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El Desarrollo de las Ciudades
La ciudad industrial: crecimiento y desigualdad social
En las primeras décadas del siglo XIX, las ciudades tuvieron un crecimiento claramente desordenado. Se crearon barrios obreros que no contaban con las mismas condiciones de higiene y salubridad que los barrios burgueses, construidos alrededor de las fábricas. La desigualdad social entre las clases acomodadas y los obreros cada vez era mayor.
Más tarde, el casco viejo fue remodelado; los nuevos ensanches burgueses y los barrios obreros del extrarradio marcaban la separación social de sus habitantes. Se abría una inmensa brecha en la sociedad urbana.
La Vida de las Gentes: La Burguesía y la Clase Urbana
El modelo de vida burgués
El aumento de poder de la burguesía fue el resultado del triunfo del liberalismo político y de la expansión de la industrialización.
- La alta burguesía, formada por los grandes hombres de negocio, era la propietaria de los medios de producción en la nueva sociedad.
La gran burguesía y la nobleza compartían intereses económicos y controlaban el poder político. Defendían el progreso económico, el orden social y la propiedad privada.
- La mediana burguesía, tradicionalmente llamada “clase media”, servía para denominar a los sectores sociales intermedios que no formaban parte de los demás grupos de la sociedad burguesa y se definía por la búsqueda de la riqueza económica y el bienestar material.
Las condiciones de vida de la clase obrera
Era un conjunto muy heterogéneo de trabajadores que compartía una característica común: la condición de asalariados.
La vida de las clases trabajadoras estaba dominada por una sensación permanente de inseguridad. Los trabajadores urbanos vivían siempre amenazados por la pobreza, la privación y la inseguridad ante la permanencia en el puesto de trabajo.
- Los obreros especializados que trabajaban en el mundo de los oficios tradicionales tenían un salario modesto y una cierta estabilidad laboral. Sin embargo, los obreros industriales tenían que soportar unas condiciones de trabajo durísimas. La disciplina era muy rígida y el ritmo de trabajo estaba marcado por las máquinas. La jornada laboral era de 12 a 15 horas. No había ningún tipo de protección social legalmente reconocida ante los accidentes, etc.
El Movimiento Obrero: Origen y Desarrollo
Durante el siglo XIX, los trabajadores asalariados, conscientes de la explotación laboral y la exclusión política que sufrían, comenzaron a organizarse para intentar mejorar sus condiciones de vida. Lo hicieron a través de acciones colectivas de protesta. En la segunda mitad del siglo, las sociedades obreras locales se convirtieron en organizaciones nacionales con relaciones incluso internacionales. Surgieron los sindicatos y los partidos obreros que defendían el socialismo, que reclamaba la abolición del sistema económico capitalista y la creación de una sociedad más justa e igualitaria.
La historia del movimiento obrero está forjada por las acciones de los primeros precursores, por las luchas y las conquistas sociales.
Los orígenes del movimiento obrero organizado
En el Antiguo Régimen eran frecuentes las protestas populares contra la subida del precio del pan, el cobro de impuestos o los abusos señoriales. Motines y revueltas locales, que duraban poco tiempo y solían terminar con una dura represión. Pero con la llegada del sistema económico capitalista y del nuevo orden social liberal, las protestas tradicionales de campesinos y consumidores fueron dejando paso a nuevas formas de movilización relacionadas con los productores, con el mundo del trabajo industrial y urbano. Las demandas de los trabajadores se centraron en el aumento de sus salarios, la reducción de la jornada y la mejora de sus condiciones laborales.
Entre las primeras acciones de protesta de los trabajadores destacan los episodios de destrucción de maquinaria. En el primer tercio del siglo XIX tomaron el nombre de ludismo. Los primeros movimientos luditas estaban protagonizados por hiladores y tejedores, que temían que la introducción de maquinaria los dejara sin trabajo. Los incendios y la destrucción de máquinas textiles fueron las primeras armas de los trabajadores, que pretendían forzar a los empresarios a conceder mejoras laborales y salariales.
El paso siguiente fue la organización estable de asociaciones de obreros.
En 1824, el gobierno del Reino Unido legalizó las asociaciones obreras. Se extendieron las sociedades de socorro mutuo, creadas para ayudar en caso de accidente o enfermedad, o cajas de resistencia en caso de huelga. Las reivindicaciones de los trabajadores no solo eran laborales. En 1838, la asociación de trabajadores de Londres publicó la Carta del Pueblo, reclamando el sufragio universal masculino, el voto secreto y la renovación del Parlamento.
El cartismo, movimiento de masas político, movilizó a miles de trabajadores en defensa de la democratización del Estado. El Parlamento británico rechazó sus peticiones y se reprimieron con dureza las huelgas, los sabotajes y los intentos de insurrección, que se prolongaron hasta 1848. A partir de ese momento, los gobiernos asumieron la necesidad de negociar con los representantes de los trabajadores y de impulsar reformas sociales que mejoraran sus condiciones.
Sindicatos obreros
En la segunda mitad del siglo XIX, los sindicatos obreros consiguieron su reconocimiento legal y mostraron la capacidad de las organizaciones del proletariado para mejorar sus condiciones de trabajo y elevar su nivel de vida. Para luchar por la obtención de los derechos políticos y sociales de los trabajadores, nacieron los partidos obreros, de orientación ideológica socialista.