Crítica de Nietzsche a la Filosofía Tradicional: Confusión entre lo Primero y lo Último

Segundo rasgo de la idiosincrasia de los filósofos: La confusión de lo primero con lo último. Nietzsche utiliza la cursiva en “otra” porque este segundo rasgo característico en realidad se deriva del anterior: los filósofos al creer en una realidad no sujeta al devenir se ven obligados a establecer que los conceptos supremos, a través de los cuales se accede al “mundo verdadero”, no tienen origen humano ni evolución histórica. En efecto, los conceptos más abstractos -por ellos mismos los más vacíos- son ubicados como principios, en el doble sentido de estar al comienzo y de constituir el soporte de todo lo real. De esta forma, la filosofía tradicional no solo inventa una realidad, sino que la coloca en el lugar más elevado. Es característico del pensamiento filosófico tradicional el considerar que lo supremo no puede provenir de nada. En ello radica una de las claves del rechazo con que fue acogida, poco antes de la época en que escribe Nietzsche estas líneas, la teoría evolutiva de Darwin, que presentaba las cualidades humanas como producto de un desarrollo biológico a partir de especies inferiores. Por tanto, todos los conceptos supremos carecen de historia. Ahora bien, estas realidades superiores no pueden ser diferentes entre sí y quedan todas fundidas en el concepto -entrecomillado- de “Dios”. Los filósofos medievales hablaron de los trascendentales, que son los términos o conceptos que se aplican a todas las cosas. Según ellos, los trascendentales son convertibles, o sea, intercambiables, no porque sean una única realidad, sino porque aquello por lo que algo es bueno es precisamente aquello por lo que tiene ser. Y todas las cosas tienen ser por Dios. De esta forma, el concepto más vacío de los conceptos vacíos, Dios, se coloca como la realidad primordial que fundamenta cualquier otra. La imagen final es poderosa: la filosofía como enfermedad mental de quienes sufren un rechazo patológico a la vida, especialistas en crear redes opresivas de conceptos. Solo admiten como real lo que se puede atrapar en sus telarañas. El precio ha sido muy alto: hacer ineptos para la vida a generaciones enteras.

Valoración razonada de su actualidad

Es muy frecuente la clasificación de la realidad en etiquetas conceptuales, lo cual adquiere rango particularmente insidioso cuando se aplica a grupos humanos dando así forma a una de las variaciones más perversas de la llamada “profecía autocumplida”: ocurre cuando una sociedad rechaza de antemano un grupo al que le adjudica vicios congénitos de holgazanería, robo y, en general, cualquier forma de marginalidad, impidiéndoles el acceso a los bienes sociales y logrando de una manera impecable precisamente su integración. También encontramos la misma fe en la reivindicación de paridad en las listas electorales entre varones y mujeres: ¿Existe un estilo femenino de gobernar? ¿Supone un paso hacia la igualdad de oportunidades el que se facilite a una pequeña élite de mujeres el acceso a los puestos de responsabilidad? ¿Debería procederse de manera semejante con otros colectivos como serían los homosexuales o personas de diferente raza? Se sepa o no, lo que late en estas actitudes socio-políticas es la antigua cuestión filosófica sobre la realidad de los universales. Quien se incline por la idea de que lo verdaderamente real es el individuo defenderá políticas de igualdad de oportunidades, mientras que quien considere que lo más importante es el grupo al que el individuo se adscribe promoverá políticas de cuotas y de discriminación positiva. La preocupación que Nietzsche muestra por la capacidad falseadora del lenguaje es plenamente actual, en especial en lo que concierne a los discursos políticos y publicitarios, debido al enorme impacto que los medios de comunicación tienen en nuestras sociedades. Sin duda, la crítica al lenguaje de Nietzsche constituye uno de los elementos más influyentes de su filosofía e indudablemente supuso un gran impulso al denominado “giro lingüístico” que caracterizó en buena medida la filosofía del siglo XX. Es cierto que la Filosofía analítica permaneció en muchos aspectos muy alejada de los presupuestos nietzscheanos, con su idea del paralelismo entre lenguaje y realidad, pero en otras filosofías, como la de Henri Bergson o María Zambrano, fueron fieles a la necesidad expresada por Nietzsche de reemplazar el lenguaje conceptual por el metafórico. Merece también comentarse el peso de la filosofía de Nietzsche en la hermenéutica. Según esta importante corriente de la filosofía contemporánea, todo acto de conocimiento supone una interpretación que persigue la comprensión de un sentido, y este no suele ser unívoco y cabe siempre la posibilidad de que el objeto conocido diga cosas diferentes e intérpretes diferentes. Es evidente la influencia de Nietzsche que explica cómo, a partir de la muerte de Dios, “no hay hechos, solo interpretaciones”. También al establecer que el mundo verdadero de la metafísica tradicional deja sitio al juego de las interpretaciones. Es indudable también su influencia en la filosofía de la ciencia actual, el pragmatismo, la posmodernidad, el relativismo lingüístico, el vitalismo o el pensamiento antimetafísico.


