naturaleza espiritual y que proviene del mundo inteligible. Platón distingue tres tipos de almas, pero destaca que la parte del alma que debe dirigir al hombre es la razón. Platón cree que esto es posible si desde la infancia se educa a los jóvenes para que dirijan su alma racional hacia el mundo inteligible. Platón cree que, como dijo su maestro Sócrates, solo quien conoce la idea del bien podrá actuar de acuerdo a dichas ideas.
Libertad
Rousseau
Rousseau distingue entre una libertad natural y una libertad civil. Considera que la libertad natural es propia del hombre antes de vivir en sociedad, pero que debido a lo que él llama “principio de perfectibilidad”, el hombre comenzó a utilizar su capacidad de inventar e introducir técnicas de cultivo y aumentar la producción. Rousseau considera que este ha sido el motivo por el cual la bondad natural humana haya terminado corrompiéndose. Como consecuencia, el hombre vive ahora en una sociedad injusta y degenerada. Para solucionar esto, es necesario que los hombres se comprometan, mediante un pacto, a la elaboración de unas leyes que regulen la vida en sociedad. Así, mediante este pacto, los hombres renuncian a su libertad natural para obtener a cambio una libertad civil.
Sartre
Sartre mantiene que el ser humano, cuando nace, lo único que posee es un cuerpo físico, pero que su conducta propiamente “humana” no está preestablecida de antemano por nadie, como sí ocurre con otros seres naturales. Por esto cree que lo que humaniza al ser humano es el resultado de sus decisiones continuas, aunque sean incorrectas. Es decir, que a diferencia de otras especies, los humanos, cuando nacen, tienen que crearse desde cero. Por ello Sartre dice que estamos condenados a ser libres y a responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras elecciones.
El Gobierno
Hobbes
Hobbes parte de una valoración negativa de la condición natural del hombre, por eso es partidario de imponer una autoridad política absoluta. Dice Hobbes que cuando dos hombres pretenden para sí mismos la misma cosa, surge la enemistad, la competición, el esfuerzo por destruirse y la desconfianza. Por lo tanto, cree que el estado de naturaleza es igual a un estado de guerra de todos contra todos: “el hombre es un lobo para el hombre”. Hobbes dice que es necesario que el hombre salga de ese estado en el que está en peligro su propia conservación. Hobbes cree que un estado fuerte garantiza la paz y la protección de los ciudadanos; todos ellos renuncian a su libertad natural por medio de un pacto, en el que el estado posee un poder que evite el estado de guerra de todos contra todos. Lo único que puede debilitar al estado es su debilidad o falta de autoridad.
John Locke
Locke piensa que Dios ha creado al hombre para que viva de acuerdo a la ley natural. Esta ley permite que todos los hombres seamos, en el estado de libertad, iguales en libertad, capaces de guiar nuestras vidas y con el derecho y la capacidad para resolver los conflictos que nos afectan sin necesidad de recurrir a otros. Locke reconoce que es posible que el estado natural acabe degenerándose debido a que el hombre, a veces, se ve sometido a pasiones, que dominados por estas pasiones, los hombres pueden provocar daños mayores a los recibidos, como la venganza, por ejemplo. Por ello, Locke reconoce que sería conveniente renunciar a ejercer directamente los poderes legislativo y ejecutivo, y cedérselos a un gobierno, mediante el pacto. Por último, Locke propone una separación de los poderes legislativo, ejecutivo y federativo, con el fin de evitar que los gobernantes se desvíen del poder que se les ha encomendado.
Cambio Social y Político
(El contenido de esta sección es el mismo que el de “El Gobierno”)
La Ética
Aristóteles
La ética trata de las acciones del hombre que tienen un valor en sí mismas en cuanto que van construyendo el carácter del individuo y su personalidad. Estas acciones se incorporarán en la conducta del hombre repitiéndolas continuamente, que con el tiempo se convertirán en hábitos que haremos sin demasiado esfuerzo. Según Aristóteles, el máximo desarrollo de un ser es alcanzar la felicidad. Para Aristóteles, la felicidad es algo que se busca por sí misma, y que el hombre tiene como objetivo llegar a ella. Defiende que la felicidad humana se consigue en la medida en la que el hombre hace lo que es bueno. Aristóteles dice que el hombre podrá ser feliz cuando su conducta esté conforme con la “esencia” humana. Aristóteles dice que el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, y que las actividades que mejor desarrollen la esencia del hombre serán las que lo hagan más feliz. Estas actividades las llama “virtudes” o “excelencias”. Aristóteles distingue dos tipos de virtudes: las intelectuales (sabiduría, intelección, ciencia, técnica y prudencia) y virtudes éticas (generosidad, honradez, honestidad…).
Nietzsche
Según Nietzsche, la distinción entre mundo real y mundo aparente ha tenido consecuencias también en lo moral. Esto significa que se han invertido los valores: lo que en un principio era malo lo han convertido en bueno y viceversa. Nietzsche explica esta inversión de valores a partir de la existencia de dos tipos de moral: moral de señores: moral autónoma, propia de los hombres capaces de crear sus propios valores; y moral de esclavos: propia de aquellas personas que no son capaces de crear sus propios valores y viven bajo los de otros. Se trata ahora, concluye Nietzsche, de devolver los valores a su estado originario, de transvalorar todos los valores y recuperar la moral de la casta aristocrática. Por eso Nietzsche se llama a sí mismo inmoralista, porque rechaza la moral decadente de Occidente, fruto del odio y el resentimiento de la casta sacerdotal, y afirma que hay que situarnos más allá del bien y del mal, en el sentido de que debe ser cada hombre quien afirme que lo bueno es lo que fortalece y acrecienta la vida y lo malo es todo aquello que la desprecia y la debilita.