El reinado de Isabel II: desamortizaciones y transformación social
En 1833, la agricultura seguía siendo la base fundamental de la economía española, aunque mantenía características del Antiguo Régimen en sus aspectos sociopolíticos. Con la llegada al poder de los liberales en 1836, se impulsaron una serie de medidas para solucionar estos problemas:
- Supresión de los mayorazgos: las tierras de la nobleza se convirtieron en propiedades libres en poder del titular de la familia, que podía venderlas o donarlas.
- Abolición del régimen señorial: implicaba la anulación de los derechos señoriales. Generó un conflicto entre el dominio útil y el eminente.
- Otras medidas importantes fueron la supresión del diezmo, la abolición de la Mesta y la libertad total de producción y comercio.
Las decisiones más importantes fueron los dos procesos de desamortización de la tierra:
Desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836-1849)
Consistió en la nacionalización y venta en pública subasta al mejor postor de los bienes expropiados a la Iglesia en 1835. Incluía también la supresión y venta de monasterios y conventos. Los compradores tuvieron plazos de ocho años y podían abonar en metálico o en deuda. Mendizábal persiguió otro objetivo: lograr ingresos extraordinarios para pagar deudas del Estado, gastos de la guerra carlista y ampliar el número de simpatizantes del liberalismo. También buscó crear una clase media agraria de campesinos propietarios, pero no se cumplió, ya que la mayoría de compradores eran latifundistas y hombres de negocios. También provocó un distanciamiento entre los progresistas y la Iglesia.
Desamortización general de Madoz (1855-1867)
Incluía fundamentalmente las propiedades rústicas y urbanas del Estado y los municipios, aunque también contemplaba las tierras de la Iglesia aún no vendidas en la anterior desamortización. Objetivos: reducir el déficit estatal y aumentar los ingresos del Estado para poder financiar la construcción de infraestructuras (ferrocarril). Tuvo consecuencias negativas, ya que arruinó a muchos ayuntamientos y perjudicó a los campesinos más pobres.
Podemos concluir que estos dos procesos fueron reformas de carácter fiscal y económico, ya que buscaban solucionar el problema de la deuda y favorecer la libre circulación de las tierras en el mercado, pero no implicaron reformas de carácter social que beneficiaran a los campesinos. Tampoco hubo una mejora en la productividad y hubo un aumento del latifundismo.
A lo largo del siglo XIX aparece en España la nueva “sociedad de clases”, lo que implica que la distinción entre unos grupos y otros se basaba en el nivel de la renta y no en el nacimiento, como en la sociedad estamental. Esto permitía un aumento de las posibilidades de movilidad vertical y ascenso social. En la sociedad de este siglo aparecen nuevas clases sociales como el proletariado urbano y otras perdieron importancia como la baja nobleza. En lo alto de la pirámide social se situó una minoría muy poderosa por su riqueza, influencia política, etc. Estaba formada por varios grupos: alta nobleza terrateniente, alta burguesía, mandos del ejército, alta jerarquía de la Iglesia y nuevos cargos políticos. Este grupo constituyó una nueva oligarquía económica y política sustentada en las alianzas matrimoniales. Por debajo de este grupo estaban las clases medias urbanas (empleados públicos, oficiales del ejército, profesores). El grupo mayoritario seguían siendo los campesinos, ya que la agricultura y la ganadería eran las actividades económicas predominantes. Había una mayoría de pequeños y medianos propietarios, pero la mayoría eran arrendatarios y jornaleros (sur de España). La ausencia de la reforma agraria y las desamortizaciones empeoraron considerablemente su situación. En el norte de España, algunos apoyaron al carlismo al entender que las reformas liberales les perjudicaban. Por último, mencionar que los clérigos disminuyeron como consecuencia de las desamortizaciones y las mujeres continuaron desempeñando una posición subordinada al estar excluidas de los derechos políticos y jurídicos y casi sin posibilidad de acceder a la educación.
