1.1. El Modernismo: Definición y Características
El Modernismo surge a finales del siglo XIX como una respuesta a la crisis política y cultural en España. Junto con la Generación del 98, busca renovar la literatura, aunque con enfoques distintos. Mientras el Modernismo se centra en la belleza y el arte por el arte, la Generación del 98 adopta una postura más crítica y comprometida con la sociedad.
Este movimiento nace en Latinoamérica hacia 1880 con figuras clave como Rubén Darío y José Martí y se extiende hasta 1915. En España, atraviesa dos etapas: una primera, más provocadora y exuberante, donde destaca Rubén Darío, y una segunda más intimista, representada por Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Su evolución se debe a diversas influencias como el Parnasianismo y el Simbolismo franceses, que aportan la búsqueda de la perfección formal, la musicalidad y la sugerencia a través de símbolos como el cisne y el color azul. También se nutre del Romanticismo hispano, con su gusto por la melancolía y la evasión, así como de autores anglosajones como Edgar Allan Poe y Walt Whitman, que introducen innovaciones métricas y una visión más subjetiva.
Los modernistas sienten una profunda insatisfacción con la realidad y, en respuesta, desarrollan temas como la angustia existencial, con un tono melancólico y decadente. También buscan la evasión a través de mundos exóticos o tiempos pasados como la Edad Media o civilizaciones orientales. Adoptan un cosmopolitismo que tiene a París como referente cultural y tratan el amor y el erotismo, desde una visión idealizada hasta una más sensual. Además, reivindican lo hispánico y lo indígena en oposición a la influencia norteamericana.
En cuanto al estilo y la métrica, el Modernismo se caracteriza por su búsqueda de la perfección formal mediante un lenguaje rico y sensorial. Su léxico es refinado, con el uso de arcaísmos, neologismos y abundantes adjetivos. Sus versos destacan por la musicalidad y el empleo de recursos como la aliteración y la sinestesia. Amplían el repertorio métrico con versos alejandrinos, eneasílabos y dodecasílabos, introduciendo rimas internas y estructuras innovadoras.
Rubén Darío es el máximo representante del Modernismo y su influencia en España es profunda. Con obras como Azul… y Prosas profanas, introduce una estética refinada y un lenguaje innovador. Más tarde, en Cantos de vida y esperanza, su poesía adquiere un tono más reflexivo, abordando la existencia y la identidad hispánica. Su legado es fundamental para la literatura española, inspirando a autores como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, consolidando el Modernismo como un movimiento clave en la evolución de la poesía en lengua española.
1.2 Rubén Darío y el Modernismo en Valle-Inclán
Rubén Darío, según Pedro Salinas, estuvo marcado por dos tipos de “excesos”: el sensual y el alcohólico. Está influido sobre todo por la poesía francesa, desde los románticos (Víctor Hugo), parnasianos (Gautier) y simbolistas (Verlaine). En su obra hay tres etapas:
- Primera etapa: Azul (1888): Escrito en verso y prosa, marca el inicio del Modernismo. Darío deja atrás los modelos españoles y adopta un estilo nuevo, lo que revolucionó la literatura. En esta obra, el azul representa “lo ideal, lo etéreo y lo infinito”, un lugar espiritual y personal que solo él conoce.
- Segunda etapa: Prosas Profanas (1896): El deseo de originalidad se ve desde el título, que une “prosas” con “profanas”, creando una contradicción. Esto muestra su intención de cambiar lo tradicional. En lugar de lo rutinario, ofrece muchas novedades en temas y formas poéticas.
- Tercera etapa: Cantos de vida y esperanza (1905): En esta obra, el preciosismo de años anteriores se deja atrás hacia una poesía más profunda, menos tradicional y más reflexiva. Se sitúa en el “modernismo intimista”, que es más reflexivo. Frente a temas existenciales, busca refugio en la religión.
Valle Inclán
Valle Inclán, novelista, dramaturgo, ensayista y poeta, fue una de las figuras más destacadas de su época. Toda su obra obedece al rechazo del realismo tradicional. Fue un escritor extraordinario y tiene dos etapas en su obra literaria: una modernista y otra “esperpéntica”. El estilo es elegante y decadente, con una musicalidad y ritmo marcados, lleno de imágenes. Mezcla el lenguaje erótico con el religioso de una manera un poco inmoral y desafiante, disfrutando del pecado y el placer. Su tema principal es el amor prohibido.
La obra poética se agrupa en la trilogía Claves líricas, que incluye Aromas de leyenda, El pasajero y La pipa de Kif. En Aromas de leyenda, hay catorce poemas que reflejan diversos aspectos de Galicia, como su paisaje y supersticiones. El pasajero contiene treinta y tres poemas sobre temas profundos como la muerte y la pasión. Por último, La pipa de Kif presenta lo grotesco.
