Marx
1. El Ser Humano
La concepción marxista del hombre
Marx afirma que el hombre es un ser histórico. Sostiene que el hombre es un ser activo o productivo cuya esencia es la praxis. La principal actividad del hombre es el trabajo mediante el cual el hombre se realiza a sí mismo y desarrolla su naturaleza en la historia. Al consistir la naturaleza humana en la producción de su vida, el hombre es un ser relacional, pues mediante la actividad productiva el hombre se relaciona con la naturaleza al transformarla y con los otros hombres. Por ello, el hombre es un ser social cuya esencia es el conjunto de sus relaciones sociales.
La alienación económica
Marx considera que la crítica de la religión realizada por Feuerbach es insuficiente, porque no descubre ni critica las condiciones económicas y sociales que generan la alienación religiosa al impedir la realización de su humanidad.
La alienación radical del hombre es, según Marx, la alienación económica, es decir, la alienación del trabajo. Mediante el trabajo el hombre debería realizarse apropiándose de la naturaleza, humanizándola y satisfaciendo sus necesidades, pero las condiciones del trabajo asalariado propias del capitalismo hacen que el trabajo sea una actividad alienante. En primer lugar, el producto del trabajo del hombre pasa a ser propiedad de otro y con ello se convierte en algo extraño y ajeno al trabajador. En segundo lugar, el trabajador se aliena con respecto a sí mismo, ya que el hombre se manifiesta en el producto de su trabajo y, al convertirse el producto en una mercancía extraña al trabajador, la actividad productiva y el propio trabajador se convierten también en una mercancía extraña que pertenece a otro. Por último, la relación del trabajador con la Naturaleza y los otros hombres también se transforma en alienación, pues la Naturaleza pasa a ser algo hostil al trabajador, y los otros hombres se convierten en seres extraños a los que pertenece el trabajo y su producto.
La alienación del trabajo es una situación negativa, puesto que supone la deshumanización tanto del trabajo como del trabajador. Sin embargo, no se trata de una situación natural sino de una situación histórica propia del capitalismo y, por ello, es posible superarla. Para hacerlo son necesarios un conocimiento científico de la estructura socioeconómica y una transformación práctica de la realidad. Marx realiza una crítica tanto de la alienación como de la economía política clásica en tanto que ideología que oculta y justifica el modo de producción capitalista y las relaciones sociales que genera.
2. El Materialismo Histórico, Realidad y Sociedad: El Comunismo Marx
El materialismo histórico
El materialismo histórico es la concepción materialista de la historia desarrollada por Marx según la cual la historia se reduce, en último término, a la sucesión de modos de producción o formas de producir los bienes materiales, es decir, al proceso real de producción. El análisis de este proceso real de producción constituye, por tanto, la esencia de la teoría de la sociedad y de la historia denominada materialismo histórico.
La infraestructura económica y la superestructura ideológica
La acción histórica fundamental del hombre es la producción de los medios para satisfacer sus necesidades materiales, es decir, la producción de su vida material. Ahora bien, esta producción es una producción social, pues en ella el hombre establece relaciones sociales con otros hombres independientemente de su voluntad. Estas relaciones sociales son relaciones de producción, ya que su fundamento es la producción de los bienes materiales necesarios para su subsistencia. Las relaciones de producción se expresan en las relaciones de propiedad y son así las relaciones entre los propietarios de los medios de producción (maquinaria, instrumentos, materia, tierra, ganado, industria, etc.) y los productores directos de un determinado proceso de producción (los trabajadores). Por tanto, las relaciones de producción consisten en las relaciones entre la clase dominante y la clase dominada.
La relación entre la infraestructura y la superestructura
La tesis fundamental del materialismo histórico es que el modo de producción de la vida material o infraestructura económica determina o condiciona la superestructura, esto es, el proceso de la vida social, política y espiritual. Es decir, el fundamento económico condiciona el desarrollo de la historia y, por ello, la teoría marxista de la historia es un materialismo histórico.
La lucha de clases como motor de la historia
En ciertos momentos de la historia, el desarrollo de las fuerzas productivas llega a un estado en el que entra en contradicción con las relaciones de producción existentes o relaciones de propiedad. Esta contradicción consiste en que las relaciones de producción, que antes habían favorecido la evolución de las fuerzas productivas, resultan ser ahora un obstáculo para el progreso de éstas. Esta contradicción entre relaciones de producción y fuerza productiva consiste en la lucha de clases. Al darse esta contradicción en la infraestructura económica, se entra en una época de revolución social. Toda esta explicación del proceso histórico constituye otra de las tesis fundamentales del materialismo histórico: el motor de la historia es la lucha de clases entre la clase dominante que posee los medios de producción y la clase dominada que aporta la fuerza de trabajo.
