La Restauración Borbónica: Un Nuevo Sistema Político
Los últimos años del Sexenio, y en especial bajo el gobierno de Serrano, los conservadores prepararon el regreso de la monarquía con Alfonso XII, que estaba exiliado en el Reino Unido junto a su madre, Isabel II.
El principal impulsor del proyecto de la restauración alfonsina fue **Antonio Cánovas del Castillo** quien en 1870 logró que Isabel II abdicara en su hijo Alfonso. Para dotar al proyecto restaurador de una base social creó el Partido Alfonsino, para atraer a los monárquicos descontentos y aunar a las clases altas y medias, al Ejército y a la Iglesia bajo el lema “Paz y orden”. Quería establecer un régimen moderadamente liberal que pusiese fin a una época de guerras civiles, de intervencionismo militar y de levantamientos populares.
En diciembre de 1874, Alfonso XII, desde el exilio, hizo público el **Manifiesto de Sandhurst** redactado por Cánovas, en el que proclamaba las líneas maestras del futuro régimen. Presentaba una monarquía constitucional con un carácter abierto que defendiese el orden social establecido e hiciese compatible la tradición católica con las nuevas libertades. Paralelamente, el pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto proclamó la restauración de la monarquía con Alfonso XII como rey.
Antonio Cánovas del Castillo fue el artífice de la Restauración borbónica y el ideólogo del sistema político de la Monarquía parlamentaria. El sistema político tras la restauración alfonsina pretendía superar algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado de Isabel II, el intervencionismo militar en la vida política y la proliferación de enfrentamientos civiles.
Se basaba en cuatro pilares:
- La **Constitución de 1876** que era de inspiración moderada, pero tenía un carácter abierto y flexible. Dejaba temas relevantes en manos del desarrollo de futuras leyes.
- La **Corona** que se consideraba una institución incuestionable. Su papel era el de ejercer de árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos políticos.
- **Turnismo**. Los partidos dinásticos: el conservador y el liberal que eran los que garantizaban la estabilidad política y debían alternarse en el poder, renunciaban a acceder al gobierno mediante golpes de fuerza o pronunciamientos pero recurrían al falseamiento electoral para asegurarse el poder.
- El **Ejército**, al que se quería alejar de la intromisión en la vida política. Se identificó al rey como cabeza y símbolo visible del estamento militar y se estableció la supremacía del poder civil sobre el militar, pero otorgando absoluta libertad en sus asuntos internos.
Era una constitución en la que la defensa de los valores tradicionales, como la familia, la religión y la propiedad, fuese compatible con la incorporación, a medio plazo, de algunos de los principios democráticos de 1868.
La Constitución establecía la cosoberanía entre las Cortes y la Corona, negando así el principio progresista de soberanía nacional. El rey era titular del poder ejecutivo, controlaba la política exterior, se le otorgaba el derecho de veto, la potestad legislativa compartida con las Cortes y el nombramiento y cese de ministros.
Las Cortes contaban con dos cámaras: el Congreso de los Diputados, elegido por los ciudadanos, y el Senado con una parte electiva y otra designada por el Rey o compuesta por miembros relevantes de la aristocracia, la Iglesia y el Ejército. El derecho al sufragio se dejaba pendiente de concreción en posteriores leyes electorales: la de 1878 retornó al sufragio censitario y la de 1890 proclamó el universal masculino.
Se proclamó la tolerancia religiosa, pero con la primacía del catolicismo y se restableció el presupuesto de culto y clero. Asimismo, contaba con una prolija declaración de derechos, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias que, en general, tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
La Oposición al Sistema
Vencido militarmente, el **carlismo** pretendió presentarse ante la opinión pública como la única fuerza política auténticamente católica. Pero el apoyo explícito de una buena parte de la jerarquía eclesiástica y del Vaticano a la dinastía alfonsina dificultó el éxito de esta operación. Buena parte del clero apostó por la integración de los católicos en el sistema canovista, como demuestra la incorporación del grupo Unión Católica, dirigido por Alejandro Pidal en el Partido Conservador.
