La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
La Primera Guerra Carlista fue un conflicto civil que tuvo lugar en España entre los años 1833 y 1840, originado por la disputa sucesoria al trono tras la muerte del rey Fernando VII. Este había promulgado la Pragmática Sanción, una ley que permitía a su hija, Isabel II, heredar el trono. Sin embargo, su hermano, Carlos María Isidro, no aceptó esta decisión y se proclamó rey con el apoyo de sus seguidores, los carlistas, dando inicio a la guerra.
Los carlistas defendían:
- El absolutismo monárquico.
- El catolicismo tradicional.
- El mantenimiento de los fueros locales.
Tuvieron gran apoyo en zonas rurales del norte de España, especialmente en el País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña. Por otro lado, los partidarios de Isabel II, conocidos como isabelinos o liberales, defendían una monarquía constitucional y reformas políticas más modernas. Su apoyo se concentraba principalmente en las ciudades y entre las clases medias y altas.
El conflicto fue largo y sangriento. Uno de los principales líderes carlistas fue Tomás de Zumalacárregui, que logró importantes victorias, aunque murió prematuramente durante el sitio de Bilbao. A lo largo de la guerra, los liberales contaron con el respaldo de potencias extranjeras como Francia, Reino Unido y Portugal, lo que fortaleció su posición.
La guerra concluyó en 1839 con el Abrazo de Vergara, un acuerdo entre el general carlista Maroto y el general liberal Espartero, por el cual gran parte del ejército carlista en el norte aceptaba la autoridad de Isabel II a cambio del respeto a algunos fueros y el perdón para los combatientes. Los últimos focos de resistencia carlista en Cataluña fueron derrotados en 1840.
Las consecuencias de la guerra fueron importantes. Se consolidó el régimen liberal en España y se fortaleció la monarquía isabelina. Sin embargo, el conflicto dejó profundas divisiones en la sociedad española y el carlistismo siguió existiendo, dando lugar a nuevas guerras a lo largo del siglo XIX. Además, la guerra marcó un retroceso en los derechos forales tradicionales, especialmente en el norte del país.
El Reinado de Isabel II (1833-1868)
El reinado de Isabel II de España se extendió desde 1833 hasta 1868 y estuvo marcado por una gran inestabilidad política, conflictos sociales y la consolidación del sistema liberal en España. Isabel II accedió al trono siendo una niña, tras la muerte de su padre Fernando VII, lo que provocó la Primera Guerra Carlista, ya que su tío Carlos María Isidro reclamó el trono.
Durante su minoría de edad, ejercieron la regencia:
- Su madre, María Cristina de Borbón (1833–1840).
- El general Baldomero Espartero (1840–1843).
Isabel fue declarada mayor de edad a los 13 años.
Su reinado se caracterizó por el enfrentamiento constante entre los dos grandes partidos liberales: los moderados y los progresistas, que se turnaban en el poder de forma irregular, muchas veces mediante golpes de Estado o pronunciamientos militares. Aunque se establecieron leyes y constituciones liberales (como la Constitución de 1837 y la de 1845), la inestabilidad fue constante y el sistema político quedó dominado por una oligarquía que controlaba el poder mediante el fraude electoral.
Durante este periodo, España vivió importantes transformaciones: se desamortizaron bienes de la Iglesia y de los municipios (como la desamortización de Mendizábal), se intentó modernizar la administración del Estado, se desarrolló la red ferroviaria y se impulsó la economía, aunque con muchas desigualdades sociales.
A lo largo del reinado, también hubo varias insurrecciones y conflictos, como la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), además de una creciente oposición hacia la reina, tanto por su forma de gobernar como por los escándalos de su vida personal y el desprestigio de la monarquía. Esta situación culminó con la Revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, que forzó el exilio de Isabel II y puso fin a su reinado.
El Sexenio Revolucionario o Democrático (1868-1874)
El Sexenio Revolucionario (o Democrático) fue un periodo de gran agitación política en España que se desarrolló entre 1868 y 1874, tras el derrocamiento de Isabel II mediante la Revolución de 1868, también conocida como La Gloriosa. Este periodo estuvo marcado por intentos de establecer un régimen más democrático y estable, pero también por una fuerte inestabilidad política y social.
Tras el exilio de Isabel II, se instauró un gobierno provisional encabezado por los generales Prim y Serrano, que convocó elecciones para formar unas Cortes Constituyentes. Estas aprobaron la Constitución de 1869, la primera verdaderamente democrática de la historia de España, que reconocía derechos individuales, la soberanía nacional, la división de poderes y la libertad de culto. El nuevo régimen optó por una monarquía parlamentaria, pero al no aceptar los Borbones volver, comenzó la búsqueda de un nuevo rey.
