– La Acción Humana como Conjunto de Etapas Subjetivas
La acción humana puede definirse como todo comportamiento o conducta deliberada. El ser humano pretende alcanzar determinados fines, los cuales poseen un valor que es una apreciación subjetiva. Para ello, necesita medios que, por definición, han de ser escasos. El ser humano, en la persecución de sus fines, ha de hacer un plan. El plan es una representación mental de tipo prospectivo que el actor se hace sobre las distintas etapas, elementos y posibles circunstancias. Estos planes están sometidos a modificaciones en el tiempo. Por tanto, toda acción humana va dirigida a la obtención de un fin o bien de consumo, que satisface las necesidades humanas. Tradicionalmente, se han denominado bien económico de primer orden.
Pero para lograr estos fines se ha de pasar por una serie de etapas intermedias denominadas bienes económicos de orden superior, siendo el orden de cada etapa más elevado conforme más alejado se encuentre la misma del bien final de consumo. Según la ley de preferencia temporal, los seres humanos, en igualdad de circunstancias, siempre pretenderán lograr sus fines cuanto antes, y solo estarán dispuestos a posponerlos si con ello consiguen fines de mayor valor.
Capital y Bienes de Capital
Los bienes de capital son las etapas intermedias de cada proceso de acción. Por tanto, son los bienes económicos superiores o factores de producción que se encarnan subjetivamente en cada etapa intermedia de un proceso concreto de acción. Además, los bienes de capital aparecen como la conjugación de tres elementos: recursos naturales, tiempo y trabajo.
La condición para producir bienes de capital es el ahorro, la renuncia a bienes presentes. Pues el actor solo podrá alcanzar sucesivas etapas intermedias con la renuncia a necesidades inmediatas o una reducción de las mismas por debajo de su nivel potencial.
La estructura de los procesos productivos de una economía moderna es complicada y normalmente prolongada. Está constituida por una multitud de etapas, todas ellas interrelacionadas entre sí y divididas en múltiples subprocesos que se desarrollan en innumerables proyectos de acción.
El ahorro es imprescindible para los procesos productivos. De hecho, la diferencia entre las sociedades ricas y pobres no radica en el esfuerzo de trabajo ni en los conocimientos, sino en su base de ahorro. Las naciones ricas poseen un mayor entramado de bienes de capital empresarialmente bien invertidos, en forma de máquinas, herramientas, ordenadores… Esto ha sido posible gracias al ahorro previo de los ciudadanos. O, dicho de otra forma, las sociedades ricas tienen más tiempo acumulado en forma de bienes de capital, lo que les permite situarse temporalmente más cerca de la consecución de sus fines de un valor muy superior.
Los bienes de capital de complejísimo entramado no son inmutables; de hecho, están sometidos a un desgaste o, a lo largo del tiempo, se quedan obsoletos. Se denomina depreciación al desgaste al que se ven sometidos los bienes de capital. Por ello, es preciso efectuar un determinado volumen de ahorro frente a la depreciación para que, en el momento en que quede obsoleto, se pueda sustituir el bien manteniendo intacta la capacidad productiva. Este ahorro imprescindible solo se puede llevar a cabo disminuyendo el consumo.
Además, los bienes de capital son difícilmente reconvertibles. Sin embargo, desde el punto de vista institucional, los inversores consiguen dotarlos de una importante movilidad gracias a las instituciones del derecho de propiedad y del derecho de contratos que regulan las distintas formas de transferir dichos bienes.
Concepto de Capital
El concepto de capital se define como el valor a precios de mercado de los bienes de capital, valor que es estimado por los actores individuales que compran o venden bienes de capital en un mercado libre. Es decir, la estimación o juicio subjetivo que los empresarios creen que tendrán los bienes de capital, en función de la constante compra y venta, intentando lograr un beneficio en cada transacción.
De ahí que una economía socialista, en la cual el Estado interviene concediendo privilegios a determinados grupos en contra de los principios tradicionales del derecho y estableciendo precios de mercado, genere desajustes sistemáticos en el entramado social. Esta descoordinación puede ser intertemporal o relativa. Son intertemporales aquellas que producen desajustes en la manera de actuar de los seres humanos que no pueden actuar libremente en sus comportamientos presentes frente a los futuros.
Pues los empresarios han de estar continuamente descubriendo oportunidades de ganancia en el mercado y creando nuevas combinaciones de bienes de capital que se encuentran subvaloradas en relación a la estimación de precios de mercado que creen que podrán obtener en los futuros bienes de consumo. Se trata, por tanto, de un proceso constante de recombinación de producción de nuevos tipos, y de compra/venta de bienes de capital que generan una estructura productiva dinámica y muy compleja; y que siempre tiende a expandirse horizontal y verticalmente.
Sin libertad para ejercer la función empresarial ni mercados libres, no es posible que se efectúe el cálculo económico necesario sobre la expansión vertical y horizontalmente de las diferentes etapas productivas, lo que produce una descoordinación desajustada a la sociedad e impide un desarrollo armonioso.