El Movimiento Obrero en el Siglo XIX
Durante la mayor parte del siglo XIX, los trabajadores del campo y de las ciudades manifestaron sus protestas y su malestar recurriendo a procedimientos de tradición centenaria. Estos motines se fueron politizando a lo largo del siglo, pues los liberales, primero, y los demócratas y los republicanos, después, invocaban la acción justiciera del pueblo contra el mal gobierno y le incitaban a promover cambios políticos. A medida que algunas zonas se industrializaban y el sistema político liberal se implantaba, se difundieron ideas procedentes de la Revolución francesa. Como consecuencia, los trabajadores comenzaron a utilizar nuevas formas de lucha y organización, que constituyeron un incipiente movimiento obrero.
Desarrollo del Movimiento Obrero
Las Primeras Décadas
Antes de la Revolución de 1868, las primeras protestas de obreros industriales se canalizaron a través del ludismo. Este movimiento destruía las máquinas. Se produjeron motines luditas en Galicia y Alcoy. Sin embargo, los sucesos más graves tuvieron lugar en Cataluña, que estaba más industrializada. Este fue el caso del incendio de la fábrica de Bonaplata, un establecimiento pionero en el uso de las máquinas de vapor en el sector textil. La protesta de los obreros catalanes derivó hacia la creación de agrupaciones que los protegieran, como la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón. Fueron autorizadas las sociedades de socorro mutuo. En Cataluña se produjeron huelgas organizadas, como la de 1854 y la huelga general de 1855.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
Se evidenció la desconfianza de los trabajadores hacia la democracia y la República. Los obreros emplearon dos vías para reivindicar sus derechos:
- La acción directa contra los empresarios mediante las huelgas y los sindicatos.
- La acción política, destinada a presionar a las autoridades mediante elecciones y actos multitudinarios.
Los trabajadores pretendían mejorar sus condiciones de vida, pero también promover una revolución política y un cambio social. Los medios debían ser asociaciones exclusivas de los trabajadores. Los anarquistas eligieron la primera vía, la acción directa, mientras que los socialistas combinaron ambas, aunque prefirieron la acción política.
La división entre anarquistas y socialistas tuvo lugar en el seno de la Asociación Internacional de Trabajadores, que llegó a España a través de Giuseppe Fanelli. Junto con él surgieron los primeros líderes obreros del país, influidos por el anarquismo. Los bakuninistas crearon la Federación Regional Española (FRE), sección de la AIT que contaba con numerosos afiliados. Un pequeño grupo de obreros de Madrid que había sido expulsado de la FRE, creó una célula de inspiración socialista marxista; este grupo se incorporó a una sociedad de socorro mutuo, la Asociación General del Arte de Imprimir.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
Esta etapa se denomina Sexenio Democrático porque constituyó el primer intento de establecer en España una democracia basada en el sufragio general masculino. Se abordaron novedosas fórmulas políticas y sociales para integrar a las masas populares en el nuevo Estado nacional. La experiencia, no obstante, fracasó.
La Revolución y la Búsqueda de Rey (1868-1870)
El origen del Sexenio Democrático fue la Revolución de septiembre de 1868, conocida por sus partidarios como la Gloriosa, o más modestamente, como la Septembrina. Se inició en Cádiz con un pronunciamiento militar dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes respectivos de progresistas y unionistas. A ellos se unió el almirante Topete, también unionista, al mando de la Armada. El manifiesto de los sublevados se titulaba España con honra y proponía un Gobierno provisional y el sufragio universal, al tiempo que criticaba a la reina y a los Borbones en general. La insurrección se propagó por numerosas ciudades españolas y obtuvo el apoyo popular, generalmente liderado por los demócratas, que organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reina fueron derrotadas. Isabel II huyó a Francia; era la segunda vez en la historia de España que los Borbones partían hacia el exilio.
El Gobierno Provisional
Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobierno provisional que debía promover la elección de Cortes constituyentes. Estaba presidido por Serrano y compuesto por progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, Manuel Ruiz Zorrilla) y unionistas (Topete). Del Gobierno provisional estaban excluidos, sin embargo, los demócratas; estos tenían una gran influencia en las populares juntas revolucionarias de las ciudades, desde las que se reclamaba la implantación de derechos democráticos (sufragio general masculino, libertad de imprenta, de culto y de asociación) y la supresión de los consumos y las quintas. El doble poder (Gobierno provisional y juntas) se resolvió a favor del Gobierno: este disolvió las juntas y sus grupos de voluntarios armados. A cambio, el Gobierno procedió a cumplir la mayor parte del programa demócrata con la excepción del asunto de las quintas. Esto provocó la inmediata escisión del Partido Demócrata en dos facciones: cimbrios y republicanos.
Las Cortes Constituyentes
El Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes constituyentes en enero de 1869.
Las Fuerzas Políticas en las Cortes
- Los Carlistas
- Los Moderados
- Los Gubernamentales
- El Partido Republicano Federal
La Primera República
En principio fue un régimen indefinido y políticamente inestable. Se prescindió del procedimiento habitual de convocar Cortes constituyentes; en su lugar, se formó un Gobierno, presidido por el republicano Estanislao Figueras, pero con mayoría de radicales. Los republicanos, sin embargo, deseaban convocar elecciones para reunir unas Cortes constituyentes; los radicales, para evitarlo, promovieron dos golpes de Estado con la ayuda del Ejército (febrero y abril de 1873). Con ello, los republicanos se quedaron solos en el Gobierno. En mayo, finalmente, se celebraron elecciones, y el partido gobernante obtuvo la mayoría, aunque la abstención fue elevada. El nuevo Gobierno, presidido por Pi i Margall, inició el proceso de elaboración de una Constitución, que se plasmó en un proyecto constitucional (1873). Sin embargo, la nueva República federal, creada desde el poder, fue desbordada por la izquierda: por una parte, por los propios republicanos intransigentes; por otra, por movimientos sociales como el de los campesinos andaluces o el de los obreros de Alcoy.
Los republicanos intransigentes impulsaron, a partir del verano de 1873, un movimiento federalista espontáneo que pretendía establecer de manera inmediata y directa la estructura federal del Estado, combinada con algunas medidas de carácter social. Este movimiento fue conocido como cantonalismo porque se formaron cantones (municipios autónomos) en Levante, Murcia y Andalucía. Entre ellos destacaron el de Málaga, y, sobre todo, el de Cartagena. El cantonalismo, con alguna excepción, fue una revolución protagonizada por una clase media radicalizada con participación de trabajadores de las ciudades. Para sofocar el cantonalismo, la República dio un giro hacia la derecha apoyándose en el Ejército, en especial en militares alfonsinos que habían luchado contra los carlistas. En esta etapa, los presidentes del Gobierno fueron Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Castelar gobernó de forma autoritaria disolviendo incluso las Cortes; en enero de 1874, los republicanos presionaron a Castelar y le obligaron a reabrirlas, forzándole a dimitir. La sesión de las Cortes fue interrumpida por el general Manuel Pavía, que entró en el edificio con fuerzas de la Guardia Civil y las disolvió sin apenas resistencia.