La Monarquía de Amadeo I (1871-1873)
En 1870, las Cortes eligieron como nuevo monarca al italiano Amadeo I de Saboya, apoyado por los progresistas y los sectores moderadamente democráticos. Sin embargo, su reinado fue muy corto (1871–1873) y estuvo lleno de dificultades: falta de apoyo popular, oposición de los carlistas, republicanos y los antiguos monárquicos alfonsinos, además del asesinato del general Prim, su principal valedor, poco antes de su llegada. Amadeo abdicó en febrero de 1873, incapaz de controlar la situación.
La Primera República Española (1873-1874)
Tras la abdicación de Amadeo I, se proclamó la Primera República Española (1873–1874), que fue un experimento breve y caótico. En solo un año hubo cuatro presidentes del Poder Ejecutivo:
- Estanislao Figueras
- Francisco Pi y Margall
- Nicolás Salmerón
- Emilio Castelar
El país se vio sumido en múltiples conflictos:
- La Tercera Guerra Carlista (iniciada en 1872).
- La insurrección cantonalista (rebeliones federalistas, especialmente en Cartagena).
- La Guerra de los Diez Años en Cuba.
- Una fuerte crisis económica y social.
Finalmente, en enero de 1874, el general Pavía dio un golpe de Estado disolviendo las Cortes republicanas. Meses después, en diciembre de 1874, el general Martínez Campos dio otro golpe de Estado en Sagunto, proclamando la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II, y poniendo fin al Sexenio.
La Restauración Borbónica (1874-1931)
La Restauración borbónica comenzó en 1874 con la vuelta al trono de Alfonso XII, tras el pronunciamiento de Martínez Campos que puso fin al Sexenio Democrático. Fue un periodo de aparente estabilidad política gracias al sistema ideado por Antonio Cánovas del Castillo, basado en:
- La Constitución de 1876 (de carácter moderado y flexible).
- La monarquía parlamentaria como forma de Estado.
- El turno pacífico en el gobierno entre los dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador (liderado por Cánovas) y el Partido Liberal (liderado por Sagasta).
Este sistema se sostenía mediante elecciones manipuladas por el caciquismo y el fraude electoral (pucherazo), asegurando la alternancia pactada.
Durante este tiempo se consolidó el Estado liberal burgués y se logró una notable estabilidad, poniendo fin a las guerras civiles carlistas y a la constante intervención militar en política. Sin embargo, persistieron graves problemas sociales (cuestión agraria, movimiento obrero), una profunda desigualdad y una falta de verdaderas reformas democráticas. El sistema fue perdiendo legitimidad, sobre todo tras el Desastre del 98 (pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y el aumento de las tensiones sociales, el auge de los nacionalismos periféricos y del republicanismo.
El reinado de Alfonso XIII (1902-1931), sucesor de Alfonso XII (quien murió en 1885, seguido de la regencia de María Cristina de Habsburgo), estuvo marcado por la creciente crisis del sistema de la Restauración, la inestabilidad gubernamental, conflictos como la Semana Trágica de Barcelona (1909), la costosa e impopular Guerra de Marruecos (con desastres como el de Annual en 1921) y el fracaso del régimen parlamentario para dar respuesta a los problemas del país. Esto condujo al golpe de Estado y la posterior dictadura de Primo de Rivera (1923–1930), apoyada por el rey.
Finalmente, tras la caída de la dictadura y unas elecciones municipales en abril de 1931 que dieron la victoria a las candidaturas republicanas en las principales ciudades, Alfonso XIII optó por exiliarse y se proclamó la Segunda República, terminando así el periodo de la Restauración.
Las Desamortizaciones Liberales del Siglo XIX
Las desamortizaciones fueron procesos legislativos impulsados por los gobiernos liberales en España durante el siglo XIX con el fin de expropiar (previa indemnización o compensación, aunque a menudo insuficiente) y vender en subasta pública bienes y tierras que estaban en”manos muerta”, es decir, que no se podían vender ni dividir, pertenecientes principalmente a la Iglesia Católica y a los municipios (ayuntamientos).
Los objetivos principales eran:
- Obtener ingresos para la Hacienda Pública y reducir la enorme deuda del Estado.
- Financiar conflictos bélicos, como la Primera Guerra Carlista.