El comunismo
En el desarrollo de la historia, se han dado cuatro modos de producción fundamentales que son etapas progresivas de la evolución de la formación social, es decir, sociedad. Dichos modos de producción o sistemas económicos son: el primitivo, el antiguo, el feudal y el burgués moderno o capitalista. El modo de producción burgués da lugar a la última formación social existente. En ella se da un antagonismo o contradicción entre la clase burguesa y la clase proletaria. El mismo desarrollo de las fuerzas de producción en la sociedad capitalista producirá las condiciones materiales necesarias para la superación de dicha contradicción. Así pues, la verdadera historia de la humanidad, es decir, la época en la que ya no exista la opresión ni la explotación de una clase por otra, comenzará cuando desaparezca el capitalismo.
Por tanto, el fin al que se dirige la historia es la desaparición de las clases sociales y la instauración del comunismo, cuyo advenimiento surgirá del propio desarrollo interno del capitalismo, aunque la clase proletaria acelere este proceso mediante la acción revolucionaria y la una provisional dictadura del proletariado que estabilice los medios de producción. En la sociedad comunista desaparecerán la propiedad privada, las clases sociales, las alienaciones y, por tanto, tendrá lugar la plena realización del hombre.
El análisis económico del capitalismo
Para explicar la situación de alienación del proletariado en la sociedad capitalista, así como la necesidad de que este modo de producción sea superado, Marx realizó un análisis económico del capitalismo. Ahora bien, la única manera de ganar dinero en el proceso de producción es pagar al obrero con un salario inferior al valor de su trabajo, pues el coste de las materias primas y los medios de producción es más o menos constante. Sin embargo, la obtención de esta plusvalía supone la explotación del obrero, cuyo trabajo no sólo queda reducido a una pura mercancía, sino que, además, no es remunerado conforme a su valor.
Para que esto sea posible es necesario que la demanda de mano de obra sea inferior a su oferta, cosa que la división del trabajo y la inversión en máquinas favorecen. Pero a su vez ello conduce al proletariado a una situación de miseria y, por consiguiente, a la pérdida de su poder adquisitivo. Estas contradicciones internas del capitalismo implican necesariamente su superación, que puede ser acelerada por la conciencia de clase por parte del proletariado.
Friedrich Wilhelm Nietzsche
A. Conocimiento y Metafísica
Aunque es posible distinguir varios periodos en la filosofía de Nietzsche (1844-1900), se puede considerar que, en general, su pensamiento constituye una profunda crítica de la cultura occidental que, a su vez, origina una nueva interpretación de la realidad, la verdad y el hombre. En el primer período de su pensamiento, Nietzsche interpretó la cultura griega como la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, que representan respectivamente la razón y la vida, el equilibrio y la desmesura, la individualidad y la unión con la totalidad. La razón socrática y platónica, no sólo es incapaz de acceder a la vida, sino que, además, la niega al someterla a la virtud y la verdad. Sócrates supone, por tanto, el triunfo de Apolo sobre Dionisos.
Según Nietzsche, el conocimiento racional es un mero recurso para la supervivencia que consiste en la creación de convenciones mediante el lenguaje con el fin de hacer posible la vida en sociedad. El ser humano inventa metáforas que expresan la diversidad de sus relaciones con las cosas y la multiplicidad de perspectivas desde las que interpreta el mundo. Sin embargo, estas metáforas se convierten, gracias a la costumbre, en conceptos que pretenden erróneamente designar los objetos con independencia del ser humano y omiten con ello las diferencias entre los individuos.
Por tanto, la verdad es tan sólo una ficción. En definitiva, la vida no puede conocerse con la razón, sino que sólo es accesible al arte y la intuición. El error fundamental de la epistemología occidental consiste, por tanto, en creer que los conceptos o categorías racionales aprehenden la verdadera realidad, cuando lo auténticamente real no son las entidades inmutables e idénticas a sí mismas a las que se refieren los conceptos nacidos de la abstracción, sino el cambio, la multiplicidad de sentidos y la diversidad de perspectivas, que sólo se pueden expresar mediante metáforas. Por último, Nietzsche critica las ciencias positivas por someter lo real a las matemáticas y reducirlas cualidades a puras cantidades. El mecanicismo y el positivismo de las ciencias también suponen la reducción del devenir y la diferencia a mera ilusión.
