La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
Orígenes y Contexto Histórico
Miguel Primo de Rivera, militar y dictador español, procedía de una familia de militares ilustres. Ingresó en el ejército a los 14 años y desarrolló la mayor parte de su carrera en destinos coloniales: Marruecos, Cuba y Filipinas fueron los escenarios que le permitieron ascender rápidamente por méritos de guerra. En 1912 ya era general. Aunque estuvo vinculado al grupo de militares africanistas, defendió el abandono de las colonias norteafricanas, lo que le acarreó represalias políticas. Desde 1919, pasó a destinos en la Península, que le pusieron en contacto con los agudos problemas sociales y políticos de la época: fue capitán general de Valencia, de Madrid y de Barcelona. Desde este último puesto, que ocupó en 1922, se vio confrontado a los problemas de orden público de la ciudad en la época del terrorismo anarquista, del pistolerismo patronal, del auge del catalanismo, de la inestabilidad ministerial y de la descomposición del sistema de partidos. Justificó el golpe de Estado con el argumento de que el régimen constitucional estaba bloqueado y desprestigiado, y existía un grave peligro de revolución social. Como reacción, Primo de Rivera enarboló sus ideales militaristas, nacionalistas y autoritarios para dar un golpe de Estado en 1923, que puso en suspenso la Constitución, disolvió el Parlamento e implantó una dictadura.
El Golpe de Estado y el Directorio Militar (1923-1925)
El 13 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera se pronunció contra la legalidad constitucional, declaró el estado de guerra y exigió que el poder pasase a manos de los militares. Tras unas horas de vacilaciones, el rey Alfonso XIII le encomendó la formación de un nuevo gobierno, integrado exclusivamente por militares. La dictadura tuvo siete años de duración en las que se sucedieron dos formas de gobierno: el Directorio Militar (1923-1925) y el Directorio Civil (1925-1930), denominados así por la procedencia de sus miembros. El Directorio Militar se presentaba como un régimen con carácter interino con la pretensión de resolver los problemas pendientes. Con la connivencia del rey Alfonso XIII (ambos temían que las Cortes les exigieran responsabilidades por el desastre de Annual) y la aquiescencia de buena parte de la patronal, del clero, del ejército y de las fuerzas conservadoras, Primo de Rivera encabezó un Directorio Militar que concentró todos los poderes del Estado excluyendo a los políticos profesionales. Inicialmente encontró poca resistencia, en la medida en que venía a sustituir a un régimen desprestigiado y en que prometía una dictadura meramente transitoria inspirada en los ideales expresados por los regeneracionistas de comienzos de siglo (como Joaquín Costa), para restaurar el orden y desarraigar la influencia caciquil de la vida política. Aunque formalmente se inspirara a veces en el modelo fascista de la Italia de Mussolini, su dictadura fue más moderada y conservadora. Algunos historiadores han apuntado recientemente que posiblemente lo que quería era evitar la democratización de España, ya que el último gobierno de García Prieto se había planteado grandes reformas, que podían resultar amenazadoras para ciertos sectores e intereses sociales. Durante los años del Directorio Militar (1923-1925) las primeras medidas mostraron su carácter dictatorial: suspensión del régimen constitucional, disolución del Parlamento, cese de las autoridades civiles, prohibición de las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos. Todo ello fue acompañado de la militarización del orden público. Se dedicó a perseguir a los anarquistas (cuyo sindicato CNT fue declarado ilegal) y comunistas, a liquidar la Mancomunidad de Cataluña (primer experimento de autogobierno regional) y a reforzar el proteccionismo estatal en favor de la industria nacional, fomentando la construcción de grandes obras públicas. Creó un nuevo partido político, la Unión Patriótica, sin un programa ideológico definido y cuya misión era prestar apoyo a la Dictadura. La mayoría de sus afiliados procedían de las filas católicas, funcionarios de la administración y caciques rurales. Uno de sus mayores éxitos consistió en consolidar la presencia española en Marruecos mediante una victoria militar que puso fin a años de permanentes guerras y dificultades. El desembarco de Alhucemas formó parte de una operación combinada con el ejército francés para acabar con la rebelión de las cabilas del Rif. Si bien contradecía todas las ideas anteriores del dictador, fue un éxito tan significativo que animó a Primo de Rivera a institucionalizar su dictadura de forma duradera.