El modernismo de Valle-Inclán se alimenta del simbolismo y del parnasianismo, incorporando elementos que parecen contradictorios, como el decadentismo y el vitalismo, el satanismo y el esoterismo, el panteísmo y el cristianismo, como el refinamiento y el primitivismo.
8.1 El Teatro Comercial: Comedia Burguesa, Teatro Cómico y Teatro Poético
El teatro, además de ser un texto literario, es principalmente un espectáculo condicionado por intereses comerciales. En esta época, proliferan los teatros privados dirigidos por empresarios que buscan agradar al público de las clases altas y burguesas. Esto genera limitaciones ideológicas y estéticas: en lo ideológico, el teatro no admite críticas y defiende los ideales conservadores; en lo estético, hay una fuerte resistencia a la innovación, ya que los autores innovadores pueden ver sus obras relegadas al olvido.
Esto explica la división del teatro español en el primer tercio del siglo en dos tendencias:
- El teatro que triunfa, continuador del de la segunda mitad del siglo XIX, con tres líneas principales: el teatro realista o comedia burguesa de Benavente, el teatro en verso tradicionalista y el teatro cómico costumbrista.
- El teatro elitista, que busca innovar con nuevas formas o enfoques ideológicos, representado por autores noventayochistas como Unamuno y Azorín, y autores de la Generación del 27 como Lorca, Alberti, Salinas, entre otros.
Dentro del teatro de éxito comercial, se destacan tres tendencias:
Comedia Burguesa
Este tipo de teatro, también conocido como “alta comedia”, sigue la tradición realista de la segunda mitad del siglo XIX. Se centra en la representación de personajes burgueses y sus costumbres sociales en un marco urbano, con decorados realistas que reflejan la vida cotidiana. El público objetivo es la burguesía media y alta. Jacinto Benavente es el principal autor de esta tendencia, destacando obras como Los intereses creados, que es una farsa al estilo de la Commedia dell’arte.
Teatro Poético
Es un teatro modernista heredero del romanticismo, influido por el Siglo de Oro, que se caracteriza por dramatizar historias históricas y mitos nacionales para exaltar los valores tradicionales como la patria, la familia y la religión. Autores importantes de esta corriente son Eduardo Marquina, quien presenta obras como Las hijas del Cid, y los hermanos Machado, conocidos por su teatro poético con temáticas andaluzas, como en La Lola se va a los puertos.
Teatro Cómico
Este teatro incluye la comedia costumbrista y el sainete, un subgénero del “género chico” que se desprende de la zarzuela. Los autores más representativos de este tipo de teatro son los hermanos Álvarez Quintero, quienes representan una Andalucía superficial y tópica, y Carlos Arniches, que escribió sainetes y también se adentró en la “tragedia grotesca”. En sus obras, como La señorita de Trevélez, se busca la moralización del público. A partir de 1910, el sainete se transformó en el “astracán”, una versión exagerada y vulgarizada, destacada por la obra La venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca.
8.3 La Trayectoria Dramática de Ramón María del Valle-Inclán
Valle-Inclán es el máximo renovador, junto con Lorca, del teatro español antes de la guerra, por varios motivos: la originalidad de sus obras, sus planteamientos radicales, la riqueza y expresividad de su lenguaje y lo distinto de sus temas y estética. Creó un “teatro en libertad” que evoluciona desde un modernismo elegante al esperpento, literatura crítica basada en la distorsión de la realidad. Su obra teatral suele agruparse en ciclos:
Ciclo Modernista
En esta etapa destaca la obra Cenizas, basada en un esteticismo decadente.
Ciclo Mítico
En este ciclo se sitúan Comedias bárbaras, El embrujado y Divinas palabras. Estas obras están localizadas en una Galicia mítica e intemporal, y los conflictos se centran en la lujuria, la crueldad, la superstición y la magia. Comedias bárbaras es una trilogía formada por Cara de plata, Águila de Blasón y Romance de lobos, cuyo protagonista es don Juan Manuel de Montenegro, un tiránico señor feudal. Divinas Palabras es una de sus mejores obras, donde la acción gira en torno a un personaje deforme, un enano, y su carretón. El mundo representado es una Galicia rural sórdida, regida por la corrupción moral y social.
Ciclo de la Farsa
En este ciclo, Valle-Inclán compagina elementos modernistas con una visión ácida de la España de su tiempo. Está integrado por Farsa infantil de la cabeza del dragón, La marquesa Rosalinda, Farsa italiana de la enamorada del rey y Farsa y licencia de la reina castiza. Farsa infantil de la cabeza del dragón supera los límites del teatro infantil, aunque su núcleo parte de un cuento. La marquesa Rosalinda utiliza el verso y mezcla elementos del teatro de marionetas, la commedia dell’arte y el entremés. En Farsa y licencia de la reina castiza, lo grotesco se acentúa para satirizar la España isabelina.