El Sexenio Democrático (1868-1874): de la Revolución Gloriosa a la Primera República
La victoria de la Gloriosa Revolución (sublevación militar de 1868 a la que se unieron otras sublevaciones apoyadas por partidos políticos que armaron al pueblo) fue rápida debido al descrédito de la monarquía, la crisis económica y social, la unión de partidos de la oposición (Pacto de Ostende), la crisis política y la falta de apoyo militar de la reina. En octubre de 1868 se creó un Gobierno Provisional con el objetivo de encauzar y disolver las juntas del país, integrado por unionistas y progresistas, y que propuso medidas como la restauración de libertades esenciales, el liberalismo económico y la monarquía. El Gobierno convocó elecciones con victoria de los progresistas, que elaboraron una nueva Constitución:
- Soberanía nacional
- División de poderes
- Monarquía democrática
- Recorte de poderes del rey
- Reconocimiento de derechos y libertades (asociación con límites)
- Sufragio universal masculino
- Senadores y ayuntamientos electivos
La Constitución mantenía un régimen monárquico y, hasta la llegada de un nuevo rey, el general Serrano fue regente. Frente al Gobierno se situó el general Prim (hasta 1871). El Gobierno puso en marcha una política de reformas en las instituciones políticas del país, locales y provisionales; aplicación del liberalismo económico y la búsqueda de un nuevo monarca, que acabó siendo Amadeo de Saboya. Su reinado fracasó pese a su buena voluntad y no logró construir una monarquía democrática debido a los numerosos opositores y la inestabilidad política que comenzó con la muerte de Prim. Además, se sumaron las rupturas de la coalición de partidos que protagonizó Prim, originando el progresismo y los constantes cambios de Gobierno. Se extendió por el país un creciente malestar social a la vez que regresó el falseamiento electoral, rompiendo los principios del nuevo régimen. El rey contaba con la oposición de los españoles por ser extranjero, del clero (ruptura de relaciones con el Vaticano) y las clases dirigentes. Resurgieron los carlistas, apoyados por el clero católico, y en 1872 se inició una nueva guerra. Los monárquicos alfonsinos trabajaron para la vuelta de los Borbones. Desde la izquierda, los republicanos pretendieron igualar y radicalizar las reformas políticas, económicas y sociales. Tuvo lugar un reclutamiento para la guerra de Cuba y Puerto Rico. Todo esto provocó la abdicación de Amadeo I tras un conflicto entre el Gobierno y el ejército en 1873.
El 11 de febrero se proclamó la República, cuyos líderes tenían diferencias tanto políticas como personales. Su desarrollo comienza con Figueras como primer presidente y durante su mandato suceden dos problemas: fracaso de varias sublevaciones del mando del ejército y la producción de una intensa actividad del movimiento obrero, huelgas, manifestaciones, etc. En mayo de 1873 se celebraron elecciones a las Cortes donde ganaron los republicanos federalistas. En junio es nombrado presidente Pi y Margall, que impulsó una nueva Constitución que planteaba convertir a España en 17 Estados federados (también territorios de ultramar) que tenían autonomía política, administrativa, legislativa y económica. Sin embargo, la Constitución no tuvo vigor por una acumulación de problemas: dificultades de reconocimiento de la República en el exterior, crisis económica, aumento de conflictos sociales y continuación de la guerra carlista, y la aportación del movimiento cantonalista. En junio hubo una serie de rebeliones mezclando anarquismo, federalismo, socialismo y reivindicaciones obreras de carácter anticapitalista. En general, este movimiento fue una revolución social caracterizada por el carácter local del movimiento y la falta de organización. La mayoría de los cantones fueron reprimidos, menos el de Cartagena (que resistió hasta enero de 1874). Esta situación provocó la dimisión de Pi y Margall en 1873 y fue sustituido por Salmerón, cuyo primer objetivo era restablecer el orden, lo que supuso un desplazamiento de la República hacia unos planteamientos más conservadores.
En principio tuvo éxito, pero duró poco, pues se negó a firmar sentencias de muerte y dimitió, siendo sustituido por Castelar durante tres meses por la situación en España, y ordenó un alojamiento masivo utilizando el sistema de quintas y consiguió derrotar al cantón de Cartagena. Su política tuvo éxito y el 12 de enero presentó una moción de confianza (censura) de las Cortes contra Castelar, y este dejó la presidencia. Se convocaron Cortes para elegir otro presidente, pero no se celebraron porque el general Manuel Pavía dio un golpe de Estado en el Congreso de los Diputados y convocó la junta de capitanes generales, decidiendo que el nuevo presidente sería Serrano, al que le otorgó poderes que le permitieron suspender la Constitución del 69 y disolver las Cortes, iniciándose una etapa de dictadura personal del general Serrano, hasta el 29 de diciembre de 1874, que otro general llamado Arsenio Martínez Campos se sublevó en Sagunto con el objetivo de volver a la monarquía de los Borbones.
