La Novela Española desde 1939 hasta 1974
La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución de la literatura española. Algunos autores, como Unamuno, Valle-Inclán o Machado, murieron. Muchos marcharon al exilio. Los que se quedaron en España tuvieron que escribir coartados por la censura. Los estudiosos suelen organizar el periodo por décadas:
- Años 40: Novela tremendista y existencial.
- Años 50: Realismo social.
- Años 60: Novela experimental.
Novela Tremendista y Existencial (Años 40)
La dura realidad de los años cuarenta motivó la llamada novela tremendista y existencial. Generalmente son relatos de tono negativo, con una notable reducción de espacio y tiempo y el predominio de la primera persona y del monólogo. Se deben citar tres títulos sobresalientes:
- La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela: Claro ejemplo de tremendismo. Un asesino condenado a muerte narra en primera persona, con toda su crudeza, las duras circunstancias de su infancia y juventud.
- Nada, de Carmen Laforet: Retrata la Barcelona de posguerra desde el infierno personal que habita entre familiares desquiciados caídos en la miseria, con el telón de fondo de sus compañeros de universidad y su fácil vida burguesa. Obtuvo el premio Nadal.
- La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes: Muestra la angustia existencial ante la muerte.
En el exilio, Ramón J. Sender escribe dos de sus obras más célebres:
- Réquiem por un campesino español: Obra aparentemente sencilla que es una profunda reflexión sobre el clima social de la República y la Guerra Civil.
- Crónica del alba: Autobiográfica.
También autobiográfica es La forja de un rebelde, de Arturo Barea, ambientada en la guerra. Francisco Ayala en Muertes de perro denuncia la arbitrariedad, la degradación y la corrupción que caracterizan las dictaduras.
Realismo Social (Años 50)
En los años cincuenta se desarrolla el llamado realismo social o novela social. Con un estilo realista y escueto, entre el realismo objetivista y el realismo crítico (más comprometido este políticamente), una serie de autores profundizan en temas como la oposición entre el mundo rural y urbano, la emigración o el enfrentamiento entre la clase trabajadora y la burguesía.
- La colmena, de Camilo José Cela: Superpone acciones paralelas, como las celdas de una colmena que simboliza el duro Madrid de la época.
- El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio: Mediante el objetivismo puro, relata el accidente de unos jóvenes que van de excursión al río como un mero observador externo, sin apenas intervención artística.
- Entre visillos, de Carmen Martín-Gaite: Retrata la vida vacía de la mujer de su época.
A Caballero Bonald, Alfonso Grosso, Ignacio Aldecoa o Antonio Ferres se les suele englobar en el realismo crítico, donde el compromiso político y la vocación de denuncia es más evidente.
Novela Experimental (Años 60)
En la década de los sesenta hay un cierto desarrollo social y económico en España, el llamado “desarrollismo”, que sucede a la “autarquía” de los cuarenta y cincuenta. Sin abandonar los temas sociales, se tiende a la experimentación, por influencia de la traducción de autores europeos y estadounidenses como Proust, Joyce, Virginia Woolf, Faulkner o Kafka. Se produce también el “boom” hispanoamericano: García Márquez, Cortázar o Vargas Llosa emplean técnicas narrativas innovadoras y, en el llamado realismo mágico, diluyen las fronteras entre lo fantástico y lo cotidiano.
En España, destacan:
- Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos: Considerada pionera en la experimentación, con un lenguaje barroco, técnicas como el monólogo interior y la recuperación del narrador omnisciente y subjetivo.
- Volverás a Región, de Juan Benet: Novela hermética y difícil, crea un espacio mítico como hiciera Faulkner.
- Cinco horas con Mario, de Delibes: Un largo monólogo interior que contrapone la España ultraconservadora con otra más abierta y progresista.
- Señas de identidad, de Juan Goytisolo: Experimenta con el punto de vista, la puntuación, el contrapunto, los saltos temporales…
- San Camilo, 1936, de Cela: Introduce el monólogo interior.
- Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé: Adopta la técnica del monólogo interior, así como la ironía y el humorismo, en su recorrido por los bajos fondos de Barcelona. Es una sátira de la burguesía progresista.
En definitiva, la Transición llegará en un clima literario de autores formalmente exigentes, que consideran que la narrativa debe trascender la mera denuncia social y política.
