Estructura, Estilo y Simbolismo en *Nada* y *La casa de Bernarda Alba*

Nada de Carmen Laforet

Estructura y Argumento

Nada tiene una estructura lineal dividida en tres partes y narrada en primera persona por Andrea. La historia sigue el curso de un año académico, desde la llegada de la protagonista a Barcelona hasta su partida, funcionando casi como una novela de aprendizaje (bildungsroman), aunque sin una evolución clara hacia la madurez.

El argumento se centra en la experiencia de Andrea en la casa de sus parientes y en su intento por encontrar su propio camino. Al principio, llega con ilusión a Barcelona para estudiar, pero pronto se da cuenta del ambiente asfixiante en el que deberá vivir. Su familia está marcada por la pobreza, la violencia y los secretos. Su tío Román ejerce una influencia ambigua sobre ella, mientras que su tía Angustias intenta controlarla con normas estrictas. Su amistad con Ena es su único respiro, pero esta relación también se ve envuelta en conflictos cuando Román y Ena se relacionan de forma misteriosa.

A lo largo de la novela, Andrea se debate entre la esperanza y el desencanto. Con el tiempo, va perdiendo la ilusión y la confianza en su entorno. Finalmente, cuando Ena la invita a marcharse con su familia a Madrid, Andrea acepta, pero sin una sensación de triunfo. Su salida de Barcelona no es una liberación total, sino un acto de resignación, lo que refuerza el tono existencialista de la novela.

La estructura de Nada es sencilla en su narración lineal, pero la profundidad psicológica de los personajes y la densidad del ambiente la convierten en una obra compleja y llena de matices.

Características Formales y Estilo

El estilo de Carmen Laforet en Nada es sobrio y directo, con un equilibrio entre sencillez y lirismo. La narración en primera persona permite al lector adentrarse en la subjetividad de Andrea, reforzando el tono introspectivo y existencialista de la novela. Su estructura es lineal, abarcando un año de la vida de la protagonista, aunque incorpora recuerdos y reflexiones que enriquecen la historia.

La novela refleja influencias del existencialismo de Sartre y Camus, abordando temas como la soledad, la incomunicación y la falta de sentido. Aunque se aleja del realismo social de los años cincuenta, anticipa algunos de sus rasgos en la descripción de la pobreza y la opresión de la posguerra. También se puede considerar una novela de aprendizaje (bildungsroman), aunque Andrea no alcanza una madurez plena, sino una resignación ante su realidad.

El uso del espacio es simbólico, especialmente la casa de la calle Aribau, que representa el aislamiento y la desesperanza. En contraste, lugares como la Universidad de Barcelona y la casa de Ena reflejan mundos distintos que Andrea anhela pero en los que nunca se integra completamente. La ambientación en la Barcelona de posguerra refuerza el tono pesimista de la obra.

Los diálogos, aunque no muy abundantes, reflejan la violencia y el ambiente opresivo de la familia, contribuyendo a la sensación de angustia. El lenguaje es natural y fluido, pero con momentos de gran intensidad emocional. La combinación de estos elementos convierte a Nada en una obra fundamental de la literatura española del siglo XX, destacando por su profundidad psicológica, su estilo introspectivo y su retrato fiel de la sociedad de la época.


La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca

Acto 1

En este primer acto de La casa de Bernarda Alba se observan muchas de las características formales y estilísticas de la Generación del 27 y del teatro de García Lorca. Este grupo literario, aunque conocido principalmente por su poesía, también renovó el teatro español, y Lorca, con sus tragedias rurales, combinó elementos tradicionales con una sensibilidad moderna. En este acto inicial, Lorca establece un lenguaje directo y simbólico en los diálogos, reforzado por acotaciones que aportan detalles esenciales sobre la atmósfera opresiva de la casa. Desde el inicio, el autor utiliza recursos estilísticos que sugieren la rigidez del entorno, como el luto que se convierte en una metáfora de la muerte emocional de las hijas de Bernarda.

El estilo en este acto está determinado por su función introductoria: se presenta a los personajes, el conflicto principal y el ambiente asfixiante de la casa. Bernarda, con frases autoritarias como “Aquí se hace lo que yo mando” o “¡Silencio!”, asume el control absoluto del hogar, marcando su carácter despótico. Estas frases se convierten en un leitmotiv que refuerza la ideología represiva de la protagonista. El lenguaje, aunque cotidiano, adquiere un tono poético a través de metáforas como el calor sofocante que simboliza la tensión emocional y la opresión de las hijas. Además, elementos tradicionales como el toque de las campanas de la iglesia refuerzan la ambientación rural y la influencia de las costumbres cristianas en la vida de los personajes.

