Torquemada: Contexto Histórico y Literario en la Obra de Galdós
Torquemada, en la hoguera (1889) es una novela social escrita por Benito Pérez Galdós. A lo largo de la obra, Galdós aborda temas como la intolerancia religiosa y el impacto del fanatismo, y se aprecia la evolución del personaje principal: Don Francisco Torquemada.
Contexto Histórico
Esta obra está situada en la España del siglo XIX, un período marcado por crisis económicas y políticas, el cambio de la moneda y desigualdades sociales. España vivió un gran auge cultural conocido como el Siglo de Oro, pero este esplendor convivía con la censura y la represión de ideas, lo que fomentaba el fanatismo y la intolerancia.
Con la Ilustración, las nuevas ideas empezaron a cuestionar el poder de la Iglesia y las tradiciones. Galdós muestra la lucha entre la razón y la fe, y también la defensa de los derechos y la libertad de pensamiento que la Inquisición prohibía. La Revolución Industrial trajo cambios económicos y sociales, y aparecieron las clases baja, media y alta. Torquemada critica las injusticias que sufrían las personas de bajos recursos mientras otros se enriquecían de la miseria ajena.
Contexto Literario
Torquemada en la hoguera se inscribe dentro del naturalismo y el realismo, que caracterizan la obra de Galdós. Se escribe en tercera persona, describiendo los pensamientos desde una perspectiva externa. Galdós, uno de los novelistas más importantes españoles del siglo XIX, utiliza la narrativa para criticar los males de su tiempo. Destacan temas como la avaricia y la falta de empatía.
Un ejemplo es cuando Torquemada hace actos de caridad, pero estos son por egoísmo para salvar a su hijo, ya que cree que puede negociar con Dios. Galdós emplea un estilo detallado y analítico que permite explorar la psicología de los personajes, indagando en la mente de Torquemada. Un ejemplo es la lucha interna entre el materialismo y la espiritualidad que se muestra cuando Francisco dice: “Si Dios existe, que me lo demuestre devolviéndome a mi hijo”.
El realismo de Galdós se nota en la atención a los detalles cotidianos y en la creación de personajes complejos y humanos. Torquemada en la hoguera es la primera novela de las cuatro que componen la tetralogía de Torquemada. Tiene otras obras importantes como Fortunata y Jacinta o Misericordia.
Características del Realismo y Naturalismo
Los escritores del realismo se documentan sobre el terreno, observando y anotando sobre personajes y ambientes, y escriben sobre lo que conocen, lo que otorga verosimilitud a sus obras. Estas están vinculadas a la crítica social y buscan claridad y exactitud en su estilo. La novela es el género principal, caracterizada por su verosimilitud y por representar la vida social o personal, ya sea a través de protagonistas individuales, con un análisis psicológico, o colectivos, con descripciones de ambientes y comportamientos grupales. El narrador omnisciente tiene control sobre el relato, conoce los detalles más íntimos y puede intervenir con observaciones dirigidas al lector.
Estructura narrativa mayormente lineal, aunque puede recurrir al pasado. El lenguaje narrativo se aproxima al coloquial, adaptándose al lenguaje natural de los personajes. Entre los grandes novelistas realistas del siglo XIX se destacan Leopoldo Alas Clarín con La Regenta, Benito Pérez Galdós con Fortunata y Jacinta y Las novelas de Torquemada, y Emilia Pardo Bazán con Pequeñeces y sus cuentos.
El naturalismo, corriente literaria que surge a finales del XIX, busca aproximar la literatura a la ciencia, intensificando las características del realismo, como descripciones minuciosas y reproducción fiel del lenguaje oral. El narrador debe ser objetivo e impersonal. Ejemplo de esto es La desheredada de Benito Pérez Galdós.