El Teatro desde 1939 hasta la Actualidad
Como en los demás géneros literarios, la Guerra Civil marca un antes y un después en la evolución del teatro. Este, por sus especiales circunstancias (texto y representación), se ve muy condicionado por la nueva situación sociopolítica y la rígida censura que se impone a todas las representaciones, aunque se irá suavizando con el paso del tiempo.
Teatro de Evasión (Años 40)
En los años cuarenta triunfa un teatro de evasión, dirigido a un público burgués. En él, la dramática situación económica y social del país está ausente. Es una comedia burguesa amable, costumbrista, que defiende los valores tradicionales. Por ejemplo, en Margarita y los hombres, Edgar Neville desarrolla el tópico de la mujer fea que se convierte en hermosa, pero no por ello encuentra la felicidad. Destaca también la obra de José María Pemán, monárquico que cultivó tanto la comedia costumbrista como adaptaciones de obras clásicas.
Paralelamente, Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela siguen cultivando un teatro vanguardista y de humor absurdo de gran calidad. Y, desde el exilio, Alejandro Casona, en títulos como La dama del alba desarrolla un teatro lírico y simbólico. Por su parte, Max Aub escribe obras combativas con gran carga política desde una ideología de izquierdas, como San Juan.
Teatro Social (Años 50)
En la década de los cincuenta se oponen dos tendencias:
- Un teatro “posibilista”, defendido por Antonio Buero Vallejo: Testimonial pero moderado para sortear la censura.
- Un “teatro de agitación social”, como el de Alfonso Sastre: Cuya crítica es tan explícita que no puede estrenarse, pero sí leerse y difundirse en ambientes no comerciales (Escuadra hacia la muerte, denuncia de la opresión y la desesperanza, solo pudo representarse tres días).
Las obras de Buero Vallejo emplean el simbolismo y en ellas se oponen personajes contemplativos y activos. Aunque se desarrollan en épocas concretas, los problemas que plantean adquieren dimensión universal, como en Historia de una escalera (1949), que desarrolla la historia en tres épocas de unos personajes condenados a repetir, como sus padres, la frustración de sus ilusiones.
Teatro Experimental y de Vanguardia (Años 60 y posteriores)
En los sesenta, década del “desarrollismo”, sin abandonar el contenido social, el teatro se abre a corrientes extranjeras y busca renovar la expresión. Autores como Francisco Nieva o Fernando Arrabal recogen la herencia de corrientes europeas de principios de siglo como el teatro del absurdo, el teatro de la crueldad y el teatro pánico. Se trata de vanguardias que tienen en común el afán renovador y el deseo de provocar.
Además, en esta década se produce una explosión de grupos teatrales vinculados a universidades o a pequeñas salas, de los que algunos se consolidan, como Els Joglars, La Fura dels Baus o El Tricicle. Basan su trabajo en la experimentación y la creación colectiva, y a veces rompen la cuarta pared, buscando la inmersión del espectador. Nacidos como vía de protesta frente a las lacras sociales del tardofranquismo, varios siguen en activo con la democracia y hasta la actualidad.
Paralelamente, sigue desarrollándose un teatro más convencional a cargo de autores de éxito y fama como Antonio Gala o Fernando Fernán Gómez. Y sigue activo el teatro social, con estrenos como el de La camisa, donde Lauro Olmo denuncia el drama de los emigrantes españoles en Alemania.
Teatro en Democracia
Con la democracia, la crítica distingue dos tendencias:
- Teatro “de texto”: Valora la vuelta al texto como elemento primordial.
- Teatro-espectáculo: Pertenecen los grupos de teatro experimental surgidos a partir de los sesenta, ya mencionados, a los que se van a unir otros como Yllana, que apadrinan y dirigen a grupos jóvenes todavía hoy.
En el llamado teatro “de texto” destacan autores como José Luis Alonso de Santos (sobre todo en la década de los ochenta, con comedias costumbristas con gran éxito de público, como Bajarse al moro), Paloma Pedrero, Jordi Garcelán o Sergi Belbel.
Mención aparte merece Juan Mayorga, Premio Nacional de Teatro y académico de la lengua. En La tortuga de Darwin recorre los últimos doscientos años de historia desde la mirada del longevo animal que llegó en el Beagle. En montajes como Silencio reflexiona sobre el propio hecho teatral.
También cabe mencionar el intento reciente de Miguel del Arco, Israel Elejalde y Aitor Tejada de poner en escena un teatro independiente, al margen de las instituciones, al que llamaron Teatro Kamikaze. El proyecto fracasó.
