El Problema de Dios: Santo Tomás de Aquino
Tomás de Aquino sabe por revelación que Dios existe; sin embargo, pretende demostrar dicha existencia utilizando la razón. Considera que esto es posible, ya que la existencia de Dios se trata de un preámbulo de la fe que puede ser conocido tanto por la fe como por la razón. A su vez, ve necesario realizar esta demostración porque existen ateos, lo cual indica que la existencia de Dios no es una verdad evidente por sí misma ni tampoco una idea innata.
A la hora de probar algo, existen dos tipos de demostración:
- La que se realiza a priori (independiente o previamente a la experiencia).
- La que se realiza a posteriori (que depende de la experiencia).
La demostración a priori se ejemplifica claramente en el argumento ontológico de San Anselmo: “Si Dios es el ser más perfecto que la razón pueda concebir, a ese ser más perfecto no le puede faltar la existencia, porque entonces habría un ser más perfecto aún: aquel que no solo exista en nuestra imaginación, sino también en la realidad. Por tanto: Dios existe”. En este tipo de demostración se parte de la idea de la perfección de Dios, como causa, para llegar a afirmar su existencia como un efecto necesario.
Tomás de Aquino rechaza la validez de este tipo de demostración, ya que los seres humanos, al ser imperfectos y limitados, no podemos conocer directamente la esencia de un ser perfecto e infinito. Por tanto, los atributos de la esencia de Dios solo podremos conocerlos por analogía, la cual se ajusta mejor a nuestras capacidades. En resumen, no es lícito deducir a partir de la esencia divina (desconocida para nosotros en sí misma), la existencia necesaria de Dios.
Pero sí es posible realizar una demostración a posteriori partiendo del conocimiento de las cosas sensibles (la experiencia). A partir de ahí podemos encontrar una vía (camino) para demostrar la existencia de Dios. Dicho de otro modo, partiendo de los efectos sensibles podemos llegar hasta su causa. Esta posibilidad cuadra con una teoría del conocimiento con base empirista como la de Santo Tomás.
Las Cinco Vías Tomistas
Las cinco vías constituyen el procedimiento utilizado por Tomás para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas presentan la misma estructura:
- Parten de un hecho de experiencia que debe ser explicado.
- Se recurre al principio de causalidad: todo efecto contingente posee una causa.
- Se niega la posibilidad de una serie infinita de causas subordinadas entre sí, pues eso equivaldría a no explicar nada (la causa última quedaría sin explicar).
- Se afirma la necesidad de una primera causa incausada (o un primer motor, un ser necesario, etc.).
- Se identifica esta causa primera con el Dios cristiano de la revelación.
- Se concluye: Dios existe.
Las cinco vías son:
- Vía del movimiento: Va desde el movimiento que observamos en el mundo hasta el Motor Inmóvil, que es Dios. Puesto que todo lo que se mueve es movido por otro, es necesario que exista un iniciador del movimiento que no sea movido por nada.
- Vía de la causalidad eficiente: Va desde las causas eficientes subordinadas (que son a su vez causadas) hasta la Primera Causa Incausada, que es Dios. Puesto que observamos que todo efecto tiene una causa, y una causa no puede ser causa de sí misma en el mismo orden, es necesario que exista una primera causa que no sea causada por nada.
- Vía de la contingencia: Va desde la contingencia que observamos en las criaturas (pueden existir o no existir) hasta el Ser Necesario (es imposible que no exista), que es Dios. Puesto que observamos seres que empiezan a existir y dejan de existir (contingentes), debe existir un Ser que exista necesariamente por sí mismo y que sea la causa de la existencia del resto de seres, todos ellos contingentes.
- Vía de los grados de perfección: Va desde la mayor o menor perfección que observamos en las criaturas (bondad, belleza, verdad, etc.) hasta el Ser Sumamente Perfecto, que es Dios. Puesto que observamos distintos grados de perfección en las cosas, debe existir necesariamente un ser que posea la perfección en grado sumo, causa de todas las perfecciones limitadas que encontramos en el mundo.
- Vía de la finalidad o del orden cósmico: Va desde el orden y la finalidad que observamos en el mundo (todos los seres, incluso los irracionales, parecen dirigirse a un fin) hasta la Suprema Inteligencia Ordenadora, que es Dios. Puesto que los seres naturales, incluso los que carecen de conocimiento, obran por un fin (lo cual se manifiesta en que actúan de manera ordenada para conseguir lo que es mejor), debe existir un ser inteligente que dirija todas las cosas naturales hacia su fin.
Críticas y Contexto
El problema fundamental de estas demostraciones es que se pasa siempre de lo observado (efectos en el mundo sensible) a lo que no puede ser observado (la Causa Primera trascendente), dándose un salto que algunos filósofos modernos y contemporáneos considerarán ilegítimo. Por otro lado, también podría interpretarse el orden natural como resultado del azar y no como efecto de una inteligencia ordenadora, o podría admitirse una secuencia infinita de causas que no desembocara en ningún principio incausado, tal y como hacían algunos filósofos griegos. Pero es preciso comprender que todo saber está históricamente determinado, y el teocentrismo era una premisa cultural fundamental en la Edad Media.