Ciclo Esperpéntico
En una entrevista de 1929, Valle-Inclán declaró que existen tres formas de ver el mundo: de rodillas, en pie o levantado en el aire. Desde arriba, los personajes se ven como muñecos o peleles. Esta visión es la base del esperpento, una distorsión crítica de la realidad, a la que algunos críticos vinculan al expresionismo europeo. Este ciclo está compuesto por Luces de bohemia y la trilogía Martes de carnaval (que incluye Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán). En Luces de bohemia, Max Estrella afirma que “España es una deformación grotesca de la civilización europea”, lo que refleja la crítica a una sociedad absurda. La obra sigue a Max en su última noche, recorriendo Madrid con su amigo Don Latino, y representa una sátira de la miseria, la injusticia y la corrupción de la España contemporánea. El esperpento emplea la deformación caricaturesca, la degradación de los personajes (muchos de ellos fracasados o miserables), contrastes entre lo doloroso y lo grotesco, la ironía y un lenguaje vulgar y lleno de casticismo.
9.1 La Novela en los Años Cuarenta: Novela Nacionalista, Novela Existencial y Tremendista
Carmen Laforet, Camilo José Cela. La Guerra Civil tuvo un impacto negativo en la literatura española, ya que rompió el contexto cultural de décadas anteriores y detuvo las innovaciones de autores como Baroja, Unamuno y Valle-Inclán. Muchos intelectuales se exiliaron, entre ellos Max Aub, Ramón J. Sender y Francisco Ayala. El régimen franquista impuso un aislamiento cultural, cerrando el país a influencias extranjeras. Además, la censura política y religiosa limitó la libertad creativa de los escritores.
Tendencias en la novela de los años 40:
- Escritores del exilio: Relatan la vida en la Monarquía, la República, la Guerra Civil y sus consecuencias con un enfoque crítico. Destacan La forja de un rebelde de Arturo Barea, Memorias de Leticia Valle de Rosa Chacel y Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender.
- Realismo tradicional: Novelas con estructuras clásicas que reflejan la vida y valores de la burguesía sin innovaciones. Destaca Juan Antonio de Zunzunegui con Ay, estos hijos.
- Novela fantástica y humorística: Emplea la fantasía, el humor y mundos imaginarios como vía de escape frente a la dura realidad. Destaca El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez, que presenta un universo mágico dentro de un entorno rural.
- Novela Nacionalista: Surge en la posguerra con un enfoque propagandístico que justifica la victoria franquista y exalta sus ideales. Destacan Javier Mariño de Gonzalo Torrente Ballester, La fiel infantería de Rafael García Serrano, Se ha ocupado el kilómetro seis de Cecilio Benítez Castro, La mascarada trágica de Enrique Noguera y Checas de Madrid de Tomás Borrás.
- Tremendismo: Corriente iniciada por Camilo José Cela, caracterizada por el uso de personajes marginales, situaciones violentas y un tono crudo. Los protagonistas suelen ser seres deformes o socialmente rechazados. La narración es en primera persona con un lenguaje duro. Destacan La familia de Pascual Duarte, donde un campesino violento y analfabeto narra su vida antes de ser ajusticiado, y Pabellón de reposo.
- Realismo existencial: Paralelo al tremendismo, muestra la soledad, la frustración y la falta de comunicación. Sus protagonistas son personajes desarraigados y angustiados, atrapados en un mundo opresivo con espacios cerrados y un estilo narrativo sobrio. La mayoría de estos autores evolucionan luego hacia un realismo más social. Destaca Nada de Carmen Laforet, ganadora del primer premio Nadal en 1945. Es una de las novelas más importantes del período. Narra la historia de una joven en la Barcelona de posguerra que intenta encontrar su camino en un entorno hostil. Su visión subjetiva, la opresión del piso de su abuela y un lenguaje sencillo con toques líricos son elementos clave de la obra.
9.2 La Novela de los Años Cincuenta: Novela del Realismo Social (Camilo José Cela, Rafael Sánchez Ferlosio…)
En los años cincuenta surge en España una nueva generación de novelistas que desarrollan una narrativa comprometida conocida como novela social. Este tipo de novela, de carácter neorrealista, refleja la realidad del país y denuncia las injusticias sociales. Sus principales características incluyen el objetivismo, en el que el narrador relata los hechos sin emitir juicios de valor, como si fuera una cámara cinematográfica. Además, el protagonismo suele ser colectivo en lugar de centrarse en un solo personaje, y la acción se desarrolla en espacios reducidos, como Madrid, Barcelona o incluso una habitación. A menudo, el tiempo narrativo es breve y concentrado, como en El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio o La colmena de Camilo José Cela. Aunque el lenguaje es generalmente sencillo, algunas obras contienen pasajes con gran lirismo.