Nietzsche considera que la vida es la auténtica realidad. A su juicio, la metafísica occidental implica, por el contrario, una valoración negativa de la vida, pues afirma la existencia de un mundo suprasensible, estático e inmutable, opuesto al devenir y la diversidad en qué consiste la expansión de la vitalidad. Nietzsche afirma que la única realidad existente es el devenir vital que éstos nos muestran, y, en consecuencia, niega toda realidad inmutable, eterna o imperecedera, así como toda sustancia permanente o estable. Por este motivo, critica también el cristianismo, ya que igualmente un desprecio a la vida al inventar otro mundo distinto del terrenal. Esta actitud supone un profundo nihilismo, porque es una negación de la vida. Ante esta situación, Nietzsche propone la destrucción definitiva de todo valor contrario a la vida. Al proclamar “la muerte de Dios”, no sólo defiende un ateísmo radical contra el monoteísmo cristiano, sino que niega todo valor trascendente y superior a la vida con el fin permitir una afirmación y una valoración positiva de ésta, cuya auténtico origen es la voluntad de poder, es decir, la tendencia a afirmarse, crecer y superarse. Este asentimiento incondicional a la vida se expresa en la creencia en el “eterno retorno de lo idéntico”, que, al negar toda trascendencia, otorga una importancia decisiva a la intensidad del instante que se repetirá infinitas veces.
C. Moral en Nietzsche
Aunque es posible distinguir varios periodos en la filosofía de Nietzsche (1844-1900), se puede considerar que, en general, su pensamiento constituye una profunda crítica de la cultura occidental que, a su vez, origina una nueva interpretación de la realidad, la verdad y el hombre. En el primer período de su pensamiento, Nietzsche interpretó la cultura griega como la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, que representan respectivamente la razón y la vida, el equilibrio y la desmesura, la individualidad y la unión con la totalidad. La razón socrática y platónica, no sólo es incapaz de acceder a la vida, sino que, además, la niega al someterla a la virtud y la verdad. Sócrates supone, por tanto, el triunfo de Apolo sobre Dionisos. Nietzsche sostiene que los valores morales sobre los que se funda la cultura occidental se oponen a la vida y sus instintos. Según la genealogía de la moral que lleva a cabo, la historia de la cultura occidental es el triunfo de la moral de esclavos sobre la moral de señores. Una de las manifestaciones más claras de ello es el cristianismo, que parte de las ideas de la culpa y el pecado para defender valores como la humildad, el sacrificio o la compasión. Como la vida consiste en voluntad de poder -es decir, en voluntad de ser más, crecer y superarse-, sólo puede afirmarse mediante la creación de nuevos valores. Una vez superado el nihilismo, que es consecuencia de la superación de los valores tradicionales de la cultura occidental. Así, en oposición a los valores contrarios a la vida que imponen la religión, la moral y la metafísica de la tradición occidental, Nietzsche propone una transmutación o inversión de los valores – expresada metafóricamente por la transformación del camello (que carga y soporta el peso de la cultura y valores occidentales),en león (que se revela contra esa carga) y de éste finalmente en niño (que liberado de esa carga es libre sin esos valores ajenos a la vida, para superar el nihilismo es capaz de ser el superhombre, que con la voluntad de poder, encuentra el verdadero sentido de la vida)- cuya raíz es la afirmación de la totalidad de la vida con su multiplicidad y su devenir.
B. Ser Humano en Nietzsche
Aunque es posible distinguir varios periodos en la filosofía de Nietzsche (1844-1900), se puede considerar que, en general, su pensamiento constituye una profunda crítica de la cultura occidental que, a su vez, origina una nueva interpretación de la realidad, la verdad y el hombre. En el primer período de su pensamiento, Nietzsche interpretó la cultura griega como la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, que representan respectivamente la razón y la vida, el equilibrio y la desmesura, la individualidad y la unión con la totalidad. La razón socrática y platónica, no sólo es incapaz de acceder a la vida, sino que, además, la niega al someterla a la virtud y la verdad. Sócrates supone, por tanto, el triunfo de Apolo sobre Dionisos.
La crítica nietzscheana de la metafísica occidental incluye el rechazo de la noción de la noción de sustancia y, por tanto, la negación de la existencia de un yo que permanezca tras el devenir. Así, más que un único sujeto, habría una pluralidad de puntos o instantes de vida, es decir, una multitud de perspectivas.
El ser humano es tan sólo un puente tendido hacia el superhombre. Este hombre superior acepta la muerte de Dios y ama esta vida sin someterse a ningún valor absoluto por encima de ella, rechaza la moral de esclavos y el valor de la igualdad, y los sustituye por el amor a la vida. Nietzsche propone una transmutación o inversión de los valores – expresada metafóricamente por la transformación del camello (que carga y soporta el peso de la cultura y valores occidentales),en león (que se revela contra esa carga) y de éste finalmente en niño (que liberado de esa carga es libre sin esos valores ajenos a la vida, para superar el nihilismo es capaz de ser el superhombre, que con la voluntad de poder, encuentra el verdadero sentido de la vida)-.
