Análisis de Lugar, Tiempo y Acción en ‘La Fundación’ de Buero Vallejo

Lugar, Tiempo y Acción en ‘La Fundación’

Lugar

La obra mantiene unidad de lugar, ya que toda la acción transcurre en un único espacio, aunque este varíe su configuración a lo largo de la obra, al pasar de ser la habitación confortable de una fundación a la celda de una cárcel. Podríamos decir que el escenario está situado en la mente de Tomás o al menos que lo vemos a través de sus ojos, y es un elemento de importancia trascendental en el desarrollo de la historia, ya que el proceso mental que se produce en el personaje al ir acercándose a la realidad se refleja en la transformación paulatina del escenario. Así, los sillones se transformarán en petates, las librerías en paredes desnudas, etc.

El Tiempo

En la obra no hay indicaciones temporales muy precisas, pero los cuatro “cuadros” (o subpartes) en que se divide transcurren, sin saltos cronológicos internos, en pocos días. En la primera parte, el primer cuadro tiene lugar una mañana poco antes de comer. El cuadro segundo transcurre esa misma tarde. En la segunda parte, el tercer cuadro se desarrolla tres días después, cuando los presos acaban de cenar. En el último cuadro han pasado pocos días, quizá uno sólo. Toda la obra comprende, pues, cuatro días o poco más, tiempo mínimo imprescindible para poder explicar el proceso mental que experimenta Tomás.

Este es el tiempo de la acción dramática, pero la historia abarca un tiempo más amplio. A medida que los diferentes elementos del escenario van recuperando su condición carcelaria, es decir, a medida que el protagonista va aproximándose a la realidad, se suministran al espectador los datos referentes al tiempo pasado y que explican la situación presente: la delación de Tomás, la condena a muerte, etc.

La Fundación no se encuadra en una época histórica o un lugar determinado, de ahí su universalidad. La intención de Buero Vallejo es hacernos comprender que esta situación se puede dar en cualquier momento de la historia y en cualquier lugar.

La Acción

La historia es suministrada al espectador con la misma lentitud con que la conoce el protagonista, a medida que este va pasando de la ficción a la realidad, y se complica rápidamente al final al desvelarse los proyectos de fuga y la nueva existencia de un delator que se resuelve fatalmente. Veámoslo con más calma.

En general la acción no incluye muchas peripecias, al menos hasta el final, ya que se trata principalmente de un drama de situación.

Durante toda la primera parte y casi todo el primer cuadro de la segunda, la acción se centra en el progresivo desmoronamiento del mundo inventado por Tomás y su sustitución por el real. Los únicos instantes de tensión son el descubrimiento del cadáver por los carceleros y la salida de Tulio para su ejecución.

Hay otro nudo de acción al que apenas se alude en toda la primera parte, y que toma fuerza en la segunda: el proyecto de evasión a través de un túnel. Así, en la segunda parte, el centro de atención se desdobla y la tensión dramática se concentra en el último cuadro. Este segundo motivo de la acción no puede salir a la luz desde el principio por su mismo carácter de proyecto secreto.

Estos dos ejes de acción se entrecruzan y se yuxtaponen, y es Asel el desencadenante de ambas. Él ha sido quien ha impedido el suicidio de Tomás, quien ha ideado el plan de fuga y quien hace averiguaciones hasta descubrir al traidor. La ocultación de la muerte del Hombre es planeada por Asel con una doble intención: por una parte, se puede aumentar la dieta de Tomás, lo que influye mucho en su recuperación; y, por otra, se espera que como consecuencia de este hecho sean llevados a celdas de castigo desde donde puedan intentar la huida. Como el traslado no se produce, comienzan a sospechar que hay un confidente y acaban por descubrir que el soplón es Max.

Los instantes de mayor acción e intensidad dramática se producen en el último cuadro, en el que se apresuran los acontecimientos. Esto provoca que los otros tres resulten comparativamente menos dinámicos, lo que, por otra parte, es algo habitual en el teatro.

A su vez, cada parte ofrece en su desarrollo pequeños clímax que sirven para mantener el interés:

  • el enfrentamiento Tulio/Tomás cuando aquel intenta ayudar a poner la mesa pero no hace nada;
  • el descubrimiento general de la muerte del Hombre.

Cada uno de ellos supone una carga de tensión superior a la anterior, para desembocar en el diálogo final de los dos únicos supervivientes, Tomás y Lino, para quienes el sacrificio de Asel -al margen de si podrán luego huir o no- ha supuesto una lección de valor.