Los temas más recurrentes en esta novela son la monotonía y la dureza de la vida rural, la soledad y la incomunicación dentro de la sociedad y una visión crítica de la cultura y el pensamiento de la época. Dentro del realismo social se pueden distinguir dos tendencias. La novela social objetivista está influida por la narrativa conductista americana y el Nouveau Roman francés, eliminando la figura del narrador y utilizando técnicas cinematográficas. Por otro lado, el realismo crítico comparte estos rasgos pero añade una crítica social más explícita, presentando personajes que representan distintas clases sociales.
Entre los principales autores de esta corriente destaca Camilo José Cela con La colmena, una novela prohibida por la censura que retrata la sociedad española a través de múltiples personajes en un café de Madrid. Juan Goytisolo, con Campos de Níjar, adopta una postura crítica. Otros autores importantes son Carmen Martín Gaite con Entre visillos, Ignacio Aldecoa con El fulgor y la sangre y Miguel Delibes con El camino y Las ratas. Una de las obras más representativas de esta corriente es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, que ganó el Premio Nadal en 1955. La novela narra un día de verano en el río Jarama, donde un grupo de jóvenes disfruta de la jornada hasta que ocurre una tragedia: la muerte de Luci, una de las muchachas.
9.3 La Novela de los Sesenta y Principios de los Setenta (Luis Martín-Santos, Miguel Delibes…)
Durante los años sesenta, el realismo social entra en decadencia y surge una renovación en la estructura, el lenguaje y el estilo narrativo, dando lugar a la llamada literatura experimental o neovanguardista. Aunque la intención crítica sigue presente, el énfasis se traslada a la experimentación formal. Este cambio se debe a varios factores, como el regreso de autores exiliados, la relajación de la censura y la influencia de escritores extranjeros como Proust, Kafka y Faulkner, además del impacto del boom hispanoamericano.
Las características principales de esta nueva narrativa incluyen la difuminación del argumento, con una acción mínima en la que se mezclan sucesos reales e imaginarios. El protagonista, aunque central en la historia, suele carecer de una identidad clara y definida. El espacio tiende a ser reducido e impreciso, y se producen saltos temporales y desorden cronológico, lo que convierte el texto en un rompecabezas para el lector. Las novelas presentan estructuras abiertas, sin finales definidos, y el punto de vista narrativo varía constantemente, combinando narrador omnisciente, narrador-personaje e incluso el uso de la segunda persona. Es frecuente la intromisión del narrador con comentarios y digresiones.
Desde el punto de vista estilístico, se introduce un léxico más elaborado, combinando lenguaje coloquial y vulgar con rupturas sintácticas. Se alternan frases largas y complejas con otras breves, y se experimenta con los signos de puntuación, suprimiéndolos en algunos casos. También se incorporan recursos como el monólogo interior, el contrapunto y la intertextualidad. Esta forma de narrar exige un lector activo que participe en la reconstrucción del sentido de la obra.
Un año clave es 1962, con la publicación de Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, considerada fundamental en la evolución de la literatura española del siglo XX. La novela recorre distintos ambientes de Madrid, desde prostíbulos hasta barrios marginales, mostrando la miseria y brutalidad de la sociedad. Martín-Santos, psiquiatra de profesión, plantea que los condicionamientos sociales no son los únicos factores que determinan el destino de las personas. La obra, con tono existencial y carga simbólica, se compone de sesenta y tres secuencias con una narración no lineal, alternando diferentes perspectivas y técnicas narrativas, como el monólogo interior y el narrador omnisciente.
Miguel Delibes alcanza su cima literaria con Cinco horas con Mario (1966), un extenso monólogo en el que la protagonista recuerda y reprocha a su esposo fallecido su forma de ser y sus ideales, mientras vela su cadáver. Juan Goytisolo, por su parte, se suma a la renovación con Señas de identidad (1966), donde introduce múltiples innovaciones, como cambios de punto de vista, ausencia de signos de puntuación y frases en distintos idiomas. Juan Marsé, en sus primeras obras Encerrados con un solo juguete (1960) y Esta cara de la luna (1962), aborda el desencanto juvenil. En Últimas tardes con Teresa (1966), critica el progresismo superficial de la juventud universitaria, destacando la ironía, la parodia y la variedad de registros. Finalmente, su novela Si te dicen que caí (1973) es una de las más experimentales, con una visión cruda y sórdida de la posguerra española.