Panorama de la Literatura Española Post-1936: Lírica y Teatro Bajo la Influencia de la Guerra Civil

Lírica y Teatro Posteriores a 1936: Un Legado Marcado por la Guerra Civil

Tema 6: Lírica y teatro posteriores a 1936 La Guerra Civil deja devastado al país en lo político, social y cultural. El grupo del 27 se disuelve. Muerto Lorca, los demás poetas deben elegir entre el exilio interior y el exterior. La obra de Miguel Hernández parte de la unión entre poesía pura, vanguardia, tradición popular y clasicismo, pero pronto encuentra su propio camino literario. Es difícil hallar en un poeta una técnica tan depurada y un sentimiento tan vehemente, arrebatado y sincero como el de El rayo que no cesa.

La Poesía de los Años 40: Entre el Arraigo y el Desarraigo

En los 40, los poetas de ideología más cercana al falangismo escriben una poesía arraigada o formalista: suelen recurrir a la métrica clásica y a temas como el amor, la patria o la religión. Publican en las revistas Escorial y Garcilaso. Luis Rosales va evolucionando progresivamente hacia el versículo y recibiendo influencias surrealistas, como vemos en La casa encendida. Pablo García Baena funda el grupo Cántico, que intenta retomar la poesía pura y la senda de la Generación del 27. El postismo, de Carlos Edmundo de Ory, pretende recuperar el espíritu del surrealismo y la irracionalidad. La poesía desarraigada, atormentada, cargada de angustia y de contenidos existencialistas, aparecerá en la revista Espadaña. La inicia Dámaso Alonso: Hijos de la ira, con su léxico coloquial, sus versículos violentos, sus metáforas agresivas de sabor surrealista y su forma voluntariamente antirretórica, transmite toda la angustia del absurdo de la vida, de la maldad del hombre, del miedo al vacío, a la soledad y a la muerte.

La Poesía Social de los Años 50: Del Yo al Nosotros

En los 50 se pasa del yo al nosotros y se agrega a la queja ante el absurdo de la vida la denuncia de las injusticias sociales. Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero protesta contra la desigualdad, la opresión y la ausencia de libertad, e invita a la solidaridad, a la esperanza en el ser humano para solucionar sus propios problemas sin necesidad de Dios. El léxico de Gabriel Celaya es especialmente vehemente, agresivo y violento en poemas como “La poesía es un arma cargada de futuro”, de Cantos íberos. José Hierro (Cuanto sé de mí) inventa dos subgéneros poéticos: el reportaje que es narrativo, contiene historias cotidianas, y es racional y realista; la alucinación que es irracional, sonámbula, visionaria.

Años 60: Compromiso Social e Ironía

En los 60, Ángel González, autor de Tratado de urbanismo, mantiene el compromiso social, pero se inclina por el humor corrosivo y por la ironía, que manifiestan el desencanto y la crítica ante el franquismo.

Los Novísimos y la Experimentación de los Años 70

Ya en los 70, los novísimos (Pere Gimferrer, Ana María Moix, Leopoldo María Panero…) buscan la creatividad y la originalidad, se alejan del tono conversacional, reciben influencias de la música rock y pop, del cómic y del cine también, y exhiben sus conocimientos culturales.

La Poesía a Partir de los 80: Diversidad y Nuevas Tendencias

Después de los 80 la poesía se caracteriza por la enorme variedad y la ausencia de conciencia de grupo. Unos apuestan por personalizar la tradición clásica y otros por la poesía del silencio o minimalista. En el segundo grupo, Clara Janés sirve de puente entre oriente y occidente. Los autores de la poesía de la experiencia, como Luis García Montero, Luis Alberto de Cuenca y Ana Rossetti, buscan la esencia poética en la vida cotidiana, en la anécdota personal y en la experiencia íntima. Emplean un lenguaje sencillo y abordan asuntos urbanos y próximos. Se llamó poetas de la diferencia a un grupo caracterizado por la heterogeneidad y la búsqueda de la trascendencia y de la libertad creativa, como Gregorio Morales. Jorge Riechmann escribe poesía de la conciencia. Expresa un fuerte compromiso ideológico, considera el mundo actual inhabitable y estima que la poesía debe constituir el arma para cambiarlo. El poeta debe permanecer vigilante ante los problemas asociados al neoliberalismo y la obsesión por el consumo. En los últimos años muchos poetas jóvenes han encontrado en las redes sociales la plataforma perfecta y el público deseado. Marwan, Loreto Sesma o Irene X Comparten un lenguaje claro y directo, claramente anti retórico, una sensibilidad adolescente y valores feministas y ecologistas.

El Teatro Español Bajo el Franquismo y la Transición

El TEATRO mezcla literatura con espectáculo, lo que lo hace mucho más vulnerable en los tiempos de censura, como el franquismo. La guerra civil aplasta un teatro que estaba alcanzando sus mayores logros. Muertos Lorca, Valle-Inclán y Unamuno, otros dramaturgos, como Alejandro Casona, optan por el exilio. Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro) cultivó el humor absurdo, la ironía y la agudeza. Le gustaba inventar situaciones inverosímiles y llevarlas al límite para luego solucionarlas de un modo ingenioso. Miguel Miura decide adaptarse a lo que el público y los empresarios demandaban: en Maribel y la extraña familia busca un humor inteligente, satiriza la hipocresía y aborda el tema de la libertad. A finales de los 40, Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera) encabeza una línea de denuncia social denominada posibilista porque no traspasan las fronteras de lo tolerado por el régimen. Buero intenta, mediante recursos escénicos, meter al espectador dentro de la conciencia de los personajes. Su mensaje refleja una profunda confianza en el ser humano y una sincera identificación con los más desfavorecidos. Alfonso Sastre opta por un teatro más combativo para oponerse al régimen dictatorial (Escuadra hacia la muerte). A partir de los 60, algunos dramaturgos producen obras experimentales. Francisco Nieva (Pelo de tormenta) escribe teatro furioso y teatro de farsa y calamidad. Ambas tendencias son vanguardistas y de difícil comprensión para el público, pero en la segunda el argumento es más explícito, el desarrollo más lineal y el lenguaje menos barroco. Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles) escribe un teatro alejado del realismo, caracterizado por el terror, el humor y la simultaneidad, enemigo de la lógica y animado por un lenguaje infantil.

Teatro Independiente y Nuevas Tendencias

Se desarrollan grupos de teatro independiente como Tábano o Los Goliardos, que representan las obras de autores extranjeros y españoles sin cabida en el círculo comercial. Dagoll Dagom ha ido evolucionando hacia el gran espectáculo y Els Comediants ha combinado una apuesta decidida por un teatro vanguardista, que incluye circo o elementos audiovisuales, y un acercamiento al público en masa, con su participación en grandes eventos. Ya en la democracia, José Luis Alonso de Santos, escribe La estanquera de Vallecas una obra costumbrista, comprometida, con lenguaje familiar, sentido del humor y desenlace trágico. José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!) sigue tres líneas básicas: adaptaciones de clásicos, obras experimentales y dramas históricos. Ya en el XXI triunfa un grupo de dramaturgos vinculados al premio Bradomín. En El chico de la fila de atrás, Juan Mayorga mezcla distintos puntos de vista para mostrar un torrente de conflictos humanos ocultos. Angélica Liddel escribe un teatro vanguardista, de obras provocativas y violentas, como Perro muerto en tintorería.