Las Vanguardias en Europa, España e Hispanoamérica
Tras la Primera Guerra Mundial, las generaciones de jóvenes europeos defendieron un nuevo mundo, un nuevo orden internacional y nuevas expresiones artísticas. Ese afán por la modernización y la rebeldía se reflejó en las vanguardias. Comparten con el novecentismo su carácter lúdico (el arte por el arte), intrascendente (no quiere crear tradición alguna) y minoritario (es un arte de artistas para artistas), y se caracterizan por su heterogeneidad e irracionalismo (expresión de las facetas más profundas de la mente humana). Se dan en todas las artes, pero especialmente en la poesía. Rasgos comunes son el rechazo a las propuestas artísticas anteriores, la rebeldía y la experimentación, con la creatividad y originalidad por encima de todo, con temáticas y formas sorprendentes. Además, suelen presentar un “manifiesto”, donde expresan su forma de crear, su finalidad y premisas.
Los Ismos Europeos Más Importantes
Los ismos europeos más importantes fueron:
- Futurismo: Iniciado en Italia por Marinetti en 1909, exalta la belleza de las máquinas, la tecnología, la velocidad, incluso la violencia. Llega a usar la ruptura de la sintaxis, uso de verbos en infinitivo y, a veces, la ausencia de signos de puntuación o introducción de signos matemáticos y musicales.
- Expresionismo: Movimiento alemán que se caracteriza por la deformación física y psicológica con el que se vincula el “esperpento” de Valle-Inclán.
- Cubismo: Iniciado por el francés Apollinaire en 1913, fragmenta la realidad para representarla desde varios puntos de vista y cuyo mejor ejemplo son los caligramas, donde el poema deja de ser lineal, en contenido y forma, con libertad total para convertirse en un poema visual.
- Dadaísmo: Iniciado en Zúrich por el poeta rumano Tristan Tzara en 1916, llega a la máxima libertad de la creación (el propio nombre viene de la palabra “dada” que no significa nada). Promueve la rebeldía contra la lógica y las convenciones estéticas y sociales, éticas y morales, con técnicas como la combinación de palabras al azar (técnica del cadáver exquisito), lenguaje incoherente, asociaciones disparatadas y una actitud bufonesca que remite al humor. Se le considera el precedente del surrealismo.
- Surrealismo: Hacia 1924, introducido por el francés André Breton. Es el ismo con mayor proyección, influido por el psicoanálisis y la interpretación de los sueños de Freud, con técnicas como la “escritura automática”. Libera el subconsciente, nuestra parte interior, que ocultamos en nuestra vida consciente, inhibida por factores sociales, y que, por ejemplo, sale cuando soñamos, pues en los sueños no hay límites, y a veces revelan el verdadero yo.
Las Vanguardias en España
En España, el influjo vanguardista se siente desde finales de la primera década del siglo XX, introducido por Ramón Gómez de la Serna a través de tertulias, revistas y libros. Pero es en los años 20 cuando nacen los ismos hispánicos: el creacionismo y el ultraísmo.
Creacionismo
El primero, impulsado por el chileno Vicente Huidobro, defiende que se pueden crear nuevas realidades con la palabra, con metáforas, imágenes originales e insólitas. Su obra cumbre es Altazor, poema narrativo que cuenta un viaje en paracaídas que semeja la vida humana. La sintaxis se desestructura, sus recursos se basan en la evocación y la sugerencia. Influyó en Gerardo Diego en obras como Manual de espumas, o en Juan Larrea.
Ultraísmo
El ultraísmo, movimiento puramente español, fue fundado por Guillermo de la Torre, autor de Hélices. Funde las vanguardias alegres de los años veinte (futurismo, cubismo y dadaísmo), el antisentimentalismo, la deshumanización, las metáforas sorprendentes, la ausencia de signos de puntuación, la disposición visual de versos y la asociación libre de palabras. Pero el máximo exponente de la vanguardia española fue Ramón Gómez de la Serna, con su máxima creación, las “greguerías”, que son imágenes ingeniosas en las que mezcla metáfora y humor. No nos detenemos en relacionar estas vanguardias con los poetas de la Generación del 27, pero sí diremos que estos poetas se forman y cultivan en una primera etapa estéticas futuristas, creacionistas y ultraístas, para instaurar técnicas surrealistas durante los años treinta en plena época de la rehumanización del arte.
Las Vanguardias en Hispanoamérica
Hacia 1920 se dejan sentir en Hispanoamérica las corrientes vanguardistas nacidas en Europa, de la mano del chileno Vicente Huidobro, fundador del creacionismo, y con el ultraísmo, llevado a Argentina en 1921 por Jorge Luis Borges. De influencia ultraísta, nace en México el estridentismo (1921), que trata los temas de lo urbano, lo moderno y cosmopolita, con su principal exponente, el poeta mexicano Manuel Maples Arce. De tendencia más irracional pero gran musicalidad es el cubano Mariano Brull, que incluso crea un lenguaje propio, la “jitanjáfora”, con juegos sonoros que evocan los cantos primitivos o las canciones infantiles. Continuará en la obra de Nicolás Guillén y la llamada poesía negra, que ofrece un mestizaje entre lo indígena (ritmo del son) y lo español (estrofas castellanas) como en Sóngoro cosongo. Pero fue el surrealismo el que dejó en América una huella más profunda. Entre los poetas destacan tres grandes autores:
- César Vallejo: Que en Trilce (1922) rompe con las formas tradicionales, con la lógica, con la sintaxis y hasta crea palabras nuevas, como el título del libro (acrónimo de “triste” y “dulce”).
- Pablo Neruda: El surrealismo le permite la máxima libertad de imagen y un buceo en los abismos de su alma en su obra cumbre, Residencia en la tierra (dos partes de 1925 y 1935), con una concepción terrible del hombre, extraviado en un mundo caótico y sin sentido.
- Octavio Paz: Descubre el surrealismo con poemas que van de la serie ¿Águila o sol? (1949-1950) a la extensa y magistral composición titulada Piedra de sol (1957). La influencia de Apollinaire se refleja en Topoemas y Discos visuales.
Conclusión
En resumen, los movimientos vanguardistas influyen en el 27, en el postismo y, a partir de los novísimos, en las imágenes de numerosas obras como Arde el mar, de Pere Gimferrer y otros autores posteriores, por lo que su huella sigue presente.