El Directorio Civil (1925-1930) y la Institucionalización del Régimen
El Directorio Militar dio paso a un Directorio Civil (1925-1930) en el que el dictador intentó institucionalizar su régimen con la creación de una Asamblea Nacional Consultiva (1927) que elaboró un anteproyecto de Constitución (1929). La Asamblea tuvo un carácter corporativo y autoritario; estaba compuesta por representantes de las corporaciones elegidos por sufragio indirecto, por funcionarios de la Administración y por representantes sociales escogidos desde el poder. Así, el sufragio universal quedó relegado al olvido. Aquel simulacro de Parlamento no democrático, sin embargo, mostró la diversidad de posiciones políticas que había entre los seguidores de la dictadura, entre católicos conservadores de viejo cuño y corporativistas autoritarios atraídos por el fascismo. Desde el punto de vista económico, la buena coyuntura económica internacional de los años veinte benefició a la Dictadura. Fueron años de política nacionalista y de dirigismo estatal que combinaron elementos intervencionistas (proteccionismo) con un impulso de las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos), concediendo ayudas a las empresas que no pudieran competir con el exterior. También concedió grandes monopolios como el teléfono (Compañía Telefónica Nacional de España) y el control del petróleo a CAMPSA. Esto supuso un déficit presupuestario y un gran endeudamiento del Estado. Puso en marcha un modelo de regulación del trabajo que pretendía eliminar los conflictos sociales mediante la intervención del Estado, la integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las fuerzas más radicales. A este fin creó la Organización Corporativa Nacional, creando comités que estaban formados por igual número de patronos y obreros. Su objetivo era la reglamentación de los salarios, de las condiciones de trabajo, y la mediación en caso de conflictos laborales. Encontraron apoyo en la UGT, pero no en la CNT que fue prohibida.
La Caída de la Dictadura y sus Consecuencias
Divididos sus seguidores y enrarecidas las relaciones del dictador con el rey, no fueron capaces de afrontar el auge de la oposición, crecientemente unida y movilizada ante la amenaza de ver perpetuarse el régimen. Esta oposición estuvo integrada por los líderes de los partidos del turno. Socialistas, comunistas y republicanos se unieron en la campaña contra la dictadura, que amenazaba con arrastrar también a la Monarquía que la había apoyado; estudiantes, obreros e intelectuales se manifestaban en contra del régimen; y los propios militares conspiraban contra Primo de Rivera (Sanjuanada). De igual modo lo hicieron los nacionalistas catalanes, incluidos los que habían colaborado con el dictador. Finalmente, desautorizado por los altos mandos militares y por el rey, Primo de Rivera presentó su dimisión en 1930 y se exilió en París, no sin antes recomendar a Alfonso XIII algunos nombres de militares que podrían sucederle (entre ellos el general Berenguer, que asumió la presidencia). En París moría dos meses más tarde, en medio de una gran amargura y decepción por las ingratitudes recibidas. Su hijo mayor, José Antonio Primo de Rivera, entraría en la política poco después para reivindicar la memoria de su padre, según dijo. Al caer Primo, el rey encarga formar gobierno al general Berenguer (Dictablanda), para intentar volver al sistema de la Restauración, a la normalidad constitucional, consistente en: abrir las Cortes, la constitución de 1876, poner en marcha los partidos y los sindicatos, convocar elecciones. El proceso fue lento y fracasó. Los españoles no confiaban en el rey por haber apoyado al dictador. La oposición empieza a organizarse. Se produce el Pacto de San Sebastián (agosto 1930), firmado en la clandestinidad por republicanos, socialistas, nacionalistas gallegos y catalanes. Pactan una política antimonárquica y eligieron un Comité Revolucionario para llevarla a cabo, así como una actuación militar. Sublevación de Jaca (diciembre 1930): mal preparada, iniciada por Galán y García Hernández que fueron fusilados porque no encontró eco y fracasó. Los fusilamientos desacreditaron más a la monarquía e hicieron aumentar la tensión en la ciudad y en el campo. En febrero de 1931 se constituyó el último gobierno de la Monarquía presidido por el almirante Aznar. No solucionó tampoco nada y convocó elecciones municipales para el 12 de abril con el objetivo de sondear la opinión pública. Si ganaban los partidos monárquicos, también ganarían las elecciones generales. Las primeras después de ocho años, se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. La coalición del Pacto de San Sebastián ganó en casi todas las capitales de provincia, en las ciudades grandes y en zonas industriales y mineras.