El Doncel de Sigüenza
Contexto histórico y artístico
El sepulcro de Martín Vázquez, conocido como el Doncel de Sigüenza, se encuentra en la Catedral de Sigüenza, Guadalajara. La obra, realizada en alabastro, está colocada sobre tres leones y se ubica bajo una hornacina en arco de medio punto.
Descripción de la obra
Lo más resaltante de esta escultura es que no representa una figura yacente, sino que el Doncel aparece recostado, con una pierna sobre la otra y el brazo apoyado en actitud de leer un libro que sostiene en sus manos. Esta iconografía es inusual, ya que durante la Edad Media los libros se reservaban a personajes eclesiásticos. Su uso en este caso puede considerarse una innovación relacionada con el aumento de la literatura profana desde la crisis bajomedieval y la invención de la imprenta. Aunque la difusión de la lectura, impulsada por los libros de caballerías, es posterior.
El Doncel parece ensimismado en la lectura mientras descansa de un ejercicio militar. Lleva las piernas protegidas por su armadura, graciosamente cruzadas. La figura está vestida con armadura y luce la cruz de Santiago en el pecho, pintada en rojo, destacando sobre el blanco del alabastro. Se aprecia el puño de una espada y un pequeño puñal en la cintura. La cabeza está cubierta con un bonete que se le adapta totalmente. A sus pies, cerrando la composición, aparecen un niño o paje apenado y un animal. En el frente del sepulcro, dos pajes sujetan el escudo de armas, ornamentado con delicadas tallas en candilieri. Toda la obra está policromada.
El Cordero Místico
Autores y características técnicas
El Cordero Místico, obra de Hubert y Jan Van Eyck, fue pintado en 1432. Se trata de una auténtica revolución, tanto por sus valores formales como por sus novedades técnicas, entre las que destaca el uso del óleo. El Políptico de Gante, también conocido como del Cordero Místico, debe su nombre a este panel, el de mayor tamaño e importancia iconográfica de toda la obra.
Descripción e iconografía
El centro de la escena lo protagoniza el Cordero sobre un altar. Su sangre brota del pecho y llena el cáliz, simbolizando la figura de Cristo y su sacrificio en la cruz. Sobre él se encuentra la paloma del Espíritu Santo. Le rodean varios ángeles, algunos con los instrumentos de la Pasión (la cruz, la columna, los clavos…), mientras otros aromatizan el aire con incensarios. Ante este grupo central, abajo, hay una fuente de bronce con un vástago de oro rematado con la escultura de un ángel. Es la fuente de la vida, de la que mana el agua que da la vida eterna. Es la referencia al Bautismo y la conversión al cristianismo, justo bajo la referencia a la Eucaristía que se observa en el altar y el cáliz lleno de sangre.
La fuente está rodeada por dos semicírculos de personajes arrodillados, en actitud de adoración: a la izquierda están los doce profetas y a la derecha, los catorce apóstoles (incluyendo a Matías, Pablo y Bernabé, y excluyendo a Judas). Tras ellos, a la izquierda, se encuentran los Patriarcas, entre los cuales destaca uno proveniente del mundo pagano: el hombre con barba que viste una túnica blanca sería el poeta Virgilio, muy popular en la cultura medieval. A la derecha, los papas y obispos. Por último, saliendo del bosque, se observan dos grupos de santos mártires, hombres y mujeres. Se les distingue porque llevan las palmas del martirio. Entre las mujeres se reconoce a Santa Úrsula, Santa Bárbara, Santa Inés y Santa Dorotea.
El Descendimiento
Autor y tema central
El Descendimiento, obra de Roger van der Weyden, se centra en la Compassio Mariae, la pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Para traducirla en imágenes, el pintor escoge el momento en que José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús, y María cae desmayada en el suelo, sostenida por San Juan y una de las santas mujeres.
Características técnicas y composición
La riqueza de sus materiales (el azul del manto de María es uno de los lapislázulis más puros empleados en la pintura flamenca de la época) y sus grandes dimensiones, con las figuras casi a escala natural, evidencian lo excepcional de la obra. El espacio poco profundo, de madera dorada, en que Weyden representa a sus figuras y las tracerías pintadas de los extremos superiores (imitando también la madera dorada), al igual que el remate rectangular del centro, las hacen semejar esculturas policromadas. Además, el engaño óptico se refuerza aún más por el fuerte sentido plástico que Weyden imprime a sus figuras, siguiendo el ejemplo de su maestro Robert Campin, como hace en todas sus obras tempranas.
Weyden maneja con maestría las figuras representadas en un espacio limitado al fondo y en los extremos, donde los movimientos opuestos y complementarios de San Juan y la Magdalena cierran la composición. En el interior de ese espacio sobresale el juego de diagonales paralelas que diseñan los cuerpos de Cristo y de María, poniendo de manifiesto su doble pasión. Impactan los gestos, la contención con que se expresan los sentimientos y el juego de curvas y contracurvas que une a los personajes.
Historia de la obra
La obra fue encargada por la Cofradía de los Ballesteros de Lovaina (actual Bélgica) para su capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros. En las esquinas superiores están representadas pequeñas ballestas. Adquirida por María de Hungría en el siglo XVI, pasa después a manos de su sobrino Felipe II. Éste la coloca en la capilla del Palacio de El Pardo hasta su entrega a El Escorial en 1574. Desde ese año estuvo allí hasta 1936, cuando se traslada al Museo Nacional del Prado, enviándose como contrapartida la copia de Michel Coxcie.