Columnata de San Pedro del Vaticano (1656-1663) – Bernini, Roma
Columnata de San Pedro del Vaticano. 1656-1663. Bernini. Roma. La columnata de la Plaza del Vaticano es obra de Gian Lorenzo Bernini, cuyo proyecto resolvió magistralmente la creación de un acceso monumental a la Basílica de San Pedro del Vaticano. Tenía que dar respuesta a varias exigencias: había que acoger a un gran número de peregrinos, era necesario que se pudiera ver al Papa desde cualquier lugar de la Plaza cuando impartiera la bendición, había que convertir el obelisco, y, sobre todo, había que dotar de un profundo simbolismo al conjunto.
Bernini crea una primera plaza formada por dos brazos rectos, ligeramente convergentes que se abren configurando una gran plaza elíptica, formada por dos arcos de círculo cuyos centros están separados por un espacio de 50 m. En cada uno de los lados dos fuentes completan el conjunto. En medio de la plaza se levanta el antiguo obelisco egipcio del circo de Nerón. La columnata está formada por cuatro hileras de columnas toscanas, coronadas por un entablamento liso, y rematada por una balaustrada.
La Plaza da acceso, mediante una amplia escalinata, cuya fachada presenta unas gigantescas columnas de fuste liso, con capiteles corintios, que sostienen un frontón triangular con un relieve del escudo del Vaticano. La cúpula de Miguel Ángel, obra capital del Renacimiento italiano, destaca poderosa sobre todo el conjunto. La Plaza y Columnata de San Pedro es una de las más importantes manifestaciones del Barroco. La luz adquiere un nuevo papel en la percepción total del edificio.
Inmaculada (1655-56) – Alonso Cano, Catedral de Granada
Inmaculada. 1655-56. Alonso Cano. Madera policromada. Sacristía de la Catedral de Granada. La representación de la Inmaculada Concepción adquiere enorme importancia, debido a la defensa que del carácter inmaculado de la Virgen hizo la Iglesia frente a su negación por los protestantes. Magnífica es la representación de la Inmaculada que Alonso Cano hizo para el oratorio de la Catedral de Granada, realizada para el remate del facistol del coro. La talla está realizada en madera de cedro primorosamente policromada y representa a la Virgen casi niña.
Viste una túnica verdosa y un manto azul oscuro que cubren sus pies. Estos ropajes presentan numerosos pliegues en los que se producen fuertes contrastes de luz y sombra, ofreciendo un contrapunto a la serenidad del rostro. Un rostro casi infantil, con enormes ojos rasgados, nariz fina y boca pequeña, que plasma a la perfección el ideal de belleza que el artista persiguió siempre. La mirada abstraída de la Virgen parece vuelta hacia su interior, como ensimismada en su misterioso destino. Los cabellos caen lisos y suaves sobre hombros y espalda. Las manos de dedos finos, largos y bien torneados se unen ligeramente desviadas a un lado para evitar una disposición demasiado simétrica. En la nube de apoyo se insertan tres cabezas de ángeles y los cuernos invertidos de la luna. Su composición marca una evidente novedad en cuanto que se inscribe en dos trapecios que se apoyan por sus bases mayores, coincidiendo con la cintura, lo que contribuye a un evidente sentido de levitación con auras de expresión sobrenatural. La policromía es primorosa: la nube de la peana se matiza de oro, según la vieja técnica del estofado. Iconográficamente es una de las versiones teológicas más agudas y veraces del misterio de la Virginidad de María, interpretada como Niña y concebida sin pecado desde el primer instante de su Ser. El influjo de este modelo iconográfico fue extenso, sobre todo entre sus contemporáneos.
Sagrada Familia del Pajarito (Anterior a 1650) – Murillo, Museo del Prado
Sagrada Familia del pajarito. Anterior a 1650. Murillo. Óleo sobre lienzo, 1’44 x 1’88 m. Museo del Prado, Madrid. La obra refleja a la perfección la personal interpretación que Murillo hace de los temas religiosos, llenos de sencillez, ternura y cotidianidad. La escena, que recibe ese nombre por el pajarillo que el Niño Jesús muestra al perro que está a sus pies, está representada como una escena familiar en la que el Niño juega acompañado por su padre mientras la madre, que ha parado en sus labores de hilado para comerse una manzana, los observa. La importancia concedida a San José es fruto de las ideas contrarreformistas de valorización de su figura. Aquí le vemos representado como un buen padre, con un rostro inteligente y paciente, quedando la figura de María en segundo plano. En esta obra Murillo anticipa su espléndida captación del mundo infantil que encontraremos en sus célebres cuadros posteriores con los niños como protagonistas.
La obra se enmarca todavía dentro del naturalismo tenebrista de sus primeras obras. La luz que entra por la izquierda provoca fuertes contrastes de luz y sombra, dejando el fondo en total penumbra. Destaca la precisión realista con que están tratados los objetos, como el cesto de la labor o los pliegues de los paños.