La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el sistema canovista
El Sexenio Democrático había dejado una sensación de decepción en la sociedad española, lo que facilitó el triunfo del pronunciamiento de Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII como nuevo rey de España. Al día siguiente del golpe de Estado se creó un Gobierno provisional dirigido por Cánovas del Castillo (verdadero creador del nuevo sistema político). Este era monárquico, conservador, defensor de las libertades con orden y admirador del sistema político inglés. Este ideario quedó expuesto en 1874 en el Manifiesto de Sandhurst, en el que se defiende la legitimidad histórica de la monarquía, pero indicando que debe ser constitucional, católica y liberal. Para ponerlo en práctica tomó una serie de decisiones: en primer lugar, Alfonso XII reemplazó a Isabel II por su hijo, que aceptaba además de ser un monarca constitucional según el modelo inglés; fundó un nuevo partido conservador para sustituir al partido moderado; promulgó medidas de orden público para imponer la autoridad de la Corona; quiso terminar con el militarismo creando la figura de un rey soldado.
Una vez tomadas estas decisiones, Cánovas creó la figura de un rey soldado en el nuevo sistema político, integrado por dos elementos fundamentales: la Corona y las Cortes como instituciones básicas, que debían compartir la soberanía y el poder legislativo, y dos partidos políticos que ejercían el poder turnándose: el Partido Conservador de Cánovas y el Partido Liberal de Sagasta. Este último aspecto se conoce como turnismo (Pacto del Pardo, 1885). El objetivo era evitar que ninguno de los partidos quedara excluido del poder (con ello se aseguraba la estabilidad política y económica y se impedía que los grupos extremistas pudieran hacerse con el poder: carlistas, republicanos, socialistas). La única manera de asegurar este reparto de poder era mediante la falsificación de todas las elecciones. Estas se llevaban a cabo mediante el encasillado, que consistía en elaborar un listado de casillas que era rellenado con los nombres de los candidatos a diputados preferidos por el Gobierno. Para asegurar que coincidían los resultados intervenían los caciques (individuos más poderosos de cada localidad). Su poder se basaba en sus propiedades, pero también en sus amistades políticas. Esto les permitía realizar un reparto de favores personales. Esta práctica conllevó la extensión de la corrupción por todo el país. También se utilizó en caso de necesidad la intimidación, la violencia o la compra de votos.
En cuanto a acontecimientos políticos, el partido asumió a Cánovas al frente del Partido Conservador (1875-1880). El objetivo era consolidar un nuevo régimen y los hechos más destacados fueron la victoria militar sobre los carlistas, la paz de Cuba, la vuelta al sufragio restringido y la designación gubernamental de los alcaldes en las ciudades más importantes. En 1881 empezó a funcionar el turno de partidos hasta 1884. En estos tres años se readmitió a los catedráticos expulsados y se creó una comisión para las reformas sociales. En 1884 volvieron los conservadores y en 1885 (noviembre) murió Alfonso XII, por lo que María Cristina de Habsburgo pasó a ser la regente. Gobernaron los liberales de Sagasta (1885-1890) y desarrollaron la labor legislativa que incluía: ampliación de las libertades de expresión y cátedra; nueva ley de asociaciones; regreso del sufragio universal masculino. Durante la última década del siglo se alternó el poder de Cánovas y Sagasta. A partir de 1885 comenzó a dar mal funcionamiento el sistema por su incapacidad para resolver los graves problemas. Además, el asesinato de Cánovas y la guerra de Cuba acentuaron la crisis.
La Constitución de 1876
El nuevo sistema político de Cánovas tuvo su formulación legal en la Constitución de 1876, vigente hasta 1923. Participaron políticos conservadores y liberales. Su contenido se inspira en otras monarquías europeas liberales como las de Bélgica o Italia. El proyecto tuvo un amplio apoyo de las Cortes. Los aspectos más destacados son los siguientes:
- Soberanía compartida: se justifica por el carácter de institución histórica de la monarquía.
- Establecimiento de unas Cortes bicamerales formadas por el Congreso de los Diputados. Los senadores eran de tres categorías: por derecho propio y senadores elegidos por sufragio restringido.
- Las Cortes tenían derecho a controlar la actuación gubernamental y a exigir responsabilidades.
- Ampliación de las atribuciones del rey.
- Amplio reconocimiento de derechos y libertades individuales fundamentales.
- Se afirmaba una ambigua tolerancia religiosa, pero sin permitir manifestaciones públicas de otros cultos.
- Por último, se establece la independencia del poder judicial.
