La evolución de la población y de las ciudades. De la sociedad estamental a la sociedad de clases
La evolución de la población y de las ciudades
La población española experimentó un crecimiento significativo durante el siglo XIX, pasando de 10,5 millones de habitantes en 1797 a 18,5 millones en 1900. Las causas principales de este crecimiento fueron:
- La desaparición de algunas epidemias (excepto el cólera).
- La mejora de la dieta.
- La expansión de cultivos.
- Las mejoras higiénico-sanitarias.
Sin embargo, el crecimiento demográfico español fue uno de los más bajos de Europa Occidental, debido a una elevada natalidad y una alta mortalidad, causadas por las guerras, las enfermedades infecciosas y las crisis de subsistencia. La esperanza de vida en 1900 era de 34,8 años.
Mientras que la periferia (zonas costeras e industriales) experimentó un crecimiento demográfico elevado, la población del interior (a excepción de Madrid) creció de manera más moderada. A partir de 1860, se inició un lento éxodo rural, y la población urbana aumentó, sobre todo en Madrid (centro político) y Barcelona (núcleo industrial). Las ciudades experimentaron cambios con las mejoras en las infraestructuras (como la construcción del Canal de Isabel II en Madrid) y la remodelación del plano urbano, con la construcción de ensanches, barrios donde se asentaría la burguesía.
A pesar de la creciente urbanización, la mayoría de la población española seguía siendo rural y la densidad demográfica era baja y desigual.
La emigración exterior
A finales del siglo XIX, el desequilibrio entre el aumento de la población y las escasas oportunidades de empleo condujeron a muchos españoles a emigrar a ultramar. El principal destino fue Latinoamérica, aunque también el Norte de África. Los focos de emigración más importantes fueron Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias. Hasta 1860, más de 200.000 personas partieron hacia América, destacando los gallegos, debido a las oportunidades que les ofrecía el continente y la facilidad del viaje gracias a la navegación a vapor.
De la sociedad estamental a la sociedad de clases
Durante el siglo XIX, con el establecimiento del Estado liberal, se implantó en España la sociedad de clases. La sociedad ya no se dividía en estamentos cerrados, sino que todos los individuos eran iguales ante la ley. El único criterio de división social era el económico, que permitía clasificar a la población por su renta. Sin embargo, la desigualdad siguió existiendo.
- La clase alta se dividía en varios grupos: la burguesía industrial y financiera se impuso como una nueva élite social. La alta nobleza conservó sus títulos, aunque sin privilegios feudales, y la alta burguesía fue la nueva clase que emergió al beneficiarse de las desamortizaciones. Se constituyó así una oligarquía terrateniente, industrial y financiera.
- Las clases medias estaban formadas por la pequeña burguesía, funcionarios y miembros de profesiones liberales (médicos, abogados, etc.), oficiales del ejército, etc.
- Las clases populares constituían el 80 % de la población. Eran artesanos, campesinos, jornaleros y el nuevo proletariado surgido con la industrialización.
Las diferencias de riqueza y las duras condiciones de vida y trabajo de la clase obrera dieron lugar a nuevos movimientos sociales, como el movimiento obrero español, que surgió en 1868.
Desamortizaciones, la España rural del siglo XIX, industrialización, comercio y comunicaciones
Desamortizaciones
Durante el reinado de Isabel II se adoptaron tres medidas para liberalizar el mercado de la tierra:
- La suspensión de los mayorazgos (1836).
- La abolición del régimen señorial (1837).
- Las desamortizaciones (expropiación por parte del Estado de las tierras eclesiásticas y municipales para su venta a particulares).
Destacan dos desamortizaciones principales:
- La desamortización de Mendizábal (1837): consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia. Buscaba sanear la Hacienda, financiar la guerra civil y convertir a los nuevos propietarios en adeptos para la causa liberal.
- La desamortización de Madoz (1855): consistió en la venta de los bienes pertenecientes al Estado y a los municipios. Buscaba obtener ingresos para la Hacienda, consolidar una clase media y desarrollar la economía a través de obras públicas.
Consecuencias: se consolidó la propiedad privada y los campesinos se empobrecieron. Aunque la desamortización ayudó a la Hacienda Pública y al crecimiento de la producción, no realizó la reforma agraria que prometía ni condujo a la industrialización.
La España rural del siglo XIX
Hubo un atraso agrícola debido a la falta de modernización de las técnicas de cultivo y a un marco natural complicado. La estructura de la propiedad era la siguiente:
- En el norte dominaban las pequeñas propiedades poco productivas (minifundios).
- En el sur dominaba la gran propiedad (latifundios).
Industrialización
Hubo un retraso industrial debido a la falta de poder adquisitivo de la población, el proteccionismo excesivo y la escasez de materias primas y fuentes de energía. La Revolución Industrial se localizó sobre todo en el País Vasco y Cataluña.
- Industria textil: se desarrolló principalmente en Cataluña gracias al uso de máquinas que funcionaban con energía hidráulica y el vapor. Cabe destacar el uso del algodón.
- Industria siderúrgica: se desarrolló primero en Málaga (donde se instaló el primer alto horno) y en Asturias, aunque el verdadero despliegue se inició a finales de siglo en Bilbao gracias al eje comercial Bilbao-Cardiff (Gales). Aparecieron importantes astilleros.
- Minería: España era rica en hierro, plomo, cobre, mercurio y cinc. Gracias a la Ley de Bases Mineras de 1868, se permitió la entrada de importantes inversiones extranjeras.
Comercio
Se adoptaron medidas para establecer la libertad de comercio con la aprobación del primer código de comercio (1829) y el establecimiento de la peseta (1869). Se produjo un debate entre proteccionistas y librecambistas y se consolidó el Banco de España, que en 1874 obtuvo la concesión del monopolio de emisión de billetes.
Comunicaciones
La máquina de vapor y el ferrocarril revolucionaron el transporte, contribuyendo a extender el mercado nacional. En 1850 se estableció el servicio de correos y en 1852 el de telégrafos. El principal reto era el transporte de mercancías, por lo que se construyeron las primeras líneas de ferrocarril: La Habana-Güines (1837), Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851). La Ley de Ferrocarriles de 1855 impulsó la construcción de más líneas y la Ley de Ferrocarriles de 1877 la formación de nuevas empresas como MZA. Las líneas convergían en Madrid, favoreciendo la centralización, y el ancho de la vía, diferente al europeo, fomentó el aislamiento respecto al resto del continente.