Arte Gótico y Renacentista: Arquitectura, Escultura y Pintura

Contexto histórico

El periodo histórico abarca desde el siglo XII hasta mediados del XVI, aunque con variaciones en su duración según la región. El término “gótico” fue utilizado negativamente por Giorgio Vasari, quien lo veía como un arte bárbaro. La sociedad seguía siendo estamental y feudal, pero se transformaba en más urbana. Mejoras agrícolas aumentaron la población, lo que generó excedentes y un auge del comercio. Surgieron rutas comerciales y nuevas técnicas bancarias como créditos y letras de cambio. Con el crecimiento de la población, muchas personas se mudaron a las ciudades, lo que impulsó la artesanía, el comercio y la banca. Las ciudades y los monarcas se aliaron para debilitar a la nobleza, y se firmaron fueros para asegurar los derechos urbanos. La iglesia también ganó poder, con la catedral como centro eclesiástico. Los edificios clave de la ciudad eran universidades, lonjas, ayuntamientos y palacios.

La arquitectura gótica: la catedral

La catedral gótica, desarrollada desde el siglo XII hasta el XVI, representa la máxima expresión del estilo gótico, caracterizándose por su verticalidad, luminosidad y ligereza estructural. Su planta mantiene la forma de cruz latina, con una cabecera amplia, girola y capillas radiales. La nave central es mucho más alta que las laterales, y en algunas catedrales, como la de Toledo, se incorporan hasta cinco naves. Los elementos arquitectónicos clave incluyen el arco apuntado u ojival, que permite mayor altura; la bóveda de crucería, que distribuye el peso hacia los pilares; y los arbotantes y contrafuertes, que refuerzan los muros y permiten la apertura de grandes vidrieras. En el interior, la estructura se divide en tres niveles: arcadas, triforio y claristorio, destacando en la catedral de León, donde el triforio se disuelve en vidrieras.

La escultura gótica: las portadas y los retablos

La escultura gótica, desarrollada entre los siglos XIII y XV, adquirió un estilo más naturalista y expresivo que el románico, destacando en las portadas de las catedrales y en los retablos. Las portadas góticas integran la escultura con la arquitectura, decorando tímpanos, arquivoltas y jambas con un gran número de figuras. Las escenas, ahora más dinámicas, representan principalmente episodios del Nuevo Testamento y la Virgen con el Niño. Cristo adopta una imagen más humanizada, como el Beau Dieu de la catedral de Amiens. Ejemplos notables incluyen la Puerta del Sarmental en Burgos, con Cristo en Majestad rodeado de evangelistas, y la Virgen Blanca de León y Toledo, que muestra una postura más natural y expresiva. Los retablos góticos, ubicados en el altar mayor, combinaban escultura y pintura en estructuras verticales organizadas en banco, cuerpos y calles. Predominaban en España los retablos escultóricos, con escenas de la vida de Cristo y los santos, ricamente decorados con policromía y dorados. Destaca el Retablo Mayor de la Catedral de Sevilla, el más grande de la cristiandad, con una composición monumental e impresionante riqueza ornamental.

La pintura italiana del «Trecento»: Giotto

Durante el siglo XIV, conocido en Italia como Trecento, la pintura evolucionó gracias a Giotto di Bondone (1267-1337), quien rompió con la rigidez del estilo bizantino y sentó las bases del realismo pictórico. Giotto desarrolló una manera latina que dotó a sus figuras de volumen, peso y expresividad, alejándose de la bidimensionalidad bizantina. Sus personajes muestran emociones y gestos naturales, interactuando en composiciones con un innovador uso de la perspectiva intuitiva, lo que aporta profundidad espacial. Entre sus obras más destacadas están los frescos de la Basílica de Asís, donde narra la vida de San Francisco utilizando el paisaje y la arquitectura para dar profundidad, y los frescos de la Capilla Scrovegni en Padua, donde sus figuras expresan un gran dramatismo e individualización. La pintura de Giotto supuso un punto de inflexión en la historia del arte, influyendo en los maestros del Renacimiento y marcando el camino hacia una representación más realista y humana en la pintura occidental.

Los primitivos flamencos del siglo XV: los hermanos Van Eyck

Durante el siglo XV, en Flandes, surgió un nuevo estilo pictórico caracterizado por un gran realismo y el uso de la técnica del óleo secante, que permitía una mayor riqueza cromática y efectos de luz y transparencia. Los principales representantes de esta escuela fueron los hermanos Van Eyck, en especial Jan van Eyck, quien perfeccionó el uso del óleo y logró un nivel de detalle minucioso en sus obras. Su obra más importante es el Políptico del Cordero Místico en la Catedral de San Bavón de Gante, donde representa una visión celestial con gran precisión en los rostros, joyas y paisajes. También destaca El matrimonio Arnolfini, un retrato de interior donde cada objeto tiene un significado simbólico, como el espejo que refleja a los testigos o el perro que representa la fidelidad. Otras obras relevantes son La Virgen del Canciller Rolin, La Virgen del canónigo Van der Paele y El hombre del turbante rojo, posible autorretrato del artista.