Poesía y Teatro en el Siglo XIX
En poesía del siglo XIX se distinguen tres tendencias: la antirretórica, la realista y la intimista posromántica. Ramón de Campoamor, representante de la poesía antirretórica, aborda temas filosófico-religiosos y de duda existencial. Bécquer y Rosalía de Castro, renovadores de la poesía en la segunda mitad del siglo XIX, fusionan la lírica popular con influencias germánicas. Bécquer, con sus Rimas, explora el proceso creativo como una visión en estado de ensoñación, mientras que Rosalía, con En las orillas del Sar, transmite desasosiego espiritual y desolación.
En teatro, Tamayo, Ayala, Echegaray y Galdós representan el teatro realista. Tamayo renovó con obras como Virginia, Locura de amor que exploran la emoción humana. Ayala se destaca por sus dramas históricos y alta comedia, como Un hombre de estado, donde critica la ambición y el comportamiento antisocial. Echegaray, además de su carrera política, fue dramaturgo y sus obras como En el puño de la espada y O locura y santidad tuvieron éxito. Galdós, en el teatro, con La de San Quintín, Doña Perfecta, Electra y El abuelo, ofrece obras marcadas por introspección y simbolismo.
El Novecentismo o Generación del 14
El novecentismo, o Generación del 14, reúne a autores como Ortega, Pérez de Ayala, Marañón, Juan Ramón Jiménez y Gabriel Miró. Esta corriente se caracteriza por una voluntad de claridad racional, precisión y un examen objetivo de la realidad, con un optimismo moderado y un talante vitalista. Los novecentistas tienen una formación doctrinal rigurosa, influenciada por el reformismo burgués liberal, el socialismo y el republicanismo. Su enfoque intelectual se orienta hacia el ensayo, con una postura elitista y una fuerte conciencia de su influencia social. Quieren transformar la política y creen que el papel del intelectual está vinculado a la transformación moral del individuo.
Estéticamente, se destacan por su rigor, precisión, y un tono frío, sereno e irónico, evitando el sentimentalismo y buscando la persuasión y la seducción en la comunicación. Ortega, en particular, tiene una sólida formación clásica, influenciado por Platón, y emplea formas asociadas al modernismo, como la musicalidad y las metáforas. Entre sus ensayos más destacados se encuentran Meditaciones del Quijote (1914), España invertebrada (1921) y La deshumanización del arte (1925), donde analiza sociológicamente el arte de vanguardia.
La Novela y Poesía Novecentista
En la novela novecentista, autores como Concha Espina, Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala ofrecen obras que exploran la crisis de conciencia individual y la crítica social. Pérez de Ayala, especialmente, comienza con novelas biográficas y de reflexión personal, como Tinieblas en las cumbres (1907) y A.M.D.G. (1910), pero en los años 20 se aleja de la acción para centrarse en la crítica social y la reflexión intelectual, con obras como Belarmino y Apolonio (1921) y Tigre Juan (1926), donde la novela se convierte en un vehículo para el ensayo.
En poesía, Juan Ramón Jiménez (1881-1958) destaca por su poesía hipersensible, que reelabora constantemente. Su obra pasa por tres etapas: en la primera, con Ninfeas (1900) y Almas de violeta, se centra en una poesía más sensitiva; en la segunda, con Rimas (1902), adopta un tono más intelectualmente introspectivo. La tercera etapa se caracteriza por un tono modernista y simbolista, con libros como Arias tristes y Jardines lejanos, llenos de paisajes melancólicos y sentimientos de soledad. Más tarde, en su obra Diario de un poeta recién casado, se introducen innovaciones vanguardistas, como el verso libre y los poemas en prosa. Su etapa final, con obras como Eternidades y Piedra y cielo, refleja un proceso de intelectualización y abstracción. En La Estación total (1923-1936), busca trascender las limitaciones del yo poético. Su última etapa, producida en el exilio, es la más profunda y auténtica, marcada por su obra Platero y yo (1914), donde expresa su deseo de armonía con la naturaleza.