La Búsqueda de la Felicidad según Aristóteles
Felicidad
La felicidad, según Aristóteles, es la actividad del alma conforme a la virtud. Es el único bien o fin que se busca por sí mismo, mientras que los otros bienes o fines se buscan como medios para alcanzar la felicidad.
La actividad intelectual es la que proporciona al hombre la felicidad. Entre las actividades intelectuales, las más perfectas para Aristóteles son las teóricas, porque buscan el conocimiento por sí mismo. Por lo tanto, el conocimiento teórico es el más perfecto y el que proporciona la máxima felicidad.
Como es difícil de conseguir, Aristóteles parece conformarse con una felicidad más limitada, la que se alcanza viviendo una vida virtuosa. El hombre debe desarrollar hábitos o costumbres buenas, es decir, las virtudes, y evitar los malos hábitos, es decir, los vicios. El objetivo de la virtud es alcanzar la felicidad.
Para ser feliz, el hombre no solo debe llevar una vida virtuosa, sino que también necesita disfrutar de algunos bienes corporales, como la salud, y de algunos bienes exteriores, como los medios económicos.
En resumen, la ética aristotélica propone como fin y perfección de la vida humana la felicidad, que se consigue procurando conocer la verdad teórica y, como medio para conseguirlo, viviendo virtuosamente, lo que se logra desarrollando hábitos buenos intelectuales y morales.
Esta felicidad solo puede alcanzarse en la polis. Para Aristóteles, la ética depende de la política.
Reminiscencia y Dialéctica en la Filosofía de Platón
Reminiscencia
Para Platón, existen tres métodos para llegar al conocimiento de las ideas: la reminiscencia, la dialéctica y el amor. Su primera explicación es la teoría de la reminiscencia.
Según Platón, conocer es recordar. Esto supone que el alma tuvo que conocer las ideas en una existencia anterior, separada del cuerpo. Dado que las cosas limitan a las ideas, el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo.
Platón, al igual que Pitágoras, cree en la reencarnación del alma. Defiende un dualismo antropológico, es decir, que el individuo está formado por cuerpo y alma. El cuerpo es material, corruptible, mortal y forma parte de los objetos sensibles. El alma es la parte inmaterial del ser humano, inmortal y está unida al cuerpo de forma accidental (el cuerpo es la cárcel del alma). Cuando el alma se reencarna en un cuerpo, desciende del mundo de las ideas y olvida que las ha conocido. Por ello, Platón afirma que conocer es recordar lo que el alma ya conocía en el mundo inteligible. De esta forma, el autor se opone a la concepción epistemológica y pedagógica de los sofistas, que sostenían que no hay nada en el alma y que el conocimiento es producto de la educación.
Dialéctica
La teoría de la reminiscencia desaparece de los diálogos platónicos posteriores. Toda la atención se concentra ahora en la dialéctica, la cual en los primeros diálogos no es sino el método socrático de preguntas y respuestas. Pero a partir de la República experimenta una notable transformación: se convierte en el procedimiento por el que el filósofo accede al mundo inteligible y conoce cómo las Ideas se encuentran relacionadas entre sí.
Para Platón, la dialéctica es el método para llegar a conocer las ideas y, además, es la ciencia de aquel que llega a conocerlas. Coincide con la fase superior de conocimiento, la Noesis. No trata de imágenes sensibles, sino que pretende llegar al principio de todo, que es la idea de Bien.
Al final del libro VI de la República, Platón explica con cierto detalle en qué consiste la dialéctica, estableciendo la diferencia radical entre el modo como proceden el matemático y el dialéctico. Las matemáticas emplean un método discursivo descendente: parten de una hipótesis y deducen conclusiones, ayudándose de imágenes visibles (dibujos de figuras geométricas). En cambio, la dialéctica emplea un método discursivo ascendente: las hipótesis son – y ése es su sentido etimológico. Y para ello no recurre en absoluto a imágenes. Parte de una Idea y asciende hasta la Idea suprema. Ello supone que el Mundo de las Ideas se encuentra jerarquizado, y que la Idea suprema es el primer principio cuyo conocimiento hace verdaderamente inteligibles las demás Ideas. En la República esta Idea es la Idea del Bien.
Finalmente, el dialéctico emprende el camino inverso: desciende desde la Idea suprema encadenando con ella todas las demás Ideas. De este modo, el dialéctico consigue establecer la comunicación y la trabazón entre las Ideas, adquiriendo una “visión sinóptica” del Mundo inteligible.
En realidad, Platón no nos dice cómo se llega a conocer las Ideas. Únicamente dice que el alma tiene capacidad para ello, y que se trata únicamente de “aprender a mirar en la buena dirección”. Y que como hay que prepararse para una ascensión, las matemáticas son el “preludio de la melodía que hay que aprender”.
En efecto, “dan un fuerte impulso hacia la región superior”, ya que arrancan del mundo del devenir e introducen en la contemplación de objetos inteligibles. Sin embargo, el matemático todavía está atado a las imágenes sensibles. Abandonarlas y penetrar en el mundo de las Ideas, ésa es la tarea del dialéctico, es decir, del filósofo.