La Guerra Carlista (1833-1840) y la Transición al Liberalismo
La Guerra Carlista (1833-1840) y la transición al liberalismo en España marcaron una profunda división ideológica y social. Este conflicto surgió por la disputa sucesoria entre los partidarios de Carlos María Isidro (defensores del Antiguo Régimen) y los seguidores de Isabel II (promotores del liberalismo).
Los Bandos Enfrentados
Los carlistas, bajo el lema “Dios, Patria, Fueros y Rey”, apoyaban la monarquía absoluta, los valores tradicionales del catolicismo conservador y la pervivencia de los fueros. Su base social se encontraba en zonas rurales (Navarra, País Vasco, Cataluña y Aragón), con respaldo de campesinos, clero y sectores antiliberales. Veían las reformas liberales como una amenaza al sistema tradicional y al poder de la Iglesia.
En contraposición, los liberales defendían la soberanía nacional, la separación de poderes, una Constitución y las libertades individuales. Liderados por Isabel II y la regente María Cristina, contaban con el apoyo de la burguesía urbana, parte del clero y sectores de la nobleza. Buscaban sustituir el absolutismo por un sistema parlamentario que asegurara la representación política y la modernización económica.
Fases de la Guerra Carlista
- Primera fase (1833-1835): Bajo el liderazgo de Zumalacárregui, los carlistas se consolidaron en el norte. Su intento de capturar Bilbao fracasó y Zumalacárregui murió, debilitando al bando carlista.
- Segunda fase (1835-1837): Los carlistas avanzaron hacia el centro y sur. El general Espartero lideró la defensa liberal, derrotándolos en Luchana (1836), liberando Bilbao y marcando un punto de inflexión.
- Tercera fase (1837-1840): Las divisiones internas carlistas precipitaron su derrota. El Convenio de Vergara (1839), entre Espartero y Maroto, puso fin al conflicto en el norte, permitiendo a los carlistas integrarse en el ejército y conservar los fueros en Navarra y el País Vasco.
La Regencia de María Cristina y la Transición al Liberalismo
La regencia de María Cristina (1833-1840) fue un periodo de transición política. Se implementaron medidas como la desamortización de Mendizábal y se promulgó la Constitución de 1837, que reconoció la soberanía nacional, la división de poderes y amplió derechos ciudadanos (aunque con sufragio censitario).
La Regencia de Espartero
El prestigio de Espartero lo llevó a ser nombrado regente (1840-1843). Su gobierno fue autoritario e implementó políticas librecambistas. El bombardeo de Barcelona en 1842 generó fuerte oposición. El pronunciamiento de Narváez en 1843 forzó su renuncia.
El periodo 1833-1843 dejó profundas consecuencias. La Guerra Carlista evidenció la brecha entre tradicionalismo y liberalismo. El ascenso del liberalismo supuso el fin del Antiguo Régimen, pero la división entre progresistas y moderados generó conflictos.
Isabel II: Reinado Efectivo, Grupos Políticos y Conflictos
El reinado efectivo de Isabel II (1844-1868) estuvo marcado por la inestabilidad política, la consolidación del liberalismo conservador y la creciente división social. Isabel II mostró preferencia por los moderados (Narváez, Bravo Murillo), relegando a los progresistas.
La Década Moderada (1844-1854)
Caracterizada por el gobierno autoritario de Narváez. Se estableció un Estado centralizado y se promulgó la Constitución de 1845 (soberanía compartida, más poder al monarca, restricción de derechos). Se firmó el Concordato de 1851 con la Iglesia.
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
Desencadenada por el rechazo de Carlos VI al matrimonio de Isabel II. Afectó principalmente a Cataluña y terminó con la derrota carlista.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Iniciado por la Vicalvarada (levantamiento militar). Se aprobaron reformas como la desamortización de Madoz (1855) y un proyecto constitucional (1856). Crecieron los conflictos laborales.
Alternancia Política (1856-1868)
Alternancia entre moderados (Narváez) y la Unión Liberal (O’Donnell). O’Donnell impulsó obras públicas y la participación en conflictos internacionales (Guerra de Marruecos, 1859-1860). Su dimisión en 1863 agravó la crisis.
El Final del Reinado de Isabel II
Los últimos años estuvieron marcados por represión, corrupción y descontento. El Pacto de Ostende (1866) unió a progresistas, demócratas y republicanos para derrocar a la monarquía. La Revolución de 1868 (Prim, Serrano, Topete) triunfó en Alcolea, obligando a Isabel II a exiliarse.
El Sexenio Revolucionario (1868-1874): Constitución, Gobierno Provisional, Amadeo de Saboya y Primera República
El Sexenio Revolucionario fue un periodo de transición que comenzó con la Revolución Gloriosa (1868) y finalizó con la restauración borbónica.
