La Constitución de 1812 y el Reinado de Fernando VII
La Constitución de 1812, promulgada por las Cortes de Cádiz, tuvo una vigencia inicial de solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España de Fernando VII. Posteriormente, se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. Sin embargo, apenas entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del gobierno pro-francés de José I de España, otra en manos de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la corona española (los virreinatos) se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la invasión napoleónica.
La Constitución establecía la soberanía en la nación (ya no en el rey), la monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones, por lo que “no incorporó una tabla de derechos y libertades, pero sí recogió algunos derechos dispersos en su articulado”.
Reinado de Fernando VII (1814-1833): Reacción y Revolución
El regreso de Fernando VII supuso un intento de reinstaurar las formas políticas y socioeconómicas que habían sustentado la sociedad del Antiguo Régimen y que se habían tambaleado en el curso de la guerra por efecto de las reformas legislativas emprendidas por las Cortes de Cádiz. Se derogó la Constitución de 1812, se persiguió con saña a sus defensores y se impuso un régimen político absolutista con el apoyo de los viejos grupos sociales privilegiados. Sin embargo, el triunfo de la acción contrarrevolucionaria encarnada en la figura del rey no sirvió para superar la crisis del Antiguo Régimen en España, que ya había manifestado sus primeros síntomas de gravedad durante el reinado de Carlos IV. La crisis permaneció viva y la restauración del absolutismo fue un vano intento de resucitar un tipo de sociedad y un régimen político aquejado de daños irreparables. Podría decirse que todo el reinado de Fernando VII está atravesado por esta quiebra del viejo régimen social y político.
Se arrastraron los problemas económicos: el estancamiento demográfico y productivo, el endeudamiento del estado acentuado por las desastrosas consecuencias de la Guerra de la Independencia y la definitiva separación de las colonias americanas; y sociopolíticos: la incapacidad de hacer una política progresista y moderna que atrajera a las clases populares y a los sectores sociales. A pesar de que el período 1814-1833 pasó por distintos momentos políticos, lo que hace de él algo unitario es esta crisis permanente y no resuelta del Antiguo Régimen. En efecto, si en una primera fase (1814-1820, “Sexenio Absolutista”) se recurrió a una durísima reacción absolutista, en un segundo momento, durante el llamado Trienio Liberal, se ensayó, contra la voluntad del rey, un segundo intento fallido de revolución burguesa, que, debido a la intervención extranjera, fracasaría, abriendo así la última etapa del reinado (1823-1833), conocida bajo el nombre de Década Absolutista, período en el que la reacción contrarrevolucionaria se vio acompañada de una progresiva apertura hacia formas incipientes e incompletas de las estructuras del Antiguo Régimen. Solo después de la muerte del rey, en 1833, y en plena guerra civil por el conflicto sucesorio entre seguidores del absolutismo más puro (carlismo) y partidarios de las reformas liberales (cristinos), asistimos al triunfo de la revolución burguesa y al desmantelamiento definitivo del Antiguo Régimen.
Etapas del Reinado
Restauración del Absolutismo (1814-1820)
Con el apoyo de algunos altos mandos militares y de algunos diputados, el rey dio un golpe de estado suprimiendo todo lo hecho en las Cortes de Cádiz, restableciendo el Antiguo Régimen y ejerciendo una dura represión de sus enemigos políticos. No obstante, prosiguieron los problemas económicos, sociales y políticos que produjeron malestar social. Una administración inoperante e incapaz de hacer frente al mínimo funcionamiento del país y que no pudo impedir la emancipación de las colonias americanas. La oposición al régimen se plasmó en una serie de pronunciamientos militares. Uno de ellos, protagonizado por el comandante Riego al mando de las tropas que debían embarcar para sofocar la rebelión de las colonias americanas, triunfó y obligó al rey a restablecer la Constitución de 1812.
