Localización
El sí de las niñas es, sin duda, la obra teatral más relevante de **Leandro Fernández de Moratín**. Aunque fue escrita en 1805 y representada por primera vez un año más tarde, pertenece al siglo XVIII. **Moratín**, la gran figura del teatro español del siglo de las Luces, es el creador de la **comedia moratiniana**, en la que ridiculiza los vicios y costumbres de su época, intentando convertir el teatro en un medio didáctico para reformar las costumbres. En El sí de las niñas, el autor defiende el **derecho de la mujer a elegir libremente a su marido**.
El sí de las niñas pertenece al movimiento **neoclásico**, ya que la obra tiene un carácter didáctico y critica las costumbres, como por ejemplo la obligación de sumisión hacia la familia, reflejada en este caso en el carácter de Francisca ante su madre. Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid en 1760. Hijo de un escritor, se crio en un ambiente literario, familiar y culto. Años más tarde, al producirse la guerra, tuvo que exiliarse, ya que se unió a los franceses y estos perdieron. Durante toda su vida estuvo influenciado por ideas ilustradas y fue defensor de principios estéticos neoclásicos.
Argumento y temas
En sus obras, el autor se centra en los **matrimonios concertados**, la **educación de los jóvenes** y el **teatro de la época**, pero en El sí de las niñas el argumento se centra en el matrimonio concertado de Doña Francisca y Don Diego por parte de Doña Irene, madre de la niña, así como en la educación de la mujer.
Las tres unidades
Leandro Fernández de Moratín crea un teatro preocupado por guardar las reglas de las **tres unidades**:
- Unidad de tiempo: una representación cuyo tiempo interno no pase de las 24 horas.
- Unidad de lugar: que se represente en un solo escenario por el que entran y salen los diversos personajes de la obra.
- Unidad de acción: tres actos que se correspondan con la presentación, el nudo y el desenlace.
El teatro aspira a convertirse en instrumento de reforma cívica y moral, pretende transformar a la sociedad enseñándole desde el escenario los vicios que debe evitar y las virtudes que debe imitar. Este propósito educativo, junto con la rigidez que suponen las normas citadas anteriormente, hace que este tipo de teatro no haya producido grandes obras ni haya contado con el entusiasmo popular.
Los principales cultivadores del teatro neoclásico fueron una serie de escritores, madrileños en su mayoría, que se sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos, y crearon un teatro en pos de los intereses políticos y morales de la época con los cuales, como ilustrados que eran, estaban de acuerdo. Leandro Fernández de Moratín tuvo un triunfo tardío, ya que no fue hasta casi antes de morir que obtuvo reconocimiento. El sí de las niñas es la obra de madurez del autor, ya que trata temas fundamentales de la época, transmite su ideología a través de un personaje, en este caso es Don Diego; y El sí de las niñas será una obra perseguida por la iglesia y las ideologías de la época. Leandro Fernández de Moratín implanta un neoclasicismo que se inspira y recoge ideas del modelo grecolatino renacentista.
Estilo y lenguaje
Al estar escrito en prosa, el mensaje que quiere transmitir el autor llega mejor a más gente. El nivel de uso de la lengua es **culto**, con giros complejos y términos adecuados. También hemos encontrado un lenguaje **coloquial** con vulgarismos, y un lenguaje **realista** con diálogos muy vivos. Hay muchas exclamaciones e interrogaciones. Es una lengua más oral, y podemos ver muchas conjunciones (conque). Aparecen muchos laísmos (uso del la en vez de le). Moratín, con todo esto, consigue plasmar una lengua más oral. Es un diálogo en estilo directo con muchas exclamaciones.
Adecuación
En cuanto a la **adecuación** se refiere, el **emisor** del texto, Moratín, nos transmite su pensamiento sobre todo a través de las palabras de don Diego. Por otro lado, el tratamiento de respeto con que se dirigen entre sí los dos personajes responde a unas estrictas reglas de cortesía, si bien don Diego trata a la muchacha como una hija (“¿De quién hija mía?”) y ésta a él como un señor mayor al que debe respeto ante todo (“Sí, señor”, “No señor”).
Caracterización de los personajes
Para lograr la **caracterización** de sus personajes, el autor se vale de sus propias palabras. La serenidad y seguridad con que se expresa don Diego no es la de alguien que necesita respuesta a las preguntas que ha hecho y a las que no ha recibido contestación satisfactoria. Los lectores compartimos con don Diego el conocimiento sobre los sentimientos que anidan en Paquita, aunque el reparto de la información es desigual, pues la joven ignora que don Diego está al tanto de todo.
