El periodo previo a la Guerra Civil Española estuvo marcado por un complejo panorama político tanto a nivel nacional como internacional.
El Escenario Europeo
En Europa, emergían sistemas totalitarios con características marcadamente opuestas:
- Fascismo: Presente en Italia y Alemania, se definía como un sistema totalitario, antidemocrático, anticomunista, ultranacionalista y de extrema derecha.
- Comunismo: Establecido en la Unión Soviética (URSS), era un sistema totalitario, antidemocrático, anticapitalista, unipartidista y de extrema izquierda.
Paralelamente, las democracias europeas enfrentaban una profunda crisis, exacerbada por la recesión económica global y la presión constante de estos dos extremismos ideológicos.
El Estallido del Conflicto en España
El 17 de julio de 1936, se inició la sublevación militar en Melilla, protagonizada por el Ejército de África. Al día siguiente, 18 de julio, los alzamientos se extendieron por toda España, impulsados por militares, falangistas y carlistas. El intento de golpe de Estado, concebido para ser rápido y decisivo, fracasó en su objetivo de control total del país. Una parte significativa del Ejército permaneció leal a la República, y la resistencia se organizó rápidamente mediante la formación de milicias populares, compuestas por miembros de sindicatos y partidos políticos afines al gobierno republicano.
Los Bandos Enfrentados
La Guerra Civil Española polarizó a la sociedad en dos grandes bandos:
Los Sublevados (Bando Nacional)
Aunque inicialmente carecían de un programa político unificado y definido, sus principales pilares ideológicos eran la defensa de la unidad de España, el restablecimiento del orden tradicional, la protección de la Iglesia Católica y una firme oposición a la democracia liberal. Este bando estaba integrado principalmente por militares, monárquicos, católicos conservadores, falangistas y carlistas.
Los Leales a la República (Bando Republicano)
Tampoco contaban con un programa común cohesionado, pero compartían la defensa de la legitimidad republicana, el impulso a la modernización del país y una postura antifascista. Sus filas estaban compuestas por obreros, pequeña burguesía, jornaleros, intelectuales, socialistas, comunistas y anarquistas.
Repercusión e Intervención Internacional
La Guerra Civil Española adquirió una notable repercusión internacional, siendo percibida por muchos como un enfrentamiento crucial entre la democracia y el fascismo. En agosto de 1936, se creó el Comité de No Intervención, una iniciativa que, en la práctica, reflejó una política de apaciguamiento frente a los regímenes fascistas.
A pesar de la declaración de no intervención, los regímenes fascistas brindaron un apoyo militar significativo a los sublevados:
- Italia: Envió aproximadamente 70.000 tropas regulares y bombarderos.
- Alemania: Proporcionó aviación (Legión Cóndor), armamento y algunas tropas.
- Portugal: Bajo el régimen de Salazar, envió voluntarios.
El apoyo internacional a la República provino principalmente de dos fuentes:
- Brigadas Internacionales: Unos 60.000 voluntarios antifascistas, reclutados por la Komintern, que combatieron en defensa de la República hasta su retirada en octubre de 1938.
- URSS: Envió material bélico (financiado con las reservas de oro de España) y un número limitado de tropas.
Evolución del Gobierno Republicano
El Estado republicano, tras el estallido de la guerra, inició una fase de profunda transformación y crisis internas.
Gobierno Inicial y Revolución Social
Inicialmente, Manuel Azaña ocupaba la Presidencia de la República y Santiago Casares Quiroga la Presidencia del Gobierno. Tras la dimisión de este último, José Giral asumió el cargo y tomó la decisión crucial de armar a los militantes obreros, dando lugar a la formación de milicias anarquistas y del POUM. Esta medida propició una revolución social espontánea que se extendió hasta septiembre de 1936. En Cataluña, la CNT y la FAI, organizadas en el Comité de Milicias Antifascistas, llevaron a cabo colectivizaciones industriales, aunque respetaron la propiedad de la tierra y la autoridad del Gobierno de la Generalitat.
Gobierno de Largo Caballero (Septiembre 1936 – Mayo 1937)
Ante la incapacidad de las milicias para frenar el avance rebelde, se formó un nuevo gobierno presidido por Francisco Largo Caballero, con el apoyo inicial de republicanos, socialistas y comunistas, al que posteriormente se unieron los anarquistas. Largo Caballero se centró en la organización del Ejército Popular y en la contención de la revolución social, disolviendo juntas y comités. Sin embargo, las tensiones internas entre las facciones republicanas culminaron en los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona, enfrentamientos armados entre anarquistas y miembros del POUM contra las fuerzas leales al Gobierno de la Generalitat y el PCE.
Gobierno de Negrín (Mayo 1937 – Marzo 1939)
Los Hechos de Mayo provocaron una crisis gubernamental que fortaleció la posición del Partido Comunista de España (PCE), gracias al apoyo soviético. Juan Negrín, socialista, asumió la Presidencia del Gobierno con el respaldo de la mayoría de los grupos republicanos. Durante su mandato, el PCE incrementó su influencia, lo que llevó a la ilegalización del POUM. Negrín priorizó la conducción de la guerra, fortaleció el Gobierno Central, integró las milicias en el Ejército regular y centralizó el control de la economía para ponerla al servicio del esfuerzo bélico. En abril de 1938, intentó negociar la paz con Franco mediante la propuesta de los Trece Puntos, pero esta iniciativa fue rechazada. La República sufrió una grave escasez de materiales y suministros, lo que provocó hambre y racionamientos, y el gobierno de Negrín fue criticado por ser percibido como un instrumento de los comunistas.
El Desmoronamiento Final
La caída de Cataluña a principios de 1939 marcó el inicio del colapso del Estado republicano. El gobierno y las Cortes se exiliaron, Azaña dimitió como Presidente de la República, y Francia y el Reino Unido reconocieron al gobierno franquista. Aunque Negrín intentó regresar de Francia para continuar la resistencia, el golpe de Estado del coronel Casado en Madrid, encargado de la defensa de la capital, precipitó la rendición incondicional de las fuerzas republicanas.
La Represión Durante la Guerra
Ambos bandos ejercieron una represión violenta durante el conflicto.
Represión Republicana
La represión en la zona republicana fue especialmente intensa al comienzo de la guerra. Sus principales víctimas fueron propietarios, miembros de la Iglesia y personas consideradas afines a los sublevados. Este periodo se caracterizó por asesinatos, la actuación de ‘checas’ (centros de detención y tortura), incendios y requisas. El suceso más conocido es la matanza de Paracuellos del Jarama (con un estimado de 2.500 fusilados), aunque hubo otros episodios similares. Se calcula que el número total de víctimas de la represión republicana durante la guerra asciende a unas 50.000 personas.
Represión Sublevada
La represión en la zona controlada por los sublevados fue sistemática y dirigida contra quienes consideraban ‘enemigos de la patria’: militares leales a la República, ‘rojos’ (término genérico para republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, etc.), judíos, masones y nacionalistas periféricos. En los primeros momentos, la violencia fue ‘caliente’ y extrema. Posteriormente, se institucionalizó mediante fusilamientos tras juicios sumarísimos. Los principales ejecutores fueron el Ejército y la Falange, creando un clima de terror. Se estima que las víctimas de la represión sublevada durante la guerra alcanzan las 130.000 personas (cifra aún objeto de investigación).
La Represión Posbélica
La represión continuó tras el fin de la guerra. La represión posbélica, que se estima causó unas 50.000 víctimas adicionales, fue formalizada por la Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939, que tuvo carácter retroactivo, permitiendo la persecución de actos cometidos desde octubre de 1934.