La Década Ominosa (1823-1833): Represión, Reformas y el Conflicto Sucesorio
La Década Ominosa (1823-1833) comenzó con una fuerte represión contra los liberales, quienes se vieron obligados a exiliarse para evitar la cárcel o la muerte. Se llevó a cabo una depuración en la administración y el ejército, persiguiendo a todos aquellos que simpatizaban con las ideas liberales.
Reformas Administrativas y Económicas
Tras el Trienio Constitucional, Fernando VII, restaurado en el poder absoluto, mantuvo algunas estructuras del antiguo régimen, pero introdujo ciertos cambios. En 1823, se estableció el Consejo de Ministros como órgano asesor del rey, aunque este último conservaba la autoridad suprema.
Uno de sus ministros, Luis López Ballesteros, implementó importantes reformas financieras:
- Organizó la Hacienda.
- Estableció un presupuesto anual.
- Intentó reestructurar la deuda tras la pérdida de las colonias americanas en 1824.
- Promulgó un Código de Comercio.
- Fundó la Bolsa de Madrid.
La necesidad de controlar el gasto público, ante la imposibilidad de aumentar los impuestos sin afectar a la nobleza, fue una constante. Estos cambios incentivaron la iniciativa privada, como la creación de la primera fábrica de hierro en Marbella y la introducción de maquinaria en las fábricas textiles catalanas.
Oposiciones al Régimen: Realistas y Liberales
La alianza entre los burgueses moderados y Fernando VII incrementó la desconfianza de los realistas y conservadores, ya molestos por la no reinstauración de la Inquisición. Fernando VII tuvo que enfrentarse a dos oposiciones principales:
Los Realistas Puros o Ultrarrealistas
Surgieron en 1822 en Cataluña, Valencia, Navarra y el País Vasco. Contaban con un brazo armado, los Voluntarios Realistas, compuestos principalmente por campesinos. Protagonizaron levantamientos, tanto militares (como el fallido de Bessières en 1825, que acabó con su ejecución) como revueltas desorganizadas.
Desde 1826, este movimiento cobró fuerza y apoyó a Carlos María Isidro, hermano del rey, ante la falta de descendencia de Fernando. El “Manifiesto de los Realistas Puros” acusaba a Fernando de no seguir los principios absolutistas. En 1827, estalló la “Revuelta de los agraviados o malcontents” en zonas rurales de Cataluña, exigiendo el retorno de la Inquisición, la expulsión de los liberales y un cambio de gobierno. Consideraban peligrosas las reformas de la monarquía. Fernando VII ordenó la ejecución de los cabecillas.
La Conspiración Liberal
En julio de 1830, la Revolución liberal en Francia, que derrocó a Carlos X e instauró a Luis Felipe, un rey más liberal, sirvió de inspiración en Europa. En España, el guerrillero Espoz y Mina, el general Torrijos y otros exiliados intentaron una incursión desde Gibraltar. Torrijos y sus hombres fueron apresados y fusilados. Mariana Pineda, una viuda granadina, fue ejecutada por bordar una bandera liberal con el lema: “Libertad, Igualdad, Ley”.
El monarca simplificaba la solución a estas dos conspiraciones con la frase: “palo a la burra blanca (apostólicos), y palo a la burra negra (liberales)”.
La Cuestión Sucesoria
En la corte, los ultrarrealistas, con gran influencia entre la nobleza y el clero, apoyaban a Carlos, hermano del rey, como sucesor, dado que Fernando VII no tenía hijos.
El nacimiento de Isabel, hija del rey, en 1830, desencadenó un conflicto sucesorio debido a la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres. Fernando VII, influenciado por su esposa María Cristina, promulgó la Pragmática Sanción, derogando dicha ley y permitiendo la sucesión femenina. Los carlistas, defensores del absolutismo más conservador, rechazaron este cambio.
El conflicto no era solo dinástico, sino también ideológico. Los partidarios de Carlos defendían el Antiguo Régimen y rechazaban el liberalismo, mientras que María Cristina comprendió la necesidad de buscar el apoyo de los liberales para asegurar el trono de su hija.
Los seguidores de Carlos, aprovechando la grave enfermedad del rey, lograron que el ministro Calomarde anulara la Pragmática Sanción en 1832. Sin embargo, el plan fracasó. Fernando VII, tras recuperarse, reafirmó a Isabel como heredera, destituyó a los colaboradores más radicales y formó un nuevo gobierno, presidido por Cea Bermúdez, que buscó el acercamiento a los liberales moderados, permitiendo el regreso de exiliados y tomando medidas contra los realistas.
En 1833, Fernando VII falleció, dejando en su testamento a su hija Isabel, de tres años, como heredera, y a la reina María Cristina como gobernadora hasta la mayoría de edad de Isabel. Ese mismo día, don Carlos se proclamó rey, dando inicio a un levantamiento absolutista y a la Primera Guerra Carlista.