Etapas, Condicionamientos y Conflictos de la Segunda República Española
El Bienio Progresista (1931-1933)
La Segunda República eligió a Alcalá Zamora como presidente y Manuel Azaña formó gobierno, coaligado con los socialistas. Este último era un hombre de gran preparación, que se revelaría como la figura clave en estos dos años, los más fructíferos de toda la República. Mediante un reformismo acelerado, pensaba Azaña eliminar todos los obstáculos tradicionales que impedían la modernización de España. En este sentido, emprende las reformas a pesar de las dificultades económicas.
Pero desde los primeros momentos, fueron muchos los problemas que se le plantearon a la República:
- Las relaciones con la Iglesia católica nunca fueron buenas. El exacerbado anticlericalismo callejero y el del propio gobierno hirieron innecesariamente a muchos católicos.
- Pronto surgió el descontento popular y aumentó considerablemente la conflictividad laboral, sucediéndose las huelgas y los tumultos callejeros. La agitación anarquista en el campo andaluz desembocó en los sangrientos sucesos de Casas Viejas (enero de 1933), a partir de los cuales Azaña apareció como represor, quedándose muy dañado su prestigio.
- La política de reformismo acelerado disgustó a la derecha clásica, que buscó el recurso del Ejército. El general José Sanjurjo realizó un intento de sublevación militar en Sevilla, que fracasó. Las derechas encontraron un aglutinante más adecuado en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), cuyo jefe político era el joven abogado José María Gil Robles.
Todos estos problemas acabaron erosionando el gobierno de Azaña. Así, en octubre de 1933, el presidente de la República encargó a Diego Martínez Barrios formar gobierno y convocar nuevas elecciones.
El Bienio Conservador (1933-1936)
Las elecciones de 1933 dieron el triunfo a los conservadores de la CEDA y al centro político, formado por los radicales de Alejandro Lerroux. El triunfo se debió a los sectores disconformes con Azaña y al abstencionismo de los anarquistas. El peso de la dirección del gobierno recayó en los radicales y en su líder.
La CEDA representaba la respuesta de la mayoría de los católicos al anticlericalismo del bienio anterior. Albergaba en sus filas elementos ultraconservadores. Su jefe, José María Gil Robles, es la revelación de este bienio. La CEDA aceptó la República, pero al no hacer una declaración expresa de fidelidad, se puso en duda su sinceridad republicana.
El momento más crítico de esta etapa fue el estallido de la Revolución de octubre de 1934. Surgió en Cataluña y Asturias. En Cataluña, organizada por Lluís Companys, presidente de la Generalitat a la muerte de Macià, fue fácilmente sofocada. En Asturias, organizada por los socialistas, con la colaboración de los anarquistas y de los comunistas, triunfó en las cuencas mineras. Para sofocarla se hubo de recurrir al ejército de Marruecos. La represión fue sangrienta.
Tras la Revolución de octubre se produjo la polarización de las posturas políticas. Gil Robles asumió la cartera del ministerio de la Guerra y se aceleró la política revisionista. Así, la reforma agraria quedó suspendida; surgieron grupos fascistas, como Falange Española, fundada en 1933 por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador; y, además, el ultraderechismo se acentuó con posturas totalitarias, comenzando a brillar José Calvo Sotelo, líder del partido monárquico Renovación Española.
Se produce la descomposición del Partido Radical, abandonado por Martínez Barrios y minado por la corrupción del escándalo financiero del estraperlo. Todo ello hace que se encargue de formar gobierno Manuel Portela Valladares, con el fin de convocar nuevas elecciones generales.
El Frente Popular y la “Primavera Trágica” (1936)
Las elecciones de febrero de 1936 fueron tensas, con un país dividido. El nombramiento de Portela Valladares representaba un intento fallido por encontrar una vía intermedia. La derecha se presentaba desunida y desgastada. La izquierda aparecía unida en el Frente Popular, que englobaba a republicanos, socialistas y comunistas, con el respaldo de los anarquistas. Este último ganó las elecciones.
Azaña fue el encargado de formar el gobierno del Frente Popular, renovando la coalición republicano-socialista. El PSOE se había radicalizado, rechazaba el reformismo burgués azañista y estimaba que el Frente Popular no pasaba de ser una alianza para ganar las elecciones.
Azaña se vio desbordado cuando se produjeron desórdenes generales. La calle desempeñó un papel protagonista, siendo escenario de violentos choques entre militantes de partidos obreros y falangistas; empezaba la “Primavera Trágica” de 1936.
La destitución de Alcalá Zamora como presidente y su sustitución por Azaña complicaron la situación, debido a la anulación de la política de este por lo limitado de sus funciones. La Jefatura del Gobierno, ocupada por Santiago Casares Quiroga, no era el hombre apropiado para suavizar las tensiones.
Los planes para derribar la República se aceleraron desde la victoria del Frente Popular. Intervienen políticos de extrema derecha y algunos militares. El Gobierno dispersa a los militares sospechosos: Goded es trasladado a Baleares, Franco a Canarias y Mola a Navarra. La medida se mostró como un grave error, porque Mola pudo tomar contacto con los tradicionalistas del carlismo y Franco quedó con mayor libertad de acción.
El asesinato de José Calvo Sotelo en Madrid proporcionó el pretexto para la insurrección militar.