Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y Crisis de la Restauración
Introducción
La dictadura de Primo de Rivera surgió con el objetivo de contener las fuerzas opositoras al régimen de la Restauración, como el republicanismo, el catalanismo y el movimiento obrero. Se presentó con un discurso regeneracionista inspirado en Joaquín Costa, pero en la práctica se alineó con las tendencias autoritarias de la Europa de entreguerras. El golpe de Estado fue bien recibido por la monarquía, la oligarquía terrateniente e industrial y la Iglesia, que temían el auge de la revolución social. En España, la conflictividad laboral se había intensificado entre 1918 y 1920 con huelgas masivas, como la de La Canadiense (1919), que paralizó Barcelona. A ello se sumaba la guerra sucia entre pistoleros anarquistas y de la patronal, así como la crisis militar provocada por el Informe Picasso, que cuestionaba la responsabilidad de altos mandos en el desastre de Annual. A pesar del carácter dictatorial del régimen, el discurso regeneracionista de Primo de Rivera logró inicialmente la aceptación de sectores republicanos, del PSOE y la UGT (aunque no de anarquistas y comunistas). La estabilidad económica de 1923-1929, con crecimiento de la demanda y la industria, también ayudó a consolidar su régimen.
Directorio Militar (1923-1925)
Tras el golpe de septiembre de 1923, Alfonso XIII encargó a Primo de Rivera la formación de un gobierno, proclamando el estado de guerra. Se suspendieron las garantías constitucionales de 1876, disolviendo las Cortes, imponiendo la censura de prensa y prohibiendo la actividad de partidos y sindicatos. El orden público quedó en manos de gobernadores militares, encargados de reprimir cualquier protesta obrera o nacionalista. Se sustituyeron los gobernadores civiles por militares y los ayuntamientos fueron controlados por delegados gubernativos, persiguiendo a los opositores al régimen. Se derogó la autonomía administrativa concedida a Cataluña en 1914 con la Mancomunidad, lo que radicalizó aún más el catalanismo. En Marruecos, Primo de Rivera intentó negociar una autonomía para la región, lo que generó el rechazo de los militares africanistas. Finalmente, España y Francia lanzaron una ofensiva conjunta que culminó con el Desembarco de Alhucemas (1925), logrando la derrota de Abd-el-Krim. En 1926, este se entregó a los franceses y en 1927 todo el Protectorado quedó pacificado.
Directorio Civil (1925-1930)
A partir de 1925, Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen con un gobierno civil. Creó el partido único Unión Patriótica, apoyado principalmente por funcionarios y pequeños propietarios rurales. En 1926, convocó la Asamblea Nacional Consultiva, formada en su mayoría por representantes designados por el gobierno, con el objetivo de redactar una nueva Constitución (Estatuto Fundamental de la Monarquía). Sin embargo, encontró la oposición de la vieja clase política, los socialistas e incluso del propio Alfonso XIII. A nivel económico, su gobierno aplicó un modelo intervencionista y proteccionista, elevando los aranceles para proteger la producción nacional y creando monopolios estatales como CAMPSA y Telefónica. Se impulsaron grandes obras públicas, incluyendo carreteras, puertos, embalses y canales, lo que favoreció el crecimiento económico. En lo social, el régimen adoptó una política paternalista, promoviendo la construcción de viviendas baratas y escuelas. Sin embargo, reprimió con dureza a las organizaciones anarquistas, sustituyendo el conflicto obrero-patronal por un modelo corporativo en el que el Estado controlaba los sindicatos. Se crearon comités paritarios, donde empresarios y trabajadores negociaban bajo supervisión estatal. El PSOE y la UGT participaron en este modelo, favoreciendo la colaboración entre el sindicalismo socialista y la dictadura.
Oposición y caída de la dictadura
A partir de 1926, Primo de Rivera empezó a perder apoyos. Dentro del ejército, una facción rechazaba el sistema de ascensos basado en méritos, exigiendo que primara la antigüedad. La crisis se agravó cuando Primo de Rivera obligó al Rey a disolver el cuerpo de Artillería, provocando descontento en las filas militares. Mientras tanto, republicanos y la vieja clase política conspiraban contra el régimen. En 1926, se creó la Alianza Republicana, integrada por Acción Republicana (Manuel Azaña), Partit Republicà Català (Marcelino Domingo) y el Partido Radical (Alejandro Lerroux). Por otro lado, antiguos liberales formaron la Derecha Liberal Republicana (Niceto Alcalá-Zamora). También surgieron grupos anarquistas como la FAI (1927). Los intelectuales y estudiantes también se sumaron a la oposición. Figuras como Unamuno, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Fernando de los Ríos criticaron abiertamente la dictadura. Ante la creciente falta de apoyos, en enero de 1930, sin respaldo del Rey ni del ejército, Primo de Rivera dimitió.
Caída de la monarquía (1930-1931)
Tras la caída de Primo de Rivera, Alfonso XIII encargó el gobierno al general Berenguer, quien intentó restaurar la Constitución de 1876 y disolver la Asamblea Nacional Consultiva. Sin embargo, la monarquía estaba debilitada, ya que la dictadura había destruido la red caciquil que sustentaba el sistema. En agosto de 1930, republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes y gallegos firmaron el Pacto de San Sebastián, acordando la proclamación de la República mediante un pronunciamiento militar y la formación de un gobierno provisional. El plan fracasó en diciembre de 1930 cuando la guarnición de Jaca se sublevó prematuramente. Sus líderes, Galán y García Hernández, fueron fusilados. El descontento continuó, y en abril de 1931, el nuevo jefe de gobierno, el almirante Aznar, convocó elecciones municipales. Republicanos y socialistas decidieron participar en ellas, presentándolas como un plebiscito contra la monarquía. El 12 de abril de 1931, el triunfo de republicanos y socialistas en las grandes ciudades evidenció el colapso de la monarquía. Sin apoyo popular ni institucional, Alfonso XIII abandonó España y el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República.