Otro recurso relevante en este acto es la introducción de símbolos que se mantendrán a lo largo de la obra, como el bastón de Bernarda, que representa su poder autoritario, y el luto, que se convierte en una metáfora visual y emocional. A pesar de su función expositiva, este acto logra mantener una atmósfera cargada de tensión, con diálogos en los que se sugieren conflictos futuros, como la rivalidad entre las hermanas por Pepe el Romano, quien aunque no aparece, comienza a ser mencionado como un catalizador de las pasiones reprimidas. Este primer acto, además de establecer la dinámica familiar y social, anuncia el tono trágico de la obra y los temas de opresión, deseo y rebeldía que culminarán en el desenlace.

Acto 2

En este segundo acto de La casa de Bernarda Alba se intensifica el conflicto principal de la obra, y se observan nuevamente las características formales y estilísticas de Lorca. En este punto, el drama se adentra en las tensiones entre las hermanas, especialmente por la presencia de Pepe el Romano, quien, aunque nunca aparece en escena, simboliza el deseo reprimido y la libertad anhelada. El lenguaje de los diálogos mantiene su carácter realista, pero está cargado de un simbolismo que refuerza las emociones internas de los personajes. Por ejemplo, el caballo encerrado que golpea la puerta es una metáfora directa de la frustración sexual de las hijas y la opresión que sufren en la casa.

El estilo de este acto está marcado por su ubicación en la trama, donde las tensiones llegan a un punto crítico. Lorca emplea frases breves y cargadas de emoción que sugieren los secretos y rivalidades que dividen a las hermanas. La atmósfera de claustrofobia emocional se ve reflejada en imágenes poéticas como el calor sofocante, que funciona como un símbolo de la represión. Además, el uso de símbolos tradicionales y modernos, como el abanico que Adela utiliza en un acto de desafío, refuerza la confrontación entre el deseo de libertad y las normas impuestas por Bernarda.

Las acotaciones también son fundamentales en este acto, ya que describen los gestos y miradas de los personajes, que muchas veces expresan más que las palabras mismas. La rivalidad entre Martirio y Adela, que se insinúa en el primer acto, se hace más evidente aquí, destacando la complejidad emocional de los personajes. Asimismo, las canciones y coplas tradicionales que aparecen en la obra añaden un toque lírico que contrasta con la dureza de los diálogos, mostrando la riqueza estilística de Lorca.

Este acto refuerza el tono trágico de la obra, mostrando cómo las emociones reprimidas y las normas autoritarias de Bernarda se convierten en un terreno fértil para el conflicto y el sufrimiento. A través de un lenguaje que mezcla lo cotidiano con lo poético, Lorca logra transmitir la profundidad psicológica de los personajes y construir una atmósfera de tensión que prepara al público para el desenlace inevitable. Este segundo acto, con su desarrollo de las tensiones internas, representa el punto de inflexión que da forma a la tragedia que se desata en el tercer acto.

Acto 3

En este fragmento del tercer acto de La casa de Bernarda Alba se observan muchas de las características formales y estilísticas tanto de la Generación del 27 como del teatro de García Lorca. Este grupo poético renovó el lenguaje literario español, especialmente en la poesía, pero también en el teatro. Las obras más dramáticas de Lorca reflejan también su estilo poético, en el que conjuga elementos tradicionales y modernos. Sus tragedias rurales, entre las que está La casa de Bernarda Alba, usan en sus diálogos y acotaciones un lenguaje eminentemente poético. Además, la música adquiere una relevancia enorme, ya que Federico incluye numerosas canciones en sus obras.

El estilo de este fragmento está marcado por su ubicación en la trama de la obra: la tensión del argumento, con el suicidio de Adela, llega a su máxima expresión, y Federico lo expresa en frases cortas y exclamaciones. En esta escena es Bernarda la que más habla, asumiendo el mando de su casa tras la rebelión de Adela e imponiendo el luto. En las palabras de la protagonista encontramos diversas exhortaciones, como “¡A callar he dicho!” o “¡Nos hundiremos!”, para mostrar su autoridad. También tenemos referencias a la época y las costumbres cristianas (“Den dos clamores de campana” o “se santigua”). Además, se observa el carácter poético que en ocasiones adquiere la obra con metáforas como “mar de luto” o hipérboles como “dichosa ella mil veces”. Además, se repite la palabra “¡Silencio!”, gritada por Bernarda, que se convierte en leitmotiv y representa la ideología de Bernarda.

Este final es típico por su tensión, la muerte y por la búsqueda de la catarsis del género al que pertenece La casa de Bernarda Alba: la tragedia.