Generación del 98: Características, Autores y Obras Clave
Características de la Generación del 98
La llamada Generación del 98 está constituida por un grupo de escritores modernistas que se sienten muy afectados por la profunda crisis que padece España a finales del siglo XIX. Tras el desastre del 98, adoptan una actitud crítica ante la realidad y proclaman la necesidad de una urgente regeneración social, moral y cultural del país. Asumen el compromiso cívico de denunciar los males de la nación, indagar en sus causas y proponer soluciones.
Para algunos estudiosos no están claros los límites entre la Generación del 98 y el Modernismo, pues consideran que ambos movimientos nacen de la misma actitud, la insatisfacción ante la literatura realista y ven en el Modernismo el lenguaje generacional de muchos escritores del 98. Para otros, constituyen un grupo autónomo e independiente del Modernismo, pues reúnen los requisitos para ser considerados miembros de una generación literaria (nacimiento en años cercanos, formación cultural semejante, relación personal, actividades comunes, vivencia del mismo acontecimiento histórico, existencia de un guía espiritual y empleo de un lenguaje propio). Entre los elementos diferenciadores cabe señalar los siguientes: los referentes inmediatos de la Generación del 98 son intelectuales y pensadores, mientras que los del Modernismo son poetas; el 98 es un movimiento de origen español que pretende indagar en la esencia del alma nacional, pero, al contrario, el Modernismo nace en Hispanoamérica, sus raíces literarias proceden de la literatura francesa y su vocación es cosmopolita; frente a la sensualidad jubilosa del Modernismo, los noventayochistas abordan temas históricos, morales y sociopolíticos; si la labor creadora de los modernistas se circunscribe al ámbito poético, los integrantes de la generación del 98 cultivan la poesía, el teatro, el ensayo y la novela.
Los Géneros Literarios Más Cultivados y sus Principales Autores
Tres son los géneros literarios más cultivados por esta generación de escritores: el ensayo, la novela y la poesía. En lo que se refiere al ensayo, cabe señalar que, pese a sus notables divergencias ideológicas, dos asuntos cobran especial interés: el problema de España y las angustias existenciales (el destino del hombre o la inmortalidad del alma). Sus escritos ensayísticos conectan con toda una tradición literaria que arranca del siglo XVII (la mirada lúcida de Cervantes o la desencantada de Quevedo), y culmina con el pensamiento crítico de Larra, y de movimientos ideológicos del siglo XX como el regeneracionismo o el krausismo. La novela rompe con la hechura realista y naturalista del siglo XIX, en aspectos tan relevantes como el lenguaje (sobriedad expresiva), la construcción del argumento y la estructura abierta, el tratamiento de los temas (conflicto entra la razón o la fe, la angustia por el paso del tiempo y la amenaza de la muerte), los personajes (hombres de acción o personajes abúlicos o seres que se convierten en interlocutores del autor, como sucede en Niebla de Miguel de Unamuno) o la forma subjetiva de reflejar la realidad a través de un narrador que muestra la perspectiva del autor. La poesía recoge las dos tendencias del momento: la herencia simbolista francesa del Modernismo (Antonio Machado) y la herencia ideológica alemana (Unamuno). Ambos poetas acogen en su segunda etapa el espíritu del 98, tanto en su temática como en su escritura (más reflexiva y analítica).
Pío Baroja
Es sin duda el máximo novelista de su tiempo. Baroja, al contrario que los realistas decimonónicos, crea ambientes de perfiles difusos, apenas profundiza en la psicología de los personajes (de ahí el abultado número de cada novela) y describe con la pintura rápida de los impresionistas, como si fuera un espectador de la vida humana, a la que dirige su mirada social.
Sus reflexiones sobre la situación española se concentran en sus novelas El árbol de la ciencia y César o nada. Nos ofrece una visión desoladora de la vida nacional, de ahí que defienda la europeización de España, sin renunciar a nuestras señas de identidad. Se autodefine como un liberal radical, rechaza cualquier dogma político y manifiesta su escepticismo hacia el sistema democrático y el sufragio universal, pues considera que la razón no está en la mayoría sino en los más inteligentes.
Entre sus títulos, agrupados casi siempre en trilogías, cabe destacar: Camino de perfección (1902), de la trilogía La vida fantástica; La busca (1904), de La lucha por la vida; Zalacaín el aventurero (1909), de Tierra vasca; Las inquietudes de Shanti Andía y, sobre todo, El árbol de la ciencia.
Miguel de Unamuno
En sus ensayos, Unamuno aborda el tema de España en En torno al casticismo. Expone que el remedio a los males del país está en la conjunción de tradición y europeización, aunque en escritos posteriores reniega de la europeización de España y aboga por una españolización de Europa. Para él, la verdadera tradición se halla en la intrahistoria (vida silenciosa y anónima de los millones de seres que pueblan nuestras tierras). En esa búsqueda de la España real, Unamuno descubre, en Vida de don Quijote y Sancho, que fue Cervantes quien mejor supo aprehender su más profunda esencia, por lo que la noble figura del hidalgo manchego representa el ideal de regeneración de la sociedad española. Por otra parte, el autor, expone con hondura sus preocupaciones religiosas y existenciales. En el ensayo Del sentimiento trágico de la vida plantea el conflicto entre razón y fe, y cómo el ansia de inmortalidad del ser humano choca con las leyes de lo lógico. Afirma que si queremos ser inmortales, hemos de resucitar con la voluntad al Dios que ha matado la razón, pues el único modo de conocer a Dios es tener hambre de Él. En La agonía del cristianismo (agonía=lucha), considera que la verdadera religión ha de alimentarse del conflicto, del desasosiego, y debatirse constantemente la duda.
El género literario más renovado por Unamuno es, sin embargo, la novela. Sus relatos, de carácter existencialista, recogen su actitud intelectual: la búsqueda de la personalidad y el conflicto entre creador y personaje en Niebla (1914); la envidia cainita en Abel Sánchez (1917) el sentimiento de la maternidad frustrada en La tía Tula (1921); y la trascendencia religiosa y la inmortalidad en San Manuel Bueno, mártir (1933). Asimismo, su novela refleja su intención de renovar el lenguaje, la forma y las técnicas narrativas. Unamuno llama a sus novelas “nivolas” para diferenciarlas de las realistas: en estas el lenguaje es directo y el autor, para mostrar la realidad permite que sus personajes actúen según su propia ley; en las “nivolas” su lenguaje es más intelectual y el autor invade el orden de la realidad objetiva para manejarla de acuerdo con las leyes y los criterios que él impone.
José Martínez Ruíz, Azorín
En sus ensayos, ha sido quien mejor ha sabido captar el alma castellana a través de la contemplación del paisaje (Los pueblos, Castilla). En sus artículos políticos y de crítica literaria evoluciona desde el radicalismo anarquista, donde vierte juicios agresivos contra los valores establecidos (Moratín, Anarquistas literarios) hasta el tono más mesurado de su época de madurez. Entre sus novelas destacan La voluntad (1902), Antonio Azorín (de carácter autobiográfico) o Las confesiones de un pequeño filósofo, que presentan una estructura fragmentaria y discontinua en las que en torno a un leve hilo argumental se aglutinan disquisiciones filosóficas y estampas del paisaje castellano.