La Novela Española entre 1940 y 1970: Un Panorama Literario
La Novela en los Años 40: Nacionalismo, Existencialismo y Tremendismo
Al inicio de los años 40, los novelistas jóvenes se encontraron con un ambiente empobrecido, desorientación y aislamiento cultural. La censura prohibía las novelas sociales de preguerra y las obras de los exiliados. Solo la obra de Baroja sirvió de ejemplo para ciertos narradores de la generación del 36. Dos fechas marcan un nuevo comienzo del género: 1942 con La familia de Pascual Duarte de Cela, y 1945 con Nada de Carmen Laforet.
Sin incluir la narrativa del exilio, con autores como Francisco Ayala o Rosa Chacel, podemos constatar distintas tendencias:
Novela Propagandística, Idealista o Nacionalista
Desarrollada durante los primeros años del franquismo, exaltaba la guerra desde los valores ideológicos de los vencedores. Se escribieron novelas de corte idealizador que pretendían olvidar la guerra. José María Gironella ofrece una interpretación católica de la guerra, y Wenceslao Fernández Flores, con El bosque animado.
Novela Existencial y Tremendista
El realismo existencial es lo más interesante de esta década. Como antecedentes destacan la picaresca, el naturalismo decimonónico, el pesimismo de Baroja y el esperpento de Valle-Inclán.
Temáticamente, refleja con amargo realismo la vida cotidiana del país. Son historias violentas y desgarradas que ofrecen una visión degradante de la vida y el hombre.
Estilísticamente, son novelas en las que predomina la narración autobiográfica cuyos protagonistas viven en un universo hostil en el que el malestar social se transfiere a la existencia individual. El tratamiento del tiempo suele ser lineal y el lenguaje muy cuidado, rico y a la vez vulgar.
La corriente se inició con autores que exaltaban la victoria bélica, como Rafael García Serrano con La fiel infantería (1943). Las dos principales obras son La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela (1942) y Nada de Carmen Laforet (1944).
La familia de Pascual Duarte ofrece una agria visión de realidades míseras e inaugura la novela existencial en su variante más truculenta, el TREMENDISMO, que mantiene las características de la novela existencial, destacando las conductas más aberrantes del ser humano.
El motivo central es el determinismo ejercido por las circunstancias sociales y familiares que da lugar a una violencia incontrolable.
La protagonista de Nada, Andrea, narra con un tono desesperadamente triste su llegada a Barcelona para estudiar en una posguerra marcada por la pobreza, el rencor y el odio. Su angustia existencial es un estado íntimo provocado por la deprimente sociedad de posguerra donde “nada” vale la pena.
Otras novelas existenciales son La sombra del ciprés es alargada (Miguel Delibes) y Javier Mariño, Historia de una conversación (Gonzalo Torrente Ballester). Aunque no son muchas las novelas que perviven, autores como Cela, Delibes y Torrente confirmarán posteriormente su capacidad narrativa.
La Novela de los Años 50: El Realismo Social
Estos años suponen el renacer de la novela española: aparece una nueva generación de escritores que, junto a la primera generación de posguerra (generación del 36), desarrollarán una narrativa comprometida. La novela social será la corriente dominante entre 1951, con la publicación de La colmena de Cela, y 1962, con Tiempo de silencio de Martín Santos.
Los editores comienzan a mostrar con fidelidad la sociedad española con el objetivo de contribuir a la TRANSFORMACIÓN SOCIAL, mostrando los problemas reales.
Esta concepción se llama “realismo social”, y en la novela se suelen distinguir dos variedades: objetivismo y realismo crítico. En las novelas del objetivismo, aunque el narrador pretende ser totalmente objetivo, la mera selección de personajes y situaciones ya supone una crítica implícita. Autores objetivistas son Rafael Sánchez Ferlosio o Juan García Hortelano.
Temáticamente, dan testimonio de la vida contemporánea, la injusticia, la pobreza, la falta de esperanzas. Hay novelas de la gran ciudad (La Colmena), de la vida rural (Dos días de septiembre) y de las relaciones del trabajo (La mina).
Estilísticamente, se caracterizan por la tendencia al protagonista colectivo; inclinación por el objetivismo por parte del narrador, hasta el punto de que se habla de “técnica cinematográfica”; importancia del diálogo; espacios reducidos; desarrollo breve de la acción y concentración temporal (la acción transcurre en poco tiempo). El lenguaje es sencillo, con influencia de la narrativa conductista norteamericana.
El detonante de esta corriente fue la publicación de La Colmena, que documenta la España de los primeros años 40. Se trata de una novela de protagonista colectivo cuya unidad proviene del ambiente de miseria en que viven los personajes. Muestra rasgos objetivistas, pero a diferencia de la auténtica novela objetivista, el narrador sigue siendo omnisciente, valora situaciones y personajes, unas veces con crueldad y otras con comprensión y delicadeza. Fue otra novedad en el tratamiento de las mujeres víctimas de la miseria y el machismo. Dentro del realismo social, se corresponde a la vertiente del realismo crítico.
El Jarama, de Rafael Sanchez Ferlosio, es la novela emblemática del realismo social español en su vertiente más objetivista. Un grupo de jóvenes pasa 11 horas de un domingo a orillas del río Jarama. Al final, después de no haber sucedido nada, una chica se ahoga en el río. La narración reproduce con una fidelidad extrema los movimientos y diálogos, pues es una novela dialogada. Considerada del conductismo, el autor elude todo análisis introspectivo de los personajes, a los que conocemos por lo que dicen y hacen, sin opinión del narrador.