La Revolución Gloriosa y el Gobierno Provisional
La revolución, liderada por Topete, Prim y Serrano, triunfó tras la Batalla de Alcolea. Se promulgó la Constitución de 1869: monarquía constitucional, soberanía nacional, sufragio universal masculino, derechos individuales, Estado aconfesional y Cortes bicamerales.
El Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)
Las Cortes eligieron a Amadeo de Saboya. Su reinado fue inestable: oposición de la Iglesia, carlistas, alfonsinos, republicanos e independentistas cubanos. Abdicó en 1873.
La Primera República (1873-1874)
Proclamada como solución temporal, fue inestable. Cuatro presidentes se sucedieron:
- Figueras: Convocó elecciones sin éxito.
- Pi y Margall: Propuso una constitución federal, dimitió por los levantamientos cantonalistas.
- Salmerón: Sofocó las insurrecciones, renunció para evitar firmar penas de muerte.
- Castelar: Gobernó autoritariamente.
El golpe de Pavía (2 de enero de 1874) disolvió las Cortes y estableció un gobierno provisional con Serrano, allanando el camino para la restauración borbónica.
La Independencia de las Colonias Americanas y el Legado Español
El proceso de independencia de las colonias americanas (1810-1824) fue protagonizado por los criollos. Las causas fueron económicas (restricciones comerciales), políticas (falta de representación) e ideológicas (Ilustración, liberalismo).
Primera Etapa (1810-1814)
La debilidad de España por la invasión napoleónica permitió el inicio de las rebeliones. San Martín (Argentina, Chile), Bolívar y Miranda (Venezuela), e Hidalgo (México) lideraron los primeros movimientos.
Segunda Etapa (1814-1824)
Marcada por el apoyo de Inglaterra y Estados Unidos. Bolívar emancipó Colombia, Venezuela y Ecuador (Gran Colombia, 1821), y junto con San Martín, liberó Perú. La victoria en Ayacucho (1824) marcó el fin de la dominación española. México se independizó con Iturbide (1822). En 1825, el Alto Perú se convirtió en Bolivia.
Consecuencias
Para España: pérdida del imperio colonial (excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas), fin del monopolio comercial y pérdida de ingresos. En América: nacimiento de nuevas naciones gobernadas por élites criollas, con regímenes caudillistas y desigualdad social.
Legado Español
El legado español fue profundo: institucional (cabildos, audiencias, universidades), económico (nuevos cultivos, técnicas agrícolas) y cultural (lengua española, religión católica, patrimonio).
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Las Cortes de Cádiz (1810) nacieron como órgano representativo durante la Guerra de Independencia. Representaban la soberanía nacional, una idea radicalmente nueva. Se convocaron bajo sufragio universal masculino indirecto.
Composición y Bloques Ideológicos
Composición diversa: clase media urbana, clero, nobleza, militares. Tres bloques ideológicos: liberales (reformas radicales, Constitución), absolutistas (Antiguo Régimen, soberanía real) y jovellanistas (reformas moderadas).
La Constitución de 1812 (“La Pepa”)
La principal tarea fue redactar una Constitución. Establecía una monarquía parlamentaria moderada, con limitaciones al poder del rey. Se proclamó la soberanía nacional, la división de poderes y la igualdad ante la ley. Igualdad de derechos entre españoles y americanos. Religión católica como única de la nación.
Aunque no pudo aplicarse de inmediato, la Constitución de Cádiz fue un referente del liberalismo español y un modelo para movimientos constitucionales en América Latina y Europa.
El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV (1758-1808) estuvo marcado por la Revolución Francesa. Primera fase: neutralidad y represión de “afrancesados” (Floridablanca). Segunda fase: Godoy firmó una coalición contra Francia, luego la paz de Basilea (1792) y la alianza con Francia (Tratado de San Ildefonso, 1796), culminando con la derrota de Trafalgar (1805).
El Tratado de Fontainebleau (1807) permitió el paso de tropas francesas a Portugal, pero Napoleón ocupó toda la península. El motín de Aranjuez (1808) llevó a Carlos IV a abdicar en Fernando VII. Napoleón forzó a ambos a abdicar y entregó la corona a José Bonaparte.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
El levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid marcó el inicio. España se dividió en “afrancesados” (apoyo a José I) y patriotas (defensa de Fernando VII). Intervención popular y guerra de guerrillas. Apoyo de Reino Unido y Portugal. Victorias clave: Bailén (1808). Doble gobierno: José I y las juntas locales/Junta Central.
La guerra resultó en enormes pérdidas. El Tratado de Valençay (1813) restituyó la corona a Fernando VII.