Conceptos Clave en la Filosofía de Nietzsche

Superhombre

El nuevo hombre, fundamentalmente de tipo moral, es el hombre que consciente de la falsedad de los trasmundos acepta la voluntad de poder, su finitud, y se entrega a la creación de nuevos valores que afirman la vida. “Sí a la vida” es su lema. El superhombre ha recuperado los instintos vitales negados por la religión cristiana y la tradición idealista (Platón, Descartes, Kant). Hace caso omiso a los prejuicios de la gente y no entiende las normas morales que rigen la sociedad si estas no están al servicio de la alegría de vivir.

Muerte de Dios

Acontecimiento histórico de máxima magnitud, no se entiende como la muerte de la divinidad sino en que la creencia en el Dios cristiano ha caído en descrédito, revelándola una ficción humana (herencia del progreso científico del siglo XIX y sus filosofías). Más que el anuncio de que Dios ha muerto efectivamente se trata de simbolizar el final de la tradición platónico-cristiana y sus valores negativos para la vida.

Idiosincrasia

Es empleada por Nietzsche en su habitual sentido de “peculiaridad”, pero haciendo hincapié en lo que en ella hay de “idiota”.

Egipticismo

Tendencia a la permanencia estática, a la intemporalidad, a la petrificación. Hace referencia a lo que, según Nietzsche, ocurrió en el mundo egipcio, a partir de un momento determinado, cuando el gusto por las cosas fijas se hace dominante en esta cultura.

Devenir

Llegar a ser; expresión que manifiesta la concepción heracliteana de la realidad como cambio continuo de todas las cosas, frente al principio de identidad parmenídeo y platónico. La vida es para Nietzsche devenir, lucha, contradicción, y no identidad, que es muerte.

El dogmatismo platónico se convierte, de este modo, en el error de base de la cultura occidental, según Nietzsche.

Nietzsche y Platón representan dos modos antitéticos de concebir cualquier dimensión de la realidad, como podemos leer ya en la primera y polémica obra de Nietzsche (El nacimiento de la tragedia), de clara influencia wagneriana, donde distingue en el arte y la cultura griegos dos fuerzas contrapuestas calificadas como “espíritu apolíneo” y “espíritu dionisíaco”, dualidad imprescindible en el ser humano. Considera que la Grecia presocrática no ha olvidado a ninguno de los dos dioses, como pone de manifiesto la contraposición entre Parménides (el ser es y el no ser no es) y Heráclito (todo fluye; la realidad es devenir), pensador este último muy reverenciado y admirado por Nietzsche. Todo cambia, sin embargo, con Sócrates y su elección de la razón como guía para la vida, que más tarde adoptará su discípulo Platón, convirtiéndola en los cimientos desde los que se construirá la civilización occidental, comenzando la decadencia y el error. Se pierde, por tanto, la ingenuidad de la existencia. Sócrates con su afán por buscar razones, por definir y con su intelectualismo moral que podemos resumir en “razón = virtud = felicidad” hace la equiparación más extravagante que existe, ya que pone la razón en lugar de la vida. La metafísica platónica no hace más que profundizar este error. Su concepción de la realidad parte de la existencia de dos mundos: el de las Ideas y el sensible. Éste se caracteriza por el cambio, la mutación, la imperfección, la fugacidad… pero no es real sino que sólo es apariencia o imitación imperfecta de otro, el verdadero, el mundo de las Ideas, el mundo de las esencias eternas, absolutas, inmutables, universales, inmateriales… en definitiva, un mundo inteligible, donde no existe el cambio ni el devenir. Según Nietzsche, esto no es más que “egipticismo”, ya que Platón cree haber encontrado la Verdad, no accesible, por supuesto, a través de los sentidos, sino sólo a través de la razón, cuando momifica la realidad, la diseca, detiene el devenir, en definitiva, la mata. La realidad resulta terrible, mas la solución se traslada a otro mundo distinto a éste, donde todo lo malo fue eliminado y todo permanece inmutable.