Conclusión
La dictadura de Primo de Rivera fue parte de la ola autoritaria que se extendió por Europa en el período de entreguerras. Su intento de modernización del país se hizo a costa de eliminar el sistema parlamentario, lo que debilitó la monarquía. Al destruir el bipartidismo y marginar a la clase política tradicional, Alfonso XIII quedó sin apoyos al intentar restaurar el orden constitucional en 1930. Cuando quiso reaccionar, la oposición ya había organizado la transición hacia la Segunda República, marcando el fin definitivo del régimen de la Restauración.
Introducción a la Crisis de la Restauración
El sistema de la Restauración, instaurado en 1874, se basaba en un modelo oligárquico en el que la aristocracia, la burguesía y la Iglesia controlaban la vida política. Se adoptó un sistema de turnismo entre el Partido Conservador y el Partido Liberal, garantizado por la manipulación electoral y el caciquismo. Este sistema dejó fuera a las clases populares, lo que fomentó el surgimiento de movimientos de oposición como el republicanismo radical, el socialismo, el anarquismo y el catalanismo. La crisis del 98, con la pérdida de Cuba y Filipinas, supuso la primera gran fractura del sistema. A partir de entonces, se intensificaron los discursos regeneracionistas de Joaquín Costa y la Generación del 98, denunciando la decadencia de España en lo político, económico y social. Sin embargo, las élites solo adoptaron reformas superficiales para intentar contener la crisis sin transformar el sistema.
Crisis de 1917 y Trienio Bolchevique (1918-1921)
La Primera Guerra Mundial benefició la economía española al aumentar las exportaciones, pero los beneficios quedaron en manos de los empresarios, mientras que los trabajadores sufrían la subida de precios sin mejoras salariales. En 1917, la crisis se agudizó con tres conflictos simultáneos:
- Crisis militar: Oficiales crearon Juntas de Defensa exigiendo cambios en los ascensos.
- Crisis política: Cambó y la Lliga convocaron la Asamblea de Parlamentarios, exigiendo autonomía para Cataluña y una reforma constitucional.
- Crisis social: UGT y CNT organizaron una huelga general revolucionaria, pero fue duramente reprimida.
Entre 1918 y 1921, el Trienio Bolchevique estuvo marcado por huelgas y conflictos laborales. En el campo, los jornaleros ocuparon tierras en Andalucía y Extremadura. En Barcelona, la huelga de La Canadiense (1919) paralizó la industria durante 44 días, enfrentando a la CNT, la patronal y las autoridades militares. Se desató una guerra social entre pistoleros de la CNT y la patronal. La violencia política aumentó con el asesinato del presidente del Consejo de Estado, Eduardo Dato (1921), y del cardenal Soldevilla (1923), reflejando el clima anticlerical.
Conclusión: el colapso del sistema
Las derrotas militares en Marruecos y el clima de agitación social presagiaban el final del régimen. Entre 1918 y 1923, se sucedieron más de diez cambios de gobierno, reflejando la inestabilidad política. El punto culminante fue la derrota de Annual (1921), en la que murieron miles de soldados españoles. El Informe Picasso responsabilizó a altos mandos del ejército, lo que fue aprovechado por republicanos y socialistas para exigir reformas. Antes de que el Parlamento debatiera el informe, en septiembre de 1923, el general Primo de Rivera dio un golpe de Estado, instaurando una dictadura militar con el apoyo de Alfonso XIII. La Restauración llegaba a su fin.
Conclusión sobre la Crisis de la Restauración
La crisis del sistema de la Restauración fue el resultado de su incapacidad para adaptarse a los cambios sociales y políticos. A pesar de los intentos regeneracionistas, el control oligárquico y el rechazo a integrar nuevas fuerzas políticas provocaron su colapso. La crisis de 1917, el Trienio Bolchevique y la guerra de Marruecos desgastaron al régimen, dejando el camino abierto para la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
Las brechas en el sistema y la monarquía de Alfonso XIII
Tras la crisis de 1898, los partidos dinásticos perdieron fuerza, permitiendo la entrada de fuerzas opositoras como el catalanismo, que se consolidó con la creación de la Lliga Regionalista de Catalunya, liderada por Francesc Cambó, obteniendo 6 escaños en 1901. La falta de integración política de estos movimientos radicalizó la oposición, destacando la victoria de Solidaridad Catalana (1906), que obtuvo 41 de los 44 escaños de Cataluña en respuesta a la Ley de Jurisdicciones, que permitía al ejército censurar cualquier ataque contra la patria. Para reformar el sistema sin romper el turnismo, surgieron dos nuevos líderes: Antonio Maura (conservador) y José Canalejas (liberal).
Gobierno de Antonio Maura (1907-1909)
Maura impulsó reformas como el voto obligatorio, mayor autonomía municipal y una política proteccionista, pero su gobierno cayó tras la Semana Trágica de Barcelona (1909), cuando la represión de una revuelta contra el reclutamiento obligatorio y la guerra de Marruecos desató un levantamiento popular con ataques a iglesias y fábricas.
Gobierno de Canalejas (1909-1912)
Canalejas intentó reformas más profundas, como la Ley del Candado, que limitaba la expansión de órdenes religiosas, protección laboral y la Ley de Mancomunidades, que daba autonomía administrativa a las regiones. Sin embargo, su asesinato en 1912 truncó estos proyectos, dejando el sistema sin una alternativa real de modernización.