Las Acotaciones
Las acotaciones se pueden clasificar en: Acotaciones esperpénticas, donde predominan los adjetivos y el tono burlesco y ridiculizador. Sus características son: el uso de adjetivos es en abundancia y también el uso de metáforas es continuo a la hora de deformar la realidad en las descripciones de los personajes esperpénticos. El estilo es refinado y conciso a la hora de usar los recursos estilísticos. Ejemplos: “El conserje, vejete renegado, bigotudo, tripón, parejo de aquellos bizarros coroneles que en las procesiones se ken del caballo. Un enorme parecido que extravaga”. Su Excelencia se hundió en una poltrona, ante la chimenea que aventa sobre la alfombra una claridad trémula. Enciende un cigarro con sortija y pide La Gaceta. Se coloca los lentes, le pasa la vista, se hace un gorro y se duerme.
Acotaciones de descripción de personajes
Estas anotaciones describen a los personajes, normalmente se usa el esperpento para definirlos, el tono grotesco está presente en la mayoría de veces. El estilo se caracteriza por tener frases largas llenas de recursos estilísticos para definir a los personajes. Cada descripción es una creación diferente a la anterior. Ejemplo: “Zaratustra, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verdadera serpiente- promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna”.
Acotaciones de lugar
Estas acotaciones describen el lugar en que se desarrolla la escena normalmente abundan los adjetivos. Se describen las escenas como imágenes. También la mayoría de veces se introducen al inicio de la escena. El estilo tiene menos recursos estilísticos pero los adjetivos son los protagonistas. Ejemplo: “La Taberna de Pik Lagartos: Luz de acetileno: Mostrador de cinc: Zaguán oscuro con mesas y banquillos: Jugadores de mus: Borrosos diálogos”.
La Teatralidad de Luces de Bohemia
La teatralidad en Luces de Bohemia. La teatralidad en Luces de Bohemia sí es posible. Aunque la obra sea extensa y con algunos aspectos difíciles de interpretar. Hay que tener en cuenta que esta obra no se representó hasta los años 1970. En 1920, año de la obra, el teatro no estaba tan desarrollado como ahora, eso significa que no se interpretó por el atraso del teatro de la época. En definitiva, esta obra sí se puede representar en el teatro actual, pero para un mejor disfrute de la obra en toda su expresión sería mejor una representación en el cine, ya que se podría aprovechar más las acotaciones y los demás elementos cinematográficos que presenta la obra.
El Noventayochismo y el Modernismo en Luces de Bohemia
A finales del siglo XIX y principios del XX se produjo un cambio en la visión del mundo y una ruptura con los supuestos estético-ideológicos decimonónicos. Se pasa del paradigma objetivista, que parece capaz de explicar la realidad (el Realismo, el positivismo, la fe en la ciencia…) al dominio del subjetivismo, que conduce al relativismo. Así, se intenta captar la vida de otra forma, se cree que la realidad puede conocerse por medio de la intuición (prospera el espiritualismo, la Teosofía…) y a través de diferentes perspectivas irracional y vitalista (los sentimientos individuales, las pulsiones internas, las creencias esotéricas…).
Todo esto, literariamente, cristalizó en una serie de características. Por un lado, el predominio del subjetivismo frente al objetivismo del Realismo; por otro, la lírica fue en la Modernidad el género dominante, produciéndose una ley de contagio y modificándose radicalmente el sistema genérico. Por último, la Modernidad se caracterizó por un especial relieve del lenguaje artístico, por un esmero estilístico máximo.
De este modo, la literatura inicia la búsqueda de nuevos caminos que puedan explicar en toda su complejidad el mundo interior del hombre y una realidad en constante cambio político y social. Este afán de renovación fue la base del Modernismo, que en sus orígenes pretendía una renovación total de la vida y el arte a través de su postura antiburguesa y de la recuperación de la belleza del lenguaje literario, que ellos creían descuidada en el realismo anterior.
Todos los escritores pretenden esa renovación de la literatura, sin embargo hay algunos que además están muy preocupados por la realidad política de España durante estos años de profundos cambios y graves problemas. Son los autores de la Generación del 98. Estos escritores, alarmados por “el problema de España”, pretenden regenerar la vida pública de un país atrasado cultural y políticamente y fuertemente conmocionado por “el desastre”, como se llamó a la pérdida de las últimas colonias de Cuba y Filipinas en 1898.