La Poesía desde 1939 hasta la Actualidad
La Guerra Civil pone fin a la llamada Edad de Plata de nuestra literatura. Unamuno, Lorca, Machado y Hernández mueren. Otros se exilian: Juan Ramón Jiménez, Alberti, Salinas, Guillén, Cernuda, Prados… Desde el destierro, autores como León Felipe poetizan su preocupación por la patria perdida, desde el dolor, la rabia o la añoranza.
Poesía Arraigada y Desarraigada (Años 40)
Los poetas que permanecen en España se enfrentan, en la década de los cuarenta, a una sociedad marcada por la penuria económica y la censura. Desde la revista Garcilaso, en torno a José García Nieto se aglutina un grupo que cultiva una poesía de evasión, clasicista y refinada. Contra la frialdad del garcilasismo, Antonio G. de Lama, Eugenio de Nora y Victoriano Crémer fundan la revista Espadaña, en busca de una poesía más humana y menos encorsetada.
Dámaso Alonso distingue dos tendencias entre los poetas de la llamada “Generación del 36”:
- Poesía “arraigada”: Pertenecen Luis Rosales o Leopoldo Panero. Comparten una religiosidad positiva y una poesía íntima y serena.
- Poesía “desarraigada”: Destaca el propio Dámaso Alonso, que publica en 1944 Hijos de la ira, un monólogo patético y desbordado, en versículos y con imágenes surrealistas, donde quintaesencia la angustia del hombre de su época. En el mismo año Vicente Aleixandre publica Sombra del paraíso, donde el poeta se presenta como profeta integrador del cosmos.
Poesía Social (Años 50)
En la década de los cincuenta se da un cierto desarrollo industrial y una cierta apertura (España entra en la ONU en 1955). La protesta social encuentra en la poesía un instrumento de denuncia y compromiso. En 1952 la Antología consultada de la joven poesía española reúne autores como Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, Eugenio de Nora, José Hierro o Blas de Otero.
- Blas de Otero: Si bien en Ancia, expresaba la angustia del hombre ante el silencio de Dios, después emprende el rumbo hacia la denuncia, con obras como Pido la paz y la palabra.
- Gabriel Celaya: Poeta fecundo y cambiante, defiende la poética de la sencillez y lo cotidiano en Tranquilamente hablando o Las cosas como son. Agotada la poesía social, tomará otros caminos.
- José Hierro: Tanto en los poemas que llama “reportajes” como en sus “alucinaciones”, funde lo objetivo con la subjetividad con una obsesión: captar el “instante eterno”.
De esta década son también el grupo Cántico, con tendencia al barroquismo, la sensualidad y la melancolía, y el postismo, vanguardia que recupera el surrealismo.
Búsqueda de un Lenguaje Personal (Años 60)
En los sesenta, años del desarrollismo, la poesía comprometida sufre un desgaste y se depura la palabra poética en busca de un lenguaje personal. Esta búsqueda cristaliza, por ejemplo, en:
- La poesía trabajada de José Ángel Valente.
- El escepticismo y la ironía de Jaime Gil de Biedma.
- La sobriedad de Claudio Rodríguez.
Otros nombres ineludibles de esta década serían Carlos Barral, José Agustín Goytisolo o Ángel González.
Los Novísimos (Años 70)
La década de los setenta se abre con la antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles, que incluye, entre otros, a Pere Gimferrer, Guillermo Carnero o Ana María Moix, a los que habría que añadir, por afinidades estéticas y temáticas, nombres como el de Antonio Colinas o Jaime Siles. Tienen en común una poesía esteticista, fruto de una formación cultural no estrictamente literaria, que incorpora referencias a la música, el cine o el cómic.
Poesía de la Reflexión y de la Experiencia (Transición y Democracia)
Llegada la transición, el poeta Luis Alberto de Cuenca afirma que se dan dos tendencias:
- La “poesía de la reflexión”: Emparentada con la poética del silencio de algunos miembros de la generación anterior, como José Ángel Valente, tiende al purismo, el conceptualismo, el minimalismo. Jaime Siles y Sánchez Robayna siguen este camino.
- La “poesía de la experiencia”: El yo deviene protagonista absoluto del poema, y el poeta concibe la poesía como “conversación cordial con su entorno”. Son representantes de esta tendencia, además del propio Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Jon Juaristi, Ana Rossetti o Vicente Gallego. Es una poesía, por lo general, de tinte urbano que refleja la crisis de valores de las últimas décadas del siglo XX.