Otros autores que destacan en los años 50 son: Carmen Martín Gaite, que ganó el Premio Nadal con Entre visillos; Ana María Matute; Miguel Delibes, que escribió El camino; y Gonzalo Torrente Ballester, con su trilogía Los gozos y las sombras.
Tanto la vertiente objetivista como la vertiente crítica del realismo social tuvieron una vigencia muy breve. Los autores, ante la evidencia de que ni llegaban al público obrero ni lograban la reacción social esperada, vieron la necesidad de encontrar otros cauces narrativos.
La Novela de los Años 60 y Principios de los 70: Renovación Formal
Durante los años 60, se produce la decadencia del realismo social y su progresiva sustitución por la llamada RENOVACIÓN FORMAL DE LOS SESENTA, que afectará a los modos expresivos, estructura, forma, lenguaje y estilo. Se ha denominado a este conjunto de textos literatura experimental e incluso neovanguardismo. Se produce un alejamiento de la concepción de la literatura como arma de lucha política. No falta la intención crítica, pero el interés del escritor se centra en la experimentación técnica y lingüística.
El detonante del cambio sería la novela de 1962 Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.
Temáticamente, intensifican la crítica social y aparecen la ironía y el humor. La trama narrativa pierde importancia, la acción es mínima, y se mezclan sucesos verosímiles con otros imaginarios o fantásticos. Se centran en el conflicto entre un personaje complejo y su entorno, que se vuelve al protagonista como centro de la novela. Esto implica personajes contradictorios y desordenados.
Estilísticamente, se caracterizan por el perspectivismo. Se inclinan habitualmente por el narrador omnisciente, pero que desaparece con frecuencia, dejando paso al monólogo interior o al estilo indirecto libre. Destaca el uso de la segunda persona, como si el narrador le hablara al personaje. La estructura suele estar fragmentada y desordenada, y el espacio tiende a reducirse. Se ponen en juego recursos técnicos llamativos, como la supresión de signos de puntuación (Los santos inocentes).
Año decisivo es 1962, con la publicación de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. El argumento de la obra conlleva a que esta se sitúe en un marco social concreto, el Madrid de los “años de hambre”. Los personajes son víctimas de la presión del ambiente, una sociedad subdesarrollada y opresiva. Todo ello, en una lamentable situación de la ciencia que condena al protagonista a la marginación y al “silencio”. Se hallan todas las características de la novela experimental.
Martín-Santos, partiendo del cansancio del realismo social, inicia una nueva etapa donde la experimentación literaria y el alcance social y existencial, con intención crítica, son esenciales. Es una visión amarga de un mundo degradado.
Miguel Delibes se había dado a conocer en 1947 con La sombra del ciprés es alargada. Llega a su cumbre narrativa con Cinco horas con Mario (1966), monólogo interior en que una mujer, Menchu, vela a su marido recién fallecido durante una noche en la que salen a relucir las frustraciones y culpabilidades que compusieron sus vidas. Obra más ambiciosa técnicamente de Delibes.
En esta obra, a diferencia de otras, se utiliza un lenguaje sencillo y el desorden temporal. Posteriormente recuperará el tono social con Los Santos inocentes y El hereje.
Hay que destacar a Juan Goytisolo, Torrente Ballester, Juan Benet y Juan Marsé.
Análisis de Obras Clave
Cela: La familia de Pascual Duarte muestra una realidad brutal y cruel (muerte, sangre), expresando el carácter de la sociedad de ese momento. Recuerda a la novela picaresca debido a que es una autobiografía, pues nos cuenta su historia y hace que el lector intente empatizar con el personaje (palabras en primera persona). Los temas son el odio, la violencia y aspectos negativos.
La colmena, novela social de los años 50: aparecen muchos personajes, hay un protagonista colectivo que se refleja con el gran número de personajes. Hay objetivismo porque el narrador en tercera persona interviene y opina sobre la vida de los personajes, reflejando la sociedad española de los años 50.
Tipos de Textos
Opinión: tiene la finalidad de interpretar y valorar los hechos para influir en la opinión de los receptores. El enfoque predomina el subjetivo, pero utiliza el objetivo para presentar los hechos.
Función expresiva: cuando el autor da la opinión. Apelativa: está en segunda persona e intenta convencer al lector. Representativa: informa sobre el asunto que se valora. Poética: para expresar ideas utiliza figuras literarias.
Mixtos: ofrecen información dejando ver la opinión del autor.
Enfoque: aparecen ambos, ya que se caracterizan por mezclar información y valoración, predominando las funciones representativas y expresivas.
Informativo: no da la opinión.
Predomina el lenguaje denotativo, aparecen incisos aclaratorios, escasa adjetivación y ausencia de valores y connotaciones, utilización de figuras literarias, gran abundancia de siglas, introducción de extranjerismos, personificaciones, predominio de la tercera persona. Noticia: titular, título, entradilla y cuerpo. Reportaje: titular, entradilla y cuerpo. Entrevista: titular y cuerpo. 6W: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué.
Adverbios
Propios
Lugar: aquí, allí, ahí.
Modo: así. Tiempo: entonces, luego, mañana.
Impropios
Causa: porque, puesto que, dado que, ya que, pues.
Finalidad: para que, a que, a fin de que, con el objetivo de que.
Concesión: aunque, cuando, a no ser que, con tal de que, a menos que.
Consecutiva: tan/to, tal/les + que, luego, con que, por lo tanto.
Comparativa: tan como, más que, menos que, tan que, igual de.
Formas No Personales del Verbo
Gerundio: -ando, -endo. Participio: -ado, -ido. Infinitivo: -ar, -er, -ir.