El Conocimiento de la Esencia Divina
Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos intentar acceder racionalmente a su esencia o modo de ser. Por supuesto, tal y como veíamos cuando Tomás de Aquino rechaza la demostración a priori de San Anselmo, el conocimiento que el ser humano puede tener de la esencia divina es imperfecto y limitado, puesto que Dios es infinito y el entendimiento humano es finito. A pesar de ello, los atributos divinos pueden ser conocidos a través de tres vías:
- Vía de la afirmación (o causalidad): Por la que afirmamos de Dios las perfecciones que encontramos en sus efectos (las criaturas), entendiendo que Él es la causa de ellas: Dios es bueno, sabio, poderoso, etc.
- Vía de la negación (o remoción): Consiste en negar de Dios todos aquellos atributos imperfectos y limitaciones que observamos en las criaturas: Dios es infinito (sin límites), inmutable (no cambia), simple (sin composición materia-forma, acto-potencia, esencia-existencia), acto puro (sin potencia pasiva), necesario (no contingente), etc.
- Vía de la eminencia: Consiste en predicar de Dios todas aquellas perfecciones puras (las que no implican imperfección) que predicamos de las criaturas, pero elevándolas al grado sumo o eminente. Así sabemos que Dios es la suma perfección, la suma bondad, el sumo bien, etc.
Aspectos del Pensamiento de San Agustín de Hipona
El Problema del Mal
Respecto al problema del mal en el mundo, este consiste en la dificultad de conciliar la existencia del mal con un Dios omnipotente y bueno. Si Dios creó todo, ¿creó también el mal? Para Agustín de Hipona, la solución es considerar que todo lo creado por Dios es bueno. El mal no es una entidad real (un ser), sino una ausencia o carencia de ser o de la perfección debida (privatio boni). Además, Agustín argumenta que el mal físico (dolor, sufrimiento) solo es permitido por Dios si de él puede resultar un bien mayor.
Agustín explica igualmente el mal moral (pecado) como una consecuencia del mal uso de un bien mayor: la libertad humana. El pecado ocurre cuando la voluntad humana se aparta del Bien supremo (Dios) y se vuelve hacia bienes inferiores.
La Concepción de la Sociedad y la Historia
Agustín de Hipona concibe la historia como un proceso lineal con un principio (la Creación) y un fin (el Juicio Final), donde Dios se manifiesta y se produce la salvación. En su obra La Ciudad de Dios, distingue dos grupos humanos simbólicos que coexisten y luchan a lo largo de la historia:
- La Ciudad Terrenal (Civitas Terrena): Formada por aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios. Buscan la paz y la gloria en este mundo.
- La Ciudad de Dios (Civitas Dei): Compuesta por quienes aman a Dios por encima de todo, hasta el desprecio de sí mismos. Buscan la paz eterna en Dios.
Ambas ciudades coexisten mezcladas en la historia en constante lucha ética y espiritual, pero al final de los tiempos triunfará definitivamente la Ciudad de Dios.
Libre Albedrío y Responsabilidad Humana
Agustín defiende que, aunque la naturaleza humana está debilitada por el pecado original, Dios le otorgó al ser humano el libre albedrío (liberum arbitrium), que es la capacidad de elegir. Esto significa que los seres humanos tienen la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Si no tuviéramos esta capacidad de decisión, no podríamos ser responsables de nuestros actos ni seríamos merecedores de premio o castigo por ellos.
Para Agustín, Dios no puede ser la causa del mal moral, ya que nos dio la libertad precisamente como un bien. El mal moral ocurre cuando el ser humano usa mal su libertad al rechazar el bien y elegir bienes inferiores en lugar de Dios. Aunque somos débiles debido al pecado original y tendemos al mal, Agustín subraya la necesidad de la gracia divina, que nos ayuda e ilumina para elegir el bien y perseverar en él.
Relación entre Fe y Razón: San Agustín vs. Santo Tomás
San Agustín:
- Creía que la fe es lo más importante y el punto de partida necesario para alcanzar la verdadera sabiduría. Su lema era “creo para entender” (credo ut intelligam) y “entiende para creer” (intellige ut credas), indicando una circularidad donde la fe busca la inteligencia y la inteligencia fortalece la fe.
- La razón tiene un papel importante para esclarecer y profundizar en los contenidos de la fe, pero siempre está subordinada a la fe y necesita su luz.
- Dado que el ser humano es limitado y su razón está oscurecida por el pecado, solo la iluminación divina (a través de la fe) puede guiarla correctamente hacia la verdad plena.
Santo Tomás de Aquino:
- Pensaba que la fe y la razón son dos fuentes de conocimiento distintas pero armónicas, y ambas provienen de Dios, que es la Verdad misma.
- Por tanto, no puede haber contradicción real entre las verdades de fe y las verdades de razón correctamente alcanzadas. Si parece haberla, se debe a un error en la filosofía o a una mala interpretación de la fe.
- Distingue entre:
- Verdades naturales o preámbulos de la fe: Aquellas que la razón puede descubrir por sí misma (ej. la existencia de Dios, la inmortalidad del alma).
- Verdades reveladas o misterios de la fe: Aquellas que exceden la capacidad de la razón y solo pueden conocerse por revelación divina (ej. la Trinidad, la Encarnación).
- La razón es autónoma en su propio campo (el conocimiento natural), pero la fe la eleva y perfecciona, permitiéndole acceder a verdades sobrenaturales y protegiéndola del error. La filosofía puede servir como “sierva de la teología” (ancilla theologiae).
Diferencia clave:
- Agustín: Énfasis en la prioridad de la fe y la necesidad de la iluminación divina para la razón. La razón opera dentro del marco de la fe.
- Tomás de Aquino: Énfasis en la distinción y armonía entre fe y razón, reconociendo una mayor autonomía de la razón en su propio ámbito, aunque la fe sigue siendo superior.
El Problema de Dios según David Hume
El filósofo empirista David Hume adopta una postura escéptica y crítica respecto a la posibilidad de demostrar racionalmente la existencia de Dios. Niega la validez de los argumentos tradicionales:
- Argumentos a priori: Rechaza el argumento ontológico (como el de Anselmo o la versión de Descartes basada en la idea innata de perfección) porque, desde su empirismo radical, sostiene que no tenemos ninguna impresión sensible (y por tanto, ninguna idea válida) de la sustancia o esencia divina. Además, Hume niega la existencia de ideas innatas; nuestra mente al nacer es como un papel en blanco (tabula rasa), que se rellena únicamente con el material proporcionado por la experiencia (impresiones). La existencia de algo solo puede conocerse por experiencia, no deducirse de un concepto.
- Argumentos a posteriori: Tampoco considera válidas las pruebas basadas en la experiencia, como las Cinco Vías de Santo Tomás. Estas vías se fundamentan en la aplicación del principio de causalidad para remontarse desde los efectos en el mundo hasta una Causa Primera (Dios). Sin embargo, Hume realiza una crítica demoledora a la idea de conexión necesaria entre causa y efecto, argumentando que la causalidad no es una ley objetiva de la realidad que podamos conocer con certeza, sino una creencia basada en el hábito o la costumbre de observar sucesiones constantes de fenómenos. No podemos aplicar legítimamente la causalidad más allá de la experiencia sensible; por tanto, es ilegítimo inferir una Causa trascendente (Dios) a partir de los efectos observados en el mundo. Nadie ha tenido experiencia de Dios creando el mundo.
- Argumento del diseño (teleológico): Hume también critica el argumento que infiere la existencia de un diseñador divino a partir del orden y la finalidad observados en el universo (similar a la quinta vía tomista o a lo que podría sugerir Agustín). Argumenta que la analogía entre el mundo y una máquina diseñada por un humano es débil. Además, el desorden, el mal y el sufrimiento presentes en el mundo hacen difícil atribuir su creación a un ser infinitamente perfecto, bueno y poderoso.
En resumen, según Hume, se puede tener fe en la existencia de Dios, pero no es posible demostrarla mediante pruebas racionales, ni a priori ni a posteriori. La existencia de Dios no es ni una verdad de razón ni una cuestión de hecho verificable empíricamente. Dios podría ser, en todo caso, un producto de la imaginación humana.
Origen y Crítica de la Religión
Respecto a la religión, Hume considera que no se basa en la razón, sino que se fundamenta en sentimientos y pasiones humanas, principalmente el miedo a la muerte, las incertidumbres de la vida, el temor a lo desconocido y la ignorancia de las causas naturales de los sucesos (especialmente los terribles). Los seres humanos, sintiendo miedo y necesitando esperanza, buscan protección en la divinidad.
Por otra parte, Hume advierte sobre las consecuencias negativas de las religiones institucionalizadas, que a menudo causan infelicidad debido a la intolerancia y al fanatismo que provocan. También las considera peligrosas moralmente porque pueden dar lugar a supersticiones que corrompen a los seres humanos, llevando a dar más importancia a ritos y prácticas externas que a cumplir con los deberes morales y las obligaciones sociales.
Aunque Hume reconoce que es probable que los seres humanos sigan creyendo en Dios debido a estas inclinaciones psicológicas, insiste en que, una vez asumida la imposibilidad de probar racionalmente que Dios existe, debemos esforzarnos por evitar el fanatismo y la intolerancia religiosa, promoviendo una actitud más escéptica y moderada.