El Declive del Imperio Ruso: Un País en Crisis
A principios del siglo XX, el Imperio Ruso, a pesar de ser una de las grandes potencias mundiales, era considerado un país atrasado en comparación con las naciones modernas. Las diferencias sociales eran abismales, con una pequeña minoría dueña de grandes fortunas y una mayoría de campesinos y obreros industriales viviendo en condiciones miserables. La falta de una clase media sólida era uno de los grandes problemas sociales. La industria se desarrolló tardíamente debido a la tardía supresión de la servidumbre en el campo. Aunque el proletariado industrial creció rápidamente, seguía siendo poco numeroso y vivía en condiciones precarias. La concentración de obreros en grandes fábricas favoreció la extensión de ideas revolucionarias.
La Revolución de 1905: Un Primer Aviso
La insurrección de 1905 contra el zarismo fue una llamada de atención sobre los graves problemas de Rusia. La crisis económica propició huelgas obreras, sublevaciones campesinas y acciones terroristas. El detonante de la revolución fue la Guerra Ruso-Japonesa, en la que Japón derrotó a Rusia, provocando una gran conmoción. El Domingo Sangriento, una manifestación pacífica que buscaba mejorar las condiciones laborales, fue brutalmente reprimida, causando centenares de muertos. Este hecho desencadenó la revolución, extendiéndose las huelgas y creándose los primeros sóviets. El zar Nicolás II se vio obligado a aceptar algunas reformas, como la creación de una asamblea representativa, la Duma, pero anuló las reformas políticas tan pronto como pudo.
La Revolución de Febrero de 1917: El Fin del Zarismo
La entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial junto a Francia y Reino Unido agravó la situación. El alargamiento del conflicto sumió al país en el caos. El malestar se propagó entre la población, y el prestigio del zar y su régimen se vino abajo. El desabastecimiento en el ejército y en las ciudades multiplicó el descontento. En febrero de 1917, se produjeron manifestaciones de protesta. El ejército, enviado para reprimir la revuelta, actuó con poca firmeza. Nicolás II clausuró la Duma, pero la ciudad quedó en manos de los sublevados. El gobierno dimitió, surgiendo dos poderes: el de la Duma y el del Sóviet de Petrogrado, que acordaron formar un Gobierno provisional. Nicolás II abdicó, y Rusia se convirtió en una república. El zarismo había llegado a su fin.
La Revolución de Octubre de 1917: El Triunfo Bolchevique
En Rusia se produjo un acontecimiento de gran importancia mundial: la primera revolución socialista del mundo. Los bolcheviques, liderados por Lenin, quien había regresado de su exilio en Suiza, ganaron popularidad. El general Kornílov intentó un golpe de fuerza para restaurar el orden, pero fracasó. Lenin convenció a su partido de la necesidad de una insurrección armada para derrocar al gobierno provisional de Kerensky. En octubre de 1917, los bolcheviques ocuparon Petrogrado. El II Congreso de los Sóviets de Rusia eligió un nuevo gobierno, con Lenin como presidente. La revolución bolchevique había triunfado.
La Consolidación de la Revolución
Rusia se convirtió en el primer país en el que un partido obrero alcanzaba el poder. El Consejo de Comisarios del Pueblo promulgó una serie de decretos: la paz sin anexiones ni indemnizaciones, la expropiación de las grandes propiedades agrarias, el control obrero de las fábricas y el derecho de autodeterminación de los pueblos de Rusia. El primer objetivo del gobierno fue apartar al país de la guerra mundial, aceptando las duras condiciones impuestas por Alemania.
La Era de Stalin: Dictadura y Transformación
Stalin instauró un régimen dictatorial mediante métodos brutales y la eliminación de toda oposición. Se llevaron a cabo depuraciones internas en el partido, eliminando cualquier crítica. El Partido Comunista quedó sometido a la voluntad de Stalin, quien fue objeto de un obsesivo culto a la personalidad. El partido dominaba todos los aspectos de la vida de la URSS. La URSS se convirtió en una potencia económica mundial, y el régimen estalinista gozó de un amplio consenso social, aunque a un alto precio humano, con millones de muertos y deportados.