Trienio Liberal (1820-1823)
Se intentó una revolución de carácter liberal siguiendo las ideas y reformas que en su día hicieron las Cortes de Cádiz, empezando por el restablecimiento de la Constitución de 1812. Con la oposición del propio rey, se abolieron los señoríos, los diezmos, la Inquisición, etc. En un clima de grandes pasiones políticas y de enfrentamientos entre el gobierno y el monarca, los propios liberales se dividieron y fue surgiendo una oposición violenta y armada al gobierno constitucional: los realistas. Estos eran de ideas absolutistas intransigentes y defendían plenos poderes para el rey. Aunque llegaron a establecer la llamada Regencia de Seo de Urgel, no fueron capaces de derrotar al gobierno de Madrid. Finalmente, ante el cariz que tomaron los acontecimientos y las esperanzas que en algunos círculos políticos de Europa suscitó la revolución española, fueron las tropas francesas de los Cien Mil Hijos de San Luis, dirigidas por el duque de Angulema, quienes, interviniendo en nombre de una alianza de potencias conservadoras, impusieron, sin demasiada resistencia, el regreso al absolutismo, frustrando así el segundo intento de revolución burguesa en España.
Década Absolutista (1823-1833)
Fernando VII regresó al absolutismo practicando, en un principio, una política de represión sanguinaria muy parecida a la de 1814. Ahora bien, pese a las presiones de los sectores más reaccionarios de la iglesia y de la nobleza, solo se produjo una restauración parcial del Antiguo Régimen e incluso, se hicieron algunas reformas administrativas y económicas parciales. Esta versión neoabsolutista y parcialmente reformista no evitó el descontento. Se terminaron de independizar las colonias españolas de América y prosiguieron los problemas de fondo. Por el lado opuesto, en esta etapa se inició una oposición a Fernando VII protagonizada por los ultrarrealistas, que incluso llegaron, con el apoyo del clero rural, a levantarse en armas. Así, a la altura de 1830 España se encontraba en una situación paradójica, una situación de constitucionalismo impracticable y absolutismo inviable. A todo ello se sumó la crisis política del final del reinado, originada por la cuestión sucesoria. La corona de España se suponía podría pasar a su hermano Carlos María Isidro si el rey moría sin descendencia, pero en su último matrimonio con María Cristina de Nápoles el rey tuvo una hija. Antes de la muerte del rey, dos bandos le presionaron para que se decidiera a favor de su hermano (carlistas) o a favor de su hija (isabelinos). Al morir el monarca en 1833, esos bandos se enfrentaron en una larga y cruenta guerra civil.
La Emancipación de las Colonias Americanas
Durante el reinado de Fernando VII se culminó el proceso de emancipación de las colonias españolas en América (excepto Cuba y Filipinas). Desde entonces hasta 1824 se incrementó la conciencia independentista de los criollos (descendientes de españoles) y, ante la impotencia del estado español, tras una larga guerra, convirtieron al subcontinente americano en un conjunto muy fragmentado de países, que salieron de la dependencia política española para caer progresivamente en la dependencia económica de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Emancipación Colonial
En el primer cuarto del siglo XIX, coincidiendo con las circunstancias excepcionales que se produjeron en la metrópoli, se consolidó el proceso de independencia de una gran parte del imperio colonial español en América, de forma que desde 1825 solo Cuba y Puerto Rico seguían siendo posesiones españolas. Circunstancias para explicar el proceso de emancipación de las colonias americanas españolas:
- a) La existencia de una estructura social caracterizada porque una minoría, integrada por población peninsular y por los “criollos”, controlaba la administración y la economía respectivamente, y una mayoría social de gran complejidad étnica constituía una masa de campesinos y de trabajadores en las minas fuertemente sometida a la explotación de los criollos y al pago de impuestos.
- b) El férreo control político y administrativo ejercido por los gobernantes designados por la monarquía. Los altos funcionarios de la administración en las colonias eran enviados desde España, siendo excluidos los criollos de estos nombramientos, lo que era motivo de descontento.
- c) El control ejercido desde la metrópoli sobre el comercio colonial era otra de las razones que motivaban el descontento de los criollos.
- d) La difusión entre la burguesía criolla de la ideología liberal desde principios del siglo XIX, así como el ejemplo de la independencia de Estados Unidos.
El desarrollo del proceso emancipador fue muy complejo y no tuvo características uniformes en todas las zonas.