Es una escena en la que aparecen bien representadas las cualidades de **don Diego**: la **ponderación** (“¿Por qué no hace usted más confianza de mí? ¿Piensa usted que no tendré yo mucho gusto en hallar ocasiones de complacerla?”), el **buen sentido** (“¿Cuánto va, que si la dejasen a usted entera libertad para la elección no se casaría conmigo?”), la **generosidad** (“¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplearme todo en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto”), su **paternal amor** hacia Paquita (“¿No sabe usted que la quiero tanto”), su toma de posición a favor de Paquita y en contra de doña Irene, que es lo mismo que decir al lado del sentido común y de la razón, frente a la autoridad irracional (“¿Cómo es posible que yo la abandonase?”). Es un hombre que se guía por la razón, sensible, con empatía hacia el que sufre.
**Paquita**, que no siente amor hacia don Diego, está dispuesta a obedecer a su madre y a ser infeliz el resto de su vida. En esta escena, Paquita aparece caracterizada como una joven que sabe lo que quiere, pero que está dolida porque ama a otro hombre y cree que no le corresponde, por lo que va a casarse con quien no quiere por la presión que su madre ejerce sobre ella. Mujer de bien y dispuesta a serlo toda la vida, aun a costa de su felicidad, como fruto de una equivocada educación, de la que ella misma es consciente.
También se menciona a **doña Irene**, que aparece como la madre autoritaria, responsable de todo el problema planteado en la obra, por su interés, voluntad y autoridad.
Espacio y tiempo
La acción se ubica en una posada de **Alcalá de Henares** y en las horas anteriores al amanecer, como sugiere la acotación ya mencionada con anterioridad: “Vase iluminando el teatro lentamente, suponiendo que viene la luz del día”.
Cohesión
La **cohesión** se logra con mecanismos lingüísticos como la deixis social (el constante tratamiento de usted que, además, sirve para poner de manifiesto la distancia irreparable entre Paquita y don Diego), los conectores extraoracionales que unen unos parlamentos con otros (“Y daré gusto a mi madre”, “Y vivirá usted infeliz”), las constantes anáforas (“¡Qué obstinado, qué imprudente silencio!”), la reiteración de palabras (“Todo eso es cierto… eso exigen de nosotras. Eso aprendemos en la escuela…”), el tiempo verbal en presente, propio de un diálogo teatral (“Conviene mucho que usted vuelva un poco sobre sí”), el frecuente uso de los puntos suspensivos para evocar las detenciones propias del empleo oral de la lengua (“Su buen amigo de usted… Yo… ¿Cómo es posible que yo la abandonase… ¡criatura!…).
Estilística
Por lo que respecta a la **estilística** del texto, con las anáforas (“Usted no se halla… Usted me asegura… que no tiene…, que está persuadida…, que no piensa…”), paralelismos (“Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden…), enumeraciones (“el temperamento, la edad ni el genio; el temor, la astucia y el silencio; un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos”), bimembraciones (“su compañero y su amigo; mi conato y mis diligencias; esa aflicción y esas lágrimas; desmienta y oculte; callar y mentir”) e interrogaciones retóricas (“¿Son estas las señales de quererme exclusivamente a mí, de casarse gustosa conmigo dentro de pocos días? ¿Se anuncian así la alegría y el amor?) se pone de manifiesto la ponderación y el talante sereno de don Diego, que elabora paso a paso su razonamiento, acumulando datos y argumentos sobre una misma idea. Don Diego se expresa con parlamentos algo más largos, mediante juicios y argumentaciones que sirven para caracterizarlo como una persona para quien todo ha de ser razonable. Paquita, con sus réplicas breves, de sintaxis entrecortada, manifiesta la prudencia de quien teme decir más de lo que quisiera.
La escasez de adjetivación tiene que ver con la estética neoclásica que propugna un uso puramente instrumental de la lengua, la cual alcanzará su mayor calidad cuanto más transparente se ofrezca: “No señor, usted en nada me ha ofendido. No es de usted de quien yo me debo quejar”.
Un rasgo sintáctico característico de Moratín es el **laísmo**, tan presente en este fragmento: “enseñarla a que”, “todo se las permite”.
La concatenación expresada por Paquita (“Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si en efecto lo sabe usted, no me lo pregunte”), proporciona continuidad a su pensamiento y potencia la intensidad de su angustia.
Conclusión
En **conclusión**, se trata de un texto literario del género teatral que mantiene vigente el interés por su intemporalidad, dado que las nefastas consecuencias de una mala educación atañen a todo ser humano de cualquier época y en cualquier circunstancia.