El mudéjar andaluz: la Sinagoga de Córdoba y el Real Alcázar de Sevilla

El arte mudéjar andaluz surge como resultado de la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos en la Península Ibérica tras la Reconquista. Se caracteriza por la combinación de estructuras arquitectónicas cristianas con decoraciones y técnicas islámicas, utilizando materiales como el ladrillo, la cerámica vidriada y el yeso tallado. En Andalucía, destacan ejemplos como la Sinagoga de Córdoba y el Real Alcázar de Sevilla. La Sinagoga de Córdoba, construida entre 1314 y 1315 en el barrio de la Judería, refleja la influencia islámica en la arquitectura judía. Su planta cuadrangular presenta un vestíbulo, una sala de oración decorada con atauriques y yeserías mudéjares, y una tribuna para las mujeres accesible mediante una escalera. Tras la expulsión de los judíos en 1492, el edificio fue utilizado como hospital y posteriormente como ermita y escuela. El Real Alcázar de Sevilla, construido en distintas etapas, combina elementos islámicos, góticos, renacentistas y barrocos. En el siglo XIV, el rey Pedro I ordenó la construcción del Palacio Mudéjar, realizado por artesanos toledanos y granadinos. Destacan la Portada de la Montería, inspirada en la Alhambra, el Patio de las Doncellas, con su alberca central y arcos decorados con yeserías, y el Salón de Embajadores, con una cúpula dorada de madera labrada en forma de mocárabes.

Contexto histórico

Entre los siglos XV y XVI, Europa vivió importantes cambios. La caída del Imperio Bizantino y los descubrimientos geográficos ampliaron los horizontes internacionales. El sistema feudal dio paso a monarquías fuertes, naciendo el Estado Moderno. La unidad religiosa se rompió con la Reforma protestante y las guerras de religión. Además, la mentalidad medieval fue reemplazada por el Humanismo, que centró la atención en el individuo y la razón.

La arquitectura renacentista en Italia: Brunelleschi y Miguel Ángel

La arquitectura renacentista en Italia, desarrollada entre los siglos XV y XVI, retomó los principios de armonía y proporción de la Antigüedad clásica. Se basó en el uso de órdenes arquitectónicos, la simetría y la perspectiva matemática para crear espacios equilibrados. Dos de sus máximos exponentes fueron Filippo Brunelleschi y Miguel Ángel. Filippo Brunelleschi (1377-1446) inició su carrera como orfebre y escultor, pero tras un viaje a Roma se dedicó a la arquitectura. Su obra más destacada es la Cúpula de la Catedral de Florencia, donde diseñó una doble cúpula superpuesta con un innovador sistema de ladrillos en espina de pez, logrando una estructura ligera y autoportante. También realizó el Hospital de los Inocentes, con su característico pórtico de arcos de medio punto, y las Basílicas de San Lorenzo y Santo Spirito, en las que aplicó una planta basilical con columnas clásicas. En la Capilla Pazzi, introdujo un diseño simétrico con cúpula sobre pechinas, reflejando su dominio de la perspectiva y la geometría. Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) llevó la arquitectura renacentista a una mayor monumentalidad y expresividad. En la Sacristía Nueva de San Lorenzo, añadió elementos como frontones curvos y ventanas ciegas, rompiendo la rigidez clásica. En la Biblioteca Laurenciana, diseñó una escalera monumental con formas dinámicas y dramáticas. Su reforma de la Plaza del Capitolio en Roma muestra su capacidad para organizar espacios urbanos, creando una composición trapezoidal con una estatua ecuestre en el centro. Su proyecto más ambicioso fue la Cúpula de San Pedro del Vaticano, donde elevó la estructura con un tambor decorado con columnas corintias pareadas, consolidando un modelo que influenció la arquitectura posterior.

La escultura renacentista en Italia: Donatello y Miguel Ángel

La escultura renacentista en Italia se caracterizó por el estudio anatómico y la influencia clásica. Donatello, en el Quattrocento, introdujo el contraposto y la técnica del schiacciato en obras como San Jorge. Su David fue el primer desnudo en bronce desde la Antigüedad, mientras que en el Gattamelata retomó el modelo ecuestre romano con gran realismo. Miguel Ángel, en el Cinquecento, llevó la escultura a una monumentalidad sin precedentes. Su Piedad destaca por la serenidad y el equilibrio compositivo, mientras que su David, de más de cuatro metros, refleja tensión y determinación. En el Moisés, para la tumba de Julio II, expresó su característica terribilitá, y en la Piedad Rondanini exploró el dramatismo del non finito. Donatello estableció las bases del Renacimiento con su realismo y técnica, mientras que Miguel Ángel elevó la escultura a un nivel de expresividad y monumentalidad que influyó en el manierismo.

La pintura italiana del «Quattrocento»: Masaccio y Botticelli

La pintura italiana del Quattrocento se caracteriza por la aplicación de la perspectiva, el estudio del volumen y la búsqueda de equilibrio en la composición. Masaccio y Botticelli fueron dos figuras clave en este periodo, aunque con enfoques muy distintos: Masaccio desarrolló un estilo realista y estructurado, mientras que Botticelli se inclinó por la línea y la idealización. Masaccio, considerado el fundador de la pintura moderna, utilizó la perspectiva matemática y el claroscuro para dar volumen a las figuras. En los frescos de la Capilla Brancacci, como El tributo de la moneda, aplicó la profundidad espacial y el modelado de la luz con gran realismo. En La Trinidad, en Santa Maria Novella, creó una estructura arquitectónica con bóveda en perspectiva, organizando las figuras en un espacio tridimensional creíble. Botticelli, en cambio, desarrolló un estilo más estilizado y simbólico, influenciado por el círculo neoplatónico de los Medici. Sus obras mitológicas, como La primavera y El nacimiento de Venus, destacan por la elegancia de las figuras, el predominio del dibujo y la idealización del cuerpo humano. En su etapa final, influenciado por Savonarola, su pintura adquirió un tono más religioso y dramático, como en La Natividad Mística.