De este modo, logra vivir libremente con la inocencia de un niño que se encuentra más allá del bien y del mal, sin crearse otros mundos para huir de la tierra, diciendo un eterno y arriesgado sí a la vida. Esta exaltación de la vida y de la creatividad, propias de la voluntad de poder vivida por el superhombre, alcanzan su mayor hondura con la idea del eterno retorno, según la cual hay que amar la vida hasta tal punto de querer vivirla de nuevo aunque todo se repita eternamente. No existe ninguna finalidad ajena a la vida, ningún otro mundo que le otorgue sentido, ninguna meta trascendente ni origen absoluto. La vida es amada con alegría en cada instante a pesar del dolor y la tragedia.
D. Política en Nietzsche
Aunque es posible distinguir varios periodos en la filosofía de Nietzsche (1844-1900), se puede considerar que, en general, su pensamiento constituye una profunda crítica de la cultura occidental que, a su vez, origina una nueva interpretación de la realidad, la verdad y el hombre. En el primer período de su pensamiento, Nietzsche interpretó la cultura griega como la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, que representan respectivamente la razón y la vida, el equilibrio y la desmesura, la individualidad y la unión con la totalidad. La razón socrática y platónica, no sólo es incapaz de acceder a la vida, sino que, además, la niega al someterla a la virtud y la verdad. Sócrates supone, por tanto, el triunfo de Apolo sobre Dionisos. Nietzsche considera que la existencia del Estado constituye otra de las consecuencias de la imposición de la moral de esclavos sobre la moral de señores, y, por tanto, una limitación para la libre afirmación de la vida por parte de los fuertes (los que han conseguido pasar al nihilismo, se han deshecho de la moral occidental tradicional y se han dado unos nuevos valores). En su opinión, la democracia es, en el fondo, el gobierno de la mayoría de los débiles, cuyo único objetivo es contrarrestar y doblegar a los «espíritus libres». Del mismo modo, la lucha por la igualdad mantenida por el socialismo representa una negación de la vida de los individuos y su libertad. Así pues, parece que el pensamiento político de Nietzsche se inclina más bien hacia la negación y destrucción del Estado como obstáculo para la libre expansión de las fuerzas vitales. No obstante, esta propuesta está muy lejos del movimiento anarquista obrero. En cuanto a su vinculación con el nacionalsocialismo, si bien es cierto que algunas de las afirmaciones de este filósofo relativas a los hombres débiles pueden ser manipuladas para apoyar esta ideología, no hay en su obra ninguna defensa de la superioridad de la raza aria, y, en cambio, sí se encuentra en ella cierta oposición a los nacionalismos, incluido el alemán.
E. Dios en Nietzsche
El problema de Dios en Nietzsche es una de las críticas más radicales a la tradición filosófica y religiosa de Occidente. Para él, la idea de Dios representa todo lo que va en contra de la vida: la negación del devenir, la imposición de valores trascendentes y la creación de un mundo ficticio que desprecia la realidad terrenal. La metafísica occidental ha construido la noción de un mundo inmutable y eterno, opuesto al cambio y la multiplicidad que caracterizan la existencia. En este sentido, Dios simboliza el intento humano de fijar verdades absolutas y de someter la vida a una moral que prioriza la culpa, el pecado y el sacrificio. Esta moral, que Nietzsche llama moral de esclavos, exalta valores como la humildad y la compasión, fomentando la debilidad y la resignación en lugar de la fuerza y la afirmación de la existencia.
La proclamación de la “muerte de Dios” no significa simplemente el rechazo de su existencia, sino el derrumbe de todo un sistema de valores que ha dominado la historia de la humanidad.
Sin Dios, desaparecen las verdades universales y las normas absolutas, dejando al ser humano frente al nihilismo. Este nihilismo puede ser negativo, llevando al vacío y la desesperación, o positivo, cuando se convierte en la oportunidad de crear nuevos valores basados en la voluntad de poder, es decir, en la capacidad de cada individuo de afirmarse y superarse a sí mismo. De este proceso surge el superhombre, quien no se somete a normas impuestas, sino que crea su propio sentido de la vida.
Nietzsche considera que el politeísmo de la antigüedad reflejaba mejor la diversidad de la vida que el monoteísmo cristiano. Entre los dioses antiguos, destaca Dionisio, símbolo de la pasión, el instinto y el goce, frente a Apolo, que representa la mesura y la racionalidad Nietzsche se identifica con Dionisio porque su filosofía busca celebrar la vida en su totalidad, sin restricciones ni renuncias. En este contexto, la idea del eterno retorno se convierte en la máxima afirmación de la existencia: si todo ha de repetirse infinitamente, el verdadero sentido de la vida es vivir cada instante con tal intensidad que se desee su repetición eterna. Así, la muerte de Dios no es solo el fin de una creencia, sino el inicio de una nueva forma de vivir basada en la autoafirmación y en la libertad absoluta del individuo.