Los autores más importantes de estos años militan a menudo en ambos movimientos porque todos buscaban, cada uno a su modo, la renovación del lenguaje y los motivos literarios. Sin embargo, se encuentran más rasgos modernistas en Rubén Darío y en las primeras obras de Machado y Valle Inclán, y más rasgos noventayochistas en Pío Baroja, Azorín y Miguel de Unamuno.
Ambos movimientos tienen en común, por un lado, la búsqueda de un lenguaje diferente, más claro, preciso y bello; y, por otro lado, su espíritu de protesta y su profundo amor al arte. Sin embargo, hay dos rasgos que los diferencian: el primero de ellos es la concepción revolucionaria de la vida, antiburguesa y a veces bohemia y elitista de los modernistas; frente a la búsqueda ante todo de la verdad de los del 98.
El artista modernista profesa la religión del “arte por el arte”, que le hace distanciarse de la sociedad en una postura elitista de enaltecimiento de la creación (la torre de marfil) y desapego del prosaico y utilitarista mundo burgués. De ahí, el gusto modernista por el escapismo (ambientes medievales, cosmopolitismo, exotismo, referencias a lugares lejanos…) y la búsqueda apasionada de la belleza, su esteticismo militante que elabora un lenguaje culturalista y sensual.
Por el contrario, o complementariamente, los autores del 98 encarnan la figura del intelectual preocupado por la sociedad del momento que reflexiona desde presupuestos filosóficos o metafísicos sobre la situación del hombre moderno y del país. Sus temas serán, por tanto, el problema de España, la intrahistoria (una visión no oficial sino apegada a la vida cotidiana de los individuos de la historia) y las preocupaciones existenciales (el sentido de la vida, la existencia de Dios…)
Como se ha comentado, la obra de Valle dentro del Modernismo es importante, y en ella se incluyen obras como sus Sonatas (1902-1905), que son el mejor ejemplo de prosa modernista en España, o sus novelas sobre la guerra carlista, que inicia en 1908. Pero a partir de 1915, tras su experiencia como corresponsal de guerra durante la Primera Guerra Mundial, se dará en él un giro importante: se sigue oponiendo a la conservadora sociedad burguesa, pero ahora no lo hará desde un tradicionalismo idílico, sino desde posiciones muy críticas, que lo aproximarán a los presupuestos ideológicos reformadores de la Generación del 98.
Desde esta nueva postura no evasiva, sino firmemente comprometida con la realidad, Valle axtará a la Generación del 98 de una manera muy crítica de reflejar España: el esperpento.
Hacia 1920 todas sus obras, narrativas o teatrales, presentarán rasgos esperpénticos en mayor o menor medida. El esperpento es la respuesta ética y estética de Valle que refleja y denuncia la realidad miserable y deforme de la España de los años 20 y 30.
Max Estrella, el protagonista de “Luces de bohemia”, representa en gran medida la evolución de su autor desde las posturas bohemias del modernismo, al compromiso activo con los más desfavorecidos. Las luces brillantes de la bohemia se están apagando y un violento contraluz reflejará la sociedad española de los años 20, sumida en el oscurantismo religioso, los abusos de poder de los políticos y la ignorancia de un pueblo que detestaba la cultura y la inteligencia.
Podemos, por último, señalar muestras concretas del ascendente modernista y del espíritu noventayochista en “Luces de bohemia”. Ejemplos del primero son las elaboradísimas acotaciones escénicas, en las que Valle, más allá de realizar indicaciones para la representación, evidencia su estilo sensorialista y lleno de imágenes; y el lenguaje culturalista y la actitud elitista de algunos personajes (como Dorio Gádex, o el propio Max, al principio). Rasgos del 98 son las continuas críticas a la España de la Restauración y las consideraciones en torno a la religión (entre Peregrino Gay y Max en la librería de Zaratustra o Rubén Darío y Max en el café Colón) o sobre la muerte (Conversación entre Rubén y el marqués de Bradomín en el cementerio).