- Crear una nueva clase de propietarios agrarios afines al régimen liberal.
- Fomentar la producción agrícola y la circulación de la riqueza.
- Disminuir el poder económico e influencia social de la Iglesia.
La Desamortización de Mendizábal (1836-1837)
La primera gran desamortización fue la promovida por Juan Álvarez Mendizábal en 1836, durante la regencia de María Cristina y en el contexto de la Primera Guerra Carlista. Se centró fundamentalmente en los bienes del clero regular (órdenes religiosas masculinas: monasterios, conventos), que fueron suprimidos, sus propiedades incautadas y subastadas públicamente. Con esta medida se pretendía financiar la guerra contra los carlistas, debilitar el poder de la Iglesia (considerada aliada del absolutismo carlista) y crear una base social de propietarios comprometidos con la causa liberal. Sin embargo, la mayor parte de las tierras fue adquirida por la burguesía adinerada y la nobleza terrateniente, que disponían de liquidez o títulos de deuda pública para pujar, sin que mejorara significativamente la situación del campesinado sin tierras.
La Desamortización de Madoz (1855)
La segunda gran desamortización fue la impulsada por Pascual Madoz, Ministro de Hacienda, mediante la Ley General de Desamortización de 1855, durante el Bienio Progresista (1854-1856). Esta tuvo un alcance mucho más amplio que la anterior, ya que afectó no solo a bienes eclesiásticos que quedaban (incluidos los del clero secular), sino también a propiedades del Estado, de instituciones benéficas, educativas y, sobre todo, de los municipios (los llamados bienes de propios, que los ayuntamientos arrendaban, y los bienes comunales, que eran aprovechados gratuitamente por los vecinos). Su principal objetivo fue obtener fondos para sanear la Hacienda y financiar la modernización económica del país, especialmente la construcción de la red ferroviaria. Al igual que en la desamortización de Mendizábal, los mayores beneficiarios fueron las clases acomodadas. La venta de los bienes municipales perjudicó gravemente a las economías campesinas más pobres, que dependían del aprovechamiento de los comunales, y no resolvió el problema del acceso a la tierra, contribuyendo a la proletarización del campesinado.
Contexto Internacional: La Primera Guerra Mundial (1914-1918)
La Primera Guerra Mundial (también conocida como la Gran Guerra) fue un conflicto bélico global que tuvo lugar principalmente en Europa entre 1914 y 1918. Enfrentó a dos grandes alianzas:
- La Triple Entente (y sus aliados): formada inicialmente por Francia, Reino Unido y el Imperio Ruso, a la que luego se unieron países como Italia (en 1915), Japón, Rumanía y, crucialmente, Estados Unidos (en 1917).
- Las Potencias Centrales: lideradas por el Imperio Alemán y el Imperio Austrohúngaro, a los que se sumaron el Imperio Otomano y Bulgaria.
El conflicto se originó por una compleja combinación de factores acumulados durante décadas:
- Tensiones imperialistas y rivalidades económicas entre las grandes potencias.
- Un exacerbado nacionalismo en diversas regiones (Balcanes, Alsacia-Lorena).
- Una intensa carrera armamentística.
- Un rígido sistema de alianzas militares secretas que convertía cualquier conflicto local en una potencial guerra generalizada.
El detonante inmediato fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero al trono austrohúngaro, y su esposa, en Sarajevo (Bosnia) el 28 de junio de 1914 por un nacionalista serbobosnio. Esto desencadenó una crisis diplomática (la Crisis de Julio) que, debido al sistema de alianzas, llevó a Austria-Hungría a declarar la guerra a Serbia, y sucesivamente a la entrada en guerra de Rusia, Alemania, Francia y Reino Unido en agosto de 1914.
Fue una guerra de una escala y brutalidad sin precedentes, marcada por la guerra de trincheras, especialmente en el estancado frente occidental (entre Francia y Alemania), donde millones de soldados murieron en batallas de desgaste como Verdún o el Somme. Se emplearon masivamente nuevas y mortíferas tecnologías militares: ametralladoras, artillería pesada, gases tóxicos, tanques, submarinos y aviación militar. El conflicto no se limitó a Europa, sino que también afectó a las colonias en África y Asia, y a los mares de todo el mundo.
