Descripción formal
Imagen tallada en mármol blanco, de bulto redondo, exenta, copia de un original en bronce. Doríforo significa “el que lleva la lanza”. Se trata de un atleta vencedor, que algunos quieren reconocer como Aquiles. La obra tiene merecida fama al ser un ejemplo de los rasgos que caracterizaron a la escultura clásica griega.
En primer lugar, el dominio técnico alcanzado por el escultor, auténtico maestro en la representación del cuerpo desnudo masculino, lo que le permite reflejar de una manera más natural la anatomía, redondeándose la musculatura propia de un atleta. Aquí todavía se intuye cierta sencillez que remite a formas geométricas. Las líneas del pecho y del bajo vientre están muy marcadas, formando segmentos de un óvalo. La forma esférica de la cabeza ha hecho recordar que Platón defendía que los dioses habían dado esa forma a la zona más noble del ser humano como imagen de la figura del universo. Así el pelo se ciñe al cráneo para no romper el contorno esférico.
En segundo lugar, lo más destacado de él es el Canon o cálculo de proporciones medido por el escultor, para conseguir una imagen de belleza ideal, basada en el estudio de la naturaleza. El tratamiento anatómico está supeditado al cálculo matemático.
La proporción consiste en que el cuerpo completo mide 7 cabezas. Hizo también el cálculo del rostro, que se divide en tres partes iguales, señaladas por las cejas, la base de la nariz y el mentón.
El equilibrio y armonía de los movimientos se consigue mediante el “contrapposto”, posición más natural de un cuerpo en reposo, que consiste en flexionar una pierna dejando rígida la otra, lo que inclina ligeramente la línea de las caderas y hombros. Igualmente mantiene rígido un brazo mientras flexiona el otro. Policleto perfecciona esta actitud iniciada ya por escultores anteriores al llevar más atrás la pierna que descansa y tocar el suelo sólo con los dedos del pie. De este modo la figura gana en profundidad (a lo que contribuye también el brazo que lleva la lanza) y da una mayor impresión de vida. La cabeza gira ligeramente hacia la izquierda rompiendo con la frontalidad, aunque la figura está concebida para observarse desde un único punto de vista principal (unifacialidad). El movimiento del atleta es tranquilo: parece andar con su lanza en la mano derecha apoyada en el hombro y busca expresar a la vez vitalidad y serenidad, dos ideales del clasicismo. No se renuncia pues a la placidez y calma que emanaba ya de las obras del período arcaico. La expresión del rostro más bien serio y abstraído está poco acusada.
Características de la Escultura Románica en una Portada
Arquivoltas
Encontramos la personificación de vicios y pecados (lujuria, avaricia), personajes de los distintos estamentos de la sociedad (clérigos, militares, herreros, zapateros, músicos, bailarinas, …), patriarcas y profetas del Antiguo Testamento.
Bloque superior o segundo cuerpo
Realizado durante los últimos años del siglo XII y primeros del XIII. Aquí el tema representado es la Maiestas Domini con el Tetramorfos, flanqueado por dos ángeles (que trae también recuerdos de la Catedral de Chartres) y acompañado de un Apostolado (conjunto de los 12 apóstoles). Las figuras se disponen ordenadamente bajo un marco arquitectónico, adintelado en el caso del Pantocrátor y semicircular en el de los ángeles y apóstoles. A estos no los diferenciamos el uno del otro, salvo a San Pedro y Santiago que son los únicos que poseen atributos simbólicos (las llaves y el bastón). Se atribuye este cuerpo al taller del Maestro de San Juan de la Peña, nombre que recibe por haber trabajado en el claustro de este monasterio oscense. Sus figuras son muy originales: canon corto y grandes ojos abultados, vestiduras pegadas al cuerpo, con pliegues paralelos de forma circular.
Las enjutas
No hay talleres distintos (se reconocen obras tanto del taller de Leodegarius como del Maestro de San Juan de la Peña). Los temas tratados son muy variados e incluso repetidos: Adán y Eva, Matanza de los inocentes, restos de un Tetramorfos, imágenes de pecados (ira,…), la lucha de un caballero contra un dragón, oficios (herrero), animales del bestiario (grifos, arpías, basilisco), ménsulas fuera de su marco (león protector) y canecillos (hombre que sale de la boca del león). Conjunto desordenado, quizás fruto de un rearme de la fachada a comienzos del siglo XIII.
Además de todo esto, no hay que olvidar que formalmente, la portada presenta, además de sus rasgos peculiares, las características de cualquier obra escultórica románica: huida del naturalismo, figuras hieráticas, ausencia de fondos y perspectivas, rigidez, geometrismo, simetría, “horror vacui”.