Documentos históricos
Manifiesto de Cádiz: Texto político, manifiesto público, fuente primaria. Autores principales: los dirigentes. Se compone de cuatro ideas principales: la primera fue proclamar una revolución en España y derrocar a Isabel II; la segunda se comenta que esta revolución se realizaría por voluntad del pueblo; a partir de aquí se indican las razones del porqué del manifiesto (tercera idea) y, por último, para concluir el manifiesto se enumeran las reformas que se van a hacer. El manifiesto termina con la frase que le da título: “¡Viva España con honra!”. El manifiesto fue el inicio de una sublevación militar contra la reina, produciendo la Gloriosa Revolución, que tuvo una rápida victoria debido al descrédito de la monarquía, una crisis económica y social que comenzó junto a la unión de los partidos de la oposición, la crisis política y la falta de apoyo militar a la monarquía.
Amadeo I ante el cadáver de Prim: El documento consiste en un grabado a color realizado por el pintor Antonio Gisbert en 1870. Representa al rey Amadeo I velando el cadáver del presidente del Gobierno Juan Prim, que fue asesinado días antes en la calle del Turco. Se encuentran dentro de la basílica de Atocha. Detrás del rey aparecen algunos militares y políticos del momento, entre los que es posible distinguir al regente, el general Serrano. A la izquierda de la imagen nos encontramos con el obispo de Madrid acompañado de unos sacerdotes. Los autores de su muerte se desconocen, aunque las investigaciones más recientes apuntan a que podría haber sido el general Serrano y el duque de Montpensier, ya que este último estaba frustrado por no haber sido elegido en las Cortes como rey de España ante la oposición de Prim.
La Restauración Borbónica (1874-1902): nacionalismos, regionalismo y movimiento obrero
Entre 1830 y 1900 hubo una explosión de sentimientos nacionalistas en toda Europa. A ello contribuyó el poco éxito en la difusión de una identidad nacional entre los españoles. Los símbolos nacionales no fueron bien aceptados. Además, el patriotismo se vio perjudicado por el caciquismo, la corrupción, el servicio militar discriminatorio o el analfabetismo. Los nacionalismos se basaban en la defensa de elementos culturales diferenciales o en un pasado histórico común.
Nacionalismo catalán
En Cataluña, las primeras manifestaciones surgieron en el siglo XIX con la Renaixença, un movimiento que buscaba recuperar las señas de identidad catalanas. Tenía un componente católico y de reivindicación. No planteaban la separación de España. En 1882 se crea Unió Catalanista, impulsada por Prat de la Riba. Su programa fueron las llamadas Bases de Manresa, en las que se reclama un sistema de autogobierno para Cataluña mediante un reparto de poderes entre el Gobierno central y el autónomo. Era un movimiento conservador y tradicionalista. El primer partido catalanista fue la Lliga Regionalista (1901), liderándolo Prat de la Riba y Francesc Cambó. Sus objetivos eran lograr la autonomía política y más protección para la industria catalana.
Nacionalismo vasco
El Partido Nacionalista Vasco (PNV) fue creado en Bilbao en 1895 por Sabino Arana en respuesta a los cambios que estaban teniendo lugar. Arana fue también el formulador de los principios ideológicos del PNV: creación de un Estado vasco independiente de España, integrado por las tres provincias vascas, más Navarra y los territorios vasco-franceses; radicalismo antiespañol; integrismo católico y promoción de la lengua vasca y recuperación de las tradiciones culturales propias.
Regionalismo gallego
Pese a un primer intento autonomista en 1846, el regionalismo gallego tuvo un desarrollo más lento que los anteriores, sobre todo por el desarrollo económico y social de Galicia. En Valencia también hubo una petición de autonomía para la región, pero con escaso éxito.
Movimiento obrero
Las causas por las que aparece el movimiento obrero en España se deben a las duras condiciones de vida de los obreros y jornaleros agrícolas. Los primeros sufrían duras y largas jornadas laborales, cobraban muy poco y vivían en barrios insalubres. Los jornaleros sumaban a esto peores salarios y el paro estacional. En 1839 aparece el primer ejemplo de asociación obrera. Fueron prohibidas en 1844. En esta primera etapa hubo una lucha por lograr el derecho de asociación y mejoras salariales, pero sin éxito. Durante el Bienio Progresista se producen las huelgas en Cataluña y en Madrid se crea “El Eco de la Clase Trabajadora” (creación de la Guardia Civil en 1844). Con la llegada del Sexenio Democrático en 1868 se produjo una expansión del movimiento obrero en España. Esto permitió la llegada de Fanelli a España, un anarquista enviado por Bakunin para organizar la sección española de la AIT. Fanelli creó dos secciones, una en Madrid y otra en Barcelona. En 1871 llega a Madrid Paul Lafargue, con el objetivo de extender entre los seguidores de la Internacional española. Tuvo éxito en Madrid con un pequeño grupo liderado por Pablo Iglesias y Jaime Vera. Este acontecimiento provocó la división del movimiento obrero español en anarquistas y socialistas. En 1881 hubo una mayor tolerancia por parte del Gobierno de Sagasta, las asociaciones obreras no se legalizaron hasta 1887. En esta etapa aparecen algunos grupos partidarios de la “propaganda por el hecho” que recurrieron al terrorismo mediante una serie de atentados que desencadenaron una dinámica de acción-represión continua. En España podemos destacar el asesinato de Cánovas. En cuanto a los socialistas, el grupo madrileño fundó en 1879 el PSOE y en 1888 la UGT. Su objetivo era la revolución social que condujera a la emancipación completa de los trabajadores y la conquista del poder político. El 1 de mayo de 1890 es el día del obrero y reivindicaron la jornada de 8 horas.
El problema de Cuba, la guerra con EE. UU. y la crisis de 1898
Cuba concentraba muchos intereses y negocios de España. Sin embargo, tanto Cuba como Filipinas eran tratados como colonias. El problema cubano era un conflicto de intereses entre los comerciantes y el Gobierno español contra los que pedían la independencia de Cuba. Además de los intereses de EE. UU. Se produjo una primera guerra que acabó con la Paz de Zanjón, que acordó mayor autonomía y la abolición de la esclavitud en Cuba. Sin embargo, habría nuevos conflictos. En Cuba había tres grupos políticos: la Unión Constitucional, un partido españolista; el Partido Autonomista Cubano, que buscaba reformas moderadas; y el Partido Revolucionario Cubano, un grupo independentista. La rebelión armada finalmente estalló en 1895 en el llamado “Grito de Baire”, protagonizado por guerrilleros separatistas que atacaron las plantaciones españolas. El ejército, débil y mal preparado, de España sufrió numerosas bajas. Para frenar una política de gran dureza que generó descontento entre la población. El conflicto se transformó en la intervención de EE. UU., que tenía intereses económicos y estratégicos en Cuba, por ello hizo una oferta de compra que fue rechazada, al igual que la segunda. Ante el rechazo, decidió incrementar su agresividad política hacia España. Mientras Cuba continuaba en plena rebelión, se produjeron nuevos levantamientos en Filipinas y Puerto Rico, pero fracasaron.
Guerra con EE. UU.
La tensión contra EE. UU. en el 98 junto con el Maine, un barco que había mandado a la bahía de La Habana, y que acusó a los españoles de su hundimiento, enviándoles un ultimátum amenazando con la guerra si el ejército español no se retiraba de Cuba. En España, los líderes políticos eran conscientes de la dificultad para ganar la guerra, pero se vieron presionados por la prensa española y por el ejército español que se negaba a retirarse, por ello, Sagasta prefirió ir a la guerra. La guerra fue muy desigual por la diferencia militar, hubo dos batallas destacadas: el 1 de mayo del 98 la batalla de Cavite en la bahía de Manila, apenas una hora después España fue derrotada. La segunda batalla en Santiago de Cuba tuvo un resultado muy similar. La guerra acabó con la Paz de París en 1898, España cede Puerto Rico a EE. UU., Filipinas a cambio de una compensación económica y la isla de Guam. España renuncia a su soberanía sobre Cuba. La derrota supuso enormes pérdidas para España.
Consecuencias de la guerra
- Políticas: Tras la derrota se producen revueltas populares que son violentamente reprimidas y estuvo a punto de darse un nuevo golpe de Estado. Los militares guardaron resentimiento hacia los políticos por el desprestigio militar sufrido y los ciudadanos tienen descontento por el injusto reclutamiento. Los nacionalismos vasco y catalán se acentúan.
- Ideológicas: Como consecuencia de la derrota aparece el regeneracionismo, que quiere acabar con el fraude electoral y el caciquismo. La Generación del 98 considera que España sufre una crisis de conciencia nacional.
- Económicas: se pierden los mercados coloniales, pero se produce una repatriación de capital.