El año 1917 fue decisivo: Rusia, sumida en la Revolución Bolchevique, abandonó la guerra (Paz de Brest-Litovsk en marzo de 1918), pero la entrada de Estados Unidos en el conflicto del lado de la Entente aportó recursos humanos y materiales que inclinaron definitivamente la balanza. En el otoño de 1918, las Potencias Centrales, agotadas militar y económicamente, y con problemas internos crecientes, comenzaron a rendirse una tras otra. Alemania firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a las hostilidades.
La guerra dejó un saldo devastador: alrededor de 10 millones de combatientes muertos y más de 20 millones de heridos, además de millones de víctimas civiles por hambre, enfermedades y persecuciones. Provocó enormes destrucciones materiales, el colapso de cuatro imperios (Alemán, Austrohúngaro, Ruso y Otomano) y un profundo impacto psicológico, social y político en todo el mundo. En 1919, se firmó el Tratado de Versalles con Alemania, que impuso duras condiciones territoriales, militares y económicas (reparaciones de guerra). Este tratado, junto con otros firmados con las demás potencias derrotadas, reconfiguró el mapa de Europa y Oriente Medio, pero también generó un gran resentimiento, especialmente en Alemania, que se considera uno de los factores que contribuyeron al estallido de la Segunda Guerra Mundial veinte años después.
Nota: España se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial, aunque el conflicto tuvo importantes consecuencias económicas y sociales para el país.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
La dictadura de Miguel Primo de Rivera en España tuvo lugar entre 1923 y 1930. Fue un régimen autoritario que surgió tras un golpe de Estado militar el 13 de septiembre de 1923 en Barcelona, encabezado por el propio Primo de Rivera, entonces Capitán General de Cataluña. El golpe contó con el consentimiento del rey Alfonso XIII y derrocó al gobierno constitucional de la Restauración, suspendiendo la Constitución de 1876 y disolviendo las Cortes.
El golpe se produjo en un contexto de profunda crisis del sistema de la Restauración. España sufría:
- Una gran inestabilidad política, con gobiernos débiles y efímeros.
- Corrupción generalizada (caciquismo).
- Fuerte conflictividad social (huelgas, pistolerismo en Barcelona).
- El auge de los nacionalismos catalán y vasco.
- El desastroso desarrollo de la Guerra de Marruecos, especialmente tras la derrota de Annual en 1921, que generó un enorme malestar en el ejército y la opinión pública, y cuyas responsabilidades apuntaban incluso al rey (expediente Picasso).
En este contexto, Primo de Rivera se presentó como un”cirujano de hierr” que prometía restaurar el orden público, acabar con la corrupción y el caciquismo, resolver el problema de Marruecos y modernizar el país, aunque inicialmente afirmó que su régimen sería temporal.
La dictadura se dividió en dos fases:
- Directorio Militar (1923-1925): El gobierno estuvo formado exclusivamente por militares. Se tomaron medidas drásticas para reprimir el desorden público, se persiguió a la oposición (anarquistas, comunistas, nacionalistas radicales) y se logró un éxito crucial en Marruecos con el Desembarco de Alhucemas (1925), en colaboración con Francia, que puso fin a la guerra.
- Directorio Civil (1925-1930): Primo de Rivera intentó institucionalizar el régimen, incorporando civiles al gobierno. Se creó un partido único, la Unión Patriótica, y una asamblea consultiva (la Asamblea Nacional Consultiva) para elaborar una nueva constitución, que nunca llegó a aprobarse. Se impulsó una política económica intervencionista, con grandes inversiones en obras públicas (carreteras, pantanos, electrificación) y la creación de monopolios estatales (como CAMPSA o Telefónica). Se intentó una política social corporativista con la creación de la Organización Corporativa Nacional (comités paritarios de patronos y obreros).
A pesar de ciertos logros iniciales (orden público, fin de la guerra de Marruecos, crecimiento económico en los años 20), la dictadura se enfrentó a una creciente oposición:
- De los viejos partidos dinásticos, apartados del poder.
- Del movimiento obrero (especialmente anarquistas y comunistas, aunque el PSOE y UGT mantuvieron una postura ambigua).
- De los intelectuales y estudiantes universitarios.
- De los nacionalistas catalanes.
- De sectores del propio ejército (descontentos con algunas reformas y ascensos).
La crisis económica mundial de 1929 agravó la situación. Finalmente, falto de apoyos, incluso el del rey que empezó a retirárselo, y enfermo, Primo de Rivera dimitió en enero de 1930 y se exilió a París, donde murió poco después. Su caída dejó al rey Alfonso XIII en una posición muy debilitada y abrió el camino hacia el fin de la monarquía y la proclamación de la Segunda República en abril de 1931.