En 1886, Vázquez de Mella lideró un intento de modernización de la ideología carlista, que quedó reflejada en el **Acta de Loredan**. Su propuesta mantenía su carácter católico y tradicionalista, así como el compromiso con la recuperación de los fueros, pero aceptaba el nuevo orden liberal. En el otro extremo, en 1888, sufrió la escisión del sector integrista liderado por Ramón Nocedal que optó por crear un Partido Tradicionalista definido, principalmente, por el antiliberalismo y por la defensa a ultranza de la tradición y la religión católica. A partir de la década de los 90, el carlismo optó por presentarse a las elecciones, pero solo tuvo cierta fuerza en las provincias forales (Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya) y en menor medida, en Cataluña. A pesar de su progresiva integración en el sistema, algunos carlistas continuaron manteniendo las jerarquías militares y promovieron algunas insurrecciones armadas, con escaso éxito.
Los **republicanos** (que querían una España sin rey) estaban desmoralizados tras el fracaso de la Primera República (1873-74) y se dividieron en varios grupos:
- Los **posibilistas**, con Emilio Castelar, intentaron participar en el sistema político.
- Los **progresistas**, con Ruiz Zorrilla, intentaron derrocar al gobierno con golpes militares, pero sin éxito.
- Los **federales**, con Pi y Margall, eran los más numerosos y querían dividir España en regiones autónomas.
En 1893, varios grupos republicanos se unieron en la Unión Republicana, pero su influencia disminuyó porque el movimiento obrero (socialistas y anarquistas) ganó más seguidores. A principios del siglo XX, el republicanismo resurgió en las ciudades, con movimientos como el lerrouxismo en Cataluña y el blasquismo en Valencia.
Los trabajadores organizados se dividieron en dos grandes grupos:
- Los **socialistas**: Siguiendo las ideas de Karl Marx, querían un partido de trabajadores para cambiar el sistema desde dentro. En 1879, Pablo Iglesias fundó el PSOE, y en 1888 se creó su sindicato, la UGT. Eran fuertes en Madrid, Vizcaya y Asturias. En 1910, lograron su primer diputado en el Parlamento.
- Los **anarquistas**: No creían en la política ni en los partidos. Apostaban por la acción directa (huelgas y, en algunos casos, atentados). En 1881, formaron la FTRE, con mucha fuerza en Andalucía y Cataluña, pero sufrieron fuerte represión.
La Crisis del 98 y el Regeneracionismo
En 1898, España perdió sus últimas colonias importantes: Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras ser derrotada por Estados Unidos en una guerra. Esta derrota fue un golpe duro para el país y se conoce como el **”desastre del 98”**.
Consecuencias del Desastre del 98
- **Económicas**: Aunque España perdió dinero y mercados coloniales, en la península no hubo una crisis inmediata. Con el tiempo, la economía sufrió por la falta de ingresos de las colonias.
- **Políticas**: A pesar de la derrota, el sistema político no cambió mucho. Los mismos partidos (Conservador y Liberal) siguieron alternándose en el poder.
- **Militares**: Los militares estaban molestos y culparon a los políticos de la derrota. Volvieron a meterse en política con actitudes más autoritarias.
- **Morales e ideológicas**: La gente se sintió frustrada y humillada. España pasó de ser un gran imperio a una potencia de segunda categoría. La prensa extranjera la ridiculizaba y muchos españoles creyeron que su país estaba en decadencia.
Este sentimiento de crisis llevó a un grupo de escritores y pensadores, la **Generación del 98** (como Unamuno, Valle-Inclán y Antonio Machado), a reflexionar sobre los problemas de España y proponer un cambio cultural y social.
Algunos intelectuales y políticos pensaban que España necesitaba una gran reforma para salir de su atraso. Este movimiento se llamó **regeneracionismo**.
Uno de sus líderes fue Joaquín Costa, que tenía una frase clave: “Escuela y despensa”. Es decir, España necesitaba mejor educación y mejor economía. Costa también criticaba la corrupción y el sistema de caciques (políticos que manipulaban las elecciones).
Intento de Reforma Política
En 1899, el político Francisco Silvela intentó un cambio con su gobierno Silvela-Polavieja, proponiendo reformas en la administración y los impuestos. Pero los comerciantes se opusieron a pagar más impuestos, hubo problemas internos en el gobierno y en 1901 los liberales volvieron al poder.
Al final, las promesas de regeneración quedaron en palabras, y el viejo sistema